Lamentándose aun por no haber podido reunirse con sus amigas, Macdolia abandonó la sala donde habían conseguido derrotar a la enorme armadura. Un tranquilo pasillo exterior precedió a la entrada a lo que parecía su siguiente destino, que la yegua identificó inmediatamente.
Un vistazo a los alrededores le reveló su objetivo: si conseguía subir a su parte más alta, estaría prácticamente junto al pináculo.
"Y allí sin duda nos reuniremos todas".
Las bestias sagradas no parecían muy contentas por entrar a aquel lugar. Sin duda parecía que algo de su interior las atemorizaba.
Pero no quedaba otra: no podían volver por donde habían venido y aquel camino era la única opción.
Macdolia abrió las pertas de aquel lugar y estas crujieron siniestramente. En su interior se alzaba un complicado entramado de mecanismos y engranajes que ascendían cada vez mas y que servían sin duda para hacer funcionar en enorme reloj que coronaba aquella torre.
La viajera del tiempo se tocó su CM y su reloj se materializó ante ella.
-Una viajera del tiempo en una torre del reloj... Resulta casi hasta romántico... si obviamos que el mal anida entre estos muros y tal...
Una grúa conjurada por Tiny Tales remontaba a Aitana hacia la, ya consumida por el fuego, biblioteca donde Tiny había luchado con aquel extraño ser.
-Menudo destrozo has causado, Tiny -comentó la cazademonios al ver el deplorable estado de la estancia.
-Lo siento... No quería hacerlo, pero es que aquel ser no dejaba de lanzar bombas y...
Aitana le dio una pequeña colleja.
-Si lo hizo el bichejo ese, ¿por qué me pides perdón tu? Ahora entiendo porqué Macdolia te lo dice siempre...
-Macdolia...
El semblante de Tiny cambió. Le habría gustado que las tres se hubiesen reunido, pero no habían conseguido retirar aquella enorme armadura que parecía bloquear la magia de Tiny, por lo que no pudo teletransportarse al otro lado para sacar de allí a su "sobrina".
-No te preocupes por ella, que seguro que está bien -trató de reconfortarla Aitana-. Había otra puerta tras la armadura, seguro que se dirige al pináculo también. Más bien me preocupas tú: oír voces en tu cabeza suele ser el principio de problemas de los mas jodidos.
-Me daré por aludido -comentó Kolnarg desde la brújula.
-Aitana, si es verdad lo que nos ha contado, deberíamos fiarnos de esa voz -intercedió la voz de Julius desde el látigo de Aitana-. Los escritos sobre Ecclesia recopilados por su última integrante describen claramente lo que esa voz nos ha revelado, por lo que daría veracidad a que se trate realmente del mismo Albus que integró aquella orden en su día. Está de nuestro lado.
-Es un alivio saber que Shanoa terminó hablando bien de mí... -murmuró Albus en una voz que solo Tiny podía oír.
-En fin, no las tengo todas conmigo, así que me andaré con ojo por si acaso -Aitana se limpió un poco el hollín que no dejaba de caer sobre su salacot-. Será cuestión de que busquemos como seguir ascendiendo en medio de esta sala hecha tabaco o a Macdolia le saldrán telarañas de tanto esperarnos...
-Un segundo Aitana... Mira.
Tiny estaba contemplando algo que flotaba en mitad de la sala. Había visto algo así con anterioridad. Fue cuando le obligaron a absorber aquellos sellos.
-Es el glifo que usaba ese ser -le confirmó Albus a la unicornio.
La yegua se fijó que el glifo tenía forma de muro.
-Voy a intentar absorberlo. Nunca se sabe si nos puede servir.
Tiny cerró los ojos e intentó recordad el proceso por el que había pasado para absorber Dominus.
"Tendré que hacerlo por mi misma esta vez"
El cuerno de la yegua empezó a brillar con una luz blanca.
-¿Que cojones...?
-No hables ahora Aitana. La interrumpirás.
Tiny intentó atraer el glifo hacia ella. El sello empezó a convertirse en un fino hilo que se aproximaba a la yegua lentamente hasta que empezó a enroscarse alrededor de su cuerno hasta que lo cubrió con totalidad, produciéndose un fogonazo de luz.
Las pupilas de Tiny se dilataron. Esta vez no tuvo una visión, como le ocurrió al absorber los glifos de Dominus, sino algo totalmente distinto.
-Que curioso... Noto como si ahora cruzar paredes fuese lo más natural del mundo.
-Es el poder de los glifos. Ahora su magia forma parte de ti y con ello las habilidades que te otorgue.
Aitana arqueó una ceja.
-Me da mal rollo todo esto de absorber magia... pero en fin, si sirve para que le pateemos el culo a Drácula...
A pesar de no tener forma física, Julius volvió a reírse. No se cansaría nunca de imaginarse al señor de la oscuridad viendo como le coceaba el trasero una poni.
Macdolia se recostó contra una de las paredes de la torre del reloj, intentando recuperar un poco el aliento.
El ascenso estaba siendo más complicado de lo que pensaba. Para empezar, la torre carecía de escaleras en muchas de sus zonas, por lo que no le quedaba más remedio que usar la cadena del reloj para encaramarse a los mecanismos, sirviéndose de ellos para ascender dentro del entramado. Pero si no bastaba con eso, el interior estaba plagado de criaturas, siendo las más frecuentes unas cabezas flotantes cargadas de serpientes por crin que se aproximaban a ella desde todos los ángulos. Por fortuna, Zhu Que y Quin Long se encargaban de ellas mientras Bai Hu saltaba y trepaba de engranaje y engranaje valiéndose de su agilidad felina. Y por si alguna se acercaba demasiado, Xuan Wu se encargaba de proteger a Macdolia mientras Gezi daba cuenta de ella.
-Mejor descansemos aquí un minuto... no debe faltar mucho para que coronemos esta torre.
Los animales asintieron, pero Bai Hu lanzó un ligero ronroneo.
-¿Que te ocurre, pequeño?
El felino se acercó a la pared donde estaba recostada la yegua. Parecía querer que se apartase.
-¿Ocurre algo? Sólo es una pared.
Pero Bai Hu empezó a arañar el muro.
-¿Quieres que lo cocee? ¿Es que acaso hay algo ahí?
Macdolia se hizo a un lado y levantó sus patas traseras.
-Muy bien... ¡MACDOLIA STRIKE!
La potente coz resquebrajó la pared, dejando al descubierto un pequeño compartimiento secreto...
Pero lo más extraño fue lo que había en su interior. No tardó mucho en que los animales dieran cuenta de él, pero no por ello la poni de tierra salió de su estupefacción.
Era una pata de cerdo asada.
-¿Como changelings ha llegado eso ahí?... Hay cosas entre estos muros que escapan a mi comprensión.
Una marioneta con forma equina se astilló por completo cuando recibió el impacto de un ariete invocado por Tiny Tales.
-¿Es mucho pedir que nos dejen subir sin tener que ir destrozando todo a nuestro paso? -comentó Aitana de pasada mientras coceaba otro títere, el cual se hizo trizas con el golpe.
-Al menos puedo asegurar que os estáis acercando a los salones superiores -resaltó Julius.
Desde el momento en que habían abandonado la maltrecha biblioteca, las criaturas que se les aparecían a las dos yeguas no dejaban de llegar una tras otra. Los pasillos y las escaleras se habían convertido en una lucha sin tregua contra seres que parecían no haber representado aun su última obra. Tanto Tiny como Aitana se esforzaban por limpiar el camino en pos de seguir avanzando.
-El titiritero que debió construirlas tendría tiempo libre para aburrir... -dijo resignada la cazadora de demonios.
-Creo que cuando Drácula aun no era el señor de la oscuridad tenía a su servicio al mejor constructor de marionetas del mundo.
-Se le partiría el corazón si las viese ahora, usadas con fines abyectos -remarcó Kolnarg.
La lucha se iba intensificando a medida que seguían ascendiendo por aquella estancia, que se iba tornando cada vez más oscura. Las armas mágicas invocadas por Tiny les permitían contar con algo de visión, pero la situación no era lo que se dice ventajosa.
-A este ritmo, en breve un gato de porcelana verá mas que nosotros.
"Permitidme que subsane eso"
Aquella voz hizo que Tiny se detuviese en seco.
-¿Qué? ¡¿Quien cojones eres?! -gritó Aitana.
La unicornio empezó a temblar. Tenía las pupilas dilatadas.
-Es... es...
-¿Qué co*o?
Un enorme resplandor cegó durante unos instantes a las dos. Aitana lanzó un gruñido y levantó los cascos delanteros con el fin de cubrirse, convencida de que alguien iba a atacarles.
"Oh vamos, ¿que diversión tiene eliminar a las actrices justo antes de que empiece la obra?
Cuando ambas recuperaron la visión, se percataron de donde estaban.
Aquello era el escenario de un enorme teatro. Lo que las había deslumbrado era una especie de foco...
Y junto a él, había una yegua pelaje verde oscuro y crin morena.
-Aitana, ¡es ella! Es una de las ponis que me tenían retenida.
Laura extendió sus membranosas alas de murciélago y voló sobre la platea.
-Y ahora volverás con nosotras. Mi Señora Carmilla se impacienta, así que esta obra será de un solo acto.
Sus ojos brillaron con un color sanguinolento.
-¿Por que siempre que a alguien le brillan los ojos así significa que se avecina un lío de cojones?
Antes de que alguien meditase responder a aquella pregunta retórica, tres títeres de tela de enormes dimensiones descendieron sobre el escenario. Su aspecto era macabramente infantil.
Laura lanzó una risita.
-Es hora de que juguemos un poco.
Con un último esfuerzo, Macdolia alcanzó la campana mas cercana al techo. Junto a ella, la enorme cristalera de la torre del reloj permitía ver desde el interior como el disco estaba decorado con números romanos. Según las agujas de aquella torre, no iban a tardar en dar las cuatro de la madrugada.
-Vaya nochecita para trasnochar -dijo resignada la yegua-. Y no parece que pueda subir mas... Tiene que haber otra forma de continuar.
Quin Long lanzó un rugido y señaló con la cabeza en una dirección. Algo más abajo de lo que ella había ascendido y tras un entramado de engranajes, se encontraba lo que parecía una vieja puerta que daba sin duda al exterior.
Macdolia no se lo pensó dos veces. Tras estudiar unos segundos su patrón de movimientos, la yegua saltó al engranaje mas grande. Aprovechándose de su movimiento e inercia, logró el impulso suficiente para alcanzar una pequeña campana que estaba sobre la puerta. Apoyándose con fuerza en ella, se dejo resbalar ligeramente antes de propulsarse contra la puerta, la cual derribó con el impacto aunque se trastabilló con las patas traseras al chocar. La campana salió impulsada hacia un lado, tañendo con fuerza.
Los animales no tardaron en seguirla. Bai Hu bufó ligeramente. El resto de animales no tardaron en imitarle y mostrar una actitud hostil.
La yegua se extrañó.
-¿Es que os ha sabido mal que saltase de esa forma? -dijo mientras trataba de recuperar el equilibrio.
Lo que no sabía Macdolia en ese momento es que los animales no se quejaban por ella... sino por lo que le aguardaba detrás de la puerta.
La poni de tierra lanzó un pequeño grito de sorpresa. En primer lugar, se encontraba en lo que parecía una amplia antesala anexa a la torre del reloj, desde donde se podía ver no solo el exterior de la torre en todo su esplendor, sino también el pináculo, ya a poca distancia de donde estaba; pero en segundo lugar, aquella estancia no estaba vacía.
En su interior había una criatura que la yegua, aunque reconoció al instante de que se trataba, no le restó sorpresa a su rostro.
Se trataba de un humano ataviado con un elegante traje de color oscuro. que completaba con una corbata del mismo color y unos guantes a juego. Su aspecto era el de un anciano ya entrado en años, con una prominente calva y cabellos blancos en su cogote y barba, pero no parecía demacrado en absoluto, sino que mostraba un porte señorial, casi juvenil.
No se inmutó cuando Macdolia atravesó la puerta ni cuando esta se sorprendió, sino que permaneció impasible, con la vista fija en el paisaje, hasta que pasados los segundos prestó atención a los que acababan de asaltar su morada.
-Vaya, vaya... -su voz era grave, con un ligero tono a medio camino entre paternal y autoritario- ¿Qué tenemos aquí? Las bestias sagradas de los Renard sueltas por el castillo... y parece que se les ha unido una más. Interesante.
Macdolia frunció el ceño ante aquel comentario.
-Discúlpeme, pero no soy una bestia sagrada ni nada por el estilo. Tan solo soy una residente de estas tierras que desea entrevistarse con el señor del castillo. Si no lo he entendido mal, no ando demasiado lejos de sus aposentos.
El anciano lanzó una risita.
-Me temo que no lo puedo permitir. Lo siento, pero no pasarás de aquí.
La yegua empuñó firmemente la cadena de su reloj de bolsillo.
-No deseo causarle ningún mal; por favor, déjenos pasar.
En esta ocasión, la risita del anciano fue más allá hasta el punto de tornarse una carcajada.
-¡Un alma valiente, sin duda! Valiente, pero ignorante.
El anciano alzó el brazo derecho y ante él empezó a materializarse lo que parecía un alargado bastón, sin embargo, Macdolia lanzó un ligero grito de consternación cuando reparó en el material que lo componía.
Se trataba de alargadas tibias y huesos.
Cuando el bastón alcanzó una altura considerable, de uno de los extremos brotó una afilada cuchilla con forma de media luna.
-Eso es una guadaña... ¿No me digas que eres...?
Macdolia había oído hablar de ello, pero pese a lo mucho que había viajado y las cosas que había visto, nunca llegó a imaginar que serían reales, que sería real.
El anciano empuñó la guadaña y todo en él cambió. Su traje oscuro dejó paso a una túnica purpúrea, su cabeza se recubrió de un lujoso birrete dorado... y su cráneo se transformó en una grotesca calavera cuyas cuencas oculares brillaban intensamente con un siniestro color carmesí.
-Me daré un festín con tu alma en nombre de mi señor Drácula -la voz antaño grave se había tornado en un ronco sonido de ultratumba-. ¡La Muerte caerá sobre ti y sobre esos infectos seres que llevas contigo!
Antes de que Macdolia pudiese reaccionar, el antaño anciano levantó la guadaña y la habitación entera se llenó de pequeñas hoces que volaban desde todas las direcciones hacia la yegua. Zhu Que y Quin Long, con la ayuda de Bai Hu, se encargaron de repeler las que se acercaban demasiado y que se consumían cuando uno de los animales las atacaba.
Gezi y Xuan Wu permanecieron junto a la poni de tierra, la cual sacudió la cabeza.
"No pienso caer aquí"
Empuñándolo con la boca, Macdolia lanzó el reloj hacia aquel ser. Antes de que le impactara, alzó el vuelo.
-¿Vas a plantarme cara? ¡Nadie puede eludir a la Muerte!
Lanzándose en picado en dirección a la yegua, Macdolia consiguió eludir el corte que la Muerte la lanzó por centímetros. La yegua vio como algunos pelos de su cola eran cercenados limpiamente por aquel instrumento que sin duda había segado numerosas vidas.
Gezi se lanzó hacia aquel ser, pero sus afiladas alas no impactaron. La blanca paloma atravesó a la Muerte como si fuera completamente etérea.
-¿Cómo?
Pese a la sorpresa, la yegua lanzó su reloj de nuevo, pero al igual que Gezi, no encontró blanco. Cuando lo recogió de una sacudida, el resultado fue el mismo: sus ataques no eran efectivos.
La Muerte lanzó una siniestra risa.
-No os andáis con medias tintas, pero vuestros esfuerzos son vanos.
Empuñando la enorme guadaña, la etérea figura lanzó un corte vertical en dirección a la poni de tierra. Fue Xuan Wu esta vez quien se interpuso en su trayectoria, rebotando contra el caparazón de la tortuga con un estridente ruido metálico.
"Sus impactos si me pueden alcanzar, pero los míos no. ¿Cómo voy a vencerle?"
Mientras tanto, Aitana y Tiny se esforzaban por pugnar con las marionetas que Laura había azuzado contra ellas. A pesar de ser bastante lentas, sus golpes eran contundentes y los ataques directos de Aitana y los objetos que Tiny invocaba para atacar no habían causado apenas daño en aquellos muñecos.
-Su tela parece ser muy elástica y eso absorbe los impactos -puntualizó la unicornio.
-¡j*der, a palo seco nunca conseguiremos cargárnoslas!
-Si tuvieseis Agua Bendita...
Aitana dio un salto hacia atrás para esquivar la embestida de una de las marionetas.
-¿Que farfullas, Julius?
-Una de las armas que usamos los Belmont, además de cuchillos y hachas cortas, es un tipo de agua sagrada que llevamos en pequeños frascos. Su contenido es como fuego contra las criaturas de este castillo.
Aitana lanzó una exclamación.
-¡Eres un p*to genio!
La poni de tierra se acercó a Tiny y le dijo una rápida frase al oído. La unicornio se quedó extrañada por lo que acababa de escuchar, pero asintió. Empuñando su látigo, la cazadora de demonios lo lanzó con fuerza hacia una de las marionetas, enroscándose contra uno de sus brazos. Aitana empezó a correr a toda velocidad hasta situarse donde ella había planeado.
-¿Que intentas conseguir? -se extraño Kolnarg.
Haciendo acopio de sus fuerzas, la yegua dio un fuerte tirón. La marioneta, confusa por la estrategia de aquella poni, se trastabilló y fue a chocar con otra de sus compañeras.
-¡Tiny, golpea a la otra!
Quizás a ella le fuese imposible sacarse algo como agua bendita de la chistera, pero tenía a una unicornio de su lado. Tiny Tales invocó un enorme palo de cricket que balanceó con fuerza en dirección a la otra marioneta. Aunque esta lo detuvo, no impidió que la inercia del impacto la enviase junto a las otras dos.
-¡AHORA!
Aquella era la señal que Aitana le había susurrado. Tiny Tales frunció el ceño e invocó dos cosas a gran velocidad: una soga dorada, que usó para atar juntas a las tres marionetas un objeto delante de la poni de tierra.
Un trampolín.
Lanzando un fuerte grito, la cazadora de demonios se lanzó sobre el trampolín y se impulsó hacia un punto muy concreto.
-¡¿Cómo?!
Laura, que estaba disfrutando del espectáculo con la confianza en que sus marionetas no tardarían en dar cuenta en breves de aquellos ponis, no esperaba ver como Aitana se encaramaba al andamio donde ella estaba subida.
-Qué hermoso vernos cara a cara, ¿eh directorzuela de pacotilla?
La poni vampiro lanzó un siseo y se abalanzó sobre la cazadora de demonios, sin embargo, esta la esquivó saltando. En comparación con algunos de los enemigos a los que se había enfrentado, aquella vampiresa era muy lenta.
-Lo siento guapa, pero no me van los mordiscos a no ser que yo dé permiso antes.
Aitana metió su mano en el chaleco y sacó un curvado puñal que se enganchó en una de las patas. Laura cargó de nuevo, esta vez extendiendo sus alas para poner hacer un picado sobre la cazadora de demonios.
Era lo que Aitana estaba esperando.
La poni de tierra no solo consiguió esquivar de nuevo el ataque sino que, con un rápido movimiento, le apuñaló una de las alas a la poni vampiro. El ala se desgarró junto con la voz de Laura tras encajar aquel ataque.
-Eso por ser una cobarde que se escuda detrás de sus muñequitos.
Aitana corrió y la coceó en el flanco, enviándola contra el cañón de luz que antes Laura había usado para deslumbrarlas. Ambos se precipitaron escenario abajo. La poni murciélago intentó remontar el vuelo, pero le fue imposible con una de sus alas desgarradas.
Abajo, Tiny Tales usó su magia para redirigir el foco hacia donde las tres marionetas estaban a punto de liberarse de sus ataduras. El impacto del foco contra ellas hizo que estallase en una potente deflagración que engulló a los tres muñecos rápidamente.
Aitana uso su látigo para engancharse a una de las bambalinas y así volver al escenario.
-Bien hecho, Tiny.
La unicornio bajó la vista.
-Si lo has hecho tu casi todo... Bueno, al menos ya podemos irnos y seguir buscando a Macdolia.
-Un momento, espera...
Laura, que se había estrellado contra el suelo, se había quedado inerte a un lado del escenario. Su ala sangraba con intensidad.
-¿Crees que estará bien? -comentó Tiny acercándose.
-¡Quieta ahí!, no des un paso más.
Aitana se aproximó a la malherida vampiresa. Esta alzó la cabeza y la miró con furia, pero también había algo que no pensaba que iba a experimentar.
Era miedo.
-¡Eres peor que nosotras en muchos aspectos!
-No lo niego -Aitana se plantó delante de Laura. Las llamas de la hoguera donde se calcinaban los tres muñecos resaltaban los rasgos de la poni de tierra, en especial su CM: una estrella de cinco puntas con un ojo incandescente en su interior-. Pero mi destino es poner fin a morralla como tú. Porque si yo no lo hago, nadie lo hará.
Laura lanzó un siseante grito antes de que Aitana le estampase una coz... que la mandó directamente a la hoguera. Los gritos de angustia de la poni vampiro retumbaron en todo el teatro, el cual contemplaba en silencio el epílogo de aquella macabra obra.
-Vámonos.
Tiny contemplaba con ojos vidriosos como el fuego consumía el escenario.
-Eso ha sido muy cruel... no podía hacernos daño ya.
Aitana se giró súbitamente, molesta con aquel comentario.
-Tiny, eres una unicornio con talento y eso lo respeto, pero pecas de los mismo que pecaba tu "sobrina": este mundo es más oscuro de lo que crees y hay seres más allá de toda salvación. Esa poni vampiro quería matarnos o algo incluso peor. Era ella o nosotros.
-No le falta razón -comentó Albus-. Pareces buena chica, pero Shanoa también lo era y por confiar demasiado en nuestro mentor, lo pagó con sus recuerdos y casi con su vida. Tienes que aprender a ver las cosas como son: en el castillo de Drácula no hay lugar para la compasión.
Tiny se marchó tras Aitana con el rostro cabizbajo. ¿Eran ciertas esas palabras?
Un fuerte tañido la sacó de sus pensamientos. A pesar de sonar fuera de aquel teatro, las paredes retumbaron con fuerza.
-¡¿Qué co*o ha sido eso?! -gritó Aitana.
-Viene de la torre del reloj -confirmó Julius-. Me da que vuestra compañera debe de haberse encontrado con su inquilino. Mal asunto. Es el lugarteniente más poderoso de Drácula. Temo por su vida.
Unos minutos antes, Macdolia intentaba recuperar el aliento ante aquel bombardeo incesante. No solo tenía que lidiar con el siniestro balanceo que la Muerte sometía a su guadaña en pos de cercenarla, sino que también tenía que estar pendiente de la continua lluvia de pequeñas hoces, que no dejaban de reaparecer. Por suerte, las bestias sagradas se esforzaban por dar cuenta de ellas en la gran mayoría de las veces y en última instancia contaba con Xuan Wu.
Pero la cosa no pintaba bien. No podía estar huyendo todo el tiempo. Tarde o temprano se cansaría y entonces la guadaña si encontraría blanco.
-Lo siento por vos, insensata. Ni vuestras habilidades ni vuestras armas pueden hacernos ningún mal.
"Tiene razón -pensó Macdolia-. Es un ser espectral, solo algún tipo de arma mágica o especial lo dañaría... pero ¿de dónde saco yo ahora una cosa así?"
-Ya me he cansado de jugar contigo. ¡Esquivad esto si podéis!
La muerte alzó su guadaña y de un rápido giro, la arrojó hacia la yegua. La tortuga se encontraba en ese instante deteniendo una de las hoces, por lo que Macdolia estaba totalmente expuesta.
-¡Aaaaaah!
Macdolia saltó a un lado, esquivando por poco la guadaña, y cayendo al suelo. Había salvado la embestida...
...pero la guadaña no se detuvo al sobrepasarla.
Girando ciento ochenta grados, la afilada herramienta macabra volvió hacia su dueño, fijando a la poni de tierra en su trayectoria de vuelta.
-¡SLOW!
Macdolia no tuvo más remedio que usar el poder del reloj para poder reaccionar a tiempo.
Sim embargo, algo anómalo sucedió. Aunque gracias al reloj había conseguido ralentizar el tiempo otras veces, aquella vez era distinta. La yegua lo veía todo en blanco y negro.
Su mente empezó a trabajar a toda velocidad.
-Mis técnicas temporales si parecen afectarle, pero no son ofensivas; sigo careciendo de un arma que le pueda hacer frente... pero ¿y si...?
Aprovechándose de aquella situación, Macdolia se incorporó y corrió hacia la guadaña, que seguía en lento movimiento y la enganchó con la cadena del reloj.
"Me juego el todo por el todo"
-¡HASTE!
La sensación de verlo todo en blanco y negro desapareció y la habitación pasó de moverse increíblemente despacio a moverse muy deprisa. Cuando la guadaña siguió su trayectoria en pos de volver con su dueño, Macdolia dio un fuerte tirón de la cadena.
-¡¿COM...?!
La Muerte no se esperó que sucediesen dos cosas: en primer lugar, que aquella yegua supiese manipular el tiempo, como algunos Belmont habían conseguido gracias a un reloj sagrado que lo detenía momentáneamente; y en segundo lugar, que su fiel guadaña se desviase en el momento en el que volvía a su huesuda mano... y la cercenase a la altura de la cintura.
La guadaña salió de la habitación y fue a estrellarse contra la torre del reloj, rompiendo la acristalada esfera y chocando contra la gran campana de detrás. El tañido retumbó en todo el castillo.
Pero la yegua no había terminado.
Con un potente grito, reunió toda la fuerza que le era posible para estirar de nuevo la cadena del reloj. La sacudida la trajo de vuelta, junto a la macabra arma que sin duda había segado numerosas vidas en el pasado...
Y que ahora fue a incrustarse en la nuca del cráneo de la Muerte.
-¿Lo he conseguido?
Macdolia cayó al suelo. Usar la fuerza del reloj la consumía demasiado; la yegua empezó a jadear.
La Muerte se quedó estática en el aire, partida completamente en dos y con aquella guadaña atravesándole su calavera...
Y súbitamente empezó a reír.
-¡JAJAJAJA! ¡ASOMBROSO! ¡SUBLIME! ¿QUIEN IBA A DECIR QUE UN EQUINO INSIGNIFICANTE ME HARÍA ESTO? ¡PERO AHORA VERÁS MI VERDADERO PODER!
Alzando sus brazos, su parte inferior se consumió y la superior empezó a brillar con fuerza. El birrete dorado saltó por los aires, la túnica purpúrea se tiño de rojo sangre y en su interior empezó a emitir una corriente similar a una gran cantidad de electricidad. Con uno de sus brazos, se arrancó la guadaña del cráneo y sus cuencas oculares brillaron con mas intensidad, como si ardiesen.
-No puede ser...
Macdolia miraba consternada aquella transformación. Las bestias sagradas se arremolinaron junto a ella. Ahora que ya no tenían que encargarse de las hoces, las cuales habían cesado de aparecer, protegerían a su amiga a cualquier precio.
Pero la yegua se encontraba muy cansada. Le faltaba el aliento para ponerse de pie. Aquella lucha estaba totalmente desigualada.
Y entonces hubo un resplandor.
A pesar de que Macdolia no había manipulado el tiempo de ninguna forma, todo pareció ir más despacio en aquellos segundos.
La yegua abrió la boca, sorprendida.
Las bestias contemplaron lo ocurrido con asombro.
La Muerte no entendía lo que acababa de ocurrir... y porque en un segundo estaba partida en dos... esta vez verticalmente.
Como si de una sombra se tratase, aquella siniestra figura que había causado tanta muerte, como su propio nombre indicaba, se torno negra como la noche y se consumió.
Y tras ella, una figura equina, la misma figura encapuchada que Macdolia había visto en oscura sala de columnas, hizo desaparecer una enorme espada con tono azulado con la que había cortado a la Muerte si que esta reparase en su presencia.
Antes de que Macdolia pudiese decir nada, la figura corrió hacia uno de los extremos del pasillo y saltó al vacío. Para cuando la yegua se asomó, ya no había nadie allí.
-Mi Señor... Laura ha caído... y vuestro fiel servidor también.
Una figura se recostaba en un enorme trono mientras saboreaba el enrojecido contenido de una copa de cristal.
-Ya veo... Mis seguidores me han fallado.
Carmilla hizo una reverencia.
-Dejad que me ocupe de ellos, mi Señor. No me supondrán ningún problema.
La figura se incorporó.
-¿No me has oído? He dicho "mis seguidores".
Carmilla retrocedió unos pasos.
-Claro... Os referís a Laura y la Muerte, ¿no es así?
Antes de que pudiese reaccionar, su interlocutor ya no estaba delante de la poni vampiro, sino que se había situado a su espalda. Ningún movimiento le evitó que una rápida sacudida similar a una estocada la atravesase de lado a lado.
-¿Por... por...qué?
Carmilla cayó al suelo, herida en un costado.
-Dejaste escapar a la unicornio, no destruiste aquello que te confié y además, tu subordinada a caído en combate. Es momento de que afrontes tu responsabilidad.
Los ojos del interlocutor brillaron... y cinco bolas de fuego se abalanzaron sobre la poni vampiro, que no pudo sino arder mientras gritaba y balbuceaba unas palabras incomprensibles.
Aquel ser volvió a su trono y se recostó en él.
-Sea pues. Ya que desean una audiencia con el señor del castillo, no les haré esperar más. Es hora de que conozca de primera mano a las criaturas a las que pronto sumiré en la más profunda oscuridad...