MLP FIM: "Parallel Stories" [ALL] - 1x01 a 1x18 - Parte 1/?

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MLP FIM: "Parallel Stories" [ALL] - 1x01 a 1x13 - 2ª Parte

Notapor Sr_Atomo » 06 Ene 2014, 20:37

Y llegaron los Reyes Magos a Spaniard Hooves y trajeron muchos regalos... y, a los que se portaron mal, les trajeron carbón y un capítulo nuevo de este fanfic.

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Mucho de...

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Y una pizca de...

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Y, sin más dilación, aquí tenéis la segunda parte (de tres (error de cálculo)) del capítulo 1x13:

Spoiler:
MY LITTLE PONY

PARALLEL STORIES

Chapter 1x13

Yell, Muffled, Yell

2ª Parte


Magic Sales y Spoon Giddy tuvieron que reconocer que la mina había sobrepasado ampliamente sus expectativas, pues la cantidad de ramajes y bifurcaciones era realmente excesiva para que únicamente dos ponis pudiesen investigar convenientemente. Y aún era más difícil si, tal como era el caso, ninguno de los dos conocía los entresijos de la excavación.

Entonces, abatidos, se dieron la vuelta, para volver sobre sus pisadas. Reconocieron que tenían que pedir ayuda para encontrar a Muffled quien, posiblemente, estaba en peligro. Poco a poco consiguieron volver a los pasillos principales de entrada, que reconocieron. En ese momento ambos sonrieron: la salida de la mina estaba próxima.

Escucharon, un poco más adelante y a la izquierda, un galope incesante, seguido de unos gritos cuyas palabras airadas y llenas de insultos que harían enrojecer de vergüenza a cualquiera. Los dos aceleraron el paso y, al torcer el siguiente recodo, vieron, a lo lejos, la figura de Flashing. Entonces Magic rompió al galope, mientras se preguntaba a sí misma qué hacía la potrilla en el interior de la mina, cuando el Consejo del pueblo y sus amigas se habían ocupado expresamente de que ni siquiera se pudiese acercar a la montaña.

Sin embargo, Spoon, que también había acelerado el paso, se situó delante de Magic y frenó, obligando a ésta a reducir su velocidad.

—¿¡Qué es lo que estás haciendo!? —preguntó la tendero, furiosa.

—Si comprendo bien lo que habéis dicho sobre los sueños de Flashing —Spoon señaló hacia donde había desaparecido la potrilla—, no podemos impedir que los acontecimientos se cumplan...

—¡No si puedo impedirlo! —cortó Magic, echándose hacia un lado para intentar rebasar al cocinero, que hizo lo mismo, volviendo a impedirle el paso.

—¡Créeme, sé lo que hago! —exclamó Spoon, mirando directamente a los ojos de la yegua. Ésta bajó su cabeza, intuyendo que el cocinero sabía algo que ella ignoraba—. ¡Flashing no morirá, te lo aseguro!

Entonces los gritos e insultos, que eran cada vez más desesperados, se acercaron hacia el corredor donde ellos se encontraban. Spoon se apartó y, girándose hacia la salida, empezó a galopar.

—¡Vamos! —dijo—. ¡A él sí que le debemos detener!

Y Magic, sin pensarlo dos veces, empezó a galopar rápida como el rayo, siguiendo la estela del cocinero. Ese malhablado que perseguía a Flashing iba a pagar su frustración.

* * *


Wise Words caminaba despacio hasta la entrada al pueblo, ataviado bajo una túnica enteriza. “Deja que todo siga su camino. Ella sabe cuál es el límite”, fueron las escuetas palabras de la Princesa Celestia cuando él comentó sus descubrimientos con respecto a Gentle. Pero eso no era lo preocupante. Lo peor había sido la conversación con “Número Dos”.

Wise le había pedido a su homólogo que, en el informe del reciente viaje a Canterlot, persiguiendo a la unicornio de dos colores, se ocultasen sus huellas y su velocidad en los posibles testigos, para evitar así preguntas y rumores innecesarios. Pero “Número Dos” le había comentado que ese día no fue detectada una velocidad completamente inusual en el camino que llevaba de Northwest Mines Town a Ponyville, sino dos.

El semental, al girar hacia el pueblo en la encrucijada de caminos, seguía elucubrando: el hechizo de máxima aceleración, prohibido desde hacía décadas, era muy peligroso, pues se descubrió que todo aquel que lo usaba se veía abocado a un envejecimiento prematuro. Por lo tanto, hacía mucho tiempo que no se enseñaba en ninguna Escuela de Magia. Y, por ese mismo motivo, en Equestria eran muy pocos los seres que conocían ese conjuro, y una cantidad mucho menor de criaturas a los que no les importaba sus terribles consecuencias. Y, de ese reducido grupo, solo Gentle Colors vivía en Northwest Mines Town.

“Afortunadamente”, pensó Wise, “cuando yo uso este hechizo, lo hago portando la armadura, por lo que el efecto va dirigido hacia el Elemental atrapado en ella. Un elemental que es prácticamente inmortal”.

Por lo menos el viaje a Canterlot no había sido en vano, pues había logrado convencer al padre de Shiny para que aceptase la generosa oferta de la unicornio de dos colores. Terminó de torcer el recodo tras el cual empezaba el pueblo. Entonces frenó en seco, extrañado: el pueblo estaba más vacío de lo habitual, sin nadie paseando por la calle. Preocupado, aceleró el paso y se dirigió hacia la primera casa, que resultó ser el Hotel de Disarming y llamó a la puerta. Nadie contestó.

Entonces, de la casa de al lado, un poni de tierra salió a la puerta y, reconociéndole, le informó que casi todos estaban en la mina. Agradeciendo la información, Wise se ajustó la túnica y se dirigió hacia la gruta.

* * *


Flashing, con la respiración entrecortada, llegó galopando a la entrada de la mina. Aún no se creía la suerte que había tenido al elegir correctamente los distintos caminos del laberíntico interior de la montaña.

—¿Qué haces tú aquí? —preguntó extrañado el minero que guardaba la entrada.

—¡¡¡SOCORRO, ME PERSIGUEN!!! —gritó la pequeña potrilla.

El corrillo que estaba alrededor del minero se apartó, para dejar pasar a la prestiditigadora. El minero cogió el pico que tenía a su lado y, poniéndose en actitud defensiva, indicó mediante un gesto a los demás de que iba a entrar y de que no le siguiesen.

Flashing se paró en la entrada, exhausta. Rápidamente sus amigas la rodearon e intentaron calmarla. Shiny apremió a las demás, con suaves palabras, de que debían alejar a la pequeña unicornio de ese lugar, para que no se cumpliese el fatal desenlace. Todas afirmaron y, con Flashing a la cabeza, procedieron a salir de la mina.

* * *


Los gritos estaban ya muy cerca, por lo que, tanto Spoon como Magic, se apretujaron contra la pared, para esperar pacientemente la llegada del perseguidor de Flashing y caer sobre él.

En cuestión de un instante, una figura encapuchada apareció por el corredor principal. Sin darle tiempo a reaccionar, los dos saltaron encima suyo, inmovilizándole por completo. Sin embargo Spoon tuvo que frenar los ataques de Magic quien, completamente fuera de sí, descargaba una y otra vez sus cascos contra el cuerpo ya inmóvil del encapuchado.

El cocinero, en silencio, alejó como pudo a la tendero del semental que yacía inerte en el suelo, hasta que ésta poco a poco se calmó. Entonces Spoon volvió a acercarse al cuerpo y comprobó que seguía respirando.

—¿Qué es lo que te ha pasado? —preguntó el cocinero, examinando aún al herido—. Por poco le matas.

—Lo… lo siento —se disculpó Magic—. Él es el encapuchado del sueño... El que sin duda matará a Flashing... Y yo... Y yo... Debía defenderla... Es una potrilla tan buena, tan inocente...

—Te comprendo —respondió Spoon—. Yo tampoco quiero que le pase nada a Flashing, pero casi te conviertes en una asesina. Y tampoco quiero eso. Eres una buena yegua, por eso no puedes dejar que la ofuscación y el miedo se apoderen de tu mente.

La yegua empezó a lloriquear, angustiada por lo que había hecho. El cocinero se acercó a ella y la abrazó cariñosamente, logrando así tranquilizarla.

—Venga —dijo Spoon con una sonrisa—, hay a trasladarle fuera de la mina para que reciba atención médica. ¿Me ayudas?

Entonces Magic, secándose las lágrimas, asintió. Y, entre los dos, cargaron el cuerpo del encapuchado.

* * *


Muffled Yell volvió a coger aire y lo exhaló silenciosamente, moviendo su boca. Muzzle Sooty sonrió: al fin esa yegua había accedido a hacer su famoso grito. Y su mujer y su hijo quedarían libres.

—Bueno, ya está —dijo Muffled, desafiante—. Ahora suéltame.

Muzzle se acercó a la jefa de mineros, dispuesto a quitarle las ataduras. Entonces paró, pensativo.

—Casi has logrado engañarme —espetó, enfadado—, pero me he dado cuenta… No has hecho tu grito, solo lo has fingido. Si lo hubieses hecho, ahora estarías abatida, pensando en las posibles repercusiones de tu acto… Pero tu actitud es todo lo contrario.

Cogió la cabeza de Muffled con ambos cascos y acercó su cabeza hasta que las dos quedaron prácticamente juntas.

—No voy a permitir que por tu culpa maten a mi familia —susurró—. Antes destruiré este pueblo, con todos sus habitantes dentro. Así que más te vale no intentar jugármela de nuevo o sufrirás las consecuencias.

Y, soltándola con un gesto de desprecio, volvió a alejarse, hasta ponerse de nuevo al lado de la gema negra. Entonces se giró y miró de forma inquisitiva a la jefa de mineros.

—Ahora grita —exclamó, entrecerrando los ojos.

* * *


Wise Words entró rápidamente a la mina, chocando con Flashing quien, al frente del grupo compuesta por ella y sus amigas, se disponía a salir. La pequeña potrilla se tambaleó y, tropezando, reculó hasta golpearse la cabeza con la pared. Las demás intentaron, sin éxito, sujetarla para evitar el golpe. El semental, quien portaba la armadura bajo de la túnica, no se había dado cuenta del choque. Tampoco se percató de la acción posterior, pues estaba obcecado en buscar información, información que, tras un rápido vistazo, únicamente parecían conocer los mineros que guardaban las diferentes ramificaciones.

—¿Qué es lo que ocurre aquí? —preguntó al minero que guardaba la entrada de la derecha quien, a juzgar por el numeroso grupo que tenía delante, debía ser el que más supiese del asunto.

El minero, completamente pálido, miraba alternativamente a Wise y al grupo, sin saber qué hacer. Pero la mirada inquisitoria del semental, con la cabeza escondida dentro de la capucha, fue determinante para atraer la atención del minero. Después de unos simples gestos, éste se dio la vuelta y empezó a caminar hacia el interior de la mina, seguido por Wise quien, mediante otro gesto, señaló a los demás que permaneciesen allí.

Apenas habían recorrido unos pocos metros cuando se encontraron con Magic y con Spoon, que portaban entre los dos, como podían, un encapuchado.

Magic, al ver a Wise bajo la túnica, se asustó, comprendiendo que el encapuchado que ellos portaban podía no ser el causante de la muerte de Flashing, sino Wise. De hecho, era más probable que fuese él, pues, según el sueño, el asesino de la pequeña potrilla provenía del exterior de la mina. Rápidamente dejó en el suelo al encapuchado, obligando a Spoon a hacer lo mismo, y galopó, tan rápido como pudo, hacia la entrada.

—¿Qué es lo que ocurre aquí? —preguntó Wise, molesto.

Spoon le miró inquisitoriamente.

—Flashing ha visto, en sueños, su muerte… A cascos de un encapuchado —dijo—. Dime, ¿la has golpeado al entrar a la mina? ¿O siquiera la has visto? Porque es probable que tú seas el encapuchado que haya acabado con su vida…

Wise reculó. No se esperaba eso.

—No… no recuerdo haberla empujado —comentó, inseguro, sabiendo que, con la armadura que portaba bajo la túnica, no habría notado el choque ni aunque Flashing hubiese cargado contra él—. Aunque debería ir a mirar para asegurarme.

—Es mejor que no lo hagas —replicó el cocinero—. Si ha ocurrido algo con Flashing y te ven, es posible que intenten vengarse, al no saber que eres tú. Recuerda el cariño que tienen todos hacia esa potrilla. Es mejor que vaya yo a investigar, mientras vosotros buscáis a Muffled.

—¿Le ha pasado algo a Muffled? —preguntó Wise, rabioso por lo ocurrido y por la falta de información.

—No ha aparecido en la reunión que hemos tenido hoy en el Consejo, precisamente por el asunto de Flashing, y nadie la ha visto en todo el día —respondió Spoon—. Creemos que está en el interior de la mina y que puede estar en peligro.

Wise se sentó en el sitio, pensativo. Entonces decidió que la mejor decisión era que Spoon y el minero llevasen al otro encapuchado a la entrada, para que después volviese el minero, acompañado de Shiny Eyes, que conocía bastante bien la mina y, para el gusto de Wise, era, de todo el pueblo, la poni en quien más podía confiar en esos momentos. Aunque se guardó muy mucho de comentar para qué iba a necesitar a la dorada pegaso.

El cocinero y el minero cargaron entonces, con cuidado, el cuerpo del encapuchado y se dirigieron, con la máxima rapidez posible, a la entrada de la mina, donde se podría atender mucho mejor al herido. Wise permaneció en el sitio, impaciente por recibir ayuda.

* * *


Knowledge fue la primera en llegar hasta Flashing. Estaba aterrada, pues sabía a ciencia cierta que el sueño de su amiga se estaba cumpliendo hasta las últimas consecuencias… y el precio era demasiado alto.

Con sumo cuidado situó su pata delantera izquierda bajo la cabeza de Flashing, incorporándola. Era un peso inerte. Volteó el cuerpo de su amiga hacia un lado para dejarla descansar. Debía comprobar que seguía viva. Necesitaba comprobarlo. Deseaba con todo su ser que lo estuviese. E incluso rogó, para sí misma, cambiarse por ella. Porque Flashing no merecía acabar así.

Magic llegó como un suspiro al corro donde Knowledge se ocupaba de su mejor amiga. Abriendo los ojos, maldijo en voz baja a Wise, para luego agachar la cabeza y empezar a llorar en silencio, como estaba haciendo el resto de los espectadores, sobre todo las amigas de Flashing.

Knowledge agitó suavemente la cabeza de Flashing para intentar despertarla, pero ésta no se movió. Los ojos de la historiadora empezaron a humedecerse.

Miró hacia arriba, cruzando su mirada, de forma alternativa, con la de Shiny, la de Feather y la de Shadow. Todas deseaban que esto no hubiese ocurrido jamás.

—¡No puedo creerlo! ¡Ha ocurrido! ¡Ha… ha muerto! —exclamó Knowledge entre sollozos.Suavemente dejó la cabeza de su mejor amiga en el suelo—. ¿Por qué no me llevaste a mí? ¿Por qué a ella? ¿Por qué…? —entonces lloró amargamente.

Magic Sales se mordía el labio, impotente. Lentamente se dio la vuelta y comenzó a caminar hacia la tercera bifurcación. Iba a vengarse. Poco le importaba que Wise fuese un espía entrenado. Poco le importaba que él trabajase para la Princesa Celestia. Wise era un asesino. E iba a pagarlo con su vida.

Sin embargo, Spoon y el minero, que transportaban al encapuchado inocente, le cortaron el paso. Magic hizo ademán de rodearlos, pero Spoon le paró con un gesto.

—Llévame ante Flashing —comentó, dejando al encapuchado en el suelo.

La expresión que tenía el cocinero hizo que Magic dudase. Algo dentro de ella le indicaba que él tenía la sartén por el mango y que dominaba la situación. Bufó como contestación y le acompañó hasta donde estaba la pequeña unicornio, que seguía rodeada de sus amigas, completamente plañideras.

Con amabilidad, Spoon pidió a las demás que se apartasen y se acercó a Flashing. Todas le hicieron caso, excepto Knowledge, que miró hacia él como si se tratase de la Parca y llegase para recoger a su amiga y llevársela a un lugar lejano. Instintivamente abrazó a la potrilla unicornio con fuerza, atrayéndola hacia sí.

Entonces Knowledge abrió los ojos como platos y, separando levemente a Flashing de su cuerpo, la miró sorprendida.

—Es… ¡Está respirando! —gimió—. ¡Está viva!... ¡Estás viva!

Y volvió a abrazarla, mientras lloraba. Pero esta vez eran lágrimas de felicidad. Las demás sonrieron, a pesar de que aún caían lágrimas por sus mejillas.

—Y, como suponía, no podía estar muerta —comentó Spoon mientras se levantaba y caminaba hacia Magic.

—¿Cómo habías estado tan seguro de que no iba a morir? —preguntó ésta.

—Muy fácil —respondió el cocinero—. Recuerda sus palabras… “Lo último que oigo es a Knowledge llorando a mi lado gritando ‘¡No puedo creerlo! ¡Ha ocurrido! ¡Ha… ha muerto!’. Entonces desperté”.

—Sí, lo recuerdo —comentó la tendero, extrañada.

—¿No lo ves? —inquirió irónicamente Spoon—. Si realmente hubiese muerto, no habría podido oír esas palabras. Por lo tanto, debía de estar inconsciente. Aunque no lo viese nadie, en su sueño no moría, sino que el golpe le dejaba sin sentido.

Magic se acercó a Spoon y le golpeó con su casco en el hombro.

—¿Por qué no lo has dicho antes? —dijo, enfadada—. He sufrido mucho… Todas hemos sufrido mucho.

—No lo he hecho porque entonces no sería real —comentó Spoon—. Es decir, si te lo hubiese contado, habrías estado alegre por dentro, y eso lo notarían los demás, que te juzgarían como alguien insensible… Igual que como me has juzgado antes ahí dentro —señaló el interior de la mina—. Habéis expresado todas el cariño que le tenéis a Flashing… Y no quería estropearos esa sensación, aunque os hayáis sentido mal.

>>Sin embargo, yo soy “nuevo” en el pueblo, y aún no os conozco mucho, pero me habéis demostrado mucho hoy… Y he visto que es algo tan hermoso que quiero participar…

Se acercó hacia el encapuchado y le miró.

—Shiny —dijo—, acompaña a este minero —señaló al semental que le había acompañado a la salida— dentro de la mina. Allí te espera Wise, que precisa tu ayuda. Vosotras —señaló a Knowledge, a Feather y a Shadow—, llevad a Flashing a su casa y cuidadla… Cuando despierte, es mejor que lo haga junto a sus amigas. Magic, ayúdame con él —miró hacia el encapuchado—, vamos a trasladarlo al restaurante y allí le trataré…

—¿Le tratarás? —preguntó la vendedora.

—Por supuesto… —respondió Spoon—. Aparte de cocinero, tengo nociones de medicina. Tenemos que estabilizarle para que aguante el viaje hasta el hospital de Ponyville.

Poco a poco la entrada a la mina se fue despejando. Spoon y Magic trasladaban al encapuchado hacia el restaurante. Knowledge llevaba sobre su espalda a Flashing, rumbo a su casa, acompañadas por Feather y Shadow. Shiny y el minero entraron a la tercera bifurcación, en busca de Wise. Y el resto de ponis se fueron desperdigando poco a poco.

* * *


Wise se alegró de ver a Shiny y al azulado minero. Shiny, cuando le divisó, galopó directamente hacia él y, con la fuerza de su carga, le empujó tan fuerte como pudo, pillándole desprevenido y haciéndole trastabillar. Shiny, a su vez, se vio empujada hacia atrás, debido a la resistencia de la armadura que portaba el semental bajo la túnica.

—¡¡Cómo has podido!! —gritó la dorada pegaso, aún en el suelo—. Casi matas a Flashing… Eres horrible… —y empezó a sollozar.

—Pero está bien —declaró el minero—. Solo está inconsciente, y ahora está bien atendida.

Wise suspiró aliviado. Se acercó a Shiny y le tendió el casco, que esta rechazó, levantándose sin su ayuda.

—Vamos, Shiny —dijo Wise—. Me disculparé por lo ocurrido, pero lo haré luego. Ahora es urgente que encontremos a Muffled. Ella aún sigue en peligro… Lo sé.

—¿Y cómo quieres que te ayude? —preguntó Shiny, ya más tranquila—. No conozco tan bien la mina como él —señaló al minero.

—Pero tú fuiste testigo del acontecimiento más insólito que ha habido aquí en los últimos años —respondió el semental—. En concreto, fuisteis tú, Muffled y Gentle. Muffled es la que ha desaparecido y, entre tú y Gentle, te he encontrado a ti primero.

—Gentle no está —añadió Shiny—. También ha desparecido. Antes he llamado a su casa y no ha contestado nadie.

—¿Falta Gentle también? —Wise se preocupó—. La situación es mucho peor de lo que esperaba… —dijo más bien para sí mismo que para el resto—. Rápido: dime dónde encontrasteis el huevo de dragón.

—¿El huevo de dragón? —inquirió Shiny—. Está bien, te llevaré… Pero que conste que lo hago por Muffled, no por ti —y empezó a trotar hacia el interior de la mina, seguido por los dos sementales.

Apenas llevaban recorridos unos pocos metros cuando Shiny cortó el silencio:

—Encontramos el huevo justo delante del regalo que tenía preparado para Gentle —dijo—: una hermosa gema negra, que sigue esperándola para que la marque…

Wise paró súbitamente, obligando a los demás a hacer lo mismo.

—Una… ¿Una gema negra? —preguntó, sobresaltado—. No puede ser… ¡¡Eso es lo que buscan!! —y arrancó en un fiero trote, esta vez más rápido que antes, seguido del minero y de Shiny quien, con un gran esfuerzo, se puso por delante para señalar el camino.

—¿Qué tiene de importante una gema negra? —preguntó el minero.

—Muffled me dijo que eran raras de encontrar —respondió Shiny—, incluso únicas.

—Es mucho peor que eso —dijo Wise—. Las gemas negras son acumulaciones de magia…

—¿Acumulaciones? —volvió a preguntar el minero.

—La magia no es estática —empezó a explicar el semental—, sino ondas que recorren el mundo, atravesando prácticamente toda la materia, incluyendo a los seres vivos que lo pueblan, y siguiendo un patrón establecido, tanto de dirección como de fuerza.

—Aham —replicó Shiny.

—Sin embargo —continuó Wise—, a veces hay fallos en ese entramado de ondas, dando lugar a “nexos”, “nudos” o “acumulaciones”, en algunos puntos del planeta. Dependiendo de dónde ocurra, el objeto más importante que quede atrapado en el ámbito de acción de ese nudo cambiará, almacenando esa magia y convirtiéndose en una mutación extraordinaria: la madera se vuelve blanca, los espejos empiezan a reflejar la verdadera realidad y las gemas se tornan negras.

—Entonces lo que ha ocurrido en la mina es uno de esos nudos, ¿verdad? —preguntó Shiny.

—Exacto —respondió Wise—. Shiny, ¿recuerdas si el negro de la gema era apagado o brillante?

—Creo que apagado —comentó ésta.

—Entonces nos hallamos ante la acumulación máxima de magia —definió Wise, acelerando aún más—: una mutación tan potente que ha absorbido el propio brillo de la gema… Esa joya es, posiblemente, el objeto natural con más poder mágico que exista en Equestria, y puede que incluso en todo el mundo.

>>Estoy seguro de que la existencia de esa gema habrá llegado a oídos de seres capaces de hacer absolutamente cualquier cosa por obtenerla… Muffled puede estar en un peligro verdaderamente mortal.

Entonces los tres ponis aceleraron su trote hasta convertirlo en un galope.

* * *


—Aquí está bien —dijo Spoon mientras señalaba una mesa del restaurante.

Magic accedió y juntos dejaron cuidadosamente al encapuchado sobre la mesa.

—Cuida de que no se mueva, voy a por el instrumental —señaló el cocinero.

Al poco rato volvió sujetando un pequeño maletín con la boca. Lo dejó al lado de la mesa y lo abrió, sacando material para la estabilización del malherido. Poco a poco fue usándolos, mientras Magic seguía atentamente cada movimiento, sin dejar de sujetar al encapuchado quien, de vez en cuando, se agitaba por el dolor.

* * *


Muffled rabiaba por dentro. Por una parte, comprendía lo que ocurría si no hacía su grito, pero por otra, se imaginaba lo que podría pasar si gritaba. Era una decisión demasiado difícil de tomar.

Unos golpes a su lado le hizo volver a la realidad. Muzzle había aporreado la pared a escasos centímetros de su cabeza. Ella le miró con gesto triste, pero él seguía furioso, y comenzaba a estar impaciente. Solo había una opción. Muffled pensó durante un instante en qué ocurriría si, después de gritar, ese minero no cumplía con su parte del trato, matándola a continuación o, lo que era peor, abandonándola en ese lugar tan profundo y apartado de la mina.

Pero que más le extrañaba de esta situación era que nadie se había acercado a esa zona, a excepción de los dos galopes que se habían alejado, hecho ocurrido ya hace demasiado rato. Estaba sola, muy sola.

Con lágrimas en los ojos, empezó a aspirar lentamente… Entonces paró. Oía ruido no muy lejos. Quizás fuesen mineros que estaban allí por casualidad, o quizás en el pueblo habían advertido su ausencia y estaban buscándola, pues el tiempo que había permanecido allí secuestrada era una incógnita, pudiendo ser minutos, horas o incluso días.

—Quédate aquí —dijo Muzzle—, y, sobre todo, no grites —se giró y, sonriendo, cogió un trozo de trapo que había en el suelo—. Para asegurarme de que estarás quietecita, te voy a amordazar.

Muffled intentó en vano zafarse del agarre que le estaba haciendo el minero, pero éste logró, con bastante esfuerzo, colocarle el trapo sobre la boca, metiéndole una gran parte en el interior de la cavidad bucal, para evitar que ella usase la lengua para liberarse. Seguidamente salió hacia el pasillo principal para despistar a los recién llegados.

* * *


Knowledge dejó a Flashing sobre su cama, ayudada por Feather y Shadow. La pequeña unicornio dejó escapar un pequeño suspiro mientras era acomodada. Knowledge sonrió, aún con los ojos llorosos.

—Gracias a Celestia que aún sigues viva —exclamó y miró hacia las otras dos—. ¿Cómo supo Spoon que…?

—Por lo visto —cortó Feather—, el hecho de que Flashing despertase prematuramente del sueño le impidió saber que únicamente quedaba inconsciente… Pero tú también has oído a Spoon: “Si escuchó tus palabras, eso significaba que seguía viva”.

—Menos mal que acertó… —dijo la historiadora, volviendo a mirar a la pequeña unicornio.

—Tranquila —comentó Feather, acercándose a Knowledge y poniéndola un casco en el hombro—, estaremos aquí hasta que despierte, sea cuando sea.

Shadow asintió reafirmando esas palabras. Knowledge empezó a llorar de nuevo.

—Muchas gracias —dijo—. Sois las mejores amigas del mundo…

* * *


Muffled intentó, por todos los medios aflojar el trapo que le aprisionaba la lengua. Tenía que alertar al grupo que se acercaba, ya que, a juzgar por la cantidad de voces distintas que hablaba airadamente con Muzzle, debían ser tres. Suficientes como para reducir convenientemente a su secuestrador y liberarla. Incluso podría jurar que, por su tono de voz, Muzzle estaba aterrado.

Pero el trapo no se aflojaba. Intentó cambiar de táctica. Empezó, poco a poco, a mover sus doloridos cascos para debilitar los nudos que tenía en sus muñecas. Sonrió para sus adentros: debido a la cantidad de horas (¿o eran ya días?) que había permanecido secuestrada, y gracias al sudor y a que Muzzle no se había preocupado de comprobar de nuevo los nudos, éstos estaban bastante más flojos de lo que cabría esperar.

Dándose toda la prisa que pudo, pues evitar que los miembros del grupo se marchasen, retorció sus muñecas y sus cascos hasta el máximo punto de dolor permitido y logró liberarse. Entonces se quitó el paño de la boca y cogió aire para hacer su famoso grito… Pero paró y miró hacia la gema negra. Si gritaba ahora, todos sus avances se perderían, así que echó un vistazo a su alrededor.

En una esquina, oculto debajo de una pequeña manta, estaban las herramientas de Muzzle, quien, como tenía como misión proteger la gema hasta que Gentle lo sacase, las había llevado hasta allí para tenerlas cerca. Muffled cogió el pico y, asiéndola con fuerza, se posicionó delante de la gema negra y, con toda su furia, descargó el golpe, partiendo a la vez el pico y la joya, cuyos pedazos quedaron esparcidos por la zona.

Cansada pero satisfecha, la jefa de mineros cogió aire y, finalmente, hizo su famoso grito. Y gritó como nunca, pues era el sonido de la libertad.

* * *


—Estamos cerca —indicó Shiny.

Wise y el minero la seguían de cerca, ansiosos por llegar a la gema negra. Wise estaba seguro de que esa joya era la clave de la desaparición de Muffled. El minero, sin embargo, estaba apático, como si no le importase la crucialidad del tema, pero aun así, se le notaba dispuesto a ayudar hasta las últimas consecuencias.

—Luego me explicarás cómo sabes tantas cosas sobre la magia, Wise —la dorada pegaso volvió a cortar el silencio.

—Estudiando, Shiny, estudiando… —respondió éste—. Siempre que tenía tiempo libre, visitaba la Biblioteca de Canterlot.

Llegaron hasta un pasillo del que salían, hacia la izquierda, de forma paralela, varios pequeños pasillos. Shiny paró y los demás también.

—Está al torcer aquella esquina —susurró la joyera, mientras señalaba uno de los pasillos laterales.

—De acuerdo, vamos entonces —respondió Wise con el mismo tono de voz, y empezó a avanzar.

Sin embargo, de repente paró, extrañado. Notaba cómo, debajo de la túnica, su armadura se estremecía. El gran Elemental de Tierra atrapado en su interior estaba gimiendo de terror, suplicando alejarse del lugar. El semental entrecerró los ojos, preocupado: ¿qué clase de poder tenía en realidad esa gema negra, para hacer que un Capitán de los Ejércitos del Señor Elemental de Tierra, un ser con un poder equivalente al de Discord, estuviese completamente atemorizado?

—¿Qué hacéis en esta parte de la mina? —un minero surgió del pasillo lateral que acababa de señalar Shiny —. ¿Ocurre algo?

—Venimos a ver la… —empezó a decir la dorada pegaso.

—Nos hemos perdido —cortó Wise—. ¿Podrías indicarnos la salida, por favor?

—Tenéis con vosotros a Shovel Sky —respondió Muzzle, impaciente, mientras señalaba al minero que les acompañaba—. Que os indique él por dónde podéis salir de la mina —empezaba a girarse para marcharse cuando Wise se puso por delante de él, cortándole el paso.

—Muy nervioso te veo, la verdad... —comentó éste último—. Como si no quisieses que estuviésemos por aquí… Creo que escondes algo, algo muy grande.

Muzzle Sooty empezó a recular, pero chocó con Shiny y Shovel Sky. Entonces se supo perdido, por lo que bajó la mirada y empezó a lloriquear.

—Habéis matado a mi esposa y a mi hijo… —susurró, abatido.

En ese momento tronó un grito. Muffled estaba pidiendo ayuda, indicando que se encontraba junto a la gema y que acaba de destruirla.

Muzzle se derrumbó completamente al escuchar la última parte.

—Vosotros dos —dijo Wise, ignorando las palabras de Muzzle—, id a sacar a Muffled. Yo me quedaré vigilándole… —señaló al minero.

Shiny y Shovel avanzaron hacia el pasillo donde estaba la gema, esperando encontrar allí a Muffled, mientras Wise les seguía con la vista. Muzzle empezó, poco a poco, a recular, pero el semental marrón se volteó, mirándole fijamente, haciendo que el minero frenase, aterrado.

—Espero que, por tu bien, Muffled esté perfectamente —susurró Wise en un tono entre serio y furioso—, porque, si no es así… —levantó su pata izquierda y golpeó la pared, que literalmente se convirtió en polvo. Wise se dio cuenta de que el Elemental atrapado en la armadura, imposibilitado para huir del lugar, había cambiado su terror por rabia… Pero no le importó, sino más bien al contrario, pues si ese minero había hecho algo a Muffled, lo pagaría con su vida.

* * *


—Bienvenida al mundo de los vivos —exclamó feliz Knowledge.

Flashing acababa de abrir los ojos y lo primero que había visto era el rostro alegre de la historiadora. Extrañada, volvió a cerrarlos y, al abrirlos de nuevo, su amiga seguía allí, con su agradable sonrisa, pero esta vez Shadow y Feather habían aparecido por detrás de ella, también con un semblante alegre.

—¿Es… Estoy viva? —dijo la pequeña unicornio.

—¡Por supuesto que lo estás! —comentó Knowledge, al tiempo que la abrazaba.

—No puedo creerlo… —Flashing seguía asombrada—. ¿Cómo ha podido fracasar el sueño? Nunca lo ha hecho hasta ahora…

—Y no lo ha hecho —aclaró Feather.

—De hecho, todo ha ocurrido exactamente igual que como lo soñaste —añadió Shadow.

—Pero… pero… —Flashing seguía confusa.

—Pero en el sueño tú no morías —exclamó Knowledge—, sino que únicamente te desmayabas. Verás… Te despertaste del sueño antes de que se terminase y no te diste cuenta de que, cuando yo pensaba que morías, estaba equivocada… —bajó levemente la mirada y continuó hablando—. Y dije lo que dije porque tu sueño me hizo creer que estabas…

—De hecho, todas lo creímos... —cortó Shadow.

—Todos, excepto Spoon —aclaró Feather—. Él fue el único que miró más allá de lo evidente y descubrió la verdad… Seguramente lo logró porque no está tan integrado en el pueblo y, como no te conoce tanto como el resto, no tenía esa “barrera” que impedía atar los cabos… Y los ató.

—Comprendo… —comentó Flashing, más animada—, pero aún tengo una pequeña duda: ¿dónde están Shiny y Gentle?

—Shiny ha ido con Wise y Shovel a ver si encuentran a Muffled —respondió Knowledge—. Gentle, sin embargo, no ha aparecido en todo el día.

—¿No te basta con nosotras tres para cuidarte? —inquirió irónicamente Shadow.

—No es eso —declaró Flashing—. Cuando me desperté, dentro de la mina, aparte de angustia, sentí terror... Necesitaba salir de allí urgentemente, alejarme del lugar… Y quiero avisaros a todas de que, bajo ningún concepto, vayáis al fondo de la mina.

—No me extraña —comentó Knowledge—, estuviste secuestrada, sin saber qué podía pasar. Cualquiera estaría nervioso en esa situación.

—No me estás entendiendo —Flashing se puso muy seria—: en lo más hondo de la mina, donde estuve, hay algo horrible, malvado, cruel… Lo sentí dentro de mí y me asusté… me asusté mucho… y, por eso, necesito avisaros de que no os acerquéis allí... La maldad y el odio en estado puro se encuentra en ese lugar, listo para atacar.

Knowledge, Feather y Shadow se miraron preocupadas. Shiny, Wise y Shovel se habían adentrado en lo más profundo de la mina buscando a Muffled. Si lo que decía la pequeña unicornio era cierto, todos ellos estaban en peligro.

* * *


Muffled dejó caer el pico al suelo mientras jadeaba. Había decidido salvar a Equestria. Pero, a cambio, había condenado a la mujer y al hijo de Muzzle Sooty. Se sentó en el suelo y miró hacia abajo, abatida… Dos vidas a cambio de cientos, o quizás, miles de ellas… O, mejor dicho, dos vidas a los que podía poner nombre y apellidos, a cambio de cientos, o quizás, miles de vidas completamente anónimas.

Escuchó ruidos acercándose y levantó de nuevo la mirada, fijándola hacia el recodo donde se había ido antes Muzzle. Su gesto apenas cambió al ver aparecer a Shiny y a Shovel. Al fin había venido la ayuda. Al fin estaría a salvo. Pero ya no le importaba.

Rápidamente, y apabullándola a preguntas, Shiny se puso a su derecha, mientras que el minero, totalmente silencioso, se puso a la izquierda. Entre los dos la ayudaron a levantar, aunque Shovel perdió el equilibrio y trastabilló, cayendo un poco más atrás, junto a un montículo de tierra. Frustrado, el minero se levantó y se volvió a posicionar al lado de Muffled para asistirla.

—Los he matado —susurró la jefa de mineros—. Soy una asesina… Una asesina… Los he matado —empezó a repetir una y otra vez.

—Cálmate, Muffled —dijo Shovel—. Estás a salvo, y entre amigos.

—Te vamos a ayudar a levantar y saldremos todos juntos —añadió Shiny—. Wise también está aquí, aunque está vigilando a… “ese”.

Muffled miró primero a Shovel y después a Shiny y, con los ojos llorosos, esbozó una ligera sonrisa.

—Gra... Gracias… —fue lo único que dijo.

A pesar de los intentos de la jefa de mineros, Shovel y Shiny tuvieron que usar bastante fuerza para incorporarla, ya que era poco menos que un peso muerto. Sin duda, lo ocurrido había hecho mella en la mente de la jefa de mineros.

Una vez levantada, Shovel se aseguró de que Muffled estuviese equilibrada y se apartó, cogió el pico roto y sacó los restos de la gema rota de la pared, guardando los pedazos en su zurrón lateral. Después hizo lo mismo con los trozos del suelo y, por último, tiró el pico al suelo con desgana.

—Si esta gema es lo que ha ocasionado esta situación —dijo—, lo mejor será que nos lo llevemos a un lugar mucho más seguro.

Poco a poco fueron saliendo de la gruta y llegaron hasta Wise y Muzzle. La jefa de mineros entonces se desapoyó y se acercó dubitativa hacia el espía quien, como aún seguía vigilando seriamente a Muzzle, estaba ajeno a todo. Y, poniéndose a su lado, Muffled le sujetó de las mejillas y le besó en la boca. Muzzle intentó aprovechar la situación para escapar, pero Shovel se interpuso en su camino.

Un hilillo de saliva se mantuvo durante unos instantes cuando los labios de la yegua se separaron de los de Wise. Éste miró perplejo a la jefa de mineros y, cogiéndola suavemente de la nuca, esta vez fue él el que la besó.

Shiny miró alternativamente al techo, al suelo y a Shovel, ruborizada por la situación. El minero, sin embargo, vigilaba constantemente a Muzzle.

Un respingo del elemental contenido en la armadura hizo que la magia del momento terminase repentinamente. El ser estaba rabioso y aterrado a partes iguales. Wise miró hacia los demás y dijo:

—Debo ir a por la gema.

—No te preocupes —dijo Shovel, señalando su zurrón—, la tengo aquí. Aunque debo decir que ya no está completa. Fuese lo que fuese antes, no parece que sirva ya para nada.

Wise no se conformaba con esa respuesta: aún notaba cómo el elemental se retorcía, e incluso él mismo sentía la poderosa fuerza que emanaba de esa gema maldita.

* * *


—Ya está —dijo Spoon de repente—. No puedo hacer más. Aunque he logrado estabilizarle, debemos llevarle a un hospital.

—Entonces te ayudaré a llevarle al de Ponyville, que es el más cercano —comentó Magic—. Aunque tendremos que hacer el viaje de noche, ya está oscureciendo.

—Muchas gracias… no esperaba menos de ti —exclamó Spoon, con una sonrisa en la boca. Magic torció el gesto, sin saber cómo tomarse esa frase.

Levantaron meticulosamente al enfermo para su traslado, pero este abrió los ojos, miró alternativamente a los dos y empezó a musitar. Spoon acercó su oído a la boca del minero y escuchó atentamente. Al terminar de hablar, el minero volvió a desmayarse, mientras que la expresión de Spoon, al mirar a la yegua, era una mezcla de perplejidad y preocupación.

—¿Qué ha dicho? —preguntó Magic, alarmada.

—¿Conoces a un tal “Shovel Sky”? —inquirió Spoon, preocupado—. Ha dicho que es el culpable de todo lo ocurrido… Que él reconoció su voz, a pesar de que intentaba aparentar tener una distinta.

—Déjame pensar… —Magic cerró los ojos, para abrirlas como platos al instante siguiente—. ¡¡Es el minero que guardaba la entrada por el que fuimos!! ¡¡Tenemos que avisarles!!

CONTINUARÁ...


Espero que os haya gustado tanto leerlo como a mí escribirlo. En una hora os traigo la tercera parte.
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MLP FIM: "Parallel Stories" [ALL] - 1x01 a 1x13 - Completo

Notapor Sr_Atomo » 06 Ene 2014, 21:48

Y llegaron los Reyes Magos a Spaniard Hooves y trajeron muchos regalos... y, a los que se portaron mal, les trajeron carbón y un capítulo nuevo de este fanfic.

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Mucho de...

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Y una pizca de...

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Y, sin más dilación, aquí tenéis la tercera parte (de tres (error de cálculo)) del capítulo 1x13:

Spoiler:
MY LITTLE PONY

PARALLEL STORIES

Chapter 1x13

Yell, Muffled, Yell

3ª Parte


Muzzle iba en el medio de la comitiva, teniendo por delante a Shiny, que aún seguía ruborizada, y a Shovel, que le vigilaba constantemente, aunque, de vez en cuando, palpaba los restos de la gema negra que tenía en el zurrón. Muffled y Wise estaban más atrás, hablando entre sí de manera bastante cariñosa.

Muffled estaba agradecida con el espía, tanto por su liberación como por haberla elegido con el segundo beso. Wise, sin embargo, estaba únicamente dando conversación a la jefa de mineros para que se tranquilizase, pues lo que había ocurrido antes había sido producto del nerviosismo y había que dejar que la cosa se enfriase.

Antes de llegar a la entrada de la mina escucharon voces airadas. Disarming Smile estaba gritando incoherencias hacia Look Talker, quien respondía con fulgurantes movimientos oculares, a la vez que pateaba el suelo. Las hermanas Numbers también eran testigos de semejante pelea y, a juzgar por sus expresiones, sentían vergüenza ajena.

—¿Qué ocurre aquí? —interpeló Wise, mirando alternativamente hacia los dos sementales.

—Este bobo me ha mentido —respondió el hotelero, prácticamente fuera de sus casillas—. Me dijo que había entrado antes a la mina pero no ha sido así… Y, como resultado, nos hemos perdido.

—“Tú has sido el que ha malinterpretado mis palabras” —respondió Look, mirando fijamente a Disarming entre movimientos oculares—. “Te dije que había accedido a la entrada de la mina, nada más”.

—¡Ah, claro! —expresó Disarming en tono ironico—. He malinterpretado tus palabras... No tiene nada que ver el hecho de que no puedes emitir ningún sonido con la boca. Lo que tú haces no es hablar… —se señaló su propio hocico y continuó hablando—: Mira, muevo la boca y emito palabras. Eso es decir cosas. Lo tuyo es algo totalmente distinto.

Eso fue demasiado para Look, que nunca se esperaría ese ataque gratuito por parte de alguien tan cercano a él como otro miembro del Consejo e, interponiendo las patas delanteras entre él y el hotelero, las estiró tan fuerte y rápidamente como pudo, provocando que éste trastabillase.

—¡Lo habéis visto! —Disarming se quejó en voz alta—. ¡Me acaba de agredir!

—Llevas un buen rato agrediéndole tú de forma verbal —dijo Reale.

—¡Oh!, ahora la señorita le defiende —comentó el hotelero—. Debe ser porque Look es un mudito… Un mudito mentiroso.

—Y tú eres un imbécil, así, con todas las letras —le respondió Imaginary.

—¡¡Ya estoy harto!! —espetó Disarming, completamente enfadado—. ¡¡Me voy!!

Y se dirigió raudo hacia la salida de la mina, farfullando.

* * *


Flashing pegó un respingo y se levantó de la cama. Rápidamente se dirigió hacia la puerta y, posicionándose ante la ventana de al lado, movió ligeramente la cortina, observando minuciosamente lo que acontecía en la calle.

Un encapuchado caminaba hacia el camino de salida, aunque aún no había llegado a la altura la casa de la pequeña unicornio. De repente, al pasar por delante de ella, su cabeza, oculto bajo la túnica, se giró hacia la ventana, mostrando una mirada fría, inerte, carente de toda sensación. Con los ojos como platos, Flashing retrocedió ligeramente.

—¡Es… es él! —exclamó asustada—. ¡Noto la presencia maligna en ese ser!

Pero cuando las demás miraron a través de la ventana, el encapuchado había desaparecido.

* * *


Frente a la entrada de la mina, una poni de tierra de cuero y crin marrón y una Cutie Mark formada por un blanco babero y un rojo corazón, titubeaba frente a la gran abertura, moviéndose constantemente de un lado para otro, taponando así la entrada al interior de la montaña.

—Por favor, déjeme pasar —pidió un semental, que provenía de la mina.

—Es… estoy buscando a mi marido —dijo la extraña—. Es minero, así que me han dicho que debería estar ahí dentro... —señaló la montaña—. Pero tengo miedo de no encontrarle.

—¿Miedo por qué? —el poni se extrañó tanto que se sentó en el sitio.

—Ayer… Ayer… —la forastera seguía titubeando.

—No se preocupe, pase al interior y allí le atenderán mejor —respondió el minero—. Yo tengo prisa, lo siento.

Con un gesto de afirmación, la extraña yegua entró a la mina. Entonces cambió su expresión a sorpresa y, con lágrimas en los ojos, trotó hacia Muzzle Sooty, abrazándolo a continuación. Este también se sorprendió y correspondió el abrazó con fuerza y desesperación.

—Pero… pero… —balbuceó el minero, feliz.

—¡¡Estás a salvo!! —dijo la forastera—. Después de lo que hiciste ayer, temía que te hubiese pasado algo…

—¿Lo… lo que hice ayer? —Muzzle Sooty no comprendía—. Al menos estás a salvo, gracias a Celestia… ¿Y el pequeño Steely? ¿También está bien?

—Sí… sí, lo está… —respondió la forastera—. Está con mi hermana… ¡Pero tú! —gritó, golpeando de forma seca pero cariñosa el hombro del minero—. ¡Menudo susto nos has dado!

—Lo siento. Lo siento de verdad —Muzzle se disculpó—. Pero, ¿qué hice ayer?

—Según nuestro vecino Curious Annoying —dijo la yegua—, tú llegaste a casa ayer por la noche y te quedaste parado delante de la puerta, como si estuvieses petrificado hasta que, de repente, te diste la vuelta y te marchaste rápidamente.

—No puede ser… —comentó el minero—. Ayer llegué a casa, abrí la puerta y, en el suelo, encontré una nota… Alguien os había secuestrado a Steely y a ti y exigía que hiciese una serie de cosas para que os liberasen. Si no lo hacía… —bajó la mirada—. Si no lo hacía…

Entonces la yegua miró hacia el resto y comprendió la situación: Muffled Yell estaba abatida y sucia, y el resto de ponis vigilaban a Muzzle como si éste hubiese cometido un acto atroz.

—¡Por el amor de Celestia! —gritó—. ¡Qué es lo que has hecho!

—Yo… —el minero no sabía qué decir—. ¿Es que no lo comprendes? ¡Lo hice por ti! ¡Por ti y por Steely!

—Ya hablaremos en casa… —la yegua estaba furiosa—. Vamos, ve delante, y no intentes ni siquiera disculparte…

—Perdone… —Wise se interpuso entre los dos—, pero su marido está detenido por intentar…

—Por intentar salvarla —cortó Muffled—. A ella y a su hijo.

La jefa de mineros, sacando fuerzas de flaqueza, se acercó a Muzzle y le miró, durante unos instantes, directamente a los ojos. Después bajó la cabeza.

—Le ocurre algo en la mirada —exclamó—. No es la misma de siempre.

Wise también se acercó al minero y le observó detenidamente. Después se acercó a Muffled y le habló mediante susurros:

—(Parece hipnotizado) —musitó—. (Podría curarle aquí mismo, pero no sé… Lo que te hizo fue algo extremadamente cruel…)

—(No te preocupes) —contestó la jefa de mineros—, (creo que realmente no estuve en peligro ahí dentro… Además, le conozco desde que éramos potrillos, y sé que nunca me haría daño. Incluso en este estado sé que ha intentado resistirse a herirme… Creo que ha sufrido mucho con el falso secuestro de su familia, así que no le forcemos más).

* * *


—Ahora que todo ha pasado —dijo Shadow Hammer—, creo que es hora de volver a casa… Mañana me espera un día de mucho trabajo.

—De acuerdo —comentó Knowledge con una sonrisa—. No te preocupes, Feather y yo podemos ocuparnos de esto.

—¡Eh, eh! —exclamó Flashing, sonriendo de forma irónica—. Yo no soy un “esto”.

—No lo has entendido, Flashing —Knowledge se acercó y la abrazó cariñosamente.

—Sí que lo he hecho —respondió la potrilla unicornio—, pero si el premio por no entender las cosas es un abrazo de mis amigas, prefiero ignorar muchas cosas…

Todas se rieron. Shadow, con una sonrisa en la boca, salió de la casa y cerró la puerta detrás de ella, cambiando el gesto a continuación. Miró directamente hacia el hogar de Gentle Colors, con una expresión de desagrado… El mundo prácticamente se había destruido en Northwest Mines Town y esa estúpida unicornio ni siquiera se había presentado para ayudar.

Llegó directamente a su casa y, dando un portazo, se acercó a la mesa donde aún permanecía la carta que había escrito esa mañana. La cogió y la miró:

“Querido hermano:

¡Vete a la mierda!

Con cariño, Shadow Hammer.”

Con un bufido arrugó la hoja y la tiró a la papelera que estaba al lado de la mesa. Cogió otra carta y empezó a escribir:

“Querido hermano:

Cuéntamelo todo, y no omitas ningún detalle.

Con cariño, Shadow Hammer.”

* * *


—Creo que ya está —Wise dejó caer sus patas delanteras, satisfecho—. Efectivamente, estabas hipnotizado, aunque únicamente de forma parcial. Todo lo que veías, oías y sentías era completamente real, a excepción de un instante en el pasado, en el que te han inculcado una idea en la cabeza: el secuestro de tu mujer y tu hijo, e instrucciones para su liberación. A partir de ahí, todo ha vuelto a ser completamente real, excepto que has tomado como cierto ese pensamiento y has actuado desesperadamente para rescatarlos, a pesar de que realmente nunca estuvieron en peligro.

Muzzle agachó la cabeza, realmente apenado. Había cometido una aberración y había secuestrado a una amiga para liberar de un falso secuestro a su familia. Su mujer se acercó a él con un cariz triste pero conciliador, rodeándole el cuerpo con su pata.

—Por favor —dijo, mirando a los demás—, no le castiguéis, os lo suplico… Lo único que ha hecho ha sido querer demasiado a su familia, y eso no es ningún delito…

* * *


Magic salió a la calle y se dirigió, tan rápida como pudo, hacia la mina. Por una parte, el tiempo apremiaba por el estado del minero herido. Por otra, deseaba llegar a tiempo para avisar a Wise, a Shiny y a los demás sobre quién era realmente Shovel Sky.

Se cruzó con Disarming y, antes de llegar a su altura, le preguntó si estaban los demás en la mina. Éste respondió con un bufido y siguió su camino. Magic apenas se frenó y llegó hasta la gran abertura, que cruzó sin pensar.

A la primera que vio fue a Shiny y, mediante gestos, le hizo saber que necesitaba hablar con ella. La dorada pegaso se acercó a ella y la tendero le empezó a contar lo que había dicho Legs Bent. A medida que se lo iba narrando, los ojos de Shiny se abrían más y más a causa de la sorpresa.

* * *


—Bueno —replicó Wise—, como está presente la mayoría del Consejo del Pueblo, podríamos decidir aquí y ahora, en sesión extraordinaria, qué hacemos con Muzzle… Aunque, la verdad es que la mayor implicada es quien debería decidir sobre el asunto, y ya le ha perdonado.

Todos miraron hacia Muffled, quien únicamente asintió. Tanto Muzzle como su mujer sonrieron, al igual que hicieron los demás.

En ese momento Shiny se acercó a Wise y le susurró algo al oído. Éste abrió los ojos como platos y la miró.

—¡¿Cómo no me lo has dicho antes?! —gritó y miró a su alrededor—. ¡Rápido, ¿quién tiene la gema?!

—¡Me lo acaba de decir Magic ahora mismo! —se quejó la pegaso—. ¡Toma, la gema! —dijo, sacando los pedazos de joya del zurrón y tirándolos, de mala gana, hacia el espía.

* * *


Spoon Giddy estaba aún arropando al minero herido cuando Magic entró por la puerta.

—Ya está… —dijo—. Aunque parece ser que todo está bien.

—¿Se lo has dicho a Wise? —preguntó el cocinero.

—Bueno, la verdad es que no —respondió la yegua, quien siguió hablando después de que Spoon abriese los ojos como platos—. Estaban muy ocupados ahí dentro, así que se lo comenté a Shiny, para que ella informase a los demás… Por cierto, supongo que te alegrará saber que Muffled estaba también, y a salvo.

La respuesta del semental fue una gran sonrisa.

—Has hecho bien —dijo—. Ahora, vamos a Ponyville para que éste —señaló al minero herido— reciba una atención médica decente… Yo ya no puedo hacer más por él.

Con cuidado lo trasladaron a la puerta trasera del restaurante, donde un carro esperaba. Pusieron al malherido en el cajón de madera, entonces los dos se ajustaron las cinchas y se dirigieron hacia la encrucijada.

—¡Ah, casi se me olvida! —exclamó de repente Magic—. Me fijé expresamente y vi que Shovel no estaba con los demás…

—Mal asunto —contestó Spoon—. Tendremos que ser muy cautelosos en el viaje… Recuerda que los tres sabemos quién es él en realidad, y eso nos hace muy peligrosos, tanto para ese poni como para quienes trabaje. Es posible que pretenda acabar con nosotros. Tenemos que estar atentos… Muy atentos.

* * *


Wise miró detenidamente los pedazos de gema. A medida que lo hacía, su furia iba en aumento, hasta que los tiró al suelo, rabioso.

—¡¡¡Maldita sea!!! —gritó—. ¡¡¡Esta gema es falsa!!! ¡¡¡Una estúpida gema roja mal pintada!!!

—Pues es la gema que Shovel me dio —respondió Shiny—. ¿Verdad, Shovel? —buscó con la mirada al minero, pero no lo encontró.

Entonces Wise se dio cuenta de que el Elemental de su armadura estaba en calma. Se llamó estúpido por no darse cuenta antes, ya que eso significaba que la gema negra, que era lo que provocaba el miedo del Elemental, estaba lejos, muy lejos.

Se dirigió hacia Muzzle y le miró fijamente.

—¡Dime qué te ordenaron hacer exactamente cuando tuvieses a Muffled atrapada, rápido! —exclamó.

—Yo… yo… —Muzzle gesticulaba—. Las órdenes eran que, una vez que ella estuviese inconsciente, sacase la gema de la pared y pusiese una pintada en su lugar…

—¿¡¡Qué hiciste con la gema!!? —Wise preguntó, impaciente.

—Tenía que enterrarla ligeramente en el suelo, al lado de Muffled —expresó el minero.

—¡Ahora lo comprendo todo! —dijo Shiny—. Ya me parecía extraño que Shovel trastabillase de esa forma cuando intentábamos incorporar a Muffled… En realidad quería apoderarse de la gema enterrada…

Pero la última frase Wise no la oyó, pues había salido de la mina galopando hacia la encrucijada de caminos, sabiendo que era el único camino que Shovel Sky había tomado para escapar.

* * *


Gentle Colors abrió los ojos. Había aprendido hacía mucho tiempo que, cuando hacía el hechizo marelantiano de tele-transporte, no era en absoluto recomendable mantener los ojos abiertos… La simple visión de las criaturas que vivían en el plano que se usaba para viajar instantáneamente era algo aterrador. Apenas sonrió ligeramente al mirar a su alrededor, pues había aparecido en el pasillo central del subsótano de su casa. Pero seguía enfadada. Nada había salido bien en su viaje: su contacto había aparecido tarde y encima acompañado de su hijo, quien no había hecho más que importunar y reírse de ella.

—Malditos grifos —susurró, llena de rabia, colocándose en la boca un pequeño palo que había sacado del zurrón, pues sentía que su cerebro comenzaba a paralizarse.

El ataque de epilepsia que tuvo lugar a continuación no hizo más que terminar de encolerizarla. Debido a la rapidez con la que tuvo lugar, no tuvo tiempo de desenganchar las cinchas del carro y, una vez recuperada del ataque, descubrió que el carro estaba caído lateralmente, con su comida desparramada por todo el suelo.

Gritando insultos contra los grifos y contra la Princesa Celestia, Gentle se quitó las abrazaderas y fue cogiendo, poco a poco, los víveres, llevándolos de varios viajes a la cocina que estaba al lado. Una vez colocada cada cosa en su lugar correspondiente, volteó de nuevo el carro hasta ponerlo derecho y, enganchándose de nuevo las cinchas, tiró de él hasta situarlo delante de una gran puerta, que abrió, introduciendo el carro en la gran habitación que había detrás, aparcándolo debidamente junto a otros carros.

Mientras subía las escaleras secretas hasta su casa, Gentle pensó en la reunión que había tenido. El grifo que le esperaba, su proveedor, había aparecido, con su hijo, a última hora de la tarde. Y éste último, un necio impertinente, había estado todo el rato riéndose de los colores que tenía, y de su crin, aún demasiado corta para su gusto, y de su dieta…

Pero lo peor no había sido esa mofa. Era el haber tenido que ir a buscar alimento fuera de los límites de Equestria. Todo por aquella estúpida ley que la maldita Princesa Celestia había creado desde hace siglos y que aún seguía vigente:

“Está terminantemente prohibido la ingestión de carne animal por parte de cualquier poni de tierra, pegaso o unicornio. La pena por violar esta ley es la cárcel”.

Pero Gentle nunca había hecho caso de esa ley, pues se alegaba a sí misma que ella no era una poni de tierra pues, aunque fuese de bajo nivel, podía lanzar magia a través de su protuberancia. Ni una pegaso, pues carecía de alas. Ni siquiera era una unicornio, ya que, según el estándar de medidas de astas, el suyo ni siquiera llegaba al mínimo para ser considerado un cuerno. Por lo tanto, no entraba en ninguno de los baremos de definición y no podía ser juzgada por esa legislación.

Pero el mayor problema venía con la siguiente parte de la misma ley:

“Cuando el usuario final sea cualquier tipo de poni, sin distinción de raza, sexo o edad, está terminantemente prohibido el comercio de comida no herbívora en Equestria. La infracción de esta ley es la cárcel”.

Y, desgraciadamente, ella entraba dentro de la acepción “cualquier tipo de poni”. Por eso, se veía obligada a hacer la compra de su comida fuera de las fronteras del país.

Se acercó entonces a una de las ventanas que rodeaba la puerta y la movió ligeramente. Todo estaba en calma. Alzó las cejas en señal de indiferencia. En ese pueblo nunca pasaba nada de interés. O, mejor dicho, casi nunca. Probablemente ese día había sido un día como otro cualquiera. Incluso era posible que nadie hubiese echado de menos su ausencia.

De cualquier forma, idearía una historia convincente... por si acaso.

* * *


Cuando Shovel Sky llegó a la encrucijada de caminos, una figura encapuchada surgió de detrás de un árbol, asustándole.

—Lo traigo —dijo el minero, recuperándose al instante.

—Perfecto —respondió la figura encapuchada, mientras se descubría la cabeza. Era un unicornio celeste, de ojos grises y con el cuerno retorcido.

Shovel cogió la gema negra de su zurrón y se lo pasó con cuidado al unicornio. Este la sopesó y la elevó, observando a través de ella. Un gran ojo de pupila rasgada se vislumbraba desde el otro lado, mirando directamente hacia él.

—Sí, es la gema que buscábamos —exclamó finalmente, con una sonrisa—. Y veo que, efectivamente, el grito ha sido efectuado. Pronto traeremos de vuelta a nuestra maestra Blinking Darkness.

—Esperemos que así sea —dijo Shovel—. Nightmare Moon resultó ser un fracaso.

—¡No oses comparar a nuestra Señora con esa estúpida! —gritó el encapuchado—. Además, pronto nos ocuparemos de ella también.

—¿Nosotros? —preguntó el minero—. Recuerda que, incluso convertida en la patética Luna, sigue siendo muy poderosa.

—No más que una mota de polvo al lado del inmenso poder de aquella que trae la luz y la oscuridad —respondió el unicornio—. De todas formas, aún nos queda un largo camino. Nuestros hermanos aún están intentando localizar las tres piezas que nos faltan, pero todo es cuestión de tiempo. Pronto nos regocijaremos sobre los cadáveres de las dos falsas princesas.

Se dio la vuelta, dispuesto a marcharse, pero Shovel habló:

—¿Tienes el cuchillo? —preguntó—. Temo que he sido descubierto y no quiero comprometer nuestra misión.

El encapuchado volvió a darse la vuelta y, sacando un cuchillo con la punta curvada, se lo entregó al minero, que lo agradeció con un gesto

—¿Sabes una cosa? —inquirió Shovel—. Sabía desde hace tiempo que éste iba a ser mi destino. Concretamente desde que coloqué el huevo fecundado de gallina frente a esa gema negra, para comprobar su poder. Cuando, a los pocos segundos, el huevo creció y se convirtió en uno de dragón, sentí cómo me moría por dentro. Estoy seguro que el huevo se alimentó de mi esencia vital. Lástima que no tuviese tiempo para deshacerme de él, pues se acercaron unos “visitantes”, obligándome a esconderme, y se lo llevaron.

Entonces el minero cerró los ojos. Volteó el cuchillo, apuntándose directamente al corazón y, sentándose sobre sus cuartos traseros, entonó una cantinela:

—¡Oh, gran Blinking Darkness, la que traes la Luz y la Oscuridad, la que manejas el Orden y el Caos, la dadora de la Vida y la Muerte... Ofrezco gustosamente mi vida y mi alma para apaciguar tu infinita ira y reconducirla hacia tus verdaderos enemigos!

Y, dicho esto, se clavó el cuchillo con rapidez. Instintivamente abrió los ojos como platos mientras una bocanada de sangre inundó su boca. Su mirada, aterrada, buscaba comprensión por su acto.

El unicornio se acercó lentamente a él y le sujetó, impidiendo que cayese.

—Tranquilo —le susurró al oído—. Tu nombre será recordado en el gran festín, cuando todos bebamos la sangre de las dos usurpadoras del trono que le corresponde, por derecho, a nuestra Señora. Regocíjate, pues ella te reservará un lugar en su corazón.

Y, con una sonrisa en la boca, Shovel dejó de moverse.

Lentamente, el encapuchado sacó el cuchillo de las entrañas del minero y limpió el filo ensangrentado en la capa de éste, mientras la sangre aún brotaba a borbotones de la herida. Con sumo cuidado de no pisar la zona manchada de sangre, se guardó el cuchillo y se dio la vuelta.

Resopló, lamentando la pérdida de una pieza tan interesante como la de ese minero y, lanzando un hechizo mágico a través de su cuerno, se tele-transportó.

FIN DEL CHAPTER 1x13


Espero que os haya gustado tanto leerlo como a mí escribirlo.
Última edición por Sr_Atomo el 07 Ene 2014, 11:14, editado 1 vez en total
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Re: MLP FIM: "Parallel Stories" [ALL] - 1x01 a 1x13 - Comple

Notapor Sr_Atomo » 07 Ene 2014, 11:15

K.I.T.T.2000 escribió:Para celebrar la llegada al capitulo 13 y por otros 13 tan buenos como estos o mas, un pequeño detalle para su autor.......

Spoiler:
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sigue asi y llegaras lejos,........

p.d. en una parte de esta tercera has pueso ``chinchas´´ en lugar de ``cinchas´´ ;) ;) ;) ;)


Muchísimas gracias... Me ha encantado muchísimo el dibujo. Esa es Shiny Eyes al 100%. Te lo agradezco enormemente.

Postdata: Ya corregí ese error, muchas gracias :)
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Re: MLP FIM: "Parallel Stories" [ALL] - 1x01 a 1x13 - Comple

Notapor Angelus-Y » 14 Ene 2014, 23:28

A pesar de que estoy en plena epoca de examenes y despues de una etapa de algo bajo en general, por fin puedo comentar, aunque desafortunadamente no tengo tiempo para extenderme y solo es de la primera parte del capitulo 10.

Te doy mi mayor gratitud por el rato que he pasado, ha sido muy relajante y recomfortante, la lectura me ha sido muy comoda, asi como las risas (mas de una ) que me has sacado con determinadas situaciones (en especial con Flashing, menuda alma tan efusiva) y la trama de este episodio me ha despertado interes. Las situaciones me han gustado, porque son tan propias de la vida que bien te sientes identificado por haberlas visto alguna vez, por ello ha sido comodisimo de leer.

Spoiler:
No me esperaba para nada el beso de Muffled y Wise, menuda sorpresa, jajaja. Lo has descrito muy bien la escena y te ha quedado esplendida xDD, aparte de eso jamas habia visto a Gentle tan alegre y radiante en un dia. Y lo de la television vaya risas, jaja, ha sido hilarious. Evidentemente el hecho de que ese semental fuera el hermano de Shadow si que me ha despertado cierta sorpresa y curiosidad, no por ello lo voy a minuspreciar.


Basicamente me has hecho pasar un rato placentero, muchisimas gracias Sr_Atomo y excelente primera parte del episodio, procedere a leer el resto cuando mi persona y el tiempo me permitan a ello.
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Re: MLP FIM: "Parallel Stories" [ALL] - 1x01 a 1x13 - Comple

Notapor Angelus-Y » 15 Ene 2014, 23:27

Leida la segunda parte....WOW, solo WOW. Impresionante, magnifico capitulo. No me esperaba para nada este giro de acontecimientos.

Se me ha hecho mucho mas ameno y ha estado lleno de tensiones de todo tipo, una escritura esplendorosa y una desenvoltura de los personajes impresionante, solo eso: IMPRESIONANTE.

Y se perfectamente que este es el primer entrante de un autentico deleite de capitulos, como los montes de joyas de un dragon de las montañas, si señor.
Son unas situaciones tan tan trabajadas, que me metido muchisimo y he sido testigo de situaciones de lo mas embargantes. Son escenas memorables y una determinada poni unicornio me ha sorprendido hasta el pavor y la palidez de mi rostro, puedo confirmarlo.

Me has enamorado y me has levantado el corazon Atomo, cuando vuelva a tener tiempo me leere el resto de capitulos, que seguro no me decepcionaran.

Esta historia como siempre digo y ahora con muchas ganas lo repito y destaco llegara MUY LEJOS. Recordad estas palabras y leer un fanfic que ha alcanzado un altar para mi y para muchos seguro lo será.

Me inclino ante ello. Un saludo y ansioso de continuar.
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MLP FIM: "Parallel Stories" [ALL] - 1x01 a 1x14 - Parte 1

Notapor Sr_Atomo » 31 Ene 2014, 13:48

Bueno, bueno, bueno... Fin de mes, capítulo nuevo... y he esperado hasta que ha salido Gentle Colors de imagen de fondo.

Capítulo dividido en dos partes, la cual pondré una ahora y otra esta tarde.

TAGS:

Mucho de:
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Y una pizca de:
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Imagen <-- cuando lleguéis al momento, sabréis por qué he puesto este tag.
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Y, sin más preámbulos, he aquí la primera parte (de dos) del capítulo 1x14:

Spoiler:
MY LITTLE PONY

PARALLEL STORIES

Chapter 1x14

Las Dos Vertientes

1ª Parte



—…Y le dijo a su mujer: “Cariño, estaba así cuando llegué” —exclamó el minero, riendo estúpidamente a continuación. De hecho, fue el único del grupo que lo hizo.

—¡Por Equestria…! —se quejó el otro minero—. Cada día son peores tus bromas. Menos mal que no hay contra-Cutie Marks porque, si existiesen, el tuyo sería algo relacionado con tu habilidad para destrozar los chistes.

—Por favor, chicos —se quejó Shiny—. Un poco de respeto, por favor… Ayer fue el entierro de Shovel Sky y…

—Y la vida sigue —contestó el primer minero—. Ya ves, ayer todos tristes, pero hoy, sin embargo, tenemos que entrar en la mina, como siempre.

La dorada pegaso miró a su alrededor. Los pasillos de la mina que estaban cruzando eran cada vez más irregulares, debido sin duda al libre albedrío de la naturaleza. Por lo tanto, la labor de ajustamiento y pulimentado de la gruta era allí mucho menos trabajado. Suspiró, sabiendo que los tres se adentraban en lo más hondo de la montaña, donde nunca antes ella había estado.

—La joven tiene razón —dijo el segundo minero—. Recuerda que Shovel era un compañero más de la cuadrilla. Lo que le ocurrió podría habernos pasado a ti o a cualquiera.

—Según tengo entendido —respondió el primer minero—, le asesinaron a sangre fría.

—¿Asesinado? —preguntó temerosa Shiny, parándose.

—No hagas caso a Wood Peak —dijo el segundo minero, mirando hacia atrás, donde estaba ella—. Si hay algo que hace aún peor que contar chistes, es intentar narrar historias de terror convincentes.

—Estoy hablando en serio —comentó Wood—. Me han dicho que Wise Word encontró el cuerpo de Shovel, y que éste estaba totalmente ensangrentado, con una gran herida en el pecho. Pero no había nada en los alrededores que pudiese ser el arma homicida, por lo que, lógicamente, en el momento de su muerte, había otro poni, que se llevó el arma. Así que lo más lógico es pensar que fue un asesinato.

—Por favor… —dijo la joyero con un hilo de voz—, ¿podemos hablar de otra cosa?

—De acuerdo, de acuerdo —exclamó Wood—. Oye, Clove —comentó, mirando al segundo minero—, ¿es cierto eso de Muffled?

—¿A qué te refieres exactamente? —preguntó el aludido.

—A eso de que no quiere volver a entrar a la mina —respondió el primer minero.

—Supongo que sí —aclaró Clove—. Algo lógico por otra parte, ya que estuvo secuestrada… Por ahí, creo —señaló hacia atrás. Wood y Shiny miraron hacia donde señalaba la pata del obrero.

Shiny miró a continuación, y de forma muy ligera, al suelo, confundida. Tenía muy presente el momento en que habían pasado por delante de la gruta que llevaba a donde había estado la gema negra, pues los recuerdos que le invadieron en ese momento habían sido contradictorios: Por una parte, evocó el instante en que había descubierto la gema, primero asombrándose del hallazgo y, justo después, alegrándose por haber encontrado el regalo perfecto por la entrada número cien de Gentle en la mina. Por otra parte, imaginó el momento en que llevó a la unicornio de dos colores y a Muffled justo delante de la gema, descubriéndose el huevo de dragón justo delante. Y, por último, recordó la liberación de la jefa de mineros, quien había sido secuestrada, y su mirada perdida ante la rotura de la joya, que resultó ser falsa.

“Ojalá nunca hubiese descubierto esa maldita gema”, pensó con rabia la dorada pegaso, “Todo hubiese sido más fácil”.

—Shiny, no te quedes atrás —dijo Clove—. Justo en este lugar se acaba la parte conocida de la mina, por lo que no hay lámparas en las paredes, y el terreno está sin aplanar. A partir de aquí, debemos tener encendidas las linternas portátiles y permanecer constantemente juntos.

La joyero trotó hacia ellos, pero tropezó por el camino.

—¡Ay! —chilló, trastabillando pero sin llegar a caer.

—¿Qué te ocurre? —preguntó Clove.

—Creo que se me ha metido una piedra en el casco —declaró Shiny—. ¿Tenéis algo puntiagudo para poder sacármela?

Los dos mineros rebuscaron en el pequeño carrito que portaba Wood y éste sacó un pequeño pico perfilador, pasándoselo a continuación a ella.

—Vamos a reconocer el terreno, si no te importa —dijo él, usando un tono cáustico nada disimulado. Shiny notó que ese minero quería deshacerse a toda costa de su presencia. Por lo visto, las órdenes sobre la realización de los trabajos en la mina, que habían enviado desde Canterlot, a raíz de los últimos acontecimientos, le incomodaban.

Wood se dirigió rápidamente hacia el fondo de la gruta, seguido de cerca por Clove, quien miraba constantemente hacia Shiny con un gesto de disculpa. Shiny, por su parte, se sentó sobre sus cuartos traseros y empezó a trastear con la piedra. Cuando logró quitárselo, haciendo palanca con el pequeño pico, se incorporó y miró hacia delante. Los haces de luz de las linternas de los dos mineros acababan de girar hacia la izquierda, desapareciendo a continuación.

Shiny empezó a caminar, apesadumbrada. Los dictámenes que llegaron de Canterlot, a raíz de lo ocurrido con el robo de la gema negra, fueron muy claros: “Todos los grupos de trabajo deben ser de mínimo de tres miembros y no pueden separarse entre sí más de cinco metros. Por último, es obligatorio que cada grupo deba estar a la vista de mínimo dos grupos más”. Todo eso no hacía más que retrasar la extracción de grandes gemas, volviendo a la calidad y cantidad de las extracciones de niveles de hacía décadas. Y Wood la culpaba a ella de todo el asunto. “¿Por qué?”, se peguntó la pegaso.

Un desgarrador grito rompió sus pensamientos. Provenía de delante, donde habían ido Wood y Clove. Abriendo los ojos como platos, Shiny trotó hacia el lugar donde se habían movido los dos mineros aunque, en lo más hondo de su ser, deseaba salir huyendo.

Cuando torció el recodo, todo estaba oscuro. Aprovechando el haz de la linterna que ella portaba en el casco, giró entonces la cabeza, haciendo una panorámica.

—¿Chicos? —preguntó, asustada—. ¿Dónde estáis?

Pero allí no había nadie. Caminó un poco más, deseando que todo hubiese sido una broma de Wood, pero lo que vio a continuación la dejó helada: en una pared había, completamente en horizontal, un pico clavado. Era como si alguien hubiese intentado hundirlo desesperadamente, para intentar atrapar algo que se movía, o para intentar evitar que algo que se movía le atrapase a él.

Se acercó a la herramienta, ya que le resultaba conocida. Sus sospechas se hicieron realidad, pues era el pico que Clove llevaba a todos lados en la mina. Instintivamente se acercó más a él para tocarlo como si, al hacerlo, el utensilio le indicase dónde se encontraba su dueño.

Chof, chof. Sus cascos pisaron terreno empapado. Lentamente, Shiny bajó la cabeza, aunque algo dentro de ella le advertía de que no debía hacerlo. El suelo estaba empapado de un líquido rojizo y espeso, del que solo quedaba una pequeña parte sin absorber. Elevó su cabeza, a la vez que empezó a recular. El haz de la linterna se situó entonces en el brazo del pico más alejado de la pared. Éste estaba staba totalmente empapado de sangre.

—Chi… chicos… —susurró, completamente aterrada.

Debía salir de allí. Necesitaba salir de allí. Alguien, o algo, había atrapado a dos mineros experimentados y, de no haber sido porque ella se había quedado rezagada, también habría tenido el mismo destino que ellos.

Pero, cuando se giró, su linterna enfocó algo que le tapaba la salida. Era un gigantesco gusano de color crema, del tamaño de un gran semental y que, a juzgar por los gruñidos que emitía según se acercaba a ella, estaba furioso.

Poco a poco, Shiny reculó, intentando desesperadamente salir de ese atolladero, pero el enorme gusano se acercaba más y más. Entonces la dorada pegaso chocó contra la pared, por lo que supo a ciencia cierta que no tenía escapatoria. Iba a sufrir la misma suerte que los dos mineros. Derrotada, asustada e impotente, Shiny se dejó caer al suelo y comenzó a llorar.

* * *


Wise Words estaba intranquilo. Acababa de terminar el turno de la tarde y debía tomar nota de que todos los mineros que habían entrado en dicho turno habían salido. Las órdenes de Canterlot eran tajantes: debía descubrir a toda costa todos los posibles remanentes de acólitos que podían existir en Northwest Mines Town. Afortunadamente, el camino desde Ponyville a Manehattan se había reforzado con patrullas de soldados reales. Pero, aunque las patrullas pasaban constantemente por la encrucijada de caminos, casi ninguna de ellas giraba para cubrir el camino hasta el pueblo.

* * *


Shadow Hammer golpeaba el mazacote metálico con pocas ganas. Finalmente decidió, no sin antes mirar el resultado de sus esfuerzos, colocar la deformidad con la que estaba trabajando en la cubeta de agua, acompañando el siseo al ser introducido con un suspiro.

No tenía ganas de trabajar. De hecho no tenía ganas de nada. Por una parte, Muffled no le iba a volver a pedir material en mucho tiempo, con lo que su situación para pagar sus deudas a Gentle iban a empeorar. Pero por otra, su cabezonería había logrado que actuase de manera totalmente estúpida, sin pensar.

Miró en dirección a la casa de Gentle, a pesar de que la pared de la herrería le tapaba la visión. Al parecer, en el episodio del secuestro de la jefa de mineros y la posible muerte de Flashing, Gentle había caído inconsciente en su casa y nadie había ido a socorrerla… “¡Podría haber muerto, y ninguna de vosotras movió un casco para salvarme! ¡Para tener amigas así, prefiero estar sola!”, eso dijo la unicornio de dos colores, recriminando a las demás el hecho de no haberla auxiliado.

Y tenía razón. A pesar de lo ocurrido con el asunto de Muffled y con el de Flashing, deberían haberse preocupado más por la ausencia de Gentle. “Y encima envié la carta a mi hermano”, pensó la herrero, “ojalá nunca lo hubiese hecho”. Esa carta era la mayor prueba de desprecio que jamás había realizado, una demostración palpable de su desdén e incluso odio hacia una de sus amigas, simplemente por no estar junto a las demás en un momento tan delicado como la supuesta muerte de Flashing. Pero no era culpa de Gentle el no haber permanecido con las demás, ya que alguien no puede elegir si caer o no inconsciente.

Shadow se sentía culpable. Culpable e impotente.

—Ojalá estos últimos días no hubiesen existido —dijo para sí misma, sacando de nuevo el trozo de metal y poniéndola al fuego.

* * *


—¡¡¡LAS HE MENTIDO!!! —Gentle estaba fuera de sus casillas—. ¡¡Por tu culpa las he mentido!!

Se alejó ligeramente del trono y dio unos pasos por la gran sala subterránea, que era un perfecto símil del verdadero salón del trono del Palacio de Canterlot. Entonces, la unicornio de dos colores se giró y galopó hacia un gran maniquí que estaba sentado sobre el trono, hasta quedar a pocos centímetros de su cabeza.

—¡Si no me hubieses obligado a atacarte…! —Gentle entrecerró los ojos, mirando directamente a los ojos de la enorme figura. Ésta estaba ataviada con un disfraz tan elaborado que podría confundirse con un traje de alta costura. Un vestido que, sobre el maniquí, hacía al conjunto algo realmente indistinguible de la verdadera Princesa Celestia—. ¡… No tendría necesidad de comer… “mi comida”! ¡…No tendría necesidad de hacer estos viajes y dejarlas solas! ¡…No tendría… No tendría…!

Los ojos de la unicornio de dos colores se humedecieron, en un gesto de rabia y tristeza.

—¡Algún día… Te juro que algún día… Recibirás lo que te mereces! —gritó, levantando la pata de manera tajante, que impactó contra la cabeza del maniquí, haciendo que éste empezase a inclinarse hacia un lado.

Abriendo los ojos como platos, Gentle se movió lo más rápido posible y lo sujetó, para impedir que cayese al suelo.

—Lo… Lo… Lo siento, Princesa… —la yegua bajó la voz hasta que apenas fue un susurro, mientras se acurrucaba junto al trono, en una posición donde el maniquí, que aún seguía ataviado con el aspecto de una cruel Princesa Celestia, la miraba de manera inquisitoria.

* * *


Shiny Eyes abrió los ojos e intentó moverse, pero no fue capaz. De hecho, ni siquiera pudo girar su cabeza. Lentamente movió los ojos y miró hacia abajo, descubriendo parte de su prisión. Estaba totalmente rodeada de una especie de capullo.

—Oh, no… —se lamentó—. Otra vez no…

—Tranquila Shiny —dijo una voz a su lado—, parece ser que no nos quieren hacer daño.

La pegaso miró hacia su izquierda, donde había provenido la voz. Por el rabillo del ojo vio a Clove, que estaba igual de atrapado que ella.

—¿Qué ocurre aquí? —preguntó la joyero.

—Parece ser que los temibles gusanos de las profundidades sí que existen en esta montaña —respondió el minero—. Y nos hemos enterado de la peor manera posible…

—¿Gusanos de las profundidades? —inquirió Shiny—. ¿Qué son?

—Son unos seres que viven en lo más profundo de la tierra —manifestó Clove—. Pero nunca los había visto en esta mina, y eso que he estado trabajando en los estratos más alejados de la entrada. Normalmente se alimentan de rocas y, a pesar de su aspecto, son pacíficos…

—Excepto éstos… —añadió la dorada pegaso, asustada.

—Excepto éstos —repitió Clove—. Y no sé por qué su furia es tan grande, como para atacar a los ponis… Quizás sea porque no les hemos dejado rocas suficientes, aunque aquí, en esta caverna, tienen suficiente alimento para toda una vida.

Shiny miró como pudo a su alrededor para visualizar el entorno. Estaban en una pequeña esquina de una gigantesca excavación interior. Por todos lados había rocas amontonadas, unas encima de otras, en imposible equilibrio. De vez en cuando, un gran gusano, casi tan grande como ella, reptaba por el suelo, ignorándola. Y más allá, había más gusanos, haciendo distintas cosas. Unos comían, a mordiscos, las rocas superiores de las distintas torres de piedras, otros hablaban entre ellos y algunos simplemente iban de un lado para otro.

—¿Dónde estamos? —preguntó finalmente la yegua—. No reconozco nada de lo que hay aquí.

—Sin duda, en una caverna en lo más profundo de la mina —respondió Clove—. Porque yo tampoco reconozco absolutamente nada.

—Pero… ¿cómo podemos estar viendo la gruta? —inquirió la pegaso—. No veo por ningún lado ni antorchas ni otra cosa que nos pueda iluminar… Pero, que yo sepa, ningún poni es capaz de ver en la oscuridad.

—¡Mierda! —exclamó de repente Wood. Shiny intentó girar la cabeza hacia donde había surgido la voz, pero el minero estaba por detrás de Clove, oculto.

—¡Por la Princesa Celestia! —expresó Shiny—. Me alegro de que estés bien, Wood, pero cuida tu lenguaje… No queremos que “ellos” se enfaden.

—Lo que quiero decir es que vemos gracias a sus heces —respondió el minero—. En la anterior mina en la que trabajé aprendí bastante sobre estos gusanos de las profundidades, y una de esas cosas es que sus defecaciones son luminiscentes…

—Pero no los veo por ningún lado —Shiny miró hacia todos los lugares en los que podía, buscando cualquier cosa que pudiese asemejarse a una acumulación de heces, tomando como patrón algo que emitiese luz suficiente.

—Porque son granulosos y ligeros… —aclaró Wood—. Más etéreos que el aire. Por eso no los vemos, pero están ahí, iluminando el entorno.

—¿Estás diciendo que estamos respirando directamente heces de gusanos? —preguntó Clove, molesto.

—¿Por qué crees que estoy intentando aguantar la respiración desde hace un rato? —dijo Wood.

—¡Qué… Qué…! ¡¡QUÉ ASCO!! —Shiny no podía aguantar más. Estaba a punto de vomitar.

* * *


Fast Feather estaba ya llegando, por la parte de la derecha, al final del pueblo, por lo que estaba terminando de repartir el correo. Siempre actuaba de la misma forma cada día: primero seleccionaba los envíos urgentes y los ponía al principio de la lista de correos. Después, con el resto de cartas, las ponía en orden desde la última casa del pueblo por la parte de la izquierda hasta la casa del mismo lado más cercana a la mina, para después cruzar la calle y seguir desde la casa de la derecha más próxima a la mina hasta la última de la parte derecha más cercana a la encrucijada de caminos.

—¡Feather, Feather! —una voz gritó a su espalda. Era Flashing, que se acercaba rápidamente—. ¿Aún estoy a tiempo para enviar algo por correo?

—Por supuesto, por supuesto —contestó la pegaso-cartero, sonriendo.

—Perfecto… —la potrilla paró a escasos centímetros de Feather y sacó un pequeño papel—. Voy a pedir un set especial de trucos de magia… Tengo que aprovechar que tiene descuento esta semana —dijo, pasándole el escrito.

La amarillenta pegaso guardó el pedido en el zurrón y siguió su camino.

—¡Espera! —exclamó Flashing—. ¿Has visto a Knowledge?

—Estará en su casa… —comentó Feather—, o quizás comprando, o…

—No…, no…, y no —contestó la potrilla, ligeramente abatida—. La he buscado por todos lados y no la encuentro…

—Está con Shadow —intervino Magic, que estaba al lado de su puesto, seleccionando unos tomates para desechar los que estaban a punto de estropearse—. Están probando una ballesta o algo así en el descampado que hay detrás de la herrería.

—¡Qué raro! —dijo la prestidigitadora, extrañada—. No me ha dicho nada… Normalmente, cuando va a probar una nueva arma, lo difunde a todo el mundo durante días, hasta convertirlo en el tema principal.

—No sé… —exclamó la tendero, que ya había terminado de meter los malos tomates en un saco donde se leía “Para abono”—, ha llegado esta mañana totalmente extasiada y no paraba de hablar del tema, como bien has dicho.

—Voy a ir a verla —afirmó Flashing—, para que me deje el libro de trucos… quiero aprender algunos nuevos.

Empezó a trotar hacia la herrería mientras canturreaba, ante la atenta mirada de Magic, que volvió a meterse en la tienda, y de Feather, que decidió finalmente seguir repartiendo el correo. Ésta decidió que, después, iría junto a las demás.

* * *


—¿Estás segura de querer hacerlo? —preguntó Shadow, mirando directamente a los ojos de Knowledge.

—Veamos… —respondió la historiadora—. Has estado fabricando esta ballesta de metal durante días, he esperado ilusionada a que terminases, y ahora estamos aquí para probarla… Sí, yo creo que estoy segura de querer hacerlo.

—Pero esta vez es diferente —alegó la herrero—. Esta es un arma verdaderamente peligrosa… Y, para más inri, no serán tus expertos cascos los que lo manejen.

—Sí, ya lo sé —confesó Knowledge—. Flashing no sabe cómo usarlo… Y precisamente por eso quiero probarlo yo primero, para encontrar pronto el manejo idóneo y así enseñárselo a ella desde el principio.

—De todas formas, me parece un regalo un tanto extraño para su cumpleaños —comentó Shadow— que, por cierto, no sabía que es dentro de unos días…

—Ni tú ni nadie —dijo la blanca poni de tierra, mientras ponía la ballesta a la altura de los ojos para comprobar el equilibrio—. Por eso he elegido una fecha en concreto: la de la noche más larga del año.

—¿La de la noche más larga? —preguntó la herrero.

—Flashing tiene sueños premonitorios —comentó la historiadora mientras estiraba la cuerda de la ballesta hasta encajarla con la caja de la nuez—, pero siempre le ocurre por la noche. Aparte, este año coincide ese día con una luna de sangre, así que podemos celebrar su cumpleaños junto a la “Abuelita Terror”.

—Me parece una gran idea —Shadow sonrió—, pero lo que no comprendo es por qué necesita ella una ballesta… Es prestidigitadora, no guerrera.

—Eso es fácil de explicar —Knowledge se acercó a un carcaj del que asomaban unas cuantas varillas de saeta. Sacó una y se la mostró a la herrera. Las saetas tenían unas ventosas en vez de afiladas puntas—. Porque ella va a disparar estos virotes inofensivos.

Ante la estupefacción de la herrero, la historiadora puso la saeta en la ballesta. Sentándose en el suelo, apretó el tablero sobre su hombro y, apuntando cuidadosamente a una piedra cercana, apretó la llave.

El dardo voló a gran velocidad e impactó contra la roca. Cuando se acercaron las dos ponis de tierra, observaron que, tanto el pedrusco como la ventosa del dardo, estaban rotas por el impacto.

—Lo dicho —exclamó Knowledge, sonriendo—, es un regalo perfecto para Flashing.

* * *


—Es curioso, ya no me duelen las patas… —exclamó Clove.

—Son curativas —Wood señaló con su cabeza al capullo que envolvía a su compañero—. Es la otra parte de la simbiosis.

—¿Simbiosis? —preguntó Shiny.

—Los gusanos de las profundidades normalmente trabajan codo a codo junto a los mineros… —respondió Wood—. Los gusanos tejen sus capullos, que tienen propiedades curativas, y los mineros, a cambio, les proporcionan rocas cocidas, que son un manjar exquisito para esos seres.

>>De hecho, en todas las minas en las que he trabajado había gusanos de las profundidades por todos lados, excepto en éste… Hasta ahora.

—La pregunta es —dijo Clove—: ¿qué quieren de nosotros?

—Me gustaría saberlo —respondió Wood—, pues normalmente son criaturas tranquilas y amigables.

—Por cierto —cortó Shiny—, ¿qué pasó antes? Me asusté muchísimo cuando vi que habíais desaparecido... y, cuando vi ese pico ensangrentado…

—Eso te lo puede explicar mejor Clove —comentó Wood—. Yo ya me cansé de respirar.

—Muchas gracias —declaró irónicamente el aludido—. Verás, Shiny… —dijo, mirando a la joyera—, nos pillaron por sorpresa, emboscándonos. Yo intenté resistirme, clavando el pico a la pared y agarrándome a él. Pero tiraron de mí tan fuerte que me corté en los cascos, aunque noto cómo se están curando las heridas.

—Yo caí inconsciente —explicó Shiny— cuando me rodearon entre tres o cuatro —bajó la mirada, avergonzada por la mentira—. Debería haber intentado pelear…

—¡No! —gritó Clove—. Si lo hubieses hecho, habrías resultado herida, y te habrían atrapado igual. Hiciste bien en no luchar.

—Pero me fastidia sentirme tan indefensa… —susurró la joyera.

—¿Qué crees, que a nosotros nos produce placer estar así? —exclamó Wood, molesto.

—¡Cállate! —replicó Clove—. ¿No ves que está asustada?

—¡Déjame en paz! —dijo Wood—. Yo también lo estoy… Sé de lo que son capaces de hacer los gusanos de las profundidades con su… “comida”.

—¡¿So… Somos comida?! —Shiny estaba aterrada.

—En serio, Wood —expresó Clove—, ¿no puedes escoger otro momento para hacer tus patéticos chistes?

—No es una broma —respondió Wood—: primero paralizan a su víctima mordiéndole y luego lo devoran poco a poco, mientras su “almuerzo” sigue vivo y consciente de todo lo que le está pasando.

—Cállate. ¡Cállate! ¡¡CÁLLATE!! —suplicó Shiny.

—Por Equestria… —susurró Clove—. Estamos perdidos.

* * *


Sin apenas ganas, Muffled se sentó en el sillón de su casa, ayudada por Magic. La jefa de mineros se recostó hacia atrás para cubrir su espalda con el respaldo, sintiéndose más segura al hacerlo.

—¿Qué tal estás? —preguntó la tendero.

—Algo mejor, gracias —declaró Muffled, con un gesto abatido.

—Las dos sabemos que aún te queda un largo camino para recuperarte —dijo Magic—, así que los miembros del Consejo hemos decidido estar contigo día y noche.

—Os lo agradezco, en serio —declaró la poni terrestre—, aunque seguro que habrá habido discrepancias… Como siempre, Disarming habrá votado en contra de ayudar a los demás…

—Pues… —Magic quedó pensativa durante un instante: evocó durante un momento lo que había acontecido esa mañana, y en concreto la votación sobre la ayuda hacia Muffled. Todos votaron a favor, a excepción de Gentle, que lo hizo en contra, algo que supuso una sorpresa para el resto—, en realidad todos hemos votado a favor de no dejarte sola en estos momentos —declaró, con una sonrisa.

—No quiero volver… —Muffled bajó la mirada.

—No es el momento —la tendero se sentó a su lado y la abrazó—. Aún no.

—¿Por qué? —inquirió la jefa de mineros, mirando al vacío—. ¿Por qué tienen que pasar cosas tan... malas?

—Siempre… —la tendero analizó las palabras que iba a decir—. Siempre le ocurren cosas malas a los ponis buenos… Pero pronto pasará todo y, antes de que te des cuenta, todo esto será un mal recuerdo.

—Pero aún está demasiado reciente —la mirada de Muffeld seguía perdida en el vacío—. Y mi decisión… —entonces miró fijamente a los ojos de Muffled—. ¿No te das cuenta? Puedo haber condenado a toda Equestria… Todo por salvar dos vidas.

—Tú lo has dicho… —Magic volvió a abrazarla—: PUEDES y HAS LOGRADO. No todo el mundo es capaz de salvar la vida de dos inocentes…

—No, no lo comprendes… —la jefa de mineros volvió a mirar hacia la nada.

En ese momento alguien llamó a la puerta. Lentamente Magic se fue separando de Muffled y se acercó a la entrada de la casa. Necesitaba ayuda para consolar a Muffled y, posiblemente, quien llamaba era el refuerzo que ella pedía.

Sin embargo, al abrir la puerta, se encontró con Gentle. Magic entrecerró ligeramente los ojos y rememoró la votación que había tenido lugar unas horas antes, en la que esa unicornio de dos colores había sido la única que había votado en contra de ayudar a Muffled.

—¿Qué haces aquí? —susurró la tendero.

—¿No es evidente? —musitó la unicornio de dos colores—. Ya terminé de hacer mis tareas, así que he venido a estar con Muffled.

—¿Por qué? —interrogó la tendero en voz baja—. Antes votaste en contra de hacer esto…

—Porque ella necesita encontrar el camino dentro de sí misma —declaró Gentle, intentando entrar—, y en eso no podemos ayudarla, tiene que hacerlo sola.

—¡Déjala entrar! —exclamó Muffled desde el sillón—. Y, por Celestia… Dejad de cuchichear.

—Tienes suerte de que le haya dicho que todos votamos a favor de esto —murmuró Magic, apartándose para dejar pasar a la yegua del cuerno roto—. Si se llega a enterar de lo que ha ocurrido en realidad, te culpará y te odiará…

—Qué novedad —dijo la unicornio de dos colores, en voz alta—, una poni que me odiará…

Entró y se acercó directamente a Muffled, quien la miraba con una expresión neutra. Magic se interpuso entre las dos.

—No te atrevas a decir nada —susurró, mirando con ojos entrecerrados a Gentle.

—Muffled —exclamó la unicornio de dos colores—, quiero que sepas que…

Magic entrecerró aún más los ojos y su expresión se tornó furiosa, haciendo que Gentle callase.

—¿Saber qué? —preguntó Muffled.

Gentle miró alternativamente a Muffled y a Magic.

—Quiero que sepas… —volvió a decir Gentle— que lo siento. Lo siento mucho.

Tanto Muffled como Magic se extrañaron.

—¿A qué te refieres? —preguntó Muffled, poniendo el foco de su mirada en la unicornio de dos colores.

—Me siento… —Gentle balbuceó—, me siento en parte responsable de lo que te ha ocurrido…

Esas palabras activaron un resorte en el interior de la jefa de mineros, quien se levantó rápida y desafiante.

—¿Me quieres explicar…? —preguntó, irritada—, ¿… en qué te sientes responsable?

Gentle no se había esperado esa reacción, así que reculó. No deseaba decirle a la jefa de mineros la verdadera historia de la gema negra y por qué era un objeto tan preciado pues, de hacerlo, Muffled la culparía a ella de todo lo ocurrido y terminaría odiándola. A pesar de lo que le había comentado antes a Magic, el odio y el abandono de la jefa de mineros era lo último que quería.

Muffled siguió acercándose a Gentle. Necesitaba una explicación a lo que acababa de oír, y sabía que la unicornio de dos colores estaba estrechamente relacionada con lo que le había ocurrido.

—Vamos, vamos —Magic se interpuso entre las dos—. Un poco de tranquilidad, por favor… Muffled, ¿quieres que salgamos un rato a dar un paseo?

—¡No! —respondió ésta con un grito—. ¡Lo que quiero es que se vaya! —dijo, señalando a Gentle—. ¡Si se siente responsable de la atrocidad que me hicieron… la quiero lo más lejos posible de mí!

Con la cabeza gacha, la yegua del cuerno roto se dio la vuelta. Acababa de perder una buena aliada y aún mejor amiga. Todo se estaba desmoronando a su alrededor. Lentamente abrió la puerta y... entonces paró: una minero estaba a punto de llamar a la puerta.

—¿Está…? —preguntó—. ¿Está Muffled? Tenemos un gran problema en la mina…

* * *


Wise Words caminó hacia la plaza, mirando a todos lados. Todo parecía tranquilo, pero él sabía que la gran tormenta siempre está precedida por la calma chicha. No se fiaba en absoluto de la aparente serenidad de la que estaban haciendo gala los habitantes de Northwest Mines Town.

“De todas formas”, pensó, “es una suerte contar con fieles soldados del Ejército Real”. Miró hacia las afueras del pueblo. Allí, una decena de guardias mantenía una constante vigilancia, tanto hacia dentro del pueblo como hacia fuera, a la encrucijada.

Volvió la vista hacia la mina, haciendo una panorámica de todo el pueblo, pero paró al visualizar la casa de Gentle Colors. Entonces se preocupó: “¿Cómo estará pasando ella esta situación?”, se dijo, “Debe ser muy duro para ella volver a estar rodeada de soldados, con tantos malos recuerdos aflorando a la superficie”.

En ese momento la puerta que estaba mirando se abrió lentamente. Wise volteó la vista para impedir que la unicornio de dos colores le descubriese observando fijamente hacia su dirección. Gentle giró la cabeza hacia la entrada del pueblo y, bufando de desprecio, se dirigió rápidamente hacia la casa de Muffled Yell.

Wise comenzó a caminar hacia la plaza, centrando esta vez sus pensamientos sobre la jefa de mineros. La pobre había sufrido mucho últimamente, y debía hacerse algo para lograr que ella volviese a ver el lado amable de la vida. Por eso la negativa de la unicornio de dos colores a prestarla ayuda supuso un mazazo en la reunión del Consejo. Sin embargo, Gentle sabía bastante de las dos cosas: sufrimiento y recuperación, por lo que era posible que su decisión fuese aún más correcta que la que el resto propuso.

—Per... perdone —una voz femenina sacó a Wise de su ensimismamiento—. Tenemos un problema en la mina.

El semental miró hacia la procedencia del sonido. Una joven minero, una poni terrestre de cuero rosáceo y crines marrones le observaba preocupado.

—¿Qué problema hay? —preguntó el poni marrón.

—Hay un grupo del turno de mañana que aún no ha salido —respondió la pequeña yegua—, pero no se han detectado temblores ni derrumbamientos.

Wise empezó a preocuparse. No podía estar volviendo a pasar…

—¿Os habéis asegurado de que no es un error? —inquirió.

—No, no lo es —contestó la rosácea poni de tierra—. Lo hemos revisado varias veces.

—¿Qué grupo ha sido el que falta? —cuestionó el espía.

—El grupo ocho —aclaró la yegua, mirando una lista que portaba—: Wood Peak, Clove Iron y Shiny Eyes.

Al escuchar el último nombre, los ojos de Wise se abrieron como platos.

—¿Se lo habéis dicho a alguien? —interrogó—. Es de vital importancia que aclaremos este asunto lo antes posible.

La minero bajó levemente la mirada.

—Iba a decírselo a Muffled, pero… con todo lo que ha ocurrido… —comentó.

—Comprendo —dijo Wise—. Díselo ahora mismo, porque de todas formas se va a enterar, y le dolerá mucho que, cuando lo haga, sea demasiado tarde como para sentirse útil.

>>Yo, mientras tanto, voy a avisarles —señaló a los guardias apostados al inicio del pueblo— para que no dejen salir o entrar a nadie hasta nueva orden. Prefiero pecar de exceso de cuidado y que sea una falsa alarma a…

La minero asintió, comprendiendo lo que quería decir. Wise se volvió y comenzó a alejarse, pero paró y giró la cabeza:

—Por supuesto, sería recomendable que ninguna de las amigas de Shiny se enteren de este asunto —dijo—. Lo último que necesitamos es que ellas también se pierdan en el interior de la mina en un intento de rescate.

* * *


—Shhh, alguien se acerca —chitó Clove.

Shiny torció ligeramente la cabeza para ver mejor lo que ocurría. Una comitiva de gusanos se acercaba a ellos, aunque eran claramente más pequeños que el monstruoso ser que la atrapó.

—¡Gusanitos, gusanitos! —un gran gusano, posicionado un poco más atrás, exclamó con femenina voz—. ¡Poneos detrás de mí, os lo tengo dicho!

—Sí, “profe” —contestó uno de ellos.

Shiny entrecerró ligeramente los ojos, extrañada. ¿Los gusanos estaban hablando? ¿Y uno de ellos acababa de llamar “profesora” a un gusano algo más voluminoso? Debía estar soñando. Sí, sin duda estaba en un sueño, y en realidad se encontraba acostada en su cama y teniendo una aterradora pesadilla.

—Estos, queridos alumnos —declaró la gran gusano—, son habitantes de la superficie…

Los pequeños dejaron escapar unas exhalaciones de asombro.

—Afortunadamente, nuestros aguerridos defensores los capturaron —continuó diciendo la profesora—, exponiendo sus vidas en peligro, pues nadie sabe de qué son capaces. Solo tenéis que mirar sus aviesos ojos, señal inequívoca de sus terribles intenciones.

Los pequeños gusanos empezaron a gruñir a los tres ponis.

—“Seño, seño” —exclamó uno de ellos—. ¿Es cierto eso que dice mi papá de que los habitantes de la superficie son inteligentes?

—Petrifi —respondió la gran gusano—, tu padre es bastante listo… Porque sí, algunos de ellos saben hablar, aunque también hay otros —entonces señaló a los tres ponis— que son incapaces de hacerlo. Hay muchas clases distintas de seres de la superficie…

—¿Y éstos? —cortó otro pequeño gusano—. ¿Vosotros sabéis hablar? —preguntó, mirando directamente hacia Shiny, Clove y Wood.

Shiny le devolvió la mirada. La joyero estaba segura de que todo era un sueño, así que dijo lo primero que le vino a la mente:

—¡¡NO NOS COMÁIS!! —chilló.

—Co… ¿comer? —el pequeño gusano reculó ligeramente, mirando alternativamente a ella y a la profesora.

—¿Por qué les vamos a comer? —preguntó otro pequeño gusano, aterrado.

El resto de pequeños gusanos empezaron a asustarse.

—Muchas gracias… monstruo —dijo la gran gusano, mirando directamente a la joyero—. Evidentemente, gusanitos —continuó diciendo, en un tono tranquilizador—, está usando una capacidad defensiva mental, con el único propósito de infundirnos terror. De esa forma, selecciona a su víctima más débil al que, mediante más engaños, separa del resto del grupo, para devorarlo… Menos mal que está bien atrapada dentro del capullo.

En ese momento los pequeños gusanos se rehicieron, gracias a las palabras expresadas por su profesora y a su capacidad para infundir seguridad, y gruñeron nuevamente al grupo.

—Bien, gusanitos —dijo la gran gusano—, prosigamos la clase en la escuela, donde haréis una redacción oral sobre lo que habéis visto, así como ideas para defendernos de un ataque de estos seres.

Los pequeños gusanos se lamentaron por el trabajo que debían hacer y lentamente, junto a la gran gusano, se marcharon.

—Pffffffff… ¡¡JAJAJÁ!! —exclamó Wood—. “¡No nos comáis!”… No puedo creer que hayas caído en eso…

—¿Caer? —Shiny estaba confundida.

—Os dije al principio que comían piedras… —respondió Wood, aún jocoso—, lo de los animales era broma. Qué pena que no haya podido ver tu expresión desde aquí, con Clove tapándome…

—¡Eres un odioso, un estúpido, un retrasado, un asqueroso y un... un... ¡un completo imbécil!! —espetó Shiny—. ¡Qué pena que no pueda verte desde aquí, para poder escupirte…!

—Shiny tiene razón —intervino Clove—, esa broma no venía muy a cuento en esta situación, aunque debo reconocer que ha sido bastante buena, me has pillado por sorpresa...

—No te pongas de su parte —dijo la joyero—, aún te tengo aprecio, no lo estropees.

—De todas formas… —exclamó Clove—, parece ser que tienen una sociedad muy avanzada. De hecho, es muy parecida a la nuestra… Entonces, ¿qué quieren de nosotros?

—Información... Queremos información —comentó una voz.

Los tres miraron al unísono al frente. Un gran gusano les observaba detenidamente, acompañado de dos gusanos gigantescos, del tamaño de alicornios adultos.

—Y nos la vais a proporcionar… Por las buenas, o por las malas... —declaró uno de los gusanos más grandes.

* * *


—¡Al fin os encuentro! —exclamó Flashing, acercándose a Knowledge y a Shadow.

Con la máxima rapidez posible, la historiadora dejó caer la ballesta detrás de su cuerpo y se sentó encima para ocultarla, al tiempo que miraba a la herrero para que no dijese nada.

—Hola, Flashing —dijo Shadow, con una estúpida sonrisa en la boca—. Nos has pillado…

Knowledge pisó el casco de la herrero.

—Cofcof*Calla*cofcof —balbuceó la blanca poni de tierra, usando un falso ataque de tos.

—¿No te sientes incómoda sentada encima de esa ballesta, Knowledge? —preguntó Flashing.

Rápidamente la historiadora se levantó, mirando extrañada a la pequeña potrilla.

—¿Pero cómo…? —inquirió.

—Os he estado viendo desde allí —señaló la casa más cercana, que resultó ser la herrería— mientras venía… y no os habéis dado cuenta de mi presencia hasta que os he saludado.

Knowledge bajó la cabeza, avergonzada, mientras Shadow se reía. Habían sido muy torpes al guardar el secreto.

—Pero —continuó hablando Flashing—, como has intentado ocultarme la ballesta, me imagino que es un regalo para mí…

Knowledge miró, con los ojos como platos, hacia la prestidigitadora. Shadow dejó de reír.

—Po… podría ser para otra poni —exclamó la blanca poni de tierra.

—No lo creo —respondió Flashing mientras cogía la ballesta y la sopesaba—. Las dos sabemos que no soy de las que airean los secretos… ¡Oye!, es preciosa… y equilibrada. ¿Lo has hecho tú, Shadow?

La herrero afirmó.

—Es muy peligrosa, Flashing —dijo Knowledge.

—Entonces, si lo es… —la prestidigitadora se puso seria—, ¿por qué querías regalármelo? ¡Ah, claro! ¡La típica excusa de “te regalo algo que no te gusta pero a mí me encanta… y así me lo das y quedo bien”! Pues que sepas que esta vez voy a quedarme la ballesta para mi nuevo truco mágico… —entonces volvió a sonreír como si nunca hubiese roto un plato—. ¿Me enseñas a usarlo, “Knowli”?

La historiadora y la herrero se miraron mutuamente. La primera tenía una expresión de derrota. La segunda volvió a sonreír.

* * *


Gentle Colors dejó pasar a la minero. Esta fue directamente hacia el salón, desde donde provenía el sonido de la conversación entre Muffled Yell y Magic Sales. La unicornio de dos colores la siguió.

—Jefa… —dijo la minero—, tenemos un gran problema en la mina.

Muffled miró directamente hacia la minero, con cara de estupor. Magic, sin embargo, se adelantó.

—Muffled no está en condiciones de atender esos asuntos —comentó.

—Pero… —se lamentó la minero—, pero Wise me ha dicho que le informe…

—En ese caso, cuéntamelo —comentó Muffled, intentando tranquilizarse.

La minero tosió, mirando el papel que portaba.

—Falta un grupo del turno de la mañana —entonces leyó—, el compuesto por Wood, Clove y Shiny.

Muffled entrecerró los ojos, preocupada. Magic se asustó ligeramente… Gentle, en cambio, apartó a la minero y miró furiosa a la jefa de mineros.

—Vas a rescatarla, ¿verdad? —bramó.

—¿Aún sigues aquí? —replicó Muffled, mirándola fijamente.

—¡Maldita sea, Muffled! —gritó Gentle—. ¡No es hora de lamentarse por problemas personales, sino de salir ahí fuera con la cabeza bien alta y buscar a Shiny dentro de la mina!

Hubo un largo silencio, solo roto por el sonido de la puerta al cerrarse. La minero, asustada, había salido.

—Sabes que aún no puedo —exclamó Muffled—, es demasiado pronto para enfrentarme a la…

—¡Eres una egoísta! —chilló la unicornio de dos colores—. ¡Una maldita egoísta que solo piensa en su propio bienestar…!

Se dio la vuelta y avanzó dos pasos hacia la puerta. Entonces, lentamente, se paró durante un segundo para, a continuación, y con gran rapidez, volver a girarse y lanzarse directamente a los cascos de la jefa de mineros.

—Por favor, sálvala… —suplicó—. Ella es un ser inocente, no merece sufrir… —entonces comenzó a lloriquear.

Muffled miró hacia Magic y ésta le devolvió la mirada, sorprendida.

—Pero… pero… —susurró, pero cada palabra suya era respondida por un llanto de Gentle.

Volvió a mirar hacia la tendero, después hacia la unicornio de dos colores.

—Está bien, lo haré —exclamó.

Gentle se levantó y la abrazó, agradecida.

* * *


Fast Feather se secó el sudor de su frente, satisfecha. Al fin había terminado de repartir el correo. Había tardado más de la cuenta porque había tenido que transportar unos gigantescos paquetes que habían pedido una gran cantidad de habitantes. El remitente, en todos los casos, era el mismo: un nuevo catálogo que había aparecido recientemente, lleno de ofertas realmente irresistibles. De hecho, incluso ella había pedido dos o tres artículos.

Pero era hora de divertirse con sus amigas. Lentamente enfiló el camino hacia la explanada, donde sin duda ellas aún estarían. El camino más corto era entre la casa de una tal Skillful Darning, una zurcidora llegada hace unos días, y la de Muffled Yell, por lo que lo tomó sin dudar.

Una conversación de esta última casa llegó a oídos de la pegaso-cartero, quien intentó hacer caso omiso. “No soy una curiosa, como Shiny”, pensó. Pero de repente paró en seco…

“Falta un grupo del turno de la mañana”, dijo una voz, “el compuesto por Wood, Clove y Shiny.”

Feather miró hacia la casa, horrorizada… ¡Shiny estaba atrapada dentro de la mina! Tenía que hacer algo… y decidió que empezaría comunicándoselo a sus amigas.

* * *


—No te vamos a contar nada —exclamó Wood.

El gusano simplemente le ignoró, pues estaba más centrado en Shiny.

—Ella nos lo va a decir —exclamó—. Es, con diferencia, la más predispuesta a colaborar.

—¿A… a qué te refieres? —preguntó la joyero, asustada.

—Según me han contado los exploradores, éstos —el gusano señaló con la cabeza a Wood y a Clove— ofrecieron resistencia. Tú, en cambio, te dejaste llevar como una gusanita asustada… —expresó, sonriendo.

—¡Já! —intervino Wood, con tono burlón—. ¡La que había luchado con todo un ejército!

—No digas nada, Shiny —comentó Clove.

Uno de los gusanos más grandes empezó a gruñir al minero, hasta que el gusano jefe, con un gesto de cabeza, le mandó callar.

—Como he dicho antes —dijo—, queremos información… pero primero, los prolegómenos:

>>Llevamos incontables generaciones encerrados bajo tierra. Ni siquiera sabemos si estamos en una montaña, en un volcán o bajo una explanada.

—¿Por qué no habéis probado a salir para saberlo? —preguntó Wood.

—Deberíais saber que no hemos tenido necesidad de hacerlo… —explicó el gusano—, pues aquí tenemos todo lo que necesitamos: comida, espacio, etc. Y una protección que nos defendía de los ataques… Una protección que ya no está.

—¡Decidnos qué habéis hecho para quitarla! —exigió uno de los gigantescos gusanos.

—¿Pro… protección? —inquirió Shiny, más para sí misma que para el gusano.

—Una protección que nos ha permitido vivir tranquilos —exclamó el gusano-jefe—, divertirnos, establecer una verdadera comunidad y, ¿por qué no decirlo?, evolucionar.

>>Ahora bien, la información que precisamos es la siguiente: ¿quién nos va a atacar y por qué?

Shiny estaba dubitativa… que ella supiese, el único cambio significativo que había tenido lugar en los últimos días era… Ahogó un suspiro, sin creérselo todavía.

—No puede ser… —susurró la joyero, con los ojos como platos.

—¡¡No lo digas!! —gritó Clove.

El gusano hizo un gesto a uno de los que le cubrían la espalda. Éste miró directamente a Clove y, con una rapidez inusitada, lanzó su lengua a la boca del minero, introduciéndola dentro. A continuación la infló, hasta tapar todo el hueco posible de la boca. Clove, aún sorprendido, empezó a agitarse para despejar sus vías respiratorias, sin éxito. Se estaba ahogando.

—Su vida depende de ti —dijo el gusano—. Dinos lo que queremos saber o él morirá.

—¡Malditos bastardos! —bramó Wood—. ¡Dejadle en paz!

—Entonces aconsejo que nos digáis rápidamente lo que queremos saber —respondió el gusano-jefe, impasible.

—¡Maldita sea! —exclamó Shiny—. ¡Una gema! ¡Toda vuestra defensa consistía en una asquerosa gema! ¡Y la han robado!

—¿Una gema? —preguntó el gusano, extrañado.

—¡Sí, una gema! —chilló Wood—. ¡Ahora soltadle!

Con un gesto del gusano-jefe, el gigantesco gusano desinfló su lengua y la retrajo. Clove pegó una bocanada de necesidad, dejándose caer a continuación, sujetado por el capullo.

—Debemos debatir sobre esta información —declaró el pequeño gusano—. Espero que hayáis sido sinceros con nosotros, o las consecuencias serán peores…

Con gran rapidez, los tres gusanos se alejaron. Clove volvió a pegar otra bocanada de aire y tosió.

—¿Te encuentras bien, Clove? —preguntaron a la vez Wood y Shiny.

—Cre… Creo que sí —respondió este.

—¿Por qué han hecho esto? —inquirió Shiny, asustada—. ¿No decías que eran pacíficos, Wood?

—Normalmente son tan amigables como peluches vivientes —alegó el minero—, no comprendo por qué se comportan así de... salvajes. Es posible que sea una consecuencia directa de su evolución.

—No sé qué será de nosotros… —Shiny se entristeció.

—Es posible que no nos dejen salir —siguió explicando Wood—. Sabemos demasiado de esta “civilización”, y ya les has oído, están preparándose para un posible ataque. Deben creer que somos una avanzadilla o algo así.

—¡Pero nosotros no somos nada de eso! —gritó Shiny, desesperada.

—Nosotros lo sabemos… pero ellos no —dijo el minero—. Y creo que convencerlos de que somos pacíficos va a ser prácticamente imposible… Al fin y al cabo, para ellos somos el enemigo.

* * *


—¿¡¡Cómo!!? —chilló Knowledge—. ¿¡Que Shiny está en peligro!?

—Eso es lo que me ha parecido escuchar en la casa de Muffled —respondió Feather.

—Tenemos que hacer algo… —susurró Flashing, mirando con tristeza al suelo.

—Y lo que tenemos que hacer es avisar a Muffled de que lo sabemos todo —añadió Shadow—, para así ayudar en la búsqueda de nuestra amiga.

—Sabes tan bien como yo que no nos va a dejar participar —dijo Knowledge—. Dirá algo como “No conocéis la mina, por lo que os perderíais y tendríamos que dividirnos para buscaros también a vosotras”.

—Lo que ignora Muffled —expresó Flashing—, es que yo tengo un sentido de la orientación inigualable…

—¿En serio? —preguntó Feather—. No sabía que lo tenías…

—De hecho… —respondió la potrilla unicornio—, ni siquiera yo sabía que lo poseía… Pero en la mina, el otro día, cuando huía de mi perseguidor, no sé cómo, pero algo dentro de mí me decía exactamente qué camino escoger en cada bifurcación… Y estoy segura de que ese algo va a ser lo que nos lleve hacia Shiny.

Todas sonrieron.

—Y, por si acaso, nos vamos a llevar a “Betty” —comentó Knowledge.

—¿A quién? —inquirió Flashing, extrañada.

La historiadora cogió la ballesta y añadió:

—Ésta es “Betty”, y nos va a salvar el culo ahí dentro, ¿verdad, preciosa? —declaró, dándole un cariñoso beso al arma.

—Entonces vamos —dijo Shadow—, no hay tiempo que perder…

* * *


Con una sonrisa en la boca, Gentle Colors abrió la puerta de la casa de Muffled Yell y salió a la calle, seguida por ésta y por Magic Sell. Apenas empezaron a enfilar el camino hacia la mina cuando Wise Words las abordó.

—Esperadme, esperadme —dijo—. Supongo que la minero encargada de las anotaciones os habrá avisado, ¿no?

—Sí, así lo ha hecho —exclamó Muffled—. Y, cómo no, me veo obligada a volver a entrar ahí —señaló la entrada a la mina—, porque es responsabilidad mía el traer al grupo sano y salvo.

—Perfecto entonces —añadió Wise—. Yo he avisado a los Guardias Reales —añadió, señalando la entrada del pueblo—, para que no dejen pasar a nadie.

Todos miraron hacia allá. Los soldados, cuyo número era bastante mayor que antes, se estaban posicionando por la entrada, e algunos se estaban moviendo hacia los laterales del pueblo.

—Es hora de buscar a Shiny —intervino Gentle.

—Creo que yo me voy a quedar aquí… —comentó Magic—. No es por no ir con vosotros pero, además de no conocer el interior de la mina, por lo que me perdería y sería un engorro para el resto, creo que mi deber prioritario es convocar una sesión extraordinaria del Consejo para que podamos manejar esto, así como evitar posibles altercados aquí fuera.

—Buena idea —expresó Wise.

—¿Son esas las que creo que son? —preguntó Muffled, mirando hacia la mina.

El resto miró hacia el mismo lugar: Undying Knowledge, Flashing Hooves, Fast Feather y Shadow Hammer estaban penetrando, de forma disimulada, al interior de la montaña.

—¡Ah, no, jovencitas! —gritó la jefa de mineros—. ¡No voy a permitiros eso…!

—¡No puedo creerlo! —exclamó Gentle—. Debemos darnos prisa en pararlas o también correrán peligro… No saben dónde se meten, las muy estúpidas.

—Esperad… —declaró Wise, sonriendo de forma ligeramente malévola—. Quiero ver cómo se desenvuelven ahí dentro. Las seguiremos por si acaso, pero démosles una oportunidad…

Como respuesta, Muffled asintió y Gentle bufó. Los tres se pusieron en marcha, mientras Magic, dándose la vuelta, se dirigió hacia la casa de Look Talker para convocar una reunión extraordinaria.

CONTINUARÁ...


Espero que os haya gustado tanto leerlo como a mí escribirlo. Disfrutadlo.
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Échale un vistazo a mi fanfic "Parallel Stories" y opina.
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Sr_Atomo
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MLP FIM: "Parallel Stories" [ALL] - 1x01 a 1x14 - Completo

Notapor Sr_Atomo » 31 Ene 2014, 19:37

Y, tal como prometí, he aquí la segunda parte.

Recordemos...

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Mucho de:
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Y una pizca de:
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Imagen <-- cuando lleguéis al momento, sabréis por qué he puesto este tag.
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Y, sin más preámbulos, he aquí la segunda parte (de dos) del capítulo 1x14:

Spoiler:
MY LITTLE PONY

PARALLEL STORIES

Chapter 1x14

Las Dos Vertientes

2ª Parte



—Shhh… —se escuchó una voz—. Recordad que debemos hacerlo rápido.

Antes de que se diesen cuenta, Shiny y los dos mineros se vieron rodeados de varios gusanos.

—No gritéis —dijo uno de ellos, concretamente un gusano completamente blanco, ligeramente más pequeño que los demás, que se había quedado atrás. Entonces, dándose la vuelta, éste se dirigió hacia dos gusanos que estaban vigilando los alrededores—. ¿Está todo tranquilo?

—Sí, Alteza —contestó uno de los vigías.

—¿Alte…? —empezó a preguntar Shiny.

—Silencio —cortó el gusano—. Pronto os liberaremos.

Shiny, Wood y Clove se miraron entre sí, esperanzados. No sabían quiénes eran estos nuevos gusanos, pero estaban de su parte. E incluso uno de ellos era considerado de la realeza, por lo que el resto le debía pleitesía. Pero entonces, ¿por qué actuaban a escondidas? ¿Y quiénes eran los gusanos de antes que les exigieron información?

—Ya están libres —comentó uno de los gusanos que se había ocupado de romper el capullo.

—Bien —el gusano de la realeza sonrió—. Ahora seguidnos, os llevaremos fuera.

—Todo sigue despejado —avisó el otro vigía.

Con sumo cuidado, los tres ponis y el grupo de gusanos marcharon por una gruta lateral. Cuando estuvieron suficientemente alejados, pararon para descansar, mientras cuatro gusanos se posicionaron para vigilar.

—¿Quiénes sois? —preguntó Clove.

—Yo soy el Príncipe Rorgoon, el trigésimo octavo de mi Dinastía —respondió el blanco gusano—, y estos son mis leales.

—Encantada —dijo Shiny, más tranquila—. Yo soy Shiny, éste es…

—¡Cállate! —cortó Wood—. ¿¡Acaso podemos confiar en ellos!? ¿Por qué deberíamos hacerlo?

—¿Porque nos han salvado? —contestó la joyero.

—Comprendo vuestras reticencias —comentó Rorgoon—, pero debéis saber que no somos vuestros enemigos, así como nosotros sabemos que vosotros no sois los nuestros.

—¿Entonces por qué nos habéis atrapado y prácticamente ahogado a Clove? —inquirió Wood, aún nervioso.

—Eso es culpa de mi hermano mayor, nuestro Rey Sarcol —argumentó Rorgoon—. Desgraciadamente, él es más partidario de la Primera Vertiente…

—¿Vertiente? —Clove se extrañó.

—Veréis… —dijo el gusano—, desde que se pierde nuestra memoria, siempre hemos vivido en tranquilidad en estas grutas, protegido por una gran fuerza a la que veneramos, pues nos ha proporcionado alimento y tranquilidad, salvaguardándonos de la maldad del universo.

—La gema negra… —comentó Shiny, sin pensar.

—Sí, es muy probable que esa fuerza provenga de una joya —alegó Rorgoon—, pues esa es una de las representaciones que tiene lo que llamamos La Gran Fuerza —en ese momento todos los gusanos, incluyendo él mismo, inclinaron su cabeza en señal de reverencia.

>>Pero, un día, hace ya muchas generaciones, una criatura de tamaño gigantesco, aunque joven de edad, irrumpió en estas grutas, sorprendiéndonos a todos. A pesar de ser más grande que un gusano normal, ese extraño ser estaba aterrado, por lo que se la intentó tranquilizar, descubriendo poco después que, aparte de ser una hembra, ni siquiera era una criatura adulta. Por este último motivo, fue acogida y bien tratada, pues nuestro pueblo, a pesar de tener guerreros, es pacífico. Ese ser confesó ser, según las Pinturas Sagradas, una pequeña potrilla.

Los tres ponis se sorprendieron.

>>Según las Pinturas Sagradas y las historias pasadas de generación en generación, esa potrilla era de piel roja y pelo… —Rorgoon paró durante un instante, pensativo— azul o verde… aquí la historia no es clara, pues gran parte de las Pinturas Sagradas se perdió en la Gran Revolución —en ese momento, los gusanos esgrimieron unas exclamaciones de alegría y aliento, como si entonaran un grito de guerra—, unos altercados internos que acabó con el malvado Rey Krackley aplastado bajo una montaña de rocas, ajusticiado por el pueblo al que martirizaba.

>>Pero en el momento de aparecer la extraña criatura se creó la Primera Vertiente: “Los seres de la superficie son buenos por naturaleza”, pues esa potrilla fue muy amable y agradecida con nosotros.

>>Sin embargo, tiempo después ocurrió la denominada “Gran Destrucción” —todos los gusanos, al oír esas palabras, volvieron a bajar la cabeza, pero unos con semblante triste y otros con rabia—. Un demonio multicolor apareció y quiso llevarse consigo a esa pequeña e inocente potrilla. Nuestros valerosos guerreros trataron de impedirlo, pero ese horrible ser los mató sin piedad. El Rey Sandric, quien gobernaba entonces, supo entonces que debía enfrentarse a la mayor y más cruel decisión de nuestra historia: Tenía que elegir entre esa cándida criatura y su pueblo. Entregó a la potrilla a ese demonio, con la esperanza de que así dejase vivir a nuestras hembras y a nuestros retoños. Afortunadamente, gracias a la matrona real, la perversidad de ese monstruo multicolor pareció apaciguarse, marchándose con la pobre potrilla. El Rey, agradecido por la generosa acción de la matrona, que puso en peligro su vida para protegerle, la tomó como consorte real. Pero, a raíz de la visita de ese terrible demonio, surgió la Segunda Vertiente: “Los seres de la superficies son malvados por naturaleza”.

—Una historia terrible —dijo Clove—. Ahora comprendo todo…

—Mi hermano es un acérrimo defensor de la Segunda Vertiente —siguió contando Rorgoon—, por lo que la desaparición de La Gran Fuerza —los gusanos volvieron a reverenciar esas palabras— le lleva a pensar que los seres de la superficie preparan una invasión para destruirnos definitivamente.

—¿Y usted qué piensa? —preguntó Shiny.

—Como partidario de la Primera Vertiente —respondió el gusano—, creo que es una señal de que La Gran Fuer… —miró hacia sus leales, que empezaban a inclinar la cabeza, y rehízo sus palabras—, de que la verdadera intención de la Gema Negra es emplazarnos a salir a la superficie, pues considera que estamos preparados para ello. Y vosotros sois los paladines que nos guiarán hacia este nuevo comienzo.

Shiny, Clove y Wood se miraron y asintieron.

—De acuerdo —dijo Clove, en nombre del grupo—, os llevaremos a la superficie.

* * *


—Por aquí… —indicó Flashing, instantes antes de entrar con rapidez en la gruta de la derecha en la bifurcación—… No, no es por ahí, es por aquí —declaró, saliendo otra vez a la ramificación y penetrando al acceso de la izquierda.

—¡Por Celestia! —replicó Knowledge—, decídete de una vez…

—¡Es por este lado…! —el grito de la potrilla unicornio resonó en el cruce.

Las otras tres yeguas la siguieron, resoplando. El sentido de orientación de la que había hecho gala Flashing debía estar en horas bajas, pues esa escena la habían tenido prácticamente desde la entrada. Poco después llegaron a una nueva bifurcación, y otra vez la prestidigitadora miraba alternativamente a una y otra entrada, intentando encontrar algo que le dijese hacia dónde ir.

—Estamos perdiendo mucho tiempo —alegó Shadow.

—Deberíamos volver y pedir ayuda —expresó Feather.

—Tienen razón, Flashing —exclamó Knowledge—, todo esto ha sido una estupidez. Tendríamos que retroceder…

—Claro… —se quejó la potrilla—, no confiáis en mí… Sé que vamos por buen camino, pero hay un problema: cada vez nos acercamos más a Shiny, pero a la vez es más difícil encontrar la entrada correcta, pues cada vez la tasa de error hacia el objetivo es cada vez menor… Además —dijo, dirigiéndose a Knowledge—, estoy segura de que tú no lo harías mejor…

—No he sido yo la que he dicho que podía hacer algo que no puedo hacer… —respondió la historiadora.

—¿Y qué sabes hacer tú? —preguntó Flashing.

—Sé mucho sobre historia… —respondió Knowledge.

—Que no nos sirve para nada —indicó la potrilla.

—Sé mucho sobre armas… —añadió la blanca poni de tierra.

—De las que solo has traído una y no nos es muy útil —expresó Flashing, señalando la ballesta, que descansaba sobre la espalda de la historiadora.

—Sé bastante sobre idiomas… —dijo Knowledge.

—Pues di “Por aquí” en el idioma de Germaneigh —exclamó la potrilla, entrando en la entrada de la derecha.

Um hier! —gritó la historiadora, siguiéndola. Las otras dos yeguas corrieron también.

Otro cruce, esta vez con tres salidas, estaba frente a Flashing. Cuando llegaron sus amigas, ésta estaba impaciente.

—Rápido —dijo—, ¿cómo se dice “seguidme” en el idioma de Neighpon?

付いて来てください!—expresó Knowledge.

—Pues… —Flashing se quedó pensativa— eso que ha dicho… creo.

Esta vez el camino elegido fue el de la izquierda. La siguiente encrucijada tenía cinco salidas. Esta vez la potrilla estaba muy indecisa.

—Vamos, vamos… Cuál puede ser… —decía para sus adentros.

—Creo que hasta aquí hemos llegado —se lamentó Feather.

—Sí, tendremos que retroceder… y yo no me sé el camino —añadió Shadow.

—Me arriesgaré… —susurró Flashing—. Knowledge —exclamó—, ¿cómo se dice “¡vamos!” en el idioma de Prance? —entonces empezó a trotar rumbo a la segunda entrada empezando por la izquierda.

Allons-y! —gritó la historiadora, con una sonrisa en la boca, mientras empezaba a caminar hacia la salida elegida, seguida de las demás.

—¡¡Ya lo sé!! —expresó Flashing, volviendo hacia atrás—. ¡¡Lo llamaré “Alonso”!!

—¿A qué te refieres? —preguntó Knowledge, extrañada.

—¿A qué va a ser? —inquirió irónicamente la potrilla—: a la ballesta… ¿Por qué los nombres de las armas tienen que ser de yeguas? Los sementales también pueden ser peligrosos… Es más, le pondré “Allons-y Alonso”. ¡Me gusta!

—¡Pero ese nombre es horroroso! —se quejó la historiadora—. Es mucho mejor “Betty”… “Betty la malvada”, “Betty la perversa”, “Betty la sangrienta”, “Betty la asesina”… ¿Ves? Queda mucho mejor mi propuesta que la tuya.

—Porque tú lo digas —dijo Flashing—. Estoy segura de que “Allons-y Alonso” le gustará a muchísimos ponis… A unos cuantos ponis que tengan sentido del gusto… Quizás en Ponyville encuentre alguno…

—Sí, claro… —comentó Knowledge—. Más bien le gustará a algún poni que no destaque en nada, alguien sin personalidad… De hecho, me lo estoy imaginando… —puso sus patas alrededor de la cabeza, haciendo un símil de movimiento adivinatorio—: será un poni de color muy común… ¡Marrón!, será de cuero marrón, y su crin también será marrón… Y su Cutie Mark… Hmmm… ¿Qué Cutie Mark es la más común en Equestria? —se preguntó, poniendo el casco en la barbilla.

—¡Eres una picajosa! —exclamó Flashing—. ¡No soportas que me quede a “Allons-y Alonso”, en vez de devolvértela y tenerla tú!

—¡Silencio! —cortó Shadow—. Oigo voces ahí delante… Alguien viene…

* * *


—Eres muy cruel —susurró Gentle—. Yo tendría que estar ahí delante, con las demás.

—Es necesario ver cómo se desenvuelven sin ti —musitó Wise—. Últimamente dependen demasiado de tus acciones, y sé que ellas tienen la suficiente fuerza, coraje e inteligencia como para resolver una situación como esta por sí mismas.

—Te falta un factor muy importante —la unicornio de dos colores miró directamente a los ojos del semental—, Shiny Eyes está en peligro y esta estúpida idea tuya nos está retrasando.

—Gentle tiene razón —intervino Muffled—. La mina puede ser muy traicionera si no se tiene cuidado —entonces bajó la cabeza, pensativa. “Incluso si se tiene, no estamos seguros”, dijo para sus adentros.

—¿Ves? —comentó la yegua del cuerno roto—. Hasta ella me da la razón —señaló a la jefa de mineros y, mirándola, continuó hablando—. Muchas gracias, Muffled…

—De todas formas —dijo Wise—, confío plenamente en ellas.

—Pues yo no —añadió Gentle—. Así que prefiero tenerlas a la vista.

Entonces la unicornio de dos colores aceleró el paso, e igual hicieron los otros dos.

—Espera, maldita sea —exclamó Wise. Entonces miró hacia Muffled y continuó hablando—. Por cierto, ¿vamos bien encaminados hacia la gema? No recuerdo este camino…

La jefa de mineros le devolvió la mirada.

—No sé cómo lo hacen esas yeguas —respondió—, pero están eligiendo los caminos correctos. De todas formas, tú fuiste uno de mis salvadores, por lo que tuviste que hacer este mismo recorrido.

—Estaba demasiado ofuscado como para recordarlo —comentó Wise—. En mi mente solo deseaba encontrarte bien y ponerte a salvo.

—¿Ves? —dijo Muffled, con una ligera sonrisa en la boca—, cuando quieres, eres un ser adorable. Si todo va bien, pásate esta noche por mi casa… a solas.

Esas palabras ruborizaron a Wise, quien bajó la cabeza hasta que, alzándola de nuevo, miró al frente.

—¡Gentle, espéranos! —exclamó, acelerando el paso.

* * *


—Es hora de volvernos a poner en marcha —expresó Rorgoon.

Mientras lo hacían, Wood no pudo evitar hacer una pregunta:

—Por cierto, he visto varias “tribus” de gusanos de las profundidades y ninguno podía hablar, ni “escupir” su lengua. ¿Por qué vosotros podéis hacerlo?

El Príncipe gusano se dio la vuelta y le miró, asombrado.

—¿Hay más de nosotros ahí fuera? —inquirió.

—Sí, prácticamente en cada montaña minera hay gusanos de las profundidades —respondió Wood—. Pero no me has contestado a mi pregunta. Además… ¿cómo es que habláis nuestro idioma?

—Seguramente sea por la Gran Fuerza —dijo Rorgoon, bajando el tono de voz en las últimas palabras, para que no lo oyesen sus súbditos—. Probablemente haya detectado el habla de la superficie y nos lo haya transmitido a nosotros… Aunque también es posible que la Gran Gema sea la que haya enseñado a todo ser viviente el mismo idioma, lo que la convierte en la…

—Te puedo asegurar que la última versión no es cierta, así no sigas por ahí —cortó Wood, molesto.

—De todas formas —continuó el Príncipe gusano, con más tacto—, sea como fuere, es algo que ratifica la Primera Vertiente, ya que… ¿qué mejor forma hay de fomentar la amistad que comprendiéndonos por tener el mismo idioma?

Wood asintió. Siguieron la marcha en silencio, lenta pero constante. Entonces Shiny se puso al lado de Rorgoon.

—¿Le puedo hacer una pregunta, majestad? —comentó.

—Ya la estás haciendo —respondió el Príncipe—, a no ser que te refieras a hacerme otra pregunta… En cualquier caso, adelante… Paladina.

—Es sobre un asunto un poco… triste —declaró la pegaso.

—Nos lleváis a la libertad, así que lo triste forma parte del pasado —expresó Rorgoon.

Shiny bajó la mirada, avergonzada de sí misma.

—Quiero decir que puedes preguntar sin temor —añadió el Príncipe.

La joyero volvió a elevar la cara, mirando agradecida al gusano.

—De acuerdo —comentó—. He estado pensando en la historia que has contado… Y, en concreto, en ese terrible ser que arrasó vuestro pueblo.

—Comprendo… —intervino Rorgoon, apesadumbrado.

—El caso es que… —Shiny no sabía cómo continuar—, bueno… Si ese demonio vino de la superficie, es posible que aún siga ahí.

—No lo creo —respondió el Príncipe—. Hace mucho tiempo que ocurrió pero, de todas formas, seguro que nos protegeríais, ¿no?

—Eso espero —comentó la pegaso—, que ya no esté ahí... De todas formas, quisiera saber qué forma tiene, por si acaso he oído hablar de él.

—Es tabú —contestó Rorgoon—. Es decir, no se incluyó en las Pinturas Grabadas, pues su sola presencia es capaz de destruir tu alma… Aunque claro, esa es imaginería popular.

—Es una pena —medió Clove, que también se había acercado.

—Pero debo decir —añadió el gusano— que, entre la realeza se comenta datos concretos de esa acción.

En ese momento los gusanos pararon y, formando un círculo, los rodearon, con las cabezas hacia fuera para vigilar.

—El demonio —continuó Rorgoon—, ese ser maligno, tomó la forma de una gran potrilla, en un malévolo intento de engañarnos. Pero, seguramente, ante la desesperación de esa transformación, su cuerpo fue incompleto, totalmente horrible, del color de la ira y el amor.

La primera imagen que obtuvo Shiny en su cabeza fue la de una Gentle Colors verdaderamente rabiosa. Sin embargo, sabía que ella no podía ser, pues, haciendo unas simples cuentas, conociendo que Rorgoon era el trigésimocuarto de su dinastía, y que, con toda seguridad, la aparición de ese monstruo era anterior al surgimiento de su estirpe, simplemente las edades no cuadraban: aunque cada uno de los Reyes-gusano hubiese vivido tan solo medio año, la Gran Destrucción habría ocurrido hacía ya diecisiete. Gentle Colors era apenas una pequeña potrilla cuando el ataque tuvo lugar. Además, la unicornio de dos colores podía ser una mandona pero, desde el fondo de su corazón, Shiny sabía que la yegua del cuerno roto era incapaz de hacer una matanza gratuita.

Sin embargo, había otro ser que cumplía el perfil y, aunque había también cabos sueltos, era más probable que él fuese el masacrador.

—¡Es el Elemental de Tierra! —gritó la pegaso.

—¡Shhhh! —chitó el Príncipe—. Aún no estamos a salvo… Pero, ¿a qué te refieres con eso?

—Hace poco —explicó la pegaso— nos atacó un Elemental de Tierra. Fue una batalla dura, pero logramos vencer. De hecho, es el único ser que se me ocurre capaz de hacer tanto daño y destrucción a un pueblo como el vuestro. Aunque, afortunadamente, ya dimos buena cuenta de él.

—Me alegra escuchar eso —exclamó Rorgoon.

Los gusanos rompieron la formación y siguieron el camino.

—¡Su majestad! —dijo el que cerraba la comitiva—. Oigo voces por detrás, y se están acercando…

—¡Maldita sea! —comentó el Príncipe—. ¡Nos han descubierto demasiado pronto! ¡Tenemos que apresurarnos!

—¡Mi Señor! —expresó el gusano que iba primero—. ¡Por delante también oigo ruído!

—¡No puede ser! —Rorgoon abrió los ojos como platos—. ¿Cómo nos pueden haber rodeado? ¡LEALES! —gritó—. ¡TÁCTICA DE FORMACIÓN! ¡AVANCEMOS SIN CUARTEL! ¡POR LA GLORIA DE WORM-GROTTO!

—¡POR LA GLORIA DE WORM-GROTTO! —respondieron los gusanos al unísono.

En cuestión de segundos, los soldados se posicionaron, adoptando un triángulo, cuyo centro estaba adelantado. Entonces cargaron hacia el frente.

* * *


—Deberías preparar la ballesta —susurró Feather—. No quiero que vuelva a sucedernos lo mismo.

—¿A qué te refieres? —preguntó Knowledge.

—Antes, cuando Flashing ha aparecido ahora, para decir lo de su nombre para el arma… —respondió la pegaso-cartero—, podría haber sido un enemigo en vez de ella. Entonces habríamos estado perdidas, porque no estábamos preparadas para defendernos.

—¿Acaso insinúas que debía de haberme pegado un flechazo? —inquirió la prestidigitadora, enfurruñada—. ¿Qué pasa? ¿A ti tampoco te gusta que quiera llamarle “Allons-y Alonso”?

—No es eso —Feather miró hacia la unicornio—. Solo señalo que Kowledge debería preparar la ballesta, nada más.

—Sea lo que sea lo que hagáis —dijo Shadow—, hacedlo ya. Lo que quiera que esté ahí —señaló hacia delante— se está acercando.

Todas asintieron. Rápidamente Knowledge movió la correa de la ballesta y, sentándose sobre sus cuartos traseros, puso el arma por delante suya, apuntando al fondo de la gruta. Con un gesto de cabeza, indicó a Flashing que le ayudase con la recarga de virotes. Las otras dos se apartaron para dejar el campo libre.

—Es una lástima que no me haya traído una espada —exclamó la herrero—. Es más, daría lo que fuese por estar sosteniendo un simple pico entre mis cascos.

Los siguientes segundos fueron angustiosos, con las cuatro yeguas en tensión. De repente, del fondo de la gruta, donde apenas había luz, surgieron unos ojos, después otros y, a continuación, unos cuantos más. Knowledge puso su casco sobre la llave del arma, mientras empezaba a sudar por la incertidumbre.

—Aún no… —susurró—. Un poco más cerca…

Después de los ojos, vio unas bocas amenazantes y, seguidamente, unos cuerpos que reptaban. Eran unos gusanos grisáceos. Miró directamente a los ojos del que iba primero, en una actitud valerosa. Decidió que ese ser sería el primero en recibir una saeta… Aunque se maldijo por haber traído los virotes con la punta de juguete, pues dudaba que esos dardos lograsen parar el ataque. Pero ahora no era hora de lamentarse…

Los gusanos estaban cada más cerca, casi a la distancia de tiro. El párpado inferior del ojo izquierdo de la historiadora empezó a palpitar, así que ésta optó por cerrarlo. Los gusanos empezaron a cambiar de táctica y se posicionaron en fila india. Knowledge bufó, contrariada: esa táctica era perjudicial para ella pues, aunque no tenía que mover la ballesta para apuntar, el cuerpo del primero serviría como escudo para el segundo, y así sucesivamente, hasta que lograran alcanzar la posición que ella ostentaba. Era una causa perdida. La única solución era ir retrocediendo, pero esos gusanos eran extremadamente rápidos.

Decidió aguantar hasta tener el primero a tiro. De hecho, este acababa de cruzar la línea que marcaba el alcance máximo de la ballesta. Knowledge asió con más fuerza la llave y empezó a tirar de ella hacia atrás. La suerte estaba echada.

Un repentino empujón al arma hizo que errase el tiro. Perpleja y furiosa, la historiadora miró hacia el lugar desde donde la habían impulsado. Allí estaba Flashing, que la observaba horrorizada mientras apuntaba al fondo de la gruta.

—¡… FAVOR, NO DISPARES! —estaba gritando la prestidigitadora.

Knowledge volteó la vista hacia donde señalaba Flashing. En ese lugar, por detrás de la avanzada de gusanos, Shiny yo dos mineros trotaban hacia ellos.

—¡No disparéis, no ataquéis, no hagáis nada! —suplicó la joyero—. ¡Somos todos amigos!

Al mismo tiempo que la historiadora bajaba la ballesta, los gusanos pararon su avance.

Lentamente Shiny se adelantó y se interpuso entre los dos grupos.

—Al fin estamos a salvo… —exclamó, aliviada—. Pero tenemos que salir de aquí…

Antes de que todas se abrazasen, una voz surgió detrás del grupo. Todos se dieron la vuelta. El Rey Sarcol estaba al frente de un numeroso grupo de soldados.

—¡Detente, hermano! —rugió—. ¡Aún podremos solucionar este vil acto de subversión! Sin embargo, con respecto a los habitantes de la superficie… ¡¡MATADLOS!!

* * *


Muffled y Wise alcanzaron a Gentle, que en una equina, apostada contra la pared, mirando intermitentemente a través del borde. Cuando se pusieron a su altura, ésta les mandó callar mediante un gesto.

—Ahí están —susurró la unicornio de dos colores, señalando el siguiente pasillo.

Los otros dos miraron de soslayo por el canto del muro y las vieron. Todo el grupo estaba allí, incluyendo a Shiny y a los dos mineros perdidos. Junto a ellos, unos gusanos del tamaño de un perro miraban expectantes la escena.

—¿Qué son? —preguntó Wise, que se había vuelto a esconder.

—Gusanos de las profundidades —respondió Gentle.

—¿Qué hacen aquí? —inquirió Muffled, sorprendida—. No existen en esta mina.

La unicornio miró seriamente a la jefa de mineros y entrecerró los ojos. No podía creer que la jefa de mineros los hubiese olvidado…

—Tú misma los estás viendo —fue la respuesta que dio.

—Afortunadamente parece que están todos —exclamó Wise—, y a salvo. Tus amigas han completado con éxito el rescate.

—Es hora de reunirnos todos y salir de aquí, porque… —comenzó a decir la unicornio de dos colores.

Un grito resonó por toda la gruta:

“¡Detente, hermano! ¡Aún podremos solucionar este vil acto de subversión! Sin embargo, con respecto a los habitantes de la superficie… ¡¡MATADLOS!!”

Muffled y Wise abrieron los ojos como platos. Gentle, sin embargo, entrecerró los suyos y, lanzando un grito de rabia, empezó a galopar hacia sus amigas.

* * *


—¡Mi Rey! —dijo el Príncipe gusano, interponiéndose entre su hermano y los ponis—. ¡Esto no es necesario! ¿¡Es que no lo ves!? ¡¡Son los paladines que nos salvarán!!

—¡Maldita sea, Rorgoon! —prorrumpió Sarcol—. ¡Tus esperanzas son falsas! ¡Sus palabras te han emponzoñado! ¡Son seguidores de ese maldito demonio que antaño casi exterminó a nuestro pueblo! ¡Aún puedes recular y evitar la aniquilación total!

Todos se sorprendieron cuando un muro traslúcido de color púrpura apareció entre los dos gusanos, separando los grupos.

—¿¡QUIERES MATAR A LOS HABITANTES DE LA SUPERFICIE…!? —gritó una voz. Todos giraron la cabeza. Por detrás del grupo de ponis, Gentle Colors estaba totalmente fuera de sí. Sus ojos, inyectados en sangre, estaban completamente fijos en el Rey Sarcol. Su cuerno roto, envuelto en un fantasmal asta, del que salían pequeños rayos, era el causante de la muralla mágica—. ¿¡… A MIS AMIGOS!?

“No voy a dejar que destruyas lo que me pertenece”, pensó la unicornio de dos colores, “A lo único que me ata a este mundo”.

En ese momento el muro empezó a retorcerse por los bordes, hasta rodear rápidamente al grupo comandado por el Rey.

—¡VAS A SUFRIR…! —exclamó Gentle—. ¡VAS A SUFRIR LA MISMA SUERTE QUE PRETENDÍAS EMPLEAR!

Ante la consternación de todos, el muro, que se había convertido en una esfera, empezó a encogerse poco a poco. El Rey Sarcol, así como el resto de gusanos atrapados en su interior, comenzaron a gritar asustados y a buscar desesperadamente una salida, pero sus palabras de súplica no lograban traspasar la bola purpúrea.

—¡Por favor, libéralos! —imploró Rorgoon—. Si eres un habitante de la superficie… Por favor… No los mates…

—¡Es su hermano, maldita sea! —exclamó Clove—. Gentle, un poco de compasión, por Celestia…

Pero la unicornio de dos colores no cejaba en su empeño. Dándose la vuelta, Rorgoon hizo una señal a sus aliados, quienes abrieron la boca y lanzaron sus lenguas, impactando en un escudo invisible que rodeaba a la yegua. Dicha defensa, al ser impactada mostró, durante un instante, unas reminiscencias púrpuras. Sin embargo, el escudo que rodeaba a Gentle se hacía cada vez más grande, a la misma velocidad con la que se empequeñecía la esfera que rodeaban al Rey Sarcol y a sus afines.

—¡Gentle Colors! —chilló Muffled quien, junto a Wise Words, se habían posicionado al lado de la unicornio de dos colores—. ¡Te… Te ordeno que dejes de hacer esto y liberes a esos gusanos de las profundidades!

La única respuesta de Gentle fue gesticular una frase ahogada, que acentuó aún más su gesto furioso. Entonces, el cambio de tamaño de los escudos se aceleró. Muffled y Wise se vieron obligados a recular, pues la esfera que rodeaba a la unicornio de dos colores, que mostraba claramente una ligera tonalidad del mismo color que el escudo que rodeaba a los gusanos, hacía peligrar la integridad de los dos ponis de tierra y quedar aplastados contra la pared. Los gusanos de la otra bola, que empezaba a volverse transparente, empezaban a apretujarse entre sí, llorando de puro terror.

Entonces Shiny se interpuso entre ella y los gusanos.

En ese momento, como si volviese a la realidad, Gentle parpadeó y miró hacia ella.

—Aparta, Shiny —exclamó la unicornio, sabiendo que su voz no traspasaría el escudo—. Estoy haciendo esto por ti…

—Por favor… Gentle… —suplicó la joyero—. No… No lo hagas… —la dorada pegaso estaba llorando—. No quiero que te conviertas en una asesina… Eres mi amiga… Estamos a salvo… Pero, por favor… Detente…

A pesar de que Gentle no había oído absolutamente nada, en su corazón escuchó las súplicas de su amiga. Entonces abrió los ojos como platos. Shiny Eyes estaba golpeando el escudo y, lo que era aún peor, lloraba desesperadamente.

“¡Qué estoy haciendo!”, pensó, “¡NO! ¡No volveré a defraudarte!”

El hechizo cambió, creciendo y cambiando de forma, hasta volver a su posición inicial de muro separatorio.

—¡Marchaos! —gritó la unicornio de dos colores—. ¡La próxima vez no seré tan benévola!

El Rey Sarcol siguió mirando con temor hacia el grupo y, pestañeando, fijó su mirada hacia el Príncipe.

—Hermano —dijo—, te deseo suerte en tu nueva andanza en la superficie. Por supuesto, podrás volver cuando desees… Solo espero que puedas regresar algún día.

Seguidamente se dio la vuelta y reptó, seguido de cerca por sus soldados, a través de la gruta, perdiéndose finalmente de vista.

—¿¡Por qué has hecho eso!? —espetó Shiny, que aún seguía llorando—. ¡¡Querías matarlos!!

—¡No! —exclamó Gentle—. Solo pretendía asustarlos… Y hacerles ver que la violencia no es la solución, con unas gotas de su propia medicina. Pero en ningún momento quería lastimarlos… —declaró, bajando la mirada, apenada.

—Pero me has asustado tanto… —gimió la pegaso. Entonces, estirando las alas, se acercó a la unicornio de dos colores y, mirándola fijamente con sus ojos aún llorosos, gritó—. ¡NO VUELVAS A HACER ESO NUNCA MÁS! —bajó la cabeza y, apretando los dientes, se lanzó hacia Gentle y la abrazó con fuerza—. Gra… Gracias… De verdad, gracias por salvarnos.

—¡Eh! —se quejó Flashing, enfurruñada—. Nosotras también hemos venido a salvarte…

—Entonces venid, hagamos un abrazo grupal —exclamó Shiny, con una ligera sonrisa en la boca.

Todas lo hicieron de buena gana, abrazándose con efusividad a las dos, pillándolas en medio. La unicornio de dos colores, con gesto mohíno, intentó zafarse de la situación. Entonces, viéndose imposibilitada para escapar, se relajó y empezó a estirar lentamente sus patas, abrazando a las que tenía a su lado, mientras esbozaba una expresión de circunstancias.

—¿E… Eres tú quien creo que eres? —una voz cortó el silencio emotivo.

Todos miraron hacia el origen: el Príncipe Rorgoon observaba fijamente a Muffled.

—Roja, como describen las Pinturas Sagradas —continuó hablando el gusano—, de pelo verdoso, como expresan las Pinturas Sagradas… Dime, ¿eres “La que atrona allá mientras calla aquí”, como desvelan las Pin…

—Como digas otra vez “Pinturas Sagradas” no respondo de mí —exclamó irónicamente Wood.

Rorgoon miró de forma inquisitiva hacia el minero pero, al instante siguiente, volvió a fijar sus ojos otra vez hacia la jefa de mineros, esperando su respuesta. Al ver que ésta no llegaba, volvió a preguntar:

—¿No… no nos recuerdas? —exclamó—. Tu llegada fue providencial para nuestro pueblo…

Muffled bajó la mirada.

—Lo… lo siento —susurró—. En mi interior, sé que soy quien dices, pero no me acuerdo de nada…

—El caso… —declaró el Príncipe—, es que el Gran Poder nos ha reunido aquí a todos… Es la señal que ratifica definitivamente la Primera Vertiente.

—No perdamos tiempo —cortó Wise—. Ellos podrían volver, y ya hemos tenido suficiente tensión por hoy.

El semental se acercó hacia el grupo de amigas y, haciendo un gesto con la cabeza, señaló la salida de la gruta, apremiándolas a abandonar el lugar.

—Wise tiene razón —alegó Gentle, mientras bajaba sus patas y volvía a ponerse seria—. Es mejor que volvamos al pueblo.

Mientras todos, aliviados los ponis y temerosos los gusanos, abandonaban la mina, Wise instó a Rorgoon a que contase su historia y la de su pueblo, a lo que éste accedió encantado.

* * *


Cuando salieron de la montaña, una gran comitiva les esperaba, comandados por Magic Sales, Look Talker, Disarming Smile, las hermanas Numbers y Spoon Giddy. Todos los habitantes de Northwest Mines Town empezaron a patear el suelo a modo de aplauso. Los gusanos, aterrados pero esperanzados por la observación de un nuevo mundo a su alrededor, miraron hacia el grupo que los había acompañado y, ante la satisfacción de todos, Rorgoon empezó a hablar:

—Muchas gracias —comentó—, habitantes de la superficie —y, volviendo la mirada hacia sus súbditos, continuó hablando, esta vez en un tono más bajo—. No demostréis temor… Este es un día alegre para nosotros.

Y, por tercera vez aque día, Rorgoon contó la historia de su pueblo.

* * *


Por la noche, Muffled Yell metió el pastel en el horno y se dispuso a poner la mesa. Estaba bastante aliviada por lo ocurrido y, dentro de sí misma, sabía que tenía el coraje para poder volver a la mina.

Mientras ponía los platos sobre la mesa, que estaba engalanada, sonó el timbre del horno. Muffled se extrañó ligeramente, pues aún era demasiado pronto para que el pastel estuviese listo. Se dirigió con paso firme a la cocina y miró los mandos, que estaban ligeramente modificados. Entrecerrando los ojos, abrió el horno y, cogiendo un pequeño palo, pinchó el pastel, que estaba crudo por dentro. Volvió a cerrar la puerta y, cambiando la temperatura al mínimo, volvió a accionar el horno.

Al dirigirse de nuevo al salón, observó que, en mitad de la mesa, había una pequeña piedra blanca.

—¡Ah, no, no, no! —exclamó la jefa de mineros—. ¡Esta vez no quiero hablar así! ¡Wise Words, siéntate a la mesa, vamos a cenar los dos…! ¡Y no quiero subterfugios… Nunca más!

—¿Estás segura de que eso es lo que quieres? —unos ojos se abrieron en la oscuridad de una esquina.

—Le he dicho a Magic que iba a cenar contigo —fue la respuesta de la jefa de mineros—. Y le pedí que se lo contase a los demás miembros del Consejo.

Debajo de los ojos se dibujó una sonrisa, y el conjunto se movió hacia delante, saliendo a la luz. Wise Words se sentó a la mesa, no sin antes coger la piedra y dejarla en el suelo. Muffled, sonriendo, cogió a su vez el cazo y lo hundió en la sopa de verduras, contenido en un puchero, que estaba situado, a su vez, en el centro del tablero.

—Veo que no tengo elección —expresó el espía, mientras ofrecía el plato para que la jefa de mineros lo llenase—. Por cierto, ¿esto es una cena román…?

—¡Es de amistad! —cortó la yegua. Entonces se rehízo al instante y, llenándose su plato de sopa, se calmó—. Creo que, vistas las circunstancias, es lo más sensato.

—Comprendo… —dijo Wise, con un tono ligeramente triste.

—Además —siguió hablando la rojiza poni de tierra—, estamos en una época aciaga y triste… Lo mejor que podemos hacer es afianzar nuestra amistad, ¿no crees?

—Por supuesto —el semental volvió a sonreír.

—Y… —Muffled bajó la mirada— tengo algunas preguntas sobre lo que ha pasado hoy.

—Espero poder satisfacer tu curiosidad —expresó Wise.

—La verdad… —la jefa de mineros bajó la mirada— es que Gentle tenía razón.

—¿A qué te refieres? —preguntó el espía.

—Sé que votó en contra de que me quedase recluida en mi casa para recuperarme de “lo que pasó” el otro día —respondió Muffled—. Me lo ha dicho Disarming hace un rato…

—Ese poni es tonto —exclamó Wise, ligeramente enfadado.

—Lo que quiero decir —cortó la jefa de mineros— es que Gentle tiene razón: la mina es mi vida. Forma parte de mí. Repudiarla es repudiarme a mí misma.

—Comprendo… —expresó el semental.

—Pero no sé… —Muffled volvió a bajar la mirada—. Me da miedo pensar en lo que somos nosotros para esa unicornio. Me siento como si fuera un títere manejado por ella.

—Para Gentle eres una gran amiga —dijo el espía—. Y también eres como esa madre que siempre deseó tener.

—No he visto eso esta tarde en la mina —confesó la yegua—, cuando entró en cólera y atacó a esos gusanos de las profundidades…

—El camino al éxito es una escalera que se va estrechando —alegó Wise—. Gentle sabe que, para volver a ser lo que una vez fue, necesita de la ayuda de las demás del grupo. Y hoy esa conexión ha estado a punto de romperse, porque esos gusanos iban a matarlas. Gentle ha optado por atacarles primero… y ha estado a punto de caerse de la escalera. Afortunadamente ha reculado a tiempo y solo ha descendido unos pocos peldaños.

—¿Estás diciendo que, si no llega a ser por sus amigas, Gentle habría matado a los gusanos de las profundidades? —preguntó Muffled, abriendo los ojos como platos.

—No te quepa la menor duda —respondió el semental—. Y además lo habría hecho de una forma verdaderamente espectacular.

—¿A qué te refieres? —inquirió la jefa de mineros.

—Creo que sé qué hechizo fue el que lanzó —indicó el espía—: “Escudo Doble”.

Ante el gesto de estupefacción de Muffled, Wise procedió a explicar:

—El “Escudo Doble” es un hechizo de defensa —dijo—, creado para defender, con un solo encantamiento dual, tanto el palacio como la catedral de Canterbury. Es decir, únicamente con la magia de dos unicornios, se podía proteger dos lugares distantes entre sí a la vez de una forma eficaz, mientras que, en el espacio intermedio podían movilizarse la guardia, o bien “conducir” a los atacantes hacia una trampa, pues el “Escudo Doble” podía cambiar de tamaño a voluntad. Es un hechizo que se logró llevar a cabo por primera vez hace algo más de cuatrocientos años. Hasta entonces, se necesitaban al menos ocho unicornios para lograr el mismo efecto.

>>Sin embargo, debo confesar que, aunque he visto usar ese hechizo muy pocas veces, nunca nadie lo ha hecho de una forma tan… “creativa”.

—¿”Creativa”? —preguntó Muffled—. Más bien “cruel”… Aunque no me sorprende —espetó—, Gentle ni siquiera nos hizo caso cuando le gritamos que dejase de hacerlo…

—Porque no nos oía —exclamó el semental—. El “Escudo Doble” está pensado para lanzarse en grandes áreas. Si se lanza en un espacio tan pequeño, como el corredor de la mina, el grosor del escudo es tan compacto y resistente que ni siquiera el sonido es capaz de traspasarlo. Además, recuerda que nosotros tampoco escuchábamos los gritos que emitían el Rey gusano y sus soldados.

—¿Entonces por qué paró de repente? —inquirió la jefa de mineros.

—Por Shiny Eyes —fue la respuesta de Wise—. A pesar de que el hechizo precisa de gran concentración, estoy seguro de que se fijó en ella cuando, llorando, le suplicaba que no matase a los gusanos de las profundidades.

—¡Bien por Shiny! —expresó Muffled—. Ya me cayó muy bien al principio y cada vez me cae mejor.

—De todas formas —el semental sonrió—, debo decir que el grupo entero, no solo Shiny, han actuado mejor de lo que esperaba ante esta situación de gran riesgo. Pronto, cuando se enfrenten a la primera misión “oficial”, estoy seguro de que lo harán perfectamente.

—Eso espero, Wise, eso espero… —murmuró la jefa de mineros.

Hubo un pequeño e incómodo silencio, que rompió Muffled.

—Por cierto… —dijo—, ¿cómo es posible que los gusanos conociesen nuestro idioma? Se supone que han estado encerrados y apartados durante años, puede que incluso por siglos.

—Creo que es por la gema negra —contestó Wise.

—¿A qué te refieres? —inquirió la yegua.

—El otro día le expliqué a Shiny lo que es realmente ese objeto —respondió el semental—: un nudo mágico.

Muffled abrió la boca para preguntar, pero Wise fue más rápido.

—La magia en este mundo son ondas que viajan por el planeta —explicó—. Pero a veces esas ondas son atraídas y deformadas, bien por un hechizo extremadamente potente, bien por la configuración del terreno o bien por otras causas. Esos puntos se conocen como “nudos mágicos”, que normalmente alteran un objeto diminuto, aunque a veces puede ser una gran zona, como el Everfree Forest.

—¿El Everfree Forest es un “nudo mágico”? —Muffled se extrañó.

—Así es —comentó el espía—, pero centrémonos en la gema negra… Al igual que las ondas de magia han sido concentradas en un punto, no sería extraño que también hubiese una zona de escape, una puerta trasera, o como quieras llamarlo. Lo que quiero decir es que lo que ha hecho la gema ha sido reflejar directamente al interior de la mina lo que recibía del exterior… Y eso incluye un lenguaje, una idea, una evolución…

Hubo otro momento de silencio, que volvió a romper Muffled:

—Hay otra cosa a la que le he dado vueltas en mi cabeza —dijo.

—¿El qué? —inquirió el espía.

—Antes Rorgoon me ha descrito a la perfección —dijo la yegua—, diciendo que estuve con su pueblo hace muchos años, pero… ¿por qué no lo recuerdo?

Wise quedó pensativo durante un momento. Entonces miró fijamente a los ojos de Muffled.

—Solo hay una explicación posible —comentó—: Gentle Colors estuvo involucrada en ese asunto. Tan implicada que el hechizo de olvido borró ese recuerdo de tu mente.

—¿Me estás diciendo…? —la rojiza poni de tierra abrió los ojos como platos— ¿… que por culpa de un hechizo que puso Celestia en Northwest Mines Town he olvidado parte de mi pasado?

—Así es —murmuró el semental, bajando la mirada.

Muffled se levantó rápidamente, arrastrando la silla hasta que cayó hacia atrás.

—¡No es justo! —espetó—. ¡Solo porque Celestia quiera protegerse de un posible ataque no significa que los demás tengamos que pagar por ello! ¿Cuántos han sufrido por ese hechizo? ¿Cuántos han olvidado sus recuerdos? ¡Es horrible! ¡El hecho de gobernarnos no le da derecho a despojarnos de nuestra vida ni de destruirnos como ponis!

Wise no dijo nada.

—Solo espero —añadió la yegua— que tuvieses razón el otro día.

—No… no comprendo —murmuró el espía.

—Dijiste que Gentle podía haber roto el hechizo de olvido —Muffled miró directamente a los ojos de Wise—. Espero que así sea… Porque si he olvidado lo que pasó, porque es algo relacionado con ella… Solo ella puede hacer que mis recuerdos vuelvan. Ni tú ni Celestia ni nadie más… Solo Gentle.

>>En serio —bajó la voz hasta convertirla en un susurro—, estoy cansada de no ser más que un pelele en una pelea entre dos seres muy poderosos… Y no me hagas elegir de qué lado ponerme, porque sé que no te gustaría la respuesta.

* * *


Gentle cerró por dentro la puerta de su casa. Fuera, en la plaza, aún se oía la fiesta que habían preparado los habitantes para Rorgoon y sus fieles. Pero ella estaba cansada y hastiada. En su mente revoloteaba una y otra vez el mismo tema: el olvido de Muffled Yell… Y empezó a rememorar lo acontecido hace años atrás…

La noticia sentó como un jarro de agua fría en todo Northwest Mines Town: la pequeña Muffled había desaparecido. Sus padres, rotos por la angustia, reconocieron haber discutido con ella el día anterior, mandándola a la cama como castigo. Pero, al día siguiente, al entrar en la habitación de la potrilla, descubrieron que ésta había abandonado la casa… y posiblemente el pueblo.

Rápidamente se formaron grupos de búsqueda, quienes se dirigieron directamente hacia la encrucijada de caminos, así como en distintas direcciones de los alrededores de Northwest Mines Town, que no eran más que yermos parajes, sin apenas sitio donde ocultarse. Pero ningún grupo se dirigió hacia la mina, pues por todos era sabido que Muffled Yell tenía miedo de la montaña.

Esa noche, amparada por la oscuridad, ella se dirigió en solitario hacia el interior de la montaña. Tenía la certeza de encontrarla allí, pues era el sitio perfecto para ocultarse de unos padres recelosos. Pero debía darse prisa, pues los túneles de la mina formaban un laberinto demasiado complejo para el cerebro de una potrilla… Incluso para ella era una prueba exigente, a pesar de haberlas recorrido constantemente durante siglos.

Pero sabía dónde buscar exactamente: en lo más hondo de la mina.

Tardó un buen rato en llegar, y aún más en avanzar. Nunca había estado tan cerca del nido de gusanos de las profundidades y no sabía qué podría encontrar allí. Apostándose contra las paredes, y ocultándose de miradas indiscretas, sonrió al escuchar la voz temblorosa de Muffled, quién estaba hablando con lo que parecía ser el Rey de la colonia.

Esperó pacientemente la oportunidad de llevársela pues, por lo poco que había logrado escuchar, la pequeña potrilla no corría peligro, al haber sido presuntamente aceptada por la comuna. Sin embargo, se extrañó ligeramente por el hecho de que los gusanos de las profundidades hubiesen obtenido la capacidad de habla. Antaño, cuando ella cazaba, para susbistir, algunos ejemplares que se alejaban por la mina, estos eran seres mucho menos evolucionados, asemejándose en inteligencia a meros cachorros de perro.

Y llegó el momento que tanto esperaba y temía. Probablemente fuera de la mina estuviese amaneciendo, y el hechizo de olvido tendría lugar… pero a la vuelta del recodo, cuya posición acababa de tomar, todos seguían maravillados por la llegada de Muffled al nido. Ella sabía que no había otra opción que llevarse a la potrilla por la fuerza, y eso implicaba, seguramente, una matanza, pues intuía que esos gusanos de las profundidades pelearían incluso con su vida por mantener a Muffled a su lado.

—Por supuesto, te quedarás con nosotros —fueron las palabras que el Rey dijo a la pequeña potrilla rojiza.

Lentamente Gentle elevó sus cascos y estiró con sus dientes unas pequeñas correas ocultas, dejando caer al suelo las prótesis y descubriendo sus verdaderos y deformes cascos. Estos acababan en unos hermosos, afilados y mortales zafiros, clavados antaño por ella misma, atravesando los cascos y la carne para una perfecta sujección.

Salió de su escondite y entró en el ensanchamiento, dispuesta a todo.

—¡Muffled Yell! —espetó entre dientes—. ¡Vas a venirte conmigo! ¡AHORA!

Los gusanos, sorprendidos, miraron alternativamente hacia ella y a lo que parecía ser su Rey. Entonces, a un gesto de este último, se posicionaron formando una fila, para proteger a su alteza y a la potrilla.

Ella entrecerró los ojos y, bajando la cabeza, cargó contra el grupo.

Lo que ocurrió a continuación apenas lo podía recordar, siendo más bien como una sucesión de perversas imágenes, donde se veía a sí misma rebanando, pateando, cercernando y destripando todo lo que se le ponía por delante, mientras en sus oídos resonaban los gritos de dolor, angustia y terror de sus víctimas. Algunos, desesperados, rompieron la fila y lanzaron su lengua para intentar sorprenderla y derribarla… pero fue en vano, pues las últimas veces que había cazado a un gusano solitario estos ya intentaron defenderse usando el mismo ataque, y sabía cómo evitar esa ofensiva y contraatacar.

En cuestión de segundos, de la avanzadilla del pueblo gusano solo quedaban en pié el Rey y lo que parecía una hembra. Todos los demás yacían inertes en el suelo. Ella sonrió ligeramente: la defensa había sido patética, con unos soldados que más bien se asemejaban a potrillos recién nacidos, mientras ella había tenido combates con contrincantes mucho mejores y expertos… y siempre había salido victoriosa. Esta batalla había sido un juego de niños.

—¡Por última vez, Muffled! —volvió a gritar entre dientes, mientras la sangre de sus víctimas chorreaba por sus costados—. ¡Te vienes conmigo!

Muffled Yell estaba acurrucada, de puro miedo, en el suelo. El Rey y la hembra bajaron la mirada, sabiendo que no tenían ninguna posibilidad contra aquel ser implacable y malvado. El monarca se acercó a la pequeña potrilla y, con la voz más suave posible, le susurró… o más bien le suplicó:

—Lo… lo siento —dijo—. Debes irte. No puedes quedarte con nosotros, porque no podemos protegerte del mal. Creíamos que éramos capaces de hacerlo, pero nuestros valientes soldados han sido destruidos. Es hora de que te marches.

Entonces miró directamente hacia ella y, entrecerrando los ojos, comentó:

—Solo espero que no la hagas daño. Si así es, ten por seguro que, desde el último recién nacido hasta la hembra más anciana, nos convertiremos en un pueblo guerrero. Y saldremos a por ti. El Gran Poder nos protegerá de la maldad que rezumas, y la justicia prevalecerá. Lo que ha pasado aquí no se olvidará.

Gentle volvió a mirar iracunda hacia el Rey, pero Muffled se levantó y, temblorosamente, caminó hasta situarse al lado de ella.

—Es… estoy lista —susurró.

Cuando se dieron la vuelta, una lengua impactó en la oreja izquierda de Muffled y tiró de ella, haciéndola caer. Gentle se giró hacia la potrilla y levantó su deforme casco para cercenar la extensa lengua.

—¡Moldtwin! —exclamó el Rey—. Sé que, como matrona, prometiste cuidar de esa potrilla como si fuese una de tus “gusanitas”. Pero tienes que dejarla ir, por el bien de todos.

Sin embargo, la hembra seguía tirando de Muffled. Y ella acercaba aún más su casco a la lengua para reventarla despacio, de la manera más dolorosa posible.

—Por favor, Moldtwin… —suplicó el monarca—. Sé que te hacía mucha ilusión protegerla… Sé que nunca has superado el hecho de no poder tener hijos. Y sé que por eso te hiciste matrona y has cuidado de los hijos de las demás… Pero por favor, tienes que cejar en este asunto.

Gentle paró y miró hacia la hembra gusano. “¿No puede tener hijos?”, pensó, “¿y ha dedicado su vida a velar por los demás?... ¿Como yo?”. Lentamente bajó la pata, contrariada. Había estado a punto de herir de muerte a una inocente, a una hembra que, como ella, había sido destruida en vida y, lejos de abandonar, se había erigido como cuidadora y protectora de los demás.

Entonces, volviendo a elevar la mirada, agarró a Muffled por el cuello y tiró con todas sus fuerzas, hasta que la oreja de la poni de tierra se partió en dos, ante la estupefacción de los dos gusanos y ante los gritos de dolor de la pequeña potrilla.

—¡¡VAMOS!! —gritó, ignorando los lloros de Muffled.

Poco a poco abandonaron el lugar, con la potrilla mirando constantemente hacia atrás, disculpándose con la mirada por lo que había tenido lugar, a la vez que se despedía silenciosamente.

—No llores —exclamó Gentle—, pronto olvidarás esta… masacre.

Entonces cogió los falsos cascos que estaban a la salida del ensanchamiento y se los puso lo más rápido posible, siguiendo su camino, seguida de Muffled, quien caminaba con la cabeza gacha y en completo silencio.

—Espera aquí —dijo la unicornio, poco después.

La potrilla levantó entonces la cabeza y miró a su alrededor. Estaban bastante lejos del ensanche donde había tenido lugar la batalla. Ella se acercó a la pared y la examinó hasta que asintió con la cabeza. Haciendo una señal a Muffled para que avanzase un poco, se dio la vuelta y, levantando sus patas traseras, golpeó la pared varias veces, tan fuerte como pudo, hasta que se oyó un ligero temblor. Entonces se apartó del lugar, yendo hacia la pequeña potrilla, mientras que, en el lugar donde había estado golpeando antes, los primeros cascotes caían.

—Mira hacia otro lado —ordenó, mientras cogía una pequeña piedra picuda. En ese momento, echándose al suelo de lado, clavó la piedra en su costado y la movió hacia atrás, haciéndose una profunda herida, ante la mirada de horror de la potrilla. A continuación se echó del otro lado y repitió la operación. Lo único que expresó, ante el dolor, fue un pequeño siseo.

—¿Por… por qué has hecho eso? —preguntó temblorosamente Muffled.

—Para ocultar los restos de sangre —exclamó, señalándose el costado, donde se observaba cómo la sangre que manaba de la herida se mezclaba con la de los gusanos—. Ahora tenemos que trotar para llegar a tiempo…

—¿A tiempo de qué? —preguntó la rojiza poni de tierra.

Pero ella ya estaba alejándose, lo más rápido que pudo, en dirección a la entrada de la mina. Muffled bajó la mirada durante un segundo y, apretando los dientes, arrancó al galope.

Cuando llegaron al acceso principal, pararon. Miró hacia fuera, observando a los ponis, que empezaban a salir de sus casas. Habían salido de la montaña al despuntar el día. Sonrió, sabiendo que habían llegado justo a tiempo. Entonces trastabilló. La pérdida de sangre había sido excesiva. Con un último esfuerzo, salió a la calle principal y cayó al suelo.

En ese momento, un aura dorada, como si fuese una gran ola, inundó el pueblo, obligando a todos los habitantes de Northwest Mines Town a pararse. Cuando se apagó el aura, todos retomaron el movimiento. Muffled pestañeó y miró a su alrededor. Entonces fijó su mirada en ella y se horrorizó.

—¿Quién… quién eres? —preguntó—. ¡Por Celestia! ¡Gentle! ¡Estás sangrando! —se acercó y la abrazó, en un intento de darle ánimos—. ¡¡Ayuda!! ¡¡Necesito ayuda aquí!!

—Derrumbamiento… —musitó ella, con evidente esfuerzo—. En la mina... Salvé tu vida… Todo está bien…

Al momento un grupo numeroso de ponis las rodearon. Ella apenas podía mantener abiertos los ojos.

—¡Muffled! —exclamó una voz masculina. Era Diamond Mining, su padre—. ¡Al fin apareces! ¡Nos tenías preocupados! ¿Qué ha pasado? ¿Dónde estabas? —en ese momento sus ojos se abrieron de par en par, horrorizado—. ¡No puede ser! ¿¡Qué le ha pasado a tu oreja!?

La pequeña potrilla rozó con su casco su pabellón auditivo y abrió los ojos como platos cuando notó el desgarro. Abrió la boca por la sorpresa.

—Dejadme pasar —surgió una voz masculina por detrás de la marabunta de ponis—. Necesito atender a los heridos.

Rápidamente se formó un pasillo. Un semental marrón, exactamente igual que Wise Words, entró en el corredor. Entonces entrecerró los ojos y se acercó con rapidez.

—Great Doctor —exclamó Diamond Mining—, menos mal que estás aquí. Échale un vistazo a la oreja de Muffled…

Pero Wise, ignorando tanto a él como a su hija, se había acercado directamente a ella, y se posicionó a su lado. Sacó del zurrón, que tenía cosido una gran cruz roja, unas gasas y, desenrollándolas con rapidez, las apretó contra las heridas.

—Tranquila —susurró el semental—, aunque has perdido mucha sangre, pronto te recuperarás…

Y entonces ella cayó inconsciente.

Gentle cerró los ojos, pensativa. ¿Por qué Muffled había olvidado absolutamente todo? Lo más lógico era que esa yegua recordase su estancia con los gusanos de las profundidades, es decir, todo lo que había ocurrido antes de la masacre. Pero no era así. “¿Y si…?“, pensó, “¿Es posible que el hechizo de olvido haya evolucionado por sí mismo, hasta el punto de borrar todo posible recuerdo que termine llegando a una acción 'principal' conmigo?... Ahora lo comprendo todo… Ahora sé por qué Ruby Rose se…”.

Entonces volvió a abrir los ojos y levantó la mirada. Extrañada, miró a su alrededor. Estaba en el Salón del Trono del subsuelo de su casa. Entrecerró los ojos, preguntándose cuánto tiempo llevaba en esa habitación, aunque sabía por qué, inconscientemente, se había dirigido allí. Miró hacia el centro de la gran sala y vio al gran maniquí disfrazado de Celestia, sentado orgullosamente en el trono. Gruñendo, Gentle trotó hasta situarse a su lado.

—¡¡Tú!! —gritó—. ¡¡Maldita seas, Celestia!! ¡¡Mis amigas han estado a punto de morir… y tú, mientras tanto, sentada en un trono que no te mereces!! ¡¡Después de lo que han hecho ellas por ti!! ¡¡Después de lo que he hecho yo por ti!!

Levantó una pata, dispuesta a asestar un golpe mortal en la cabeza de la figura, que la miraba con una mezcla de superioridad y estupidez. Cogió impulso e intentó atravesar el maniquí, pero paró a escasos centímetros. Lentamente volvió a bajar la pata, mientras su cara se relajaba ligeramente. Volvió a pestañear, frustrada por ser incapaz de ejecutar su venganza.

Dándose la vuelta, encaró el camino hacia la puerta de salida. Entonces paró y, elevando la cabeza, exclamó:

—¡Está bien, seguiré tu juego…! ¡Pero te advierto una cosa: Si a alguna de ellas le pasa algo, cualquier cosa… Reza lo que sepas, porque, por primera vez, la rabia superará el miedo… Y, entonces, no habrá absolutamente nada que te salve de mi cólera!

FIN DEL CHAPTER 1x14


A la memoria de mi gata Iris: Tanto en los buenos momentos como en los malos, tú has sido la mejor amiga que he tenido nunca. Siempre te echaré de menos.


Bueno, y eso es todo... Espero que os haya gustado el capítulo. Pronto, en 28 días, el siguiente. Pasadlo bien.
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Re: MLP FIM: "Parallel Stories" [ALL] - 1x01 a 1x14 - Comple

Notapor Volgrand » 01 Feb 2014, 01:30

Buen capítulo y buena dedicatoria.
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Re: MLP FIM: "Parallel Stories" [ALL] - 1x01 a 1x14 - Comple

Notapor Volgrand » 06 Feb 2014, 21:19

Oye, acabo de ver... ¿completo? O_o
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Re: MLP FIM: "Parallel Stories" [ALL] - 1x01 a 1x14 - Comple

Notapor Sr_Atomo » 06 Feb 2014, 21:55

Volgrand escribió en 06 Feb 2014, 21:19:Oye, acabo de ver... ¿completo? O_o


No te asustes. Es una indicación, nada más.

Resulta que los capítulos largos tienen como 16.000-18.000 palabras, por lo que tengo que dividirlos en varias partes (porque hay límite de caracteres en un mismo post). Al subir las diferentes partes, lo señalo con un "Parte 1" (o algo así), "Parte 2" (o algo así), etc. porque tengo que esperar mínimo una hora, por la limitación anti-spam del foro. Pero, cuando termino de subir la última parte de un capítulo, lo reflejo con un "Completo".

Por lo tanto, ese "Completo" se refiere al último capítulo subido, no al fanfic. Al fanfic le queda muchísimo todavía, más que nada porque se han publicado catorce capítulos, mientras que la serie va por 91, mas la quinta temporada, que puede ser de 13 capítulos (104 en total) o 26 capítulos (117 en total). Y mi intención es hacer el mismo número de capítulos, manteniendo en todo momento la calidad (si es posible, claro está) pero, sobre todo, que sea atrayente para todos.
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Re: MLP FIM: "Parallel Stories" [ALL] - 1x01 a 1x14 - Comple

Notapor Volgrand » 14 Abr 2014, 21:36

Llegan a estar haciendo dibujos de mis historias y actualizo cada tres días jajaja. Átomo, actualiza.hombre! :D
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Re: MLP FIM: "Parallel Stories" [ALL] - 1x01 a 1x14 - Comple

Notapor Sr_Atomo » 14 Abr 2014, 21:59

K.I.T.T.2000 escribió:Le damos un Up a este tema y os presentamos....... :derpy: veamos quien nos sorprende hoy..... :derpy:

volando como un rayo desde Northwest Mine town os presentamos a Fast Feather.....

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:derpy: Para quien no haya leido el fic os dire que es la cartera del pueblo :derpy:



Eres fantástico, Kitt2000. Me ha llegado al corazón este dibujo... Eres un auténtico crack. Cuando nos veamos te voy a dar un abrazo gorilero tal, que te dolerán los músculos una semana y media.

Volgrand escribió en 14 Abr 2014, 21:36:Llegan a estar haciendo dibujos de mis historias y actualizo cada tres días jajaja. Átomo, actualiza.hombre! :D


En eso estoy, en eso estoy... lo que pasa es que el capítulo es muy pero que muy largo... Por el momento, y aún lejos de terminar el capítulo, lleva unas 30.000 palabras y 63 páginas. Al final va a ser este el más largo por el momento...
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MLP FIM: "Parallel Stories" [ALL] - 1x01 a 1x15 - Completo

Notapor Sr_Atomo » 08 May 2014, 20:13

Bueno, doblepasteo para decir que, después de mucho, pero mucho tiempo (concretamente desde finales del año pasado), al fin he terminado el capítulo 1x15. Ha sido una tarea ardua y difícil, pero también gratificante. Es, con diferencia, el capítulo más largo que he escrito: Con la revisión a medias (en realidad bastante menos que a medias), 45.600 palabras y 97 páginas. Por lo tanto, he decidido dividirlo en 6 partes, las cuales iré publicando según termine las revisiones de cada capítulo, probablemente durante todo el fin de semana.

Empecemos pues...

TAGS:

Mucho de:

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Y una pizca de:

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Y, sin más preámbulos, he aquí la primera parte (de seis) del capítulo 1x15:

Spoiler:
MY LITTLE PONY

PARALLEL STORIES

Chapter 1x15

Visita (in)esperada

Parte 1


Los primeros rayos del día comenzaban a incidir sobre Northwest Mines Town cuando la puerta de la casa de la “Abuela Terror” se abrió con un chirrido. La primera en salir de allí fue Flashing Hooves, quien estaba acariciando con la mejilla una gran ballesta. Detrás de ella, Undying Knowledge, Fast Feather y Shiny Eyes se atropellaban junto a la puerta, pugnando entre ellas por ver quién era la siguiente en abandonar el lugar. A continuación, y andando de forma más parsimoniosa, Shadow Hammer sonrió. Por último, Gentle Colors caminaba con un andar cansino, como si no quisiera volver a la calle.

—¡Al fin te tengo, “Allons-Y” Alonso! —exclamó eufórica Flashing—. ¡Te he echado táaaaanto de menos...!

—Oye, oye... que nuestros regalos tampoco han sido moco de pavo —expresó Shiny, con una falsa cara de enfado.

—Que sepas que ya me gustaría que me hubiesen regalado a mí la mitad de lo que has recibido hoy —dijo Knowledge—. Eres una desconsiderada, pequeña...

—¡Oh, vamos! —comentó Shadow, manteniendo su sonrisa—, parece que nunca habéis celebrado un cumpleaños... Hay ciertos regalos que, de primeras, siempre hacen más ilusión que los demás.

—Shadow tiene razón —añadió Gentle—. Dejad que la potrilla disfrute... Ya valorará el resto de presentes a su debido momento.

—Pero es que... —Shiny se quejó, esta vez en serio— los regalos que le hemos hecho las demás han sido geniales.

—Estoy con Shiny —habló Feather—. No es ya el catálogo de descuentos que le he regalado —declaró con un tono triste—, sino las pulseras de pata de Shiny, el juego de piezas para los trucos mágicos de Shadow y el libro de Gentle...

—Tranquila, Feather —indicó la joyero—. Tu regalo no es ni mucho menos tan “malo”. De hecho, quizás sea el mejor de todos, porque en esa revista de compras hay absolutamente de todo. Recuerda que en el número anterior compramos la televisión.

En ese momento Feather y Knowledge, quien también estaba escuchando, bajaron la cabeza, apenadas.

—No me lo recuerdes —dijo la pegaso-cartero.

—Lo que quiero decir —cortó la dorada pegaso—, es que no solo tiene descuentos maravillosos, sino que, a pesar de que ese catálogo es exclusivo para carteros, el que has regalado a Flashing está preparado para que ella lo use. Eso es increíble... y lo has hecho.

—Pero es que... —siguió lamentándose Feather—, una revista de descuentos simplemente no se puede comparar a lo que le ha dado Gentle: un libro de trucos de nosequién.

—Un compendio de trucos mágicos de Star Swirl the Bearded —exclamó la unicornio de dos colores, con un leve deje de orgullo—. De hecho, fue el primer libro que escribió. Aunque después despreció haberlo realizado y acabó destruyendo casi todos los ejemplares. El ejemplar que le he regalado es una de las pocas unidades que escaparon de su ira. Pero no solo eso, sino que es el tomo que mejor se ha conservado.

—¿Ves? —preguntó irónicamente Feather, volviendo a bajar la cabeza.

Pero Gentle no la escuchó. Ni siquiera se fijó en la mirada fulminante que le dedicó Shiny... y continuó hablando, como si se hubiese aprendido las palabras de carrerilla:

—Me ha costado cielo y tierra conseguirlo —dijo—. Y he peleado lo indecible con otros que también lo querían... Incluso Celestia se empeñó en obtenerlo para la Biblioteca de Canterlot... Pero yo deseaba que lo tuvieses tú.

—¡Gentle Colors! —rugió Shiny—. ¿¡Acaso estás sorda!? Hay alguien aquí que está acomplejada y tú te vanaglorias del regalo que le has hecho a Flashing…

—Ella tiene razón —exclamó Shadow—. Para ya, por favor.

La unicornio de dos colores se paró y, mirando sorprendida a las dos yeguas, bajó la cabeza.

—Lo siento —musitó—. Simplemente quería reflejar lo mucho que me había costado conseguir el libro, pero creo que lo mejor es que me lo lleve a casa, haga una transcripción para Flashing, y entregue el original a la Biblioteca de Canterlot.

—No me refería a eso… —comentó la dorada pegaso—, pero bueno, haz lo que más te plazca —entonces se posicionó delante de la yegua del cuerno roto y la miró fijamente a los ojos—. Por cierto, que sepas que no me gusta nada esa rivalidad que tienes contra la Princesa Celestia. El hecho de que ella no haya podido devolverte a tu color original no significa que sea la culpable de todo. No es tu enemiga, métetelo en tu cabeza —expresó, tocando intermitentemente la frente de la unicornio de dos colores, siguiendo el ritmo de sus palabras.

Aquello fue demasiado para Gentle quien, apretando los dientes, arrancó el tratado del zurrón de Flashing y se marchó hacia su casa, sin dirigir una palabra a nadie. Shiny se entristeció, bajando la mirada, pero volvió a levantarla al sentir una pata sobre sus hombros. Era Feather.

—No te preocupes —dijo la pegaso-cartero, volviendo a poner la pata en el suelo—. Se le pasará, como se me pasará a mí.

—No sabía que se iba a poner así… —se lamentó la joyero—. Y me fastidia, porque lo estábamos pasando tan bien… Tanto que, de hecho, ni siquiera me he acordado de decir que es hoy cuando mi abuela viene a visitarnos…

—Tranquila, Shiny —exclamó Knowledge acercándose a ella, hasta pasarle una pata por los hombros—. Deberías saber que Gentle siempre está bien.

Como respuesta a sus palabras, un ensordecedor gruñido, mezcla de rabia y desesperación, resonó por todo el pueblo. Provenía del interior de la casa de la unicornio de dos colores.

—¿Ves? —la historiadora apretó aún más la sujeción mientras sonreía de forma inocente—. Está perfectamente…

* * *


Una pata de color verde esmeralda, temblorosa y llena de arrugas, abrió poco a poco el gran portalón del salón del trono. La anciana pegaso, a la que pertenecía dicha extremidad, se acercó al gran y acolchado sillón, donde se hallaba la Princesa Celestia. Ésta, que la había visto, hizo una señal a su chambelán, quien aún seguía relatando los puntos del día de la agenda real, para que les dejase a solas. Éste obedeció instantáneamente, callando al momento y recogiendo rápidamente los papeles del memorándum para marcharse.

La vieja yegua se posicionó delante de la escalinata y, acompañada de un sinfín de crujidos óseos, se postró hasta llegar al suelo. Rápidamente, uno de los dos soldados reales que custodiaban el trono, se acercó hasta ella y le ayudó a levantarse.

—Su Majestad… —declaró la verdosa poni—, terminé su pedido.

—Lo siento —respondió la monarca, bajando los peldaños hasta posicionarse junto a la anciana—. Tendría que haber supuesto que esas piezas tan antiguas estarían dañadas y habértelas dado antes. Por mi culpa te has retrasado en tu visita.

—No se preocupe, Su Alteza —la octogenaria pegaso volvió a inclinarse, con una nueva melodía de chasquidos—, otra vez será… Supongo que, si mi edad lo permite, podré buscar otra fecha para visitar a mi nieta.

La Princesa Celestia, dándose la vuelta, sonrió ligeramente: a pesar de las circunstancias, esa yegua estaba jugando al chantaje emocional. Pero las dos sabían que en realidad la joyero era mucho más fuerte de lo que parecía, de tal forma que este viaje no sería ni mucho menos el último que realizaría en su vida. Incluso era probable que la anciana sobreviviese a todo cuanto se le pusiera por delante durante unos cuantos lustros más. Simplemente era demasiado cabezota como para permitirse dejar este mundo sin ofrecer resistencia.

—Sería una lástima que, por una imprecisión mía, no pudieses hacer la visita que tanto has ansiado estos últimos días, mi querida Polished Emerald —dijo Celestia, volviéndose a girar para mirar, con una gran y cálida sonrisa, a la anciana pegaso—. Debería haber esperado a tu regreso para arreglar el conjunto antiguo de Joyas Reales. Por lo tanto, permíteme ofrecerte el Carruaje Real para que realices el viaje. Es lo mínimo que puedo hacer ante un trabajo tan rápido y eficiente.

—¡Por Celestia! —exclamó la yegua de color esmeralda—. No… no… No puedo permitir tal halago… Solo soy una súbdito agradecida por tener el inmenso honor de servirla.

—Solo deseo que llegues a tiempo para ver a tu nieta —respondió la alicornio, sin perder la sonrisa—. Últimamente toda Equestria está muy tranquila, y no tengo programada ninguna visita de cortesía en los próximos días. De todas formas, me sentiré mejor si te acompañan cuatro valientes y fornidos soldados.

Los ojos de Polished se torcieron ligeramente al escuchar esas palabras. “Valientes y fornidos soldados”, pensó, dejando escapar ligeramente su imaginación.

—A… Acepto gustosamente —susurró tímidamente la joyero.

La risa de Celestia resonó por toda la estancia. Fue una expresión cálida, alegre, que invitaba a compartir las mismas sensaciones. Definitivamente, aún le quedaba mucha energía a Polished Emerald.

—De hecho —prosiguió la monarca—, también irá Shining Armor, el Capitán de la Guardia Real… Aunque deberías saber que él está prometido, así que trátale bien.

La anciana pegaso se sobresaltó ligeramente.

—Ma… Majestad —exclamó—. Creo que me ha confundido usted con otra… Yo no soy así…

La risa de Celestia resonó aún más fuerte.

* * *


Los gruñidos se habían apagado cuando Shiny se acercó a la casa de Gentle. Al poner el casco sobre la puerta para llamar, ésta se abrió ligeramente. La dorada pegaso se extrañó, pues era algo inverosímil que la unicornio de dos colores se hubiese dejado la puerta sin cerrar. Con sumo cuidado, abrió del todo la puerta y entró.

—¿Ho… Hola? —preguntó al aire.

Como respuesta, de la habitación del fondo Gentle salió rápidamente, portando con sus pata delantera derecha un gran número de pergaminos, así como redomas de tinta y vaias plumas.

—Ah, eres tú —exclamó ésta, mientras dejaba ordenadamente los utensilios en el suelo del salón—. No te he oído entrar…

—La puerta estaba abierta… —susurró la joyero. Entonces observó que Gentle sacó un pergamino del montón, empezó a estirar el resto de pergaminos y, finalmente, se echó sobre ellos, con cuidado de no doblar las puntas—. ¿Qué estás haciendo? —preguntó.

—Aplanando los pergaminos —contestó la unicornio de dos colores—. Tengo que escribir por las dos caras, y para ello el papel debe estar completamente llano y abierto.

—¿Y para ello necesitas usar el cuerpo? —inquirió Shiny—. ¿No valdría igual usar una piedra? ¿O un mueble? O algo específico.

—Estoy acostumbrada a hacerlo así —declaró Gentle—. Me resulta más cómodo y, con solo meter un poco el casco, puedo sacar fácilmente el siguiente pergamino.

—Qué curioso… —susurró la dorada poni. Entonces pudo percibir que su amiga no le estaba atendiendo.

—Hmmm… —expresó la yegua del cuerno roto, pensativa—. ¿Qué crees que debería usar, Shiny? ¿Tinta negra o de fantasía?

—¿De… fantasía? —musitó extrañada la pegaso. “¿Existe eso?”, pensó.

—Tienes razón —respondió Gentle—. A pesar de que es un libro de trucos baratos, no es algo para tomárselo a broma… Por lo tanto, la tinta negra será más apropiada. Aunque creo que usaré también tinta azul para poner los pies de página, porque, por lo que he visto por encima, hay expresiones obsoletas que Flashing no entenderá. Es una pena, la verdad… —declaró, con un tono irónico marcadamente mal disimulado.

—¿A qué te refieres? —Shiny estaba comenzando a creer que en realidad estaba siendo una mera comparsa en un monólogo de su amiga.

—¿A qué va a ser? Al libro —contestó la unicornio de dos colores—. Es un ejemplar muy valioso, de muchos siglos de antigüedad. Y fue el primer tratado que escribió el mayor genio en la magia de toda la Historia. Incluso es posible que, después de escribirlo, Star Swirl the Bearded obtuviese su Cutie Mark. Seguramente no lo percibas, pero debes saber que cada página, cada palabra, cada letra de este libro tiene una impronta mágica muy poderosa.

—Ahá… —exclamó la dorada pegaso, aún extrañada. “¿Eso cómo es de importante?”, caviló.

—Pero tenéis razón —continuó hablando Gentle—. Pero, a pesar del tono con el que me expresé antes, no pretendía exhibirme, sino que intentaba que Flashing comprendiese el infinito valor de lo que tenía entre sus cascos. Aunque creo que lo mejor será hacer una copia para ella, y entregar el original a la Biblioteca de Canterlot, para que sea incluido entre los incunables… De todas formas, también es cierto que la copia que tendrá nuestra prestidigitadora será menos… trascendente que el original, porque su copia será mucho más moderna, y mi impronta mágica es mucho menos poderosa.

—Haces bien… —expresó Shiny sin mucho convencimiento. Tomó aire y, pestañeando lentamente, espetó—. Pero… ¿Qué más da la impronta mágica? Es un regalo que le vas a hacer con todo tu cariño, y además usarás tu tiempo y tus propios cascos para escribirlo. ¿No es acaso eso más importante que un libro hecho por un unicornio que lleva muerto décadas, o puede que incluso siglos? Él no conocía a Flashing, mientras que tú sí. Y eso es lo realmente importante: tú puedes hacerle un regalo hecho con el corazón, no con el dinero. Aún estás a tiempo de hacer algo maravilloso… y veo que estás haciendo lo correcto.

—Siglos… —soltó la unicornio de dos colores.

—¿Qué? —preguntó la dorada pegaso.

—Star Swirl The Bearder pertenece a la época del Gran Éxodo —explicó Gentle—. De hecho, si has asistido alguna vez a la obra de teatro del Heart’s Warming Eve, en el que se muestra la Historia de cómo se creó Equestria, te habrás dado cuenta de que Clover the Clever era su aprendiz.

—Entiendo… —volvió a musitar la joyero.

—Pero un día Star Swirl desapareció… y jamás se supo más de él —siguió comentando la yegua del cuerno roto—. De todas formas, apenas se conoce nada sobre él. Es un misterio todo lo referente a quién fue y lo que pasó con su vida… Únicamente conocemos su existencia por su legado. Y precisamente por eso este libro es tan especial. Tanto, que Flashing podría comprarse su propio reino si algún día decidiese venderlo… Pero ya no podrá ser, porque lo que obtendrá es una copia de una don nadie… con pies de página y mejores explicaciones, sí… pero de una don nadie.

—No te castigues… —pidió Shiny, insegura de si estaba cayendo en un juego o no.

—No lo hago —exclamó Gentle—. Simplemente señalo la calidad del regalo y lo comparaba a lo que ella —señaló hacia la calle principal— y todas vosotras queréis que haga. Yo no soy quién para compararme al mayor hechicero de la Historia.

—Sí, te estás castigando —reclamó la dorada pegaso.

—Como quieras… —expuso la unicornio de dos colores—. De todas formas, me gustaría saber cuál ha sido el motivo por el que has venido. Lógicamente, no ha sido para discutir conmigo, pues eso lo podríamos haber hecho fuera. Además, tu entonación tranquila y amigable con el que estás conversando, me lleva a indicar que ya no estás irritada conmigo. Y, por último, debo suponer que no es algo urgente, porque, si lo hubiese sido, lo habrías comentado nada más entrar. Por lo tanto, la única opción posible que queda es que deseas decirme algo medianamente superfluo, y no has podido hacerlo por mi monólogo. Lo siento. Es algo que a veces me ocurre, sobre todo cuando estoy ligeramente ofuscada.

En ese momento, Gentle empezó a sonreír. Su sonrisa, lejos de ser completamente sincera, parecía más bien una mueca largamente practicada ante un espejo. El silencio dominó entonces el lugar. Shiny supo entonces que su amiga esperaba a que ella confesase el motivo por el que había entrado en su casa.

—¡Ah, sí, sí…! —soltó de repente la dorada pegaso—. Venía a decirte que mi abuela viene hoy a visitarme, así que…

Antes de que la joyero terminase de hablar, la unicornio de dos colores abrió los ojos como platos.

“¿La… La abuela?”, pensó, “¿Tan pronto?”.

Con un brinco, que más bien pareció un estremecimiento, la yegua del cuerno roto se levantó. Los pergaminos que estaban bajo su cuerpo volvieron a plegarse, dando un pequeño salto y emitiendo una serie de crujidos, semejantes a los quejidos de un anciano. La redoma de tinta cayó hacia un lado, manchando el suelo y parte de dos papiros. Sin embargo, el libro de Star Swirl The Bearder, que aún reposaba sobre el pequeño atril, afortunadamente no se vio afectado por este hecho, aunque sí sufrió un repentino golpe, al ser asido, con celeridad, por el casco de la unicornio de dos colores.

—¡Muchas gracias! —espetó Gentle—. Y ahora, si me disculpas, tengo que prepararme…

Acto seguido, y sin dejar que Shiny replicase nada, la yegua del cuerno roto la apremió a abandonar su casa, cerrando la puerta detrás de ella. Entonces, dándose la vuelta, la dorada pegaso, malhumorada, sacó la lengua hacia la puerta, mientras que, con sus cascos, pateaba el suelo.

—Hola Shiny —dijo una voz masculina a espalda—. Veo que has sido presa de un hechizo de vuelta a la infancia…

Rápidamente la joyero, totalmente avergonzada, se giró para descubrir quién había dicho eso. Wise Words le miraba con una expresión jocosa pero tranquilizadora.

—No… No… —balbuceó la dorada pegaso para, seguidamente, marchar al galope lo más lejos posible de allí.

* * *


—Quizá debería ajustarlo para dispare con menos fuerza —Knowledge seguía trasteando la ballesta en mitad de la calle, ante la atenta mirada de Flashing y de Shadow.

—¿Por qué? —preguntó la potrilla unicornio—. ¿No te fías de mí?

—Sabes perfectamente que esto no es un juguete —reflejó la historiadora—, sino un arma diseñada para matar.

—¿Entonces por qué me lo has regalado? —inquirió la prestidigitadora—. ¡Ah, es verdad! En realidad lo que querías era que yo lo rechazase, para poder añadirla a tu colección. ¡Qué lástima que el tiro te saliese por la culata! —exclamó de forma completamente irónica.

—Knowledge tiene razón, Flashing —intervino Shadow—. Es un objeto peligroso, aunque también es cierto que no debería siquiera haberse construido, ¿verdad? —inquirió, mirando fijamente a la blanca poni de tierra.

—¡”Allons-Y” Alonso no es peligroso! —la pequeña unicornio se enfurruñó—. ¡Y me estáis subestimando! ¡De Shadow podría esperármelo, pero me duele saber que ni siquiera tú confías en mí! —Flashing miró inquisitivamente a Knowledge—. ¡Ya me he hartado, me voy! —y, diciendo eso, agarró la ballesta y, poniéndola sobre su lomo, trotó hasta su casa, mientras mantenía, durante todo el camino, la cabeza erguida en señal de orgullo.

Tanto la historiadora como la herrero se miraron y, cuando la primera abdicó, sabiéndose culpable de la situación, la segunda sonrió. Entonces las dos se dirigieron al hogar de la prestidigitadora para disculparse.

* * *


Fast Feather seguía ordenando el correo y metiéndolo en el zurrón. Lo hacía instintivamente, porque su cabeza seguía en otro lado. De hecho, ya se sentía así cuando salió de la casa de la “Abuela Terror”, al darse cuenta que su regalo no era, ni por asomo, tan espectacular o necesario como el grimorio que Gentle Colors había regalado a Flashing.

Cuando terminó de colocar las cartas, suspiró y, mostrando una forzada sonrisa, abrió la puerta y salió de casa. El tiempo que hacía en la calle acompañaba al optimismo, por lo que la pegaso-cartero se contagió de la luz y el calor, hasta tal punto que su sonrisa terminó convirtiéndose en algo natural, dejando de ser una mueca forzada.

Poco a poco empezó a repartir el correo y, según iba avanzando en la tarea, más a gusto consigo misma se sentía. Sin duda, esa era la vida que más le agradaba, pues le encantaban los gestos de alegría y sorpresa de los demás, cuando recibían una carta de un familiar o amigo lejano. Aunque también era cierto que, cuando era un recibo o un impuesto lo que ella les daba, los ponis torcían el gesto con desagrado. Afortunadamente, esto último se producía escasas veces.

Llegó a casa de Shiny y llamó a la puerta. La dorada pegaso abrió casi de inmediato, sorprendiéndose de ver a su amiga ofreciéndole una carta. Abriendo la misiva a continuación, leyó por encima el texto y, abriendo aún más su boca y sus ojos, exclamó:

—¡No viene! ¡Mi abuela dice que no viene!

Rápidamente, la joyero se metió en la casa y cerró la puerta, para volverla a abrir instantes después.

—¡Avisa a las demás! ¡Yo me voy a despotricar sobre por qué no quiere verme! —comentó, cerrando la puerta justo después—. ¡No puedo creerlo, no va a venir! —se empezó a oír en el interior de la casa.

Feather se encogió de hombros y siguió su ronda. Aunque sabía que debía avisar a las demás del grupo, repartir el correo diario era una tarea más prioritaria.

* * *


—¡Shhhh! —chitó Knowledge, una vez llegó a casa de Flashing—. Primero vamos a mirar por la ventana, a ver qué está haciendo…

Shadow simplemente se encogió de hombros. A pesar de que no le gustaba curiosear las intimidades de los demás, sabía que, si le comentaba su recelo a la historiadora, ésta se enfurruñaría y se pondría en su contra, lo cual era algo que le gustaba aún menos.

La historiadora empezó a moverse por el lateral de la casa, irguiendo la cabeza hasta límites imposibles cuando cruzaba por delante de cada ventana. Desafortunadamente para ella, todas las cortinas estaban perfectamente cerradas, sin dejar ningún resquicio por el que ver el interior. Abatida, y ligeramente irritada, la blanca poni de tierra terminó de rodear la casa y volvió a posicionarse delante de la puerta. Con un suspiro, se relajó de nuevo y, mostrando una sonrisa inocente, llamó a la puerta.

—¡Un momento, ya voy! —se escuchó en el interior.

Shadow, que acababa de llegar a su vez del rodeo a la casa, notó cierta extrañeza e impaciencia en el tono de voz de la potrilla unicornio.

—Creo que no es buena idea —comentó—. Parece ser que está muy ocupada y le ha molestado que la hayamos interrumpido.

—Cualquier momento es bueno para disculpase —respondió Knowledge—. De todas formas…

Pero no pudo terminar la frase, pues la puerta se abrió con un quejido. Tanto la herrero como la historiadora se sorprendieron ligeramente: ¿cuándo había llegado Flashing a la puerta? Lo normal es que ella corretease de tal forma que se podía saber a ciencia cierta en qué posición del interior de la casa estaba en cada momento.

—¡Hola, chicas! —exclamó la prestidigitadora, con una sonrisa de oreja a oreja—. ¿Venís a ver mis avances en el último truco?

Tanto Knowledge como Shadow se miraron aún más extrañadas: ¿cuándo había tenido tiempo la pequeña unicornio de preparar un truco nuevo, si llevaba apenas unos pocos segundos en el interior de su casa?

—¡Por supuesto! —contestó la blanca poni de tierra, movida por la curiosidad—. Sabes que me encanta ver tus progresos…

Pero dejó inmediatamente de hablar, pues Flashing acababa de sacar la ballesta de un lugar oculto a la vista y apuntaba con ella directamente entre los ojos de la historiadora. Shadow, que estaba tan estupefacta como su amiga, empezó a levantar la pata, para desviar el arma.

—¡No te muevas! —instó la pequeña unicornio, acercando su casco a la llave de la ballesta, mientras cambiaba su expresión alegre a uno de concentración, aunque bien podría calificarse de completo disgusto.

Antes de que la herrero o Knowledge lograsen reaccionar, la prestidigitadora accionó el disparador. La flecha fue lanzada entonces con toda la fuerza que era capaz de imprimir un arma de esas características, y máxime si ésta era de calidad, como era el caso.

Los ojos de la historiadora comenzaron a abrirse, mientras que sus pupilas e iris se redujeron al mínimo. Iba a morir asesinada, y su ejecutora era su mejor amiga quien, sin duda, estaba completamente despechada por una tonta discusión. “Si me hubiese disculpado a tiempo…”, pensó la blanca poni de tierra.

Shadow, a su vez intentó, por todos los medios, imprimir más velocidad a su casco. Debía alterar la trayectoria de la saeta, para evitar que Knowledge quedase malherida, o algo mucho peor. Incluso se le pasó por la cabeza interponerse en la trayectoria, para llevarse ella todo el impacto, y así evitar que la prestidigitadora hiriese a su mejor amiga, algo de lo que sin duda se arrepentiría toda su vida. Pero todo transcurrió tan rápido que apenas le dio tiempo a moverse.

Sin embargo, cuando la saeta estaba a escasos milímetros de la cabeza de Knowledge, una voluta de humo negruzco la envolvió y, con una pequeña explosión, simplemente desapareció. Al instante siguiente, por detrás de la potrilla unicornio, el dardo volvió a aparecer de la nada y, dirigiéndose en sentido contrario, se clavó en el centro de una diana colocada, a tal efecto, sobre la pared.

—¿Te ha gustado? —preguntó Flashing, volviendo a sonreír, como si lo ocurrido no hubiese conllevado riesgo alguno.

—¿¡ESTÁS LOCA!? —gritó la historiadora, totalmente fuera de su casillas—. ¿¡ACASO QUERÍAS MATARME!?

—¿Qué pasa? —preguntó la pequeña unicornio, con un tono de candor—. ¿Es que no está bien realizado el truco mágico?

Para responderle con contundencia, Knowledge aspiró una gran cantidad de aire, pero Shadow habló primero.

—Flashing —dijo con tranquilidad—, ¿qué hubiese pasado si hubieses fallado?

—Pero no iba a fallar, porque he entrenado mucho —fue la respuesta de ésta—. Durante muchos días, he estado practicando con piedras, y en ese tiempo solo se han roto una o dos ventanas…

—Pero una saeta es mucho más rápida que una piedra —comentó la herrero, colocándose justo delante de Knowledge, quien estaba bufando de rabia y soltando bocanadas de aire por sus hoyuelos—. Si no te hubiese salido el truco, ahora Knowledge estaría…

—¡¡ESTARÍA MUERTA!! —chilló la historiadora, apartando de un empujón a Shadow, para encararse con Flashing—. ¡Y tendría un dardo atravesándome la cabeza!

—¡Eso no iba a ocurrir porque he entrenado, y no haría este truco si no estuviese totalmente segura de que iba a salir todo bien! —respondió la potrilla, que también estaba empezando a enfadarse—. ¡Pero veo que ni siquiera os habéis dado cuenta de que no he dicho la frase de siempre! ¡Solo os quedáis con la parte que os interesa!

—Knowledge tiene razón —intervino la herrero—. Ha sido algo muy peligroso, pero afortunadamente ha salido bien, ¿no? —comentó, mirando alternativamente a Flashing y a la historiadora—. ¡Un momento! —exclamó sorprendida—. ¡Es cierto, no has dicho lo de “Nada por aquí...”!

—Eso es porque es tan estúpida que no puede hacer dos cosas a la vez —cortó Knowledge, malhumorada.

—Pues para tu información —contestó la prestidigitadora—, es porque he estado practicando también esa parte, y resulta que no me hace falta decir las palabras mágicas para que el truco funcione... Con hacerlo antes, es suficiente, incluso con horas de adelanto.

Knowledge alzó las cejas, sorprendida. Aparcando momentáneamente su enojo, se acercó a Flashing y espetó:

—¡No me digas que ahora ni siquiera vamos a tener tiempo de escondernos antes de que tus artilugios nos pongan en peligro! ¡Por lo menos antes avisabas con esa cantinela estúpida...!

—No es necesario que te pongas así, Knowledge —dijo Shadow—. Vale, lo que ha pasado ha sido un error que, por suerte, no ha tenido fatales consecuencias. Pero no volverá a ocurrir, ¿verdad? —inquirió, mirando fijamente a Flashing.

—No, no lo repetiré —la pequeña unicornio bajó la mirada, apenada. Ahora comprendía el daño que le había hecho a Knowledge, daño que había obligado a la historiadora a expresarse con esa dureza.

—No te pongas encima de su parte —bufó la blanca poni de tierra.

—No me estoy poniendo ni de su parte ni de la tuya —expresó la herrero—. Lo hago por el bien común. No me gusta que dos amigas se enfrenten por una tontería...

—¿¡Tontería!? —preguntó Knowledge, usando un tono completamente exagerado—. ¡Cómo se nota que no has sido tú la que ha estado a punto de ser ensartada con la saeta!

—Para tu información —declaró Shadow, que estaba empezando a molestarse—, iba a interponerme en la trayectoria de disparo, para salvarte.

—¿Y por qué no lo hiciste? —inquirió la historiadora.

—Porque no me dio tiempo —fue la respuesta que dio la yegua de color oscuro—. De todas formas, creo que lo mejor es zanjar lo antes posible este problema —miró entonces a Flashing quien, al sentirse observada, alzó los ojos—: Flashing, lo siento mucho, pero creo que lo mejor es que nos deshagamos de esa ballesta.

—¡NO! —gritó la pequeña prestidigitadora—. ¡”Allons-Y” Alonso es mi regalo! ¡Prometo que lo cuidaré mejor a partir de ahora, y no haré nada que suponga un peligro para nadie!

—Me parece una sabia decisión —comentó Knowledge, respondiendo a la recomendación de Shadow.

—¿Es que no lo comprendes? —preguntó la herrero, aún irritada—. Si no hacemos algo con este asunto, seguramente, tarde o temprano, ocurrirá una desgracia… —antes de que Flashing respondiese, Shadow siguió hablando—. Sí, tarde o temprano, porque, si dejamos pasar esto como si nada hubiese ocurrido, sé que terminarás relajándote y dejarás la puerta abierta a que ocurra algo parecido de nuevo, y esa vez con fatal desenlace.

—Por favor… —suplicó la potrilla—, no me hagáis esto…

—Sé lo que intentabas hacer —exclamó la historiadora—: como hoy viene la abuela de Shiny, estabas preparando un truco especial para dejarla asombrada... Y, por eso mismo, estoy completamente segura que tu promesa de no volverlo a hacer es mentira. ¡Dame ahora mismo la ballesta! —chilló mientras alargaba la pata, esperando a que Flashing comprendiese la verdad y pusiese, de buena gana, el arma sobre el casco.

Pero la respuesta que hizo la prestidigitadora la sorprendió, al igual que a la herrero. Flashing, con una rapidez embriagadora, reculó ligeramente hacia atrás y cerró la puerta, poniendo el cerrojo a continuación.

—¡No me quitaréis a “Allons-Y”! —se oyó a la pequeña unicornio decir a través de la madera—. ¡Dejadme en paz!

Knowledge, roja de rabia, tomó aire para gritar, pero una voz femenina surgió detrás de ella.

—La abuela de Shiny no va a venir...

Tanto la historiadora como Shadow giraron al unísono su cabeza. Incluso Flashing, desde el interior de la casa, movió ligeramente la cortina, para enterarse mejor sobre lo que acababa de comentar la novedosa pero familiar voz. La que había hablado era Feather, quien, aunque estaba tan asombrada como las otras tres, el motivo de su sorpresa había sido por la desmedida y repentina reacción que había tenido lugar por parte de las demás.

—¿Cómo que no viene? —preguntó Shadow, que había sido la primera en retornar a su estado natural.

—Hace un rato le he entregado una carta de su abuela —declaró la amarillenta pegaso—, que ha leído. Entonces me ha dicho que os avise de que su abuela está muy ocupada y no va a poder venir a Northwest Mines Town para visitarla.

—Vaya por Celestia... —se lamentó Knowledge—. Con la ilusión que le hacía a la pobre...

—Menudo varapalo —comentó Shadow, también apenada.

La puerta de la casa de Flashing se abrió ligeramente, apareciendo a continuación, por el umbral de la puerta, la cabeza de la pequeña prestidigitadora.

—¿¡Cómo!? —inquirió—. ¿Y ahora qué voy a hacer con mi sesión especial de trucos que tenía preparad...?

Pero no pudo acabar la frase, porque notó cómo la mirada furiosa de Knowledge había vuelto, y estaba completamente centrada en ella. Con igual rapidez que antes, volvió a retroceder y empujó la puerta para cerrarla de nuevo, pero la historiadora, que se había movido a una velocidad aún mayor, intentó impedirlo empujando a su vez desde fuera.

—¡Da...me... la... ba...lles...ta! —chilló entre dientes.

—¡No! —la potrilla unicornio gritó a su vez, con un ligero tono de tristeza.

Tanto Shadow como Feather voltearon los ojos e intentaron calmar la situación.

* * *


—Ah... Así que tú eres el mozalbete que me va a acompañar, ¿no? —comentó Polished Emerald, con una sonrisa de oreja a oreja, mientras se acercaba a la comitiva de valerosos soldados que la esperaban junto al Carruaje Real, en el jardín.

Debía reconocer que esta vez la Princesa Celestia se había superado. No solo iba a viajar con varios guardias del Ejército Real, sino que el mismísimo Capitán estaría con ella en todo momento. Y, por eso mismo, el corazón le latía de forma acelerada, algo que no era ni mucho menos casual: el semental que tenía delante era la viva imagen de un esbelto dios apolíneo, de líneas completamente definidas, con unos músculos perfectamente marcados, de mirada realmente embriagadora, con unos gestos de patente seguridad... Simplemente era demasiado para ella. Incapaz de mantenerse erguida, trastabilló, presa de una flaqueza emocional. Afortunadamente para ella, Shining Armor se movió con celeridad y, pasando su propia pata por la parte superior del pecho de la anciana, evitó que ésta cayese al suelo. La pegaso disfrutó especialmente de ese momento.

—Debería tener cuidado, señora —aconsejó el blanco unicornio—. A su edad, cualquier traspiés puede ser especialmente peligroso… —entonces notó, a través de su pata, la desbocada cadencia del corazón de la octogenaria—. Ha debido asustarse, está sofocada…

—Es… —la vetusta yegua se incorporó poco a poco, manteniendo todo el rato la pata del semental sobre su pecho. De hecho, al terminar de levantarse, atrapó dicha extremidad con sus propias patas, para apretar aún más y sentir cada formación de esa férrea columna sobre su desgastado torso—. Es porque has cambiado tanto…

—¿Cambiado? —preguntó el Capitán, extrañado.

—Te conozco desde que eras un pequeño potrillo —respondió Polished—, cuando correteabas por los jardines de Palacio, emulando a tus ídolos, los soldados.

Shining Armor recordó viejos tiempos, y sonrió. Efectivamente, tal como acababa de comentar esa anciana, alguna vez había entrado al Palacio para espiar, y así descubrir los secretos de los guardias, pues estaba completamente seguro que tenían un lugar de entrenamiento en algún lugar del patio. Pero, hasta ese momento, creía que sus incursiones habían sido secretas. Por lo visto, esa pegaso había sido testigo de quién sabe cuántas expediciones había hecho él.

—Veo que sabe mucho de mí —expresó el blanco unicornio— pero, desafortunadamente, yo a usted…

—Es lo que tiene ser la joyero real —cortó Polished—, que nunca dispongo de tiempo para salir de Palacio, más que en contadas ocasiones —hubo un pequeño silencio incómodo, que volvió a cortar ella—. ¡Pero has crecido mucho! —exclamó—. ¡De un pequeño, pero valiente pimpollito, a un gran y formado semental!

—¿Pimpollito? —inquirió Shining Armor, que estaba aún más confundido que antes.

—Mi Capitán —intervino uno de los blancos pegasos—, mi abuela me llamaba así. Significa…

—“Pequeño” —explicó rápidamente la anciana—, “zagal”, “potrillito”, ”mozuelo”, “mozalbete”, “jovenzuelo”, “mocito”, “mastuerzo”… ¡Ay, no! ¡Esto último no, que es para cuando se portan mal, y tú eras un cielo… Un poquito travieso pero un cielo, al fin y al cabo!

El Capitán de la Guardia Real se sonrojó ligeramente.

—Creo que es hora de irnos —comentó, para desviar la conversación. Entonces, colocándose por delante de la anciana, le señaló el camino y, cuando se dispuso a ayudarla a subir al carro, notó un ligero dolor en sus cuartos traseros. Rápidamente se giró, sorprendido y con los ojos como platos… ¿Acaso esa anciana pegaso acababa de pellizcarle en salva sea la parte? —. ¡Se… Señora! ¡Que estoy comprometido!

—Ay… Si tuviese unos años menos… —se lamentó la anciana, con una sonrisa en la boca—. Si tuviese unos años menos, no te librarías tan fácilmente…

Shining Armor calló y, mientras ayudaba a Polished a escalar los peldaños laterales del Carro Real, volteó los ojos. Iba a ser un viaje muy, muy largo.

* * *


Una vez estuvo más calmada, Shiny Eyes abrió la puerta de su casa. La noticia de su abuela le había sentado como un jarro de agua fría, pero ya se sentía más calmada. Prueba de ello eran la gran cantidad de frascos que había tirado al suelo, producto de la rabia más insana.

Pero era hora de avisar a las demás sobre la triste nueva. Asomó tímidamente la cabeza por el umbral de la puerta e hizo una panorámica del pueblo. Divisó a Feather, que estaba dirigiéndose directamente hacia Shadow, Knowledge y Flashing, frente a la casa de esta última. Entonces suspiró, ligeramente aliviada. Solo quedaba informar a Gentle, así que empezó a caminar hacia su hogar.

Cuando llegó a su destino, volvió a suspirar; esta vez con un deje de impaciencia y desesperación. La unicornio de dos colores era, con diferencia, el ser más extraño de toda Equestria; y no era por su extraño aspecto, sino por su comportamiento inconstante y contradictorio, siendo a veces (de hecho, la mayoría de ellas) un reflejo fiel de, según había podido vislumbrar tanto en su amiga como en rumores de Canterlot, la mismísima Princesa Celestia. Pero, desafortunadamente, algunas ocasiones era todo lo contrario, como si un ser oscuro y cruel se apoderase del alma de su amiga y hablase por su boca, convirtiéndose entonces en una salvaje Nightmare Moon. La pregunta que se hizo entonces fue: “¿Quién de las dos estará ahora en casa?”.

Con una ligera reticencia, llamó a la puerta y esperó pacientemente, mirando hacia todos lados. Ésta se abrió con un quejido largo, como si fuese un anciano levantándose de un cómodo asiento, lo que le recordó a su abuela. Al volver la vista a la madera, descubrió que la unicornio de dos colores la estaba observando fijamente.

—¿Qué ocurre, Shiny? —preguntó la yegua del cuerno roto.

Rápidamente, la dorada pegaso cerró los ojos y se los frotó. Al volver a abrirlos, sonrió tímidamente: Gentle Colors estaba a medio arreglar, con una crin que solo se podía definir como partida en dos. Por una parte, ésta estaba aún cortada a estilo tomahauk, aunque de eso ya tenía más bien poco, pues la crin natural había ido creciendo hasta casi llegar a una media melena. Sin embargo, la parte trasera de la cabellera estaba ostensiblemente más largo, como si cada pelo hubiese sido estirado hasta límites insospechados. Entonces, fijándose mejor, Shiny se dio cuenta que prácticamente al principio de esos extraños mechones había un pequeño adorno rosáceo. Y entonces su sonrisa se convirtió en una carcajada: Gentle Colors, una yegua madura y cabal, estaba usando extensiones infantiles, destinadas a las potrillas pequeñas.

—Cuando la señorita deje de reírse, quizás quiera revelar el motivo de por qué ha llamado —expresó la unicornio de dos colores, con un gesto mohíno.

—Per... Perdona —se disculpó Shiny, volviendo a ponerse seria—. Es que necesitaba decirte que, desgraciadamente, mi abuela no va a poder venir...

La expresión de Gentle cambió radicalmente, acompañando a la de la dorada pegaso, que acababa de entristecerse de nuevo.

—Déjame ver la carta —comentó la yegua del cuerno roto.

—¿Cómo sabes que... ? —empezó a preguntar la joyero.

—Porque directamente no ha podido ser —cortó Gentle—, pues sería estúpido decir que no podía venir si ya estuviese aquí, sería como un mal chiste. Por teléfono no lo creo, más que nada porque, que yo sepa, aún no hay ninguno en Equestria... —entonces se quedó pensativa durante un instante—. Hum... Quizás en algún lujoso hotel de Manehattan lo hayan instalado recientemente, pero en este pueblo tardaremos siglos en tenerlo. Y, por teletransporte es aún menos probable, porque podría haber venido ella directamente, en vez de mandar un mensaje. Por lo tanto, solo queda una opción lógica y plausible: por carta. Así que déjame analizarla.

Con un ligero escalofrío recorriendo su espalda, Shiny le entregó la misiva a su amiga, que la cogió sin miramientos y la escrutó minuciosamente. Mientras la leía, la dorada pegaso seguía pensando sobre lo que acababa de escuchar. Era algo pasmoso ver cómo Gentle había llegado tan rápido a descubrir lo ocurrido, y aún más inquietante había sido la explicación que había dado para llegar a dicha conclusión. Entonces, de repente, la yegua del cuerno roto bajó la cara y miró directamente hacia los ojos de Shiny.

—Vendrá —exclamó, tendiendo la carta para que la joyero la cogiese.

—¿Pero cómo...? —comenzó a inquirir la dorada pegaso.

—Ella te aprecia, ¿verdad? —respondió Gentle.

—¡Sí! —confesó Shiny, reafirmando su palabra con un gesto afirmativo de la cabeza.

—Y tú la quieres a ella, ¿verdad? —volvió a cuestionar la unicornio de dos colores.

—¡Por supuesto! —clamó la joyero.

—Entonces no importa ni el cuándo ni el cómo. Tu abuela vendrá —comentó la yegua del cuerno roto—. Ni siquiera Celestia podrá impedirlo.

Sin saber por qué, Shiny se sintió más animada, como si supiese que de verdad, en cualquier momento, su abuela aparecería en la entrada del pueblo. Quizás fuese una tontería pero, por un instante notó que, de alguna forma, el universo giraba en torno suyo y que, a su alrededor, como una guardiana, Gentle Colors la acompañaba e incluso cambiaba la mismísima realidad para protegerla, haciendo que todo lo malo se convirtiese en bueno, que todo lo perverso fuese vencido, y que, en definitiva, todo lo importante en esta vida, fuese alcanzable para ella. Era la misma sensación de seguridad que tuvo en Canterlot, cuando la mismísima Princesa Celestia permitía a su abuela visitarla. No, era aún mayor: era como si la mismísima Princesa Celestia le estuviese hablando en ese momento, usando la boca de la unicornio de dos colores, y le estuviese jurando que, aunque fuese contra viento y marea, su abuela se presentaría a la visita convenida.

“Es algo maravilloso”, pensó, “No hay palabras para definirlo... ¡Espera! ¿¡Qué ha dicho Gentle sobre la Princesa Celestia!?”

Volvió a centrarse en la realidad, para encararse con la unicornio de dos colores, pero descubrió que ésta había cerrado la puerta quién sabe cuándo. Bajó la mirada, avergonzada, y recogió la carta, que estaba en el suelo. Seguramente Gentle, cansada de estar esperando a que ella recogiese la misiva, simplemente la había dejado caer y había vuelto a sus quehaceres.

Levantando la vista de nuevo, entrecerró los ojos y, cerrándolos con fuerza, balbuceó, imitando con intencionada torpeza, las últimas palabras de la yegua del cuerno roto. Entonces sacó la lengua y, con sus patas delanteras, se encabritó y pateó el suelo.

—Esta zona de Northwest Mines Town debe ser muy peligrosa —sonó una voz a su espalda—, porque es la segunda vez que te echan un conjuro de “Vuelta a la infancia”.

Bajando la mirada de nuevo, Shiny volteó la cabeza y, después de cerciorarse de que, efectivamente, volvía a ser Wise Words quien había hablado, trotó de nuevo hacia el lugar más lejano posible.

* * *


—La vista es realmente preciosa —alegó Shining Armor, asomándose por el lateral del Carro Real. Polished Emerald simplemente asintió.

—Me recuerda a mis viejos tiempos —respondió la anciana pegaso—, cuando podía elevarme hasta casi rozar el sol entre mis cascos... —sus ojos empezaron a titilar de emoción por la evocación de una época mejor.

El blanco unicornio la miró de arriba abajo. No se había imaginado que, bajo esa capa de piel arrugada, había una mente aún joven, como el de una potrilla, que abogaba por un pasado que, lamentablemente, ya no volvería. Sabía que la pegaso de color esmeralda había exagerado en sus palabras, pero no podía culparla, pues la imaginación que ésta poseía seguramente era una de las pocas cosas que le separaban del hastío de su vida diaria. De hecho, si incluso él algunas veces notaba la repetición y el cansancio en un puesto tan cambiante como el suyo, ¿qué sentiría esa vetusta señora, si toda su vida había estado abocada a una empresa tan insulsa como era el arreglar una y otra vez las joyas y vestidos lujosos de la Princesa y de los más altos nobles?

Entonces bajó la mirada, sabiendo que él estaba exactamente en la misma situación: su posición y los constantes entrenamientos le impedían visitar a su querida hermana. Cierto era que, de vez en cuando, disponía de algún tiempo libre, que alternaba entre visitar a sus padre y estar con su amada Cadance. Pero le dolía no poder siquiera avisar por carta a su hermanita, porque hacerlo a esas alturas implicaba escribir demasiado, y realizar una escueta misiva generaría más dudas que alivio, por lo que no era una opción válida. “¿Y si quizás...?”, pensó...

—Canterlot es... maravillosa —confesó Polished, quien había volteado su cabeza para mirar al semental, y había descubierto, por detrás de él, la silueta de la Capital de Equestria. Una silueta que, exactamente igual que una garra de dragón, se alzaba hacia el cielo, como si necesitase aferrar al sol que le iluminaba con todo su esplendor—. Hacía tanto que no disfrutaba de un paisaje tan espectacular de mi eterno hogar... —susurró con un deje de tristeza, como si presintiese que sería la última vez que observaría ese acontecimiento.

—Tiene toda la razón —añadió Shining Armor—. Es increíble cómo el corazón de Equestria… —entonces paró, comprendiendo el porqué la anciana había expresado esas palabras.

—Solo lamento no haber podido avisar a mi nieta de mi llegada —exclamó la anciana—. La última carta que le envié, hace unos días, decía que, desgraciadamente, no podía asistir.

—No se preocupe —dijo el blanco semental—, la mismísima Princesa ha enviado una nota con carácter urgente anunciando su llegada. De hecho, me confirmó que había usado un método “especial” para hacerla llegar lo antes posible a su destino.

Entonces hubo un pequeño silencio, que rompió la yegua.

—Dime, muchacho —Polished miró a Shining con un gesto escrutador—. Comprendo que ellos —señaló a los cuatro blancos pegasos que empujaban el carruaje— sean necesarios para trasladarme con rapidez, pero… ¿y tú? ¿Qué sentido tiene el que estés aquí?

En ese momento, el blanco unicornio rememoró las escuetas palabras que dijo la Princesa Celestia en el momento de darle las órdenes: “Hay un peligro allá donde ella va a ir. Debes protegerla. Es muy importante para todo el Reino que pueda volver sana y salva. Confío en ti”. Recordó también el largo silencio que hubo a continuación, en el que, con un gran gesto de preocupación, la monarca dijo a media voz, más para sí misma que para él: “Solo espero que esta acción no sea considerado como algo hostil por... 'ella'”.

Sin embargo, ignoraba en qué sentido era tan valiosa esa anciana... No aparentaba ser de la alta sociedad, ni tampoco parecía estar muy bien relacionada con ésta, y, por supuesto, mucho menos tenía aspecto de ser alguien crucial para la seguridad de todo el país. “Entonces”, elucubró, “el ser que debe ser clave es aquel con quien ella se va a encontrar”. Sin embargo, ¿cómo debía responder a la pregunta que acababa de recibir? “Un momento”, volvió a pensar, “¡Claro! ¡Ella me acaba de dar la clave, al decir lo mucho que hace que no sale del Palacio!”. Sonriendo ligeramente, elevó de nuevo la mirada y respondió.

—El motivo por el que yo le acompaño, es porque, como estamos en una maravillosa época de paz, gracias sin duda a nuestra amada Princesa, no es extraño que, por los caminos, haya bandoleros que actúen al margen de la ley, aprovechándose del buen hacer de los ciudadanos de Equestria.

>>A pesar de que ellos están aquí —dijo, apuntando a los cuatro pegasos que impulsaban el Carro Real—, poco pueden hacer ante un ataque de flechas. Yo soy un unicornio y, por lo tanto, si las cosas se pusiesen en contra, podría teletransportarla a lugar seguro.

—Vaya, qué pena... —se lamentó Polished—. Quería que me dijeses algo como “Es para alegrarla la vista”. Pero en fin —volvió a sonreír—, las decisiones de la Princesa Celestia no hay que cuestionarlas, ¿verdad?

Shining Armor carcajeó fuertemente. Risa que fue acompañada, momentos después y en un tono menos estruendoso, por la de la anciana y la de los cuatro aguerridos soldados que viajaban con ellos.

CONTINUARÁ...


Bueno, y eso es todo... Espero que os haya gustado tanto leerlo como a mí escribirlo. Disfrutadlo.
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Échale un vistazo a mi fanfic "Parallel Stories" y opina.
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Sr_Atomo
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Re: MLP FIM: "Parallel Stories" [ALL] - 1x01 a 1x15 - Parte

Notapor Volgrand » 08 May 2014, 23:51

Parte uno de seis... fiu!
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¿A que soy mono?
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¡¡PUES DESPELLEJO FANFICTION!!
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MLP FIM: "Parallel Stories" [ALL] - 1x01 a 1x15 - Parte 2

Notapor Sr_Atomo » 10 May 2014, 21:50

Ha sido un día duro, que ha hecho que no pudiese estar muy centrado en la revisión, pero bueno, aquí está la parte 2 del capítulo.

Empecemos pues...

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Mucho de:

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Y una pizca de:

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Y, sin más preámbulos, he aquí la segunda parte (de seis) del capítulo 1x15:

Spoiler:
MY LITTLE PONY

PARALLEL STORIES

Chapter 1x15

Visita (in)esperada

Parte 2


Feather, cansada de intentar, sin resultado alguno, apaciguar la furia de Knowledge, regresó a su casa para preparar los envíos que había ido recogiendo por todo el pueblo.

Al cerrar la puerta, suspiró, angustiada. El motivo de la pelea entre la historiadora y Flashing había sido la ballesta, es decir, el presente que la primera había regalado a la segunda, y sabía a ciencia cierta que el regalo de Gentle también conquistaría, tarde o temprano, el corazón de la prestidigitadora. Y lo haría con más razón si, incluso ella, una inútil pegaso-cartero, ya era capaz de comprender la gran importancia histórica y práctica del libro que ahora mismo la unicornio de dos colores debía estar reproduciendo. Incluso los regalos de Shadow, un juego de piezas metálicas para hacer trucos mágicos, y los de Shiny, unas pulseras de pata, eran más valiosos y útiles que el suyo.

“Pip-Pip”.

La amarillenta yegua alzó la mirada, extrañada... ¿Qué había sido eso?

“Pip-Pip”.

Se acercó, curiosa, a la mesa de trabajo, donde parecía que el insólito pitido era más fuerte.

“Pip-Pip”.

Moviendo su cabeza para localizar mejor el origen del sonido, Feather se situó frente al escritorio y abrió un cajón en concreto.

“PIP-PIP”.

Un extraño aparato, alojado cuidadosamente en el cajón, y rodeado de sobres y sellos, era el causante del ruido. Rápidamente, la pegaso-cartero cogió el dispositivo y lo escrutó. Sospechaba que el hecho de que ese artilugio estuviese activado era algo importante, pero... ¿por qué?

“PIP-PIP”.

Rebuscó de nuevo en el cajón, hasta que encontró lo que parecía ser las instrucciones, y las ojeó con rapidez. Entonces abrió los ojos como platos.

—¡No puede ser! —gritó—. ¡Es la alarma de envío urgente!

Accionó instintivamente un botón y apagó la pequeña máquina. Según explicaba las instrucciones, con esa acción, desde Ponyville, donde habían mandado el aviso, sabrían que ella había recibido el mensaje. Sin más dilación, se acercó a la puerta de la casa y cogió el zurrón. Introdujo en él las cartas que había recogido de los vecinos y salió de casa. A continuación, alzó el vuelo y enfiló, lo más rápidamente posible, el camino hacia la encrucijada de caminos.

“Al menos, ya tengo algo distinto en lo que pensar...”, se dijo a sí misma para animarse, ”Concretamente, en la reprimenda que sin duda me echarán desde la Central de Correos de Ponyville”.

* * *


—Entonces vamos a hacer lo siguiente —explicó Shadow, dirigiéndose a Knowledge y a la pequeña unicornio—: Permitiremos que Flashing siga conservando la ballesta...

—“Allons-y” Alonso... —cortó la potrilla, para matizar.

—Que la siga manteniendo —la herrero ignoró a la prestidigitadora y siguió hablando—, siempre y cuando no la vuelva a mostrar en público. ¿Estáis las dos de acuerdo?

La historiadora asintió de mala gana. Flashing, sin embargo, estaba distraída, observando, con cara de extrañeza, por detrás de la oscura yegua.

—¿Qué es lo que ocurre? —preguntó la herrero, mirando directamente a la pequeña unicornio.

Ésta señaló hacia el lugar donde estaba escudriñando y preguntó:

—¿Por qué está Feather volando en mitad del pueblo? Nunca lo había hecho antes…

Tanto Shadow como Knowledge se giraron y vieron a la pegaso-cartero dirigiéndose rauda hacia la entrada del pueblo.

—Tendrá prisa —espetó la historiadora. Entonces, volteándose de nuevo, centró su mirada en Flashing—. Espero por tu bien —dijo—, que no vuelva a ver esa maldita cosa. Si lo hago, ten por seguro que será destruida al momento. Y da gracias a que, aún no sé cómo, Shadow me ha convencido de que te dé otra oportunidad.

La potrilla bajó la mirada, apenada. Quería mostrarle a todo el mundo lo que había avanzado con su arduo entrenamiento, aunque desgraciadamente no podría hacerlo, al menos usando a “Allons-Y” Alonso. Pero lo peor de todo era, sin duda alguna, que su mejor amiga se había puesto en su contra. De todas formas, ella no había dicho la última palabra. Tarde o temprano, “Allons-Y” Alonso volvería a ser parte de su repertorio, y Knowledge se convencería de que siempre había estado completamente equivocada.

La historiadora entonces se giró y elevó la cabeza, sabiéndose portadora de la razón. De todas formas, sabía que el hecho de que Flashing siguiera portando la ballesta era un error, pues ésta tarde o temprano la terminaría usando para alguno de sus trucos. Así que decidió que lo mejor que se podía hacer, para salvar a esa potrilla de sí misma, era deshacerse ella misma del arma. Y, cuanto antes lo hiciera, mejor.

Shadow decidió acompañar a Knowledge, por lo que dedicó una sonrisa conciliadora a la pequeña unicornio y comenzó a trotar detrás de la blanca poni de tierra. Tenía sus dudas sobre las intenciones de las otras dos, y sospechaba que, mientras una de ellas intentaría robar la ballesta, la otra la defendería con todas sus ganas. Determinó entonces que las vigilaría, como haría un águila sobre una presa. La amistad entre Flashing y Knowledge no debía peligrar por un tonto regalo.

* * *


Gentle Colors dejó otra extensión de cabello sobre la mesa. Dudaba si debía terminar de acicalarse y completar así la mentira. Por una parte, no quería que la primera impresión de la abuela de Shiny sobre ella fuese basada en una mentira. Aunque tampoco deseaba tener que aparecer con su crin a medio hacer.

Finalmente, cogió la prolongación y, agarrando un mechón con el otro casco, se la colocó. Volvió a mirarse al espejo y dejó caer un gesto de disgusto: la yegua que se reflejaba era una extraña, un ser a medio hacer, una pantomima.

De nuevo se quitó la extensión y la posicionó otra vez sobre la mesa. Suspiró. Y, asiéndola a continuación, se la puso. No sabía qué hacer. Para más inri, poco antes Shiny se había reído de su aspecto, por lo que no era de extrañar que el resto del universo también lo hiciese, lo que haría que ella tuviese, como resultado, una sensación de inseguridad a la hora de estar con la abuela de su dorada amiga. Aunque también podía darse el caso de que la anciana se enterase, lo que sin duda la pondría en mal lugar.

Y la culpa de todo era, sin duda alguna, de Celestia. Siempre era de Celestia. Pasase lo que pasase, ocurriese lo que ocurriese, si algo salía o tenía previsión de salir mal, podía estar segura de que Celestia andaba por medio. Era simplemente ley de vida, y ella se había acostumbrado a asumir dicha verdad incuestionable. Poco importaba que hubiese adquirido un conocimiento sobre magia que, como mínimo, igualaba a las de la monarca de Equestria, e incluso podía decirse que se acercaba a la de Discord; poco importaba que hubiese atesorado unas riquezas que despertarían la envidia de reyes, si supiesen que ella poseía tal patrimonio. Incluso poco importaba que lo que ella fuese o hiciese... Cuando algo tenía previsión de ir mal, Celestia haría todo lo necesario para que, sin duda, ocurriera lo peor. Ni siquiera el hecho de taponar el hechizo de visión de la regente de Equestria, para mostrarle una Gentle ligeramente distinta, es decir, una yegua bajo los efectos de la magia de olvido y, todo sea dicho, mucho más dócil, no habían servido de nada. La abuela de Shiny vendría antes de acabar el día, y ella no podría hacer nada para evitarlo.

Entonces volvió a mirar el espejo, centrándose en esos dos ojos rojos. Esos ojos que, junto con su Cutie Mark, eran lo único que aún conservaba de su aspecto original. Entonces una ligera sonrisa asomó en su boca. Una sonrisa que fue creciendo hasta el punto de retraer sus belfos y prácticamente descoyuntar su mandíbula. Acababa de descubrir qué es lo que podría hacer para salir victoriosa de este gran órdago que le acababa de mandar Celestia. Y lo llevaría a la práctica hasta las últimas consecuencias, pasase lo que pasase.

Northwest Mines Town era su reino, y Celestia, allí, no tenía poder.

* * *


Los edificios que conformaban Ponyville eran realmente pequeños. Y más aún así lo parecía si se miraba desde el cielo, tal como lo estaban haciendo Polished Emerald, Shining Armor y los cuatro pegasos que tiraban del Carro Real. La anciana se asomó por uno de los laterales, maravillada por la exuberante vida que ofrecía el pueblo, visible incluso a esa altura. Shining Armor, sin embargo, permaneció impasible en el centro del carruaje. Sabía que allá abajo, en algún lugar, su hermanita estaría probablemente estudiando, pero él no quería arriesgarse a observar por encima de la barandilla, por si acaso lograba verla. Debía reconocer que era muy difícil mantener la compostura, y que lo que más deseaba era bajar y pasar unas cuantas horas junto a su pequeña pariente, pero tenía una misión y, por mucho que le pesase, debía obedecer las órdenes.

—¿Faltará mucho para llegar al destino? —preguntó al aire, dejando pasar un leve deje de inquietud.

—Acabamos de pasar la mitad del recorrido, Capitán —respondió uno de los pegasos.

Shining Armor suspiró en silencio. Quería dejar atrás Ponyville lo antes posible.

* * *


Con una exhalación triste, Feather abrió la puerta de la Central de Correos de Ponyville. Afortunadamente para ella, en el interior del edificio había un gran bullicio, por lo que quizás podía pasar desapercibida. Poco a poco se fue acercando al mostrador de empleados pero, a mitad de camino, una voz atronadora la paró en seco:

—¡Vaya, vaya! —rugió alguien—. ¡Al fin apareces!

Con una mezcla de miedo y vergüenza, la pegaso-cartero se giró lentamente. Un poni de tierra entrado en años, de cuero azul y crin blanquecina, le miraba con gesto autoritario.

—Lo... Lo siento... —se atrevió a decir Feather.

—¡Llevamos más de media hora intentando contactar contigo! —espetó el semental—. ¿Sabes lo que eso significa?

—Lo... Lo siento... —repitió la amarillenta pegaso.

—¡Cuando el avisador suena, debes dejar absolutamente todo lo que estés haciendo y venir directamente a recoger el envío urgente! —el poni de tierra ignoró las palabras de la yegua y siguió hablando—. ¿¡Lo has entendido!?

—S... Sí —musitó Feather, agachando su cuerpo en señal de sumisa obediencia.

—¡Deberías saber ya que ese avisador es único! —explicó el semental—. Cuando te trasladaron a tu puesto actual, se te concedió esa mejora. Y el hecho de dártelo fue una orden proveniente del Palacio Real. ¿Tienes idea lo que eso significa?

—No... No —la pegaso-cartero cerró los ojos para evitar que las lágrimas aflorasen.

—¡Pues que los envíos urgentes a tu zona son especiales...! —los ojos del azulado poni se clavaron aún más en la yegua—. Pero veo que es inútil explicarte algo tan básico, tan inútil como lo eres tú...

Una tos simulada surgió por detrás de Feather, lo que hizo que ésta girase ligeramente la cabeza, a la vez que abría lentamente sus ojos. Una grisácea unicornio, algo más joven que el semental, miraba a éste con reprobación.

—Postal Express —exclamó ésta—. ¿Acaso te tengo que recordar quién manda aquí? Además, aún estamos dentro del tiempo establecido para la gestión de un envío urgente, por lo que no hay absolutamente nada que reprochar a esta cartero.

—Gra... Gracias... —Feather se enderezó hasta volver a su posición normal y miró hacia la que parecía ser la jefa de la Central de Correos.

—De todas formas —la grisácea yegua siguió hablando, observando al poni con gesto cada vez más inquisitivo—, me parece que precisamente tú no eres el indicado para hablar de retrasos, ¿verdad, Señor “Lo haré mañana”?

El semblante del azulado semental se torció hasta convertirse en un rictus de desprecio, que dedicó tanto a Feather como a la unicornio. Entonces, farfullando para sí mismo, se dio la vuelta y se alejó.

—No te preocupes por él —comentó la grisácea yegua, mirando a la pegaso-cartero con una expresión conciliadora—. Ahora, pasemos a mi despacho...

La jefa de la Central de Correos comenzó a dirigirse al lugar que acababa de indicar, por lo que Feather tuvo que actuar rápidamente para situarse detrás de ella. El destino parecía ser un cuarto cerrado al fondo del edificio, separado del resto mediante unas cristaleras esmeriladas, que estaban unidas entre sí por unas juntas de oscura madera labrada. La puerta, a sintonía con el resto, era, a todas luces, demasiado regia y señorial para el lugar en el que estaba situada. Probablemente sería un resto de algún lujoso palacete adquirido por Correos de Equestria, o directamente por las arcas reales.

—Bien —exclamó de repente la unicornio, asustando ligeramente a Feather. Cuando ésta elevó la mirada, la grisácea yegua ya estaba sentada sobre una gran silla giratoria, que se encontraba situada detrás de una mesa del mismo material que la puerta, y la observaba muy seriamente—. Cierra la puerta, por favor.

Cuando la amarillenta pegaso lo hizo, la jefa de Correos la instó a que ocupara una pequeña silla para empleados, que se veía a todas luces incómoda. Sin pensarlo dos veces, Feather se sentó y notó que la sensación de incomodidad que había supuesto con respecto al asiento había sido acertada.

—Antes de empezar —siguió hablando la grisácea yegua—, quisiera saber exactamente cuánto tiempo te ha llevado venir hasta aquí —entonces, sin esperar respuesta, abrió un cajón y sacó un pequeño reloj analógico, cuyas agujas señalaban las doce.

—Unos… —la pegaso-cartero pensó durante un instante— diecisiete minutos…

La unicornio ajustó el cronómetro, de tal forma que la saeta mayor apuntó a las cinco y, apretando un botón en la parte superior de la esfera, puso en marcha el pequeño artilugio.

—Bien, entonces tenemos aproximadamente siete minutos para charlar —declaró—. Para agilizar, deberías ir sacando todos los envíos que tengas —señaló el zurrón que portaba Feather— y ponerlos sobre la mesa. Cuando salgas por la puerta, yo misma procederé a su procesamiento.

Con la máxima celeridad posible, la amarillenta pegaso vació las alforjas sobre la mesa, poniendo sobre ésta unas pocas cartas y un pequeño paquete.

—Veo que ni siquiera lo has traído —la jefa de Correos arrugó el morro. Entonces se inclinó hacia delante y apoyó los codos sobre el tablero de la mesa, juntando los cascos justo debajo de su barbilla, que apoyó sobre las extremidades—. A pesar de que Postal Express se ha extralimitado en sus funciones, tiene razón en una cosa: el avisador es crucial.

>>Si echas un vistazo a tu alrededor, notarás que, a pesar de que estamos situados en un pequeño pueblo, la cantidad de trabajo que hay es exorbitante —la unicornio se inclinó hacia adelante aún más, para enfatizar sus palabras—. Eso es porque, desde aquí, controlamos el correo que se distribuye hacia el oeste de Equestria: Manehattan, Fillydelphia, Cloudsdale, Mareheim... incluso Stableside depende de nosotros. Por supuesto, también Ponyville... y Northwest Mines Town. Pero, a pesar de todo, solo hay un avisador en toda la zona oeste de Equestria, el tuyo.

Feather abrió los ojos, sorprendida.

>>Por eso es muy importante que sepas lo que tienes entre los cascos —siguió hablando la jefa de Correos—. Es responsabilidad tuya corresponder con presteza cualquier llamada que se te haga. De hecho, quizás te convendría saber que ese aparato ha sido un regalo enviado expresamente desde el Palacio Real para ti, por ser la cartero oficial de Nortwest Mines Town.

La amarillenta pegaso bajó la mirada, insegura. “¿Desde cuándo soy yo tan importante?”, pensó.

—Pero eso no es todo —alegó la unicornio—. El envío por el que te hemos llamado es... —pensó durante un instante— “inusual”.

Feather se quedó pensativa... ¿Qué había querido decir la jefa de Correos con eso de “inusual”?

—De todas formas —continuó explicando la grisácea yegua—, confío en ti. Ya lo hice en el pasado y lo sigo haciendo ahora...

—Gra... Gracias —balbuceó la pegaso-cartero.

—He sido yo quien te ha propuesto para las Olimpiadas de Carteros —comentó la unicornio—, porque sé que tienes un espíritu luchador. Eso sí, debes entender que me arriesgo mucho con ello. Después de lo ocurrido hace tres años, nadie daba un comino por ti... Nadie, excepto yo —volvió a inclinarse hacia adelante y miró a la amarillenta yegua con ojos entrecerrados—. Espero que no hagas otra tontería este año, porque esta vez no solo caerías tú.

>>En fin... —volvió a recostarse en la silla—. Afortunadamente, por lo visto no soy la única a la que caes en gracia: desde el mismísimo Palacio Real hay alguien que se preocupa por ti. He intentado recabar información sobre quién es por los cauces habituales, pero simplemente mis esfuerzos se ven bloqueados en el punto final.

—Entonces... ¿quién puede ser...? —Feather estaba elucubrando rápidamente sobre quién podría ser su ángel de la guarda.

—¿No lo ves? —preguntó irónicamente la jefa de Correos—. Solo alguien con mucho poder es capaz de evitar que la información que maneja Correos de Equestria le haga salir a la luz... Y ese grupo es muy reducido en Equestria. Y solo se me ocurren cinco seres capaces de lograr ocultarse de esa forma a plena vista: El Príncipe Blueblood, el Capitán de la Guardia Real Shining Armor, su prometida “Mi Amore Cadenza”, “Número Dos”, y la propia Princesa Celestia.

La pegaso-cartero se estremeció en el asiento al recibir esa información. Por lo visto no solo alguien intentaba reencumbrarla de nuevo hacia el éxito, sino que quien lo hacía era uno de los ponis más poderosos de toda Equestria. Puede que incluso la propia Princesa Celestia fuese quien, desde la distancia, la animaba y allanaba su tortuoso camino hacia la cumbre de la gloria.

>>Pero desgraciadamente observo que los esfuerzos que se están dedicando en ti no obtienen frutos... —la unicornio sacó a Feather de su ensoñación, y ésta descubrió que la estaba señalando directamente—. No parece que estés entrenando mucho para las Olimpiadas de Carteros...

—Le prometo que hago todo lo posible para estar en forma —alegó la amarillenta yegua, con un deje de rabia en su voz y en sus gestos.

—¡Ah, al fin muestras algo de asertividad! —exclamó la jefa de Correos—. ¡Lástima que hayas decidido hacerlo para atacarme! —entonces volvió a relajarse—. Yo no soy tu enemiga, únicamente soy la que recalco que ésta es quizá tu última oportunidad. Se barajan muchas opciones en las Olimpiadas, y deberías saber que volver a abandonar la competición sería algo funesto para muchos ponis, entre ellos aquél o aquella que te avala desde Canterlot, o yo misma. Pero, sin duda, la peor parte del golpe recaería en ti. Y otros muchos esperan que caigas para abalanzarse sobre tu cuerpo, como lo haría una bandada de buitres ante un festín de deshechos. En tus cascos está el hacer que se vayan con el rabo entre las patas.

>>Por eso mismo debes entrenarte a fondo. Solo logrando una gran clasificación en esos juegos lograrás acallar muchas voces discordantes... —la grisácea unicornio observó un gesto de inquietud en la pegaso y, con una voz más calmada, continuó hablando—. Tienes que comprender que la elección de destinarte a Northwest Mines Town fue altamente discutida en las altas esferas. Ese pueblo es una perita en dulce, un paraíso para un cartero, y el hecho de designarte allí hace dos años y medio, después de lo ocurrido seis meses antes, reavivó las iras de muchos ponis... y alguno de ellos aún hoy está muy bien situado.

>>Aunque recalco lo que dije antes... Confío en ti, y confío en que sabrás emplearte a fondo antes y durante las Olimpiadas. Por ejemplo, sé que hiciste un gran trabajo en el último Winter Wrap Up que hubo aquí, abarcando tú sola un gran trabajo, logrando repartir una inmensa cantidad de correo en un tiempo muy reducido. Lástima que yo tuviese que encargarme de Fillydelphia, me habría gustado ver con mis propios ojos cómo te desenvolvías...

Feather abrió la boca para responder, pero alguien llamó a la puerta.

—¡Directora, el envío urgente para Northwest Mines Town está correctamente procesado! —se oyó desde el otro lado de la puerta.

—Muy buenas noticias —exclamó ésta, dirigiéndose hacia Feather—. Dos minutos antes de lo convenido. Profesionalidad ante todo.

Entonces la jefa de Correos hizo un gesto para que la pegaso-cartero abandonase el despacho. Ésta lo hizo sin prestar atención, pues estaba aturullada, intentando procesar la información que acababa de recibir. Dudaba entre qué era más importante, si el saber que desde el Palacio habían movido hilos para que ella recalase en el destino en el que estaba, o descubrir la existencia de ponis que conspiraban en secreto para hacerla caer.

—Aquí tienes —dijo la misma voz de antes. Ésta correspondía a una joven yegua de tierra, cuyo color violáceo hacía juego con sus ojos, además de con su Cutie Mark, una carta enrollada con una cinta violeta. Entonces la pequeña potrilla miró a Feather y, sonriendo, exclamó—. No te preocupes, Golden Stamp puede parecer inflexible, pero sé que, en el fondo, nos aprecia.

En ese momento le tendió un pequeño pergamino enrollado con un cordel y sellado con el lacre de la Casa Real de Equestria. Con un pequeño titubeo, la amarillenta pegaso cogió el documento y lo guardó con cuidado en el zurrón.

—Muchas gracias —Feather se atrevió a decir finalmente.

—De nada —respondió la joven yegua—. Al fin alguien me agradece el trabajo —alegó, sonriendo y hablando al aire—. El que trajo el pergamino, un pequeño dragón llamado Spike, que siempre me trata bien, hoy estaba refunfuñando cosas como “No debería ser usado para esto” y “Espero que DE VERDAD sea algo urgente”. Pero en fin... Supongo que debía tener un mal día, ¿no? —comentó, sonriendo de forma muy pronunciada.

—¡Han pasado los dos minutos! —gritó Golden Stamp, que se había asomado por la puerta del despacho—. ¡Recordad, profesionalidad ante todo!

Feather respondió con dos sendos gestos de cabeza, uno de agradecimiento hacia la pequeña poni de tierra, y otro de acatamiento sobre Golden Stamp. A continuación estiró las alas y, mediante un pausado pero enérgico aleteo, se elevó sobre el suelo y empezó a enfilar hacia la puerta, dispuesta a salir de la central de Correos con rapidez.

—¡Espera! —chilló la potrilla violeta—. ¡No te he dicho para quién es el envío!

La pegaso-cartero frenó hasta mantenerse estática en el aire y giró la cabeza, esperando.

—¡La destinatario es Shiny Eyes, de Northwest Mines Town! —terminó de comentar la pequeña yegua.

Después de escuchar ese nombre, Feather sonrió. El certificado especial era para una de sus mejores amigas, e intuía que el contenido de ese papiro tenía mucho que ver con la abuela de su dorada compañera. Entonces volvió a acelerar el vuelo, pues la puerta del edificio había sido abierta mediante la magia del recepcionista, un verdoso unicornio.

Feather estaba decidida. Decidida a entrenar. Decidida a superarse. Decidida a hacer el mejor papel de su vida en las Olimpiadas de Carteros. Y, sobre todo, estaba decidida a acallar unas cuantas bocas.

—¡Y allá va una auténtica profesional! —expresó Golden Stamp, acercándose a la violácea potrilla—. ¡Lástima que se esté echando a perder en ese pequeño pueblo!

—Señora Directora —comentó la potrilla violeta—, para usted todos son profesionales…

—Cuando tengas mi edad, Little Ribbon-Letter, comprenderás que todos aquellos que aún tengan ilusión por este trabajo, para ti serán auténticos profesionales… —fue la explicación de la grisácea unicornio.

* * *


Wise Words miraba preocupado hacia la calle, a través de la ventana del restaurante. Sentía que la aparente calma que últimamente reinaba en el pueblo pronto desaparecería, como si todo hubiese sido un sueño. Era quizás el olor de la tensión que se respiraba en el aire, o quizá la quietud frágil que podía notarse en cada esquina, o quizás… De todas formas, la actuación de Shiny Eyes esa mañana había sido bastante extraña… incluso para ser ella. Aunque esa joven pegaso era bastante madura la mayoría del tiempo, a veces se comportaba de forma extremadamente infantil, llegando a superar con creces la actuación general de Flashing Hooves.

Pero algo extraño estaba a punto de ocurrir, y le desesperaba ignorar qué era.

Entonces, apurando el último trago de la cerveza de Germaneigh, posó ruidosamente el vaso sobre el mostrador del restaurante y, con un suspiro, exclamó:

—Spoon, ¿qué se debe?

Sin esperar respuesta, dejó caer unas cuantas monedas al lado del jarro y salió del local, totalmente decidido. Era hora de enterarse qué es lo que iba a acontecer en Northwest Mines Town, y empezaría por preguntar a aquella que parecía saber más del asunto: Shiny Eyes.

* * *


Shining Armor calculó, a bote pronto, que estarían más o menos a mitad de camino, contando desde Ponyville hasta su destino. Tuvo que reconocer que deseaba llegar a ese pequeño pueblo, sobre todo porque, aparte de que el trayecto había sido bastante cansado, la anciana a la que debía acompañar y proteger se encontraba completamente ilusionada, mirando con alegría todo el paisaje, que se había convertido en una amalgama de piedras y rocas baldías, asemejándose a un panorama apocalíptico, tal como describían el mundo futuro los escritores de historias de ficción.

—¡Ya estamos cerca! —exclamó Polished Emerald, con patente excitación.

El blanquecino unicornio sonrió, satisfecho. Definitivamente, lo que importaba no era la edad, sino las sensaciones que hubiese en el corazón, y aquella anciana estaba realmente ansiosa por llegar.

—Tranquila —comentó, con una expresión que intentaba manifestar calma—. Aún queda un buen trecho.

—No puedo esperar a llegar y reunirme con… —empezó a decir la anciana, pero súbitamente paró y, trastabillando, se sujetó al lateral del carro, para impedir caer al suelo o, peor aún, a la nada. Algo, sin previo aviso, había hecho tambalear el carruaje con inusitada violencia, aunque a la vez con suavidad, como si fuese el movimiento de un repentino pero ligero oleaje incidiendo sobre el casco de un velero.

Cuando Polished consiguió restablecer su posición original, miró hacia abajo, al igual que hizo Shining Armor, que también había sido afectado por el extraño vaivén. Lo único que lograron ver fue una estela amarillenta mezclada con franjas moradas, situada apenas a tres metros por debajo. Fuese quien fuese el autor de ese rastro, iba verdaderamente rápido.

—¡Por la sagrada Princesa Celestia! —exclamó la pegaso de color esmeralda—. ¡Podía habernos matado! ¿¡Pero qué le pasa a los ponis de hoy en día!?

—Seguramente no nos haya visto —respondió Shining Armor—. A esa velocidad, posiblemente solo esté centrado en lo que tiene delante de sus ojos.

—¡Pues podía mirar hacia arriba! —bramó Polished, indignada.

—Perdone, señora —intervino el pegaso-guía que tiraba del Carro Real—, pero si alguien tuviese la osadía de elevar la cabeza con esa aceleración, ésta sería arrancada de cuajo.

—Tiene razón mi compañero —terció otro de los pegasos—. Es algo básico que nos enseñan a los pegasos en la Academia.

—“Si quieres atacar, vista al frente y acelerar” —otro de los tiradores decidió meterse también en la conversación, comentando lo que sin duda era el resumen de una lección convertido en una escueta frase.

El cuarto soldado abrió la boca para hablar, pero Shining Armor, entrecerrando los ojos, decidió zanjar la conversación:

—¡Cesad esta estúpida cháchara! —ordenó—. Estáis asustando a la pobre dama.

Los cuatro guardias callaron al instante pero, tras unos segundos, el guía decidió volver a parlamentar:

—Mi Capitán —exclamó—. Solo conozco un reducido grupo de ponis capaz de hacer una estela a su paso: un deportista entrenando, un pegaso-cartero llevando el correo entre ciudades… y un soldado en misión urgente…

Shining Armor intuía lo a dónde quería llegar el pegaso con esas palabras.

>>Sin embargo —continuó hablando el mismo semental—, la velocidad con la que iba era de Nivel Tres, por lo que no puede ser un deportista profesional, ya que no bajan de velocidades de Nivel Cuatro, además de que incluso un atleta amateur ya hace suficiente entrenamiento de cuello como para poder girar la cabeza a esa rapidez, y nos habría visto. Y tampoco puede ser un pegaso-cartero, pues el horario de reparto que tienen es por la mañana... Lo sé porque mi compañero de litera es el encargado del correo ordinario en la Academia. Por lo tanto, solo puede ser un soldado.

El blanco unicornio supo perfectamente lo que quería expresar el pegaso. De todas formas, aunque él sabía que esa estela era sin duda del pegaso-cartero que transportaba el mensaje urgente que la Princesa Celestia había escrito a quien quiera que estuviese esperándoles, estaba cansado del insulso viaje, por lo que optó por seguirle el juego al pegaso.

—¡Entonces, soldados —exclamó—, acelerad el vuelo! ¡Hemos de estar en el lugar de destino lo antes posible, pues es probable que ese soldado nos necesite cuanto antes!

Con una sonrisa, el guía gruñó y empezó a acelerar. Los otros tres portadores bramaron a su vez y le acompañaron en la arrancada. Entonces, tanto Polished como, en menor medida, Shining Armor, se agarraron fuertemente a los enganches del carro, para aguantar la gran aceleración.

* * *


Knowledge apretó su espalda contra la pared y, acercándose a la esquina de la casa, se asomó tímidamente y observó el panorama: Flashing seguía trasteando en su puesto callejero, preparando, sin duda, uno de sus famosos trucos, ajena completamente a lo que iba a acontecer.

“Perfecto”, pensó la historiadora, deslizándose a continuación, y sin separarse de la pared, hasta el lado contrario de la vivienda.

Desde la otra esquina, por la cual también echó un vistazo, para cerciorarse de que Shadow seguía en el interior de la herrería aunque, al hacerlo, oyó por primera vez el constante golpeteo del metal contra metal, que indicaba el duro trabajo que la herrero sin duda estaba realizando.

“Perfecto”, se dijo a sí misma, justo antes de pasar furtivamente pero con rapidez a la siguiente casa.

Y, cruzando por detrás de cada edificio, llegó hasta los límites exteriores del pueblo, cerca ya del giro que señalaba el camino hacia la encrucijada. Asomándose de nuevo, se aseguró nuevamente que, tanto Flashing como Shadow, seguían aún en sus mismos puestos. Entonces cruzó la calle al galope, hasta la misma casa de la fila contraria, posicionándose justo después en el lado exterior de la vivienda, donde no podrían verla.

Siguió avanzando, esta vez en sentido contrario, cuando oyó claramente a la prestidigitadora anunciar a los cuatro vientos una ejecución de su próxima actuación. Sonrió, sabiendo que, aunque la tenía justo delante, ésta ignoraría lo que iba a hacer.

Y llegó a su destino: el hogar de Flashing Hooves. Con sumo cuidado, rodeó la pared y, cuidando nuevamente de no ser descubierta, oteó las ventanas. Una de ellas, en la parte baja, parecía estar ligeramente abierta, por lo que, sin dudar, se acercó a ella. Volteando la cabeza, se aseguró una vez más que, tanto la potrilla como Shadow, seguían ensimismadas en sus respectivas tareas. Sin embargo, al fijar su mirada en la herrería, le pareció ver, durante un instante, a la herrero en la entrada, quien a su vez, aparentaba estar devolviéndole la mirada. Pero ya era tarde para echarse atrás, por lo que optó por subir de sopetón la hoja de la ventana y entrar rápidamente al interior.

Iba a conseguir esa ballesta, costase lo que costase.

* * *


Shadow Hammer golpeaba el metal candente apresudadamente, sin dejar apenas tiempo para que el zapapico sobre el que estaba trabajando se enfriase. Debía hacerlo rápidamente, pues había perdido mucho tiempo intentando que tanto Flashing como Knowledge entrasen en razón.

Pero, por fortuna, ya estaba trabajando con la última serie de herramientas que necesitarían los mineros al día siguiente. Metió el hierro candente en el agua y acompañó el siseo que se produjo con un suspiro. No se sentía aliviada: seguramente la disputa entre sus dos amigas no había terminado, y la tregua que ambas habían jurado mantener no dudaría ni siquiera unas horas. Entonces, aprovechando que el horno de secado aún seguía caliente, introdujo la piqueta en su interior.

Al cerrar la puerta del asadero, miró hacia fuera de la herrería, pensativa. Debía vigilar a las otras dos, y tenía que hacerlo lo antes posible. Completamente decidida, entró en el pequeño cuarto del fondo y sacó de allí un pequeño maletín. A continuación lo abrió, descubriendo un minúsculo tocadiscos, que conectó al enchufe más cercano, y lo posicionó en el suelo de forma que su altavoz se dirigiese directamente hacia la calle. Por segunda vez volvió a entrar en el cuarto y salió de nuevo, esta vez acarreando un álbum de vinilo. Antes de sacar el disco de la funda miró la portada, haciendo que una sonrisa aflorase en su rostro. Sobre un fondo negro, salpicado de óvalos de distintos y vivos colores, una blanca unicornio de crines azul y turquesa, y extrañas gafas a juego, sonreía orgullosa desde detrás de una mesa de disk-jockey. Las grandes letras blancas que había en la parte superior de la imagen despejaban las pocas dudas que podían plantearse con el resto de la imagen: “DJ Pon3 - Wub Wub Wub”.

A continuación miró la contraportada, y su sonrisa se hizo más pronunciada. Además de la lista de canciones e información de la discográfica, había escrito, a casco, una dedicatoria: “Gracias por proporcionarme esa gran base musical. Me encanta. Te debo una, S.H. Firmado, Vinyl Scratch”.

Mientras colocaba el disco en el plato, y ponía el brazo lector sobre una pista en concreto, empezó a recordar cómo esa disk-jockey había sido contratada semanas antes para actuar en el pueblo, con motivo de la reinauguración de Cirrus Merlon. También rememoró el momento en el que, después de la actuación, ésta artista se había sorprendido y alegrado a partes iguales al saber que ella era herrero. Asimismo, evocó cómo, poco tiempo después, recibió una carta suya pidiéndole una grabación “especial”, algo a lo que accedió sin dudar. Y, por último, a su mente acudieron las imágenes de unos días más tarde, cuando recibió un paquete que contenía ese disco y una pequeña carta “Eres genial. Sin ti, esto no habría podido hacerse. Disfruta de la buena música que está contenida en este vinilo. Úsalo sabiamente”.

Mientras ponía en marcha el rotor del aparato, Shadow no pudo evitar pensar “Créeme, Vinyl, seguramente nunca un disco tuyo ha sido usado más sabiamente que ahora”. En ese momento, un estruendo cacofónico de incesantes martilleos, siseos y fogonazos surgió del altavoz. Era el vivo sonido de un día de duro trabajo en la herrería.

Y volvió a sonreír. Ahora podría vigilar tanto a Knowledge como a Flashing, e impedir así que alguna de las dos hiciese una tontería. Se posicionó en la parte interior de la entrada y ojeó el pueblo. Tardó poco en descubrir a la pequeña prestidigitadora, puesto que ésta estaba en su puesto callejero, deleitando a un gran grupo de ponis que veían ansiosos una serie de trucos mágicos. Volteó la mirada hasta hacer una panorámica del pueblo, intentando encontrar a la historiadora, pero ésta no parecía estar en la calle.

Sin embargo, justo antes de girarse para entrar de nuevo en la herrería, la descubrió merodeando junto a la casa de Flashing, escrutando minuciosamente una de las paredes. Entonces, como si Knowledge se hubiese dado cuenta, ladeó la cabeza hacia ella, cruzando en ese momento las miradas. Seguidamente, la blanca poni de tierra abrió rápidamente la ventana más cercana y entró al interior del edificio.

Shadow bufó. Knowledge acababa de allanar la casa de su mejor amiga. Algo que ella no iba a permitir. Saliendo al galope, se dirigió directamente hacia el lugar, dispuesta a hacerla entrar en razón, costase lo que costase.

* * *


Flashing Hooves, desde detrás de su tenderete, ultimaba los detalles para su próxima función. Debía demostrar a Knowledge que ella era muy capaz de hacer cualquier cosa que no conllevara peligro alguno. Decidió empezar la actuación con unos simples juegos de cartas, para continuar con una serie de desapariciones de pequeños objetos, y terminar con la levitación de una piedra de generosas dimensiones.

A viva voz, anunció el comienzo, esperando que los primeros curiosos se acercasen. Y, con una gran sonrisa en su cara, los empezó a recibir.

Sin embargo, cuando estaba a punto de terminar la función, observó, por detrás del ya numeroso grupo, cómo Shadow, completamente furiosa, se dirigía al galope hacia ella.

—¡Señoras y señores! —exclamó, impaciente—. ¡Lo sentimos mucho, pero por hoy esto ha sido todo!

Con gestos y resoplidos de desgana, los asistentes a la actuación se fueron dispersando poco a poco. Flashing aprovechó esos momentos de desconcierto para llamar la atención de Shadow.

Cuando ésta se acercó, frenándose, la pregunta de la pequeña prestidigitadora la anonadó:

—¿Ya ha entrado Knowledge a mi casa?

—¿Có... Cómo sabes eso? —inquirió la herrero, después de rehacerse.

—¡Muy fácil! —respondió la potrilla, cerrando los ojos y sonriendo—. ¡Porque eso mismo es lo que yo haría si fuese ella! —entonces, cambiando completamente de semblante a uno más sombrío, continuó—. Por eso le he dejado un pequeño... “regalo”.

Abriendo los ojos como platos, Shadow miró hacia el hogar de la prestidigitadora, horrorizada. En ese momento, un grito desgarrador surgió del interior de ésta.

* * *


Después de cruzar la ventana, Knowledge se apresuró a adentrarse en la casa, sabiendo que, si alguien había visto algo, sin duda se acercaría. Sobre todo, dudaba de Shadow Hammer, a quien creyó observarla de forma inquisitiva. Fuese como fuese, debía apartarse de la entrada, lo que hizo de forma instintiva.

Ya en el otro lado de la cuarto, se giró para observar el lugar. Esta resultó ser la habitación de Flashing. Con rapidez, miró por debajo de la cama y, al no descubrir nada de interés entre las centenares de cosas que la descuidada prestidigitadora ocultaba en dicho lugar, decidió buscar en el resto de la casa, para volver de nuevo allí si no encontraba la ballesta.

Entró al pasillo, y de allí al salón principal. Entonces se quedó completamente quieta, como si estuviese petrificada: apoyada cuidadosamente sobre la pared, “Betty” lucía verdaderamente hermosa. De hecho, podía incluso sentir cómo, mediante un continuo pero apenas imperceptible cambio de iluminación, un halo brillante recorría toda la superficie del arma, como si ésta quisiese llamar su atención, para enamorarla con su aspecto adónico, mientras una música celestial parecía escucharse de fondo, terminando de llenar de júbilo el corazón de la historiadora.

Knowledge decidió en ese momento que no iba a destruir esa obra maravillosa, sino que la colocaría en un lugar privilegiado de su sala de armas, atesorándola como lo que era, un objeto que debía venerarse. Poco a poco, empezó a acercarse a ella, mientras su boca empezaba a llenarse de saliva, gustosa de volver a poseer lo que siempre debió haber sido suyo.

Súbitamente, una lluvia de pequeños guijarros cayó del techo, haciendo que la blanca poni de tierra pegase un brinco. Pero eso no fue lo peor, sino que, mientras las minúsculas piedras iban rebotando por el suelo, la ballesta poco a poco desaparecía, como si el sonido tosco y repetitivo del golpeo entre el mineral y el piso la hubiese aterrado y estuviese huyendo del lugar.

Knowledge se dejó caer al suelo, completamente derrotada. Entonces, desde el fondo de su alma, un grito brotó con gran fuerza. Un grito que era una mezcla de tristeza y odio.

* * *


Poco tiempo le había durado la euforia a Shiny Eyes. Ahora, más que nunca, estaba convencida de que su abuela jamás se presentaría en Northwest Mines Town. Y la culpa de todo, estaba segura, debían ser las descripciones del pueblo y de los ponis que exponía en las cartas. Por lo tanto, se sentía responsable de que su antepasada no quisiese pisar tal lugar.

Asió la manija de la puerta del restaurante y empujó con fuerza, a la vez que intentó entrar con su cuerpo, pero la puerta estaba bloqueada. Miró hacia dentro, extrañada de que a esa hora el establecimiento estuviese cerrado. Sin embargo, observó en el interior cómo unos cuantos ponis desayunaban. Giró la cabeza para enfocar la barra y observó cómo Spoon Giddy hacía gestos mientras le devolvía la mirada. Entonces la dorada pegaso, bufando ligeramente, tiró de la puerta y ésta se abrió.

—Lo siento, Shiny —comentó el cocinero—, pero he tenido que cambiar la orientación de las bisagras, para ajustar el restaurante a la nueva normativa contra incendios. Y las señales de “Tirar” y “Empujar” que debo poner en la puerta aún no me han llegado… En el próximo descanso me acercaré a la herrería para pedir a Shadow que me hagan unas provisionales.

La joyero apenas escuchó la explicación. Lo único que tenía en mente era la decisión de qué bebida debía pedir para olvidar la espiral de problemas en que se hallaba sumida. Se sentó en una de las mesas situadas junto a las ventanas y solicitó en alto “algo que la hiciese sentir mejor”, sin prestar mucha atención a sus propias palabras. Tampoco hizo caso de las socarronas risas de los dos mineros de la mesa de al lado. De hecho, ni siquiera prestó atención a las miradas lascivas y jocosas que éstos lanzaron hacia ella, acompañadas de comentarios pervertidos sobre elementos masculinos y femeninos y de cómo su unión podían hacer sentir a cualquiera mucho, pero mucho mejor. De hecho, los dos sementales decían prestarse gustosamente a llevar a la práctica con ella sus comentarios.

—Por favor, “señores” —indicó de mala gana Spoon Giddy, mientras le llevaba a Shiny un botellín de cerveza de graduación media—, dejen en paz a la dama.

Dejó la bebida y un vaso en la mesa sobre la que se estaba apoyando la dorada pegaso. Ésta estaba alicaída y ajena a la realidad, por lo que el semental decidió sentarse en el asiento que estaba delante de ella y charlar un rato, para ver si podía animarla.

—Un bit por tus pensamientos —comentó, acompañando sus palabras con una cálida sonrisa.

Ignorándole, Shiny cogió el botellín y dio un gran trago. A continuación, sus iris se empequeñecieron y, escupiendo el contenido de su boca, tosió durante varios segundos.

—¡Te he pedido algo que me hiciese sentir mejor! —se quejó la joyero, una vez recuperada—. ¡No algo que me mate!

—¡Vamos, vamos! —respondió Spoon—. Si es una cerveza muy suave… Pero el truco es que hay que degustarla, no beberla de un trago.

—¡Déjame en paz! —contestó de mala gana la dorada pegaso, rodeando su cuerpo hasta volverla hacia el ventanal que tenía a la izquierda.

—Sabes que, pase lo que pase, puedes contar conmigo —comentó el camarero, sin perder la sonrisa.

—No quiero hablar, en serio… —declaró Shiny, girándose de nuevo, hasta enfocar directamente al semental—. Muchas gracias, pero a menos que puedas ir a Canterlot y decirle a la Princesa Celestia que… —entonces paró. Estaba dando demasiada información.

—Como bien diría Wise Words —dijo Spoon, suavizando aún más sus palabras—: “La carga que se comparte es más liviano para cada portador”.

—Pero también es cierto que “Mientras ocultes un secreto, tú eres su amo y le dominas, pero si lo liberas, te conviertes en su esclavo y él te domina a ti” —dijo una voz en la entrada del restaurante. Tanto Spoon como Shiny miraron al autor de esas palabras: Wise Words, quien estaba sonriendo. Sin embargo, su posición a contraluz convertía su sonrisa de superioridad en una oscura, tétrica y perversa…—. Lo de siempre, Spoon —declaró, mientras caminaba hacia la mesa donde éste y Shiny estaban.

El aludido se levantó de forma reticente, pero con celeridad, mientras dirigía una mirada preocupada hacia el recién llegado.

—Hola Shiny —exclamó Wise, sentándose enfrente de ella, justo donde Spoon había estado situado momentos antes—. ¿Estás bien?

—No, no lo estoy… —respondió la dorada pegaso, cruzándose de patas—. ¿Por qué todo el mundo me pregunta si me pasa algo?

—Porque se te nota alicaída, titubeante, con mala cara… —admitió el grisáceo semental—. Pero puedes confiar en mí, porque haré todo lo que esté en mi casco para ayudarte…

—¿No has dicho hace un momento que si revelo un secreto, éste se apoderará de mi vida y me martirizará? —inquirió Shiny, alzando la vista hasta mirar al poni.

—Del dicho al hecho, hay un buen trecho —contestó Wise—. De todas formas, no creo que el decirlo te haga mal, sino todo lo contrario. Hay secretos que hacen daño a quien lo guarda, y este parece ser tu caso.

Shiny se quedó pensativa durante un instante, sopesando los pros y los contras que conllevaría decir lo que le afligía. Entonces, haciendo un gesto de asentimiento, encaró al poni de tierra y, mientras se le humedecían los ojos, confesó:

—Mi abuela trabaja en Canterlot, en el Palacio Real —bajó la mirada—. Es a la que le escribo cartas. Después de mucho tiempo, iba a venir a visitarme, pues prometió hacerlo cuando estuviese establecida en un lugar... Y, de hecho, hoy era el día convenido... Pero no puede venir —puso las patas delanteras sobre la mesa y recostó la cabeza entre ellas—. Por lo visto, la Princesa Celestia la ha sobrecargado de trabajo y ha impedido que nos podamos ver…

Wise levantó una ceja, ligeramente preocupado. No era propio de la Princesa Celestia hacer romper una promesa, y aún era más extraño que se interpusiera en un encuentro en el que estaba involucrada una de las seis yeguas de Northwest Mines Town. Sin duda, era un gran paso atrás en la evolución para el grupo pues, para que todo funcionase, todas las integrantes debían estar lo más a la par posible.

—Estoy seguro de que este asunto se resolverá en breve —manifestó el grisáceo semental—. Si hay algo que caracteriza a Celestia, es que sopesa cada posibilidad y decide lo mejor para todos y cada uno de sus súbditos. Algo parecido a lo que hace Gentle, pero a mayor escala.

Shiny, al escuchar el nombre de su amiga, pareció animarse ligeramente.

—Precisamente Gentle me ha dicho lo mismo que tú —dijo—, que mi abuela vendría pronto. Sin embargo, ella ha dicho algo distinto de la Princesa… Incluso la ha llamado…

Un grito resonó en el lugar. Un chillido que provenía de fuera del restaurante. Un alarido que cortó toda conversación que había en Northwest Mines Town. Con presteza, todos los presentes se levantaron, visiblemente alterados por lo ocurrido. Salieron del lugar y miraron los alrededores. Entonces se dieron cuenta, a raíz de la consecución de las miradas que confluían en el mismo sitio, el punto origen del aterrador lamento: la casa de Flashing Hooves.

* * *


Tanto Shadow como la pequeña prestidigitadora llegaron a la puerta del hogar de esta última. Con lentitud parmoniosa, algo que casi hizo sacar a la herrero de sus casillas, la potrilla unicornio movió el felpudo que había delante de la entrada, cogió una llave y la metió en la cerradura, abriendo la puerta a continuación.

Shadow entonces empujó a la pequeña yegua y entró rauda al interior de la casa, buscando a la Knowledge. La encontró en el salón, llorando cabizbaja. Se frenó, para acercarse a ella con gesto conciliador pero, cuando Knowledge levantó la cabeza, la herrero se asustó: la blanca yegua tenía la cara desencajada, con unos ojos que evocaban una frialdad mortal, aunque a la vez anhelaban un deseo largamente esperado que nunca encontraría una existencia física. Su mandíbula, temblorosa, fue incapaz de articular palabra. A cambio, un gañido pasó a través de ella. Instintivamente, Shadow se acercó a ella y la abrazó en silencio, como si, a través de este gesto, quisiera transmitirle el calor de su cuerpo y, de esa forma, aliviar la helada sensación que sin duda debía tener su fragmentada alma.

Flashing se asomó entonces por el umbral de la puerta, ligeramente preocupada por su amiga, aunque más bien lo estaba por las posibles consecuencias que ésta tendría contra ella.

Knowledge, mientras sentía el abrazo de la herrero, abrió levemente los ojos y vio, primero por el rabillo del ojo, y después enfocándola directamente, a la prestidigitadora. Entonces sus pupilas se inyectaron en sangre, sus belfos se retrajeron hasta dejar sonar un crujido y, de su hocico, salió una leve humareda negruzca. Sin miramientos, apartó a Shadow hacia un lateral y, avanzando hacia la potrilla, gritó enloquecida:

—¡¡Maldita puerca!! ¿¡¡Dónde has puesto a “Betty!!? ¿¡¡¡DÓNDE!!!?

La pequeña yegua se quedó petrificada, incapaz de retroceder. Su amiga estaba realmente afectada, hasta el punto de haber llegado a insultarla. Lo único que Flashing logró hacer fue levantar su pata y señalar el suelo de la habitación. Knowledge volteó rápidamente su cabeza y entonces lo vio, a la vez que Shadow también lo hizo: en la parte central de la sala, las piedras, que habían caído aparentemente sin orden, formaban ahora una escueta frase sobre el suelo: “No te esfuerces, no está aquí”.

Volviendo a bufar de rabia, la historiadora se giró de nuevo, para encararse otra vez a la potrilla unicornio, pero, cuando miró hacia el umbral de la puerta, ésta ya no estaba.

CONTINUARÁ...


Y esto es todo por el momento. Espero que os haya gustado tanto leerlo como a mí escribirlo.
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