La leyenda del caballero de cristal [Aventura]

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Re: La leyenda del caballero de cristal [Aventura]

Notapor Angelus-Y » 14 Feb 2015, 11:09

Perdonad que posteé solo por esto, pero me parecía correcto anunciarlo por aquí.

Se que hace tiempo que no público del fanfiction, pero me temo que debo hacer un parón. No se por cuanto tiempo, quizas unos dias, una semana, un mes como mucho.
Vereis, me temo que mi amigo Moises R. de este foro esta digamos "desaparecido" no se si aún sigue con los examenes o le ha pasado algo. Pese a ello, yo tambien ando enturbiado con tareas y me cuesta centrarme en este proyecto, además sin sus ideas y su ayuda, me cuesta poner en marcha este proyecto, ya debido a que he llegado a una parte, con la que llevo varios dias liado y no me llega a gustar ninguna de las formas en la que lo escribo, de ahí que quiera estar una temporada de descanso de este fanfic, pero ya digo que igual es poco.

Me alegra ver que a la gente le gusta el fic, no esperaba que la forma de narracion y el ir cambiando de personaje fuera a encajar bien, mas que nada porque deseaba poder expresar las formas dracanas y no se si he logrado ese objetivo. Me gustaria poder avanzar esto cuanto antes porque no va a ser corto, al menos eso pienso y con a universidad me cuesta mucho.

Pero bueno, miremos el lado bueno, ahora puedo dedicarme a seguir con el fanfic "La ascension de la reina" el cual tengo algo dejado por tener que ir escribiendo este proyecto y por mi escaso tiempo. No es gran cosa pero el fic es tambien mas que nada por experimentar nuevas formas y demás. Sino pensad que teneis muchos fics por aqui para leer que espero disfruteis: La guerra de la armonia, de Xilophone. Dragon Heart, de Hotroder. Antes de Equestria, de Taila_fox, Paralel stories, de Sr.Atomo, y otros muchos mas ^^ como de Aitana Pones de Volgrand, de Mcdohl, Grey Edge, etc etc. Ah si, y no me olvido de "Nunca es tarde para cambiar" de Joypad y "Diamante purpura" de agus Son fanfics de alto nivel, que aseguro os encantará.

Espero poder continuar pronto, un saludo ^^
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Re: La leyenda del caballero de cristal [Aventura]

Notapor Xylophone Greenheart » 14 Feb 2015, 22:13

Ni se que decir sobre esto, mis ansias por leer el siguiente capitulo están enfrentadas con el hecho de que obviamente al ser un fanfic no se puede hacer mas que esperar pacientemente :( por suerte hay mas fics para leer que si no ya me congelo para avanzar en el tiempo :roto2rie:
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Re: La leyenda del caballero de cristal [Aventura]

Notapor Angelus-Y » 02 Mar 2015, 01:22

Nota del autor:

Antes de nada, quería decir ante todo que este capítulo se lo dedico a mi buen amigo, al cual ansío su regreso: Moises R. Vuelve pronto amigo mio. De mi parte y seguro que de la suya, esperamos que este capítulo sea de vuestro agrado. Y por ultimo quiero agradecer a Pandora, por su perfecta labor como beta-reader de este capítulo, muchas gracias.


Capítulo 8

Spoiler:


La leyenda del caballero de cristal.
Fanfiction MLP (Aventura)
Autores: Ángelus-Y y Moises R.
Beta-reader: Pandora.

Capítulo 8: Aquello que devora el odio… (Draco)



La Sombra Lunar, la guadaña entregada como regalo a nuestra tribu, por parte del mensajero de nuestro dios, Ambras. Su singular poder reside en desgarrar no solo la carne, sino también el espíritu, con su hoja ennegrecida y bendecida por el maléfico poder de aquellos, los que residen en la oquedad.

La sombra elegante me ilustró que podría arrancar el espíritu de Frigir y así alimentar el dranil. Pues esta…es la única forma de despertar el poder de este cristal de su letargo. Cuando yo tan solo era un pequeñajo, abatido por la tristeza y meramente reconfortado por el brillo del dranil, mi mentor siempre me hablaba de cómo despertar su poder. Él confiaba en que avivaría el inconmensurable potencial que guardaba, en un futuro.

“La clave para despertar la retorcida oscuridad, joven dragón, yace en tres ingredientes. El primero, la capacidad para despertar el amor. El segundo, la pericia de devorar el odio. Y por último, que aquel cuyo corazón está vinculado a este cristal…arda en deseos de reclamar algo perdido. Algún día, cuando crezcas y fortalezcas tu ser, te aventurarás en busca de estas llaves, para justo después, zarpar y consumar tu sino.”

Despidiéndome de Deathly en el santuario, le di instrucciones precisas de lo que quería que hicieran ella y cada uno de mis comandantes: Skillclaw, Bolt, Scaleless y mi hermano. Ella, asintiendo, se inclinó cortésmente y me deseó que los dioses de nuestras tribus me socorrieran en esta ardua tarea.

“Lhey re Shyv, karrac, mi sharrak” * me dijo y poco después añadió “Que Nan-shyl y Ambras iluminen vuestro sendero”

Agradecí en silencio sus palabras, partiendo sin mediar alguna. No quise decir nada. Ella, cabizbaja, volvió a rezar sus plegarias a la tumba de mi madre, encerrándose en un cruel silencio, raramente roto, por el suave canto de las Níndulas.

Deshaciéndome del suave brazo de la oscuridad del santuario, me decidí surcar el cielo nocturno hacia la gélida guarida de Frigir, con la Sombra Lunar adherida a mi espalda. Podría pedir ayuda a alguien…pero esto, debía hacerlo solo. No quería decirle nada a nadie, porque sabía que intentarían ofrecerse a ir en mi lugar, y yo…no puedo permitir eso, menos aun cuando esto incumbe al destino que hay reservado para mí.

El ambra me permitía recoger las sombras del suelo, como una fuente de agua, para crear en mis extremidades unas alas con las que poder atravesar el cielo. La gran ventaja de la manipulación de las sombras, es la tremenda utilidad y provecho que se puede sacar de ella. Aunque mantener las sombras fuera de su ambiente natural, siempre requiere un mínimo de concentración.

Sin embargo, gracias a las indicaciones de la Sombra elegante, no tardé mucho en dar con mi objetivo. En medio del ennegrecido mar, al oeste, cerca de las líneas fronterizas de Equestria y Draconia, divisé sin mucha dificultad el glaciar en el cual, hallaría a aquel Windigo. Aquel lugar se encontraba embriagado en una densa niebla, en cuyo interior, de forma sorprendente, azotaba una violenta ventisca. No cabía lugar a dudas que eso, no era natural.

Respirando profundamente a escasa distancia, armándome de valor y dispuesto a cumplir mi cometido, me adentré en las fauces de aquel desolado lugar. En cuanto tomé contacto con la espesa niebla, empecé a sentir los primeros copos de nieve zarandeándome violentamente, cubriendo mis escamas púrpura de un blanco espeso.

La intensidad de la tormenta invernal iba creciendo, conforme más me adentraba, mayor era la furia de la misma. Comenzaba a perder el control de mis habilidades, empezando a desestabilizarme en el vuelo y al forzar mi concentración para recuperar el control…

Entonces ocurrió lo peor. Un agudo y repentino dolor de cabeza me hizo resentirme. Mis alas de sombra se desvanecieron como el humo, empecé a ver estrellas, mi vista se emborronaba, y yo tan solo quería morder con fuerza para no gritar al sentir como mi cráneo era atravesado por cientos de sables. Me precipité a lo desconocido y me veía incapaz de volver a regenerar mis alas a tiempo, antes de impactar contra el suelo. Tan solo caí, deseando tan solo…que este dolor desapareciera.

Aunque el destino, clemente a veces, permitió que no me hiriera. A escasos metros aterricé sobre una flácida capa de nieve. Pero si soy sincero, era tal el dolor que sentía en mi cabeza, que ni me habría dado cuenta de que había caído de no ser por el tacto del polvo nevado. No tenía el valor de abrir los ojos, por lo que yací tumbado, tratando de serenar mi dolor, respirando hondo y dejando mi mente en blanco.

Preferiría que me ensartaran con una lanza, antes que padecer esta jaqueca. Desde el día en que mis predecesores fracasaron en su conquista del reino equino, comencé a sentir este detrimento; uno de mis defectos. Defectos que muchos de nosotros, los dracanos, padecemos desde aquél fatídico día. Skillclaw perdió gran parte de su vista. A Scaleless se le cayeron las escamas. Deathly se envenenó, y perdió sus alas, pero fue curada a tiempo, antes de sufrir un cruel destino. Y mi hermanito…su cuerpo comenzó a fallar. La inmensa mayoría de nuestra raza presentaba enfermedad, defectos…algo impropio y que simbolizaba una desmesurada vergüenza en el linaje de sangre, pues implicaba debilidad en un principio…pero con el tiempo, alimentados por nuestro orgullo, odio y lealtad, conseguimos desvanecer esas debilidades y junto con nuestra magia, paliar los severos efectos de las enfermedades.

Pasaron los minutos, y por fin sentí el alivio. Poco a poco abrí los ojos. El clamor de la ventisca era palpable, mientras me levantaba, mis desgastados ropajes de hechicero negro se agitaban violentamente ante el temporal. Me hallaba totalmente desorientado, donde quiera que mirara, solo veía una yermada tierra blanca que se alzaba hasta el horizonte. No me entretuve mucho tiempo, puesto que en caso contrario, me helaría sin tan siquiera darme cuenta, aunque por fortuna, mi cuerpo estaba hecho para el frío, ya que soy un dracano que goza del aliento de hielo. Esta cualidad hace que mi interior y la totalidad de mi ser resista bien bajas temperaturas. Sin embargo el frío que aquí reinaba era…diferente al que esperaba, era una sensación inquietante, pero no lograba describirlo del todo…

Avancé hundiendo mis patas con cada pisada en la fina capa de nieve, con el brazo en la delantera, tratando de protegerme de los molestos copos de nieve. Anduve casi durante una hora por el glaciar, entonces sentí que algo no iba bien. En ese tiempo todo a mi alrededor permanecía inmutado, sin avistar nada entre los gélidos y sucesivos vientos, con mi aguda vista dracana, ni tan siquiera el mar en el límite. Sospeché de que quizás…aunque solo era una posibilidad, me encontrara envuelto de una densa ilusión, quizás estuviera caminando en círculos, pese a que mi mente me indicaba lo contrario. Esta creencia se volvió más firme cuando al poco de retenerme en mis pensamientos, choqué contra algo, sin haberme dado cuenta, aunque era normal que no me hubiera percatado, ya que no había nada. Bueno, si lo había, pero permanecía invisible…lo único que mis ojos de fuego podían ver era el espeso manto blanco de la tormenta, mientras que mis garras, con las que tocaba aquel obstáculo invisible, me decían otra cosa. El tacto de aquel furtivo objeto, era frío y pegajoso. Retrocedí escasos pasos y de entre mis negras prendas cogí el dranil, con el propósito de intentar deshacer esta ilusión con uno de mis oscuros hechizos.

“La retorcida clarividencia” (Nombre dracano) uno de los conjuros más útiles, que el gran brujo, Melfos, creó. Envuelve los ojos del portador con la obsesiva mirada de la oscuridad la cual se invoca, pues no hay mentira que pueda engañar a este hechizo, excepto los propios de las sombras.

Me arrodillé con presteza sobre la pálida superficie y con el dranil sostenido entre mis garras púrpuras, el cual, en contadas ocasiones me servía como catalizador para exteriorizar mejor mi magia, empecé a recitar en mi lengua natal, los vocablos correspondientes a este hechizo. Pude sentir la magia negra brotar desde mis garras al dranil, y desde este hasta mis ojos, los cuales intensificaron su brillo y desprendían un rastro de aura lóbrega. Al terminar de recitar el hechizo la oscuridad de mis manos se desvaneció, permaneciendo solo en mi mirada. Cuando entoné mi vista hacia los alrededores, surgieron de la nada estructuras de hielo, la espesura del blanco manto se atenuó, y a pocos metros de mí, se alzaba una gran fortificación helada, que se trataba de la elevación del glaciar. Mis sospechas eran ciertas, en efecto me hallaba bajo una ilusión.

Bliiiih…blih

Un sonido espectral captó mi atención. Me giré presuroso, y hallé a los responsables de aquel engaño. Unas criaturas equinas de pelaje como el hielo, de ojos cuyo brillo era débil y envueltas en capuchas y viejas túnicas pálidas de remates azulados. Mendáciras.

Leí sobre ellas hace mucho, parecidas a los ponis, estas criaturas que residen en los extensos glaciares del norte, entregaban su vida a los Windigos…les rendían culto como las criaturas que merecían dominar esta tierra, helando todo lo que a su paso hallaban. Exterminar mediante el frío más penetrante a aquellos débiles que se dejaban encauzar por el odio, mientras que aquellos que lo controlaban y ofrecían su cuerpo y alma al flemático hielo, podían ser perdonados de semejante purga.

Yo más bien veo que ellos son los débiles, que en vez de luchar contra el odio de su raza, han optado por postrarse ante él y dejar que la frialdad consuma su cuerpo, pues en un principio fueron ponis... Sin embargo de esta forma, dados los recientes archivos que hablan de estos ponis renegados, se bien que su magia ha sido corrompida por el frío de tal forma, que pese a no ser unicornios, han logrado expresarla hasta el punto de desarrollar habilidades únicas. Entre ellas…si hay varios de su grupo, poder expulsar un aliento nevado, que invoca una ventisca, cuyo manto envuelve a las víctimas en una desesperada ilusión, con el fin de hacer que su voluntad se doblegue, al ver que no hay salida, sino un infinito páramo helado…y de esa sumisión, y cesante actitud se alimentan como el odio que los Windigos devoraban.

—Tu…que vienes a esta yermada tierra…—habló una de ellas en equino, que eran tres, con una voz frágil, como quien bordea la muerte.

—…Vuelve…—siguió la otra, con una respiración lenta y dejada.

—Aquí no hay nada que puedas hurtar. —concluyó la tercera, más seria que el resto.

Tras haber escuchado sus inapetentes palabras, me volteé hacia ellas y acercándome tan solo un paso, procedí a reponer sus palabras en su propia lengua.

—Si no hay nada que pueda arrebataros… ¿Por qué asoláis esta tierra y la defendéis con vuestra retorcida magia?

—Eso no te incumbe…—respondió la primera. —Deja este lugar…o busca incesante y deja que el frío te engulla.

De pronto sentí como la ventisca empezaba a intensificarse, y los ojos de las mendáciras gozaban de un brillo azulado.

—De hecho…sí. ¡Vosotras defendéis a Frigir!… ¿verdad? —exclamé.

Las tres mendáciras, que se hallaban levitando a ras del suelo, retrocedieron impresionadas.

— ¿Qué razón tienes para buscar al traidor? —preguntó la última.

—Tengo una cuenta pendiente con ese Windigo…—aclaré sonriendo.

Sin saber realmente por qué las tres se acercaron peligrosamente hacia mí, penetrándome con sus ojos fantasmales, exclamando indignadas.

— ¡¿Cómo osas llamarle Windigo ?! —gritó la segunda.

—Ese profanador no merece ni siquiera la valía de ese título, es un farsante…—explicó la primera entrecerrando su mirada.

—Seguro que intentas liberarle… —reprochó la última.

Sorprendiéndome su repentino comportamiento, lo único que hice fue retroceder y alzar la guadaña, por si acaso. Hubo un breve silencio, mientras la tormenta continuaba soplando entre nosotros.

— ¡Estúpidas! No he venido a liberarle…sino a terminar con él. —esclarecí. — Si no le defendéis, entonces no veo el problema…

— ¿A matarle?—inquirió una.

—Eso es imposible…un sello muy poderoso lo mantiene cautivo como espíritu. Nosotras guardamos que ningún necio trate de liberar a ese blasfemo.

—Ya os aseguro que mi intención no es esa… Tan solo ansío destruirle, con esta guadaña. —les confirmé cerrando con fuerza mis garras.

Las mendáciras se miraron entre ellas, inseguras de las palabras de un dracano. No obstante no conocían mi historia…y por alguna extraña razón tras un pequeño momento, asintieron.

—Te mostraremos donde se halla Frigir… —ilustró la primera.

—Pero con una condición… —añadió la segunda.

Me llamó la atención; quedé un poco dubitativo…pero ¿Qué opción tenia? No me convenía ahora perderme en este yermo helado, donde se alzaban inmensas estalagmitas de hielo, y estructuras de cristal como las ramas de un árbol.

— ¿Qué condición? —interrogué no muy convencido.

La más seria de las tres, por primera vez sonrió, y bajando la mirada dijo:

—Si como dices eres capaz de “matar” a Frigir, queremos que a cambio de ilustrarte el camino, nos devuelvas lo que aquel traidor nos robó.

Rondando por mi mente qué podría ser ese preciado bien que les había arrebatado, caí en la cuenta, de que posiblemente fuera lo que yo ansiaba.

— ¿Y qué es exactamente…? —lancé con semblante serio.

—El poder de nuestros dioses…Frigir no sabría devorar el odio de no ser porque nos hurtó la estrella gélida.

El nombre no me sonaba de nada…mientras lo meditaba de brazos cruzados, me dí cuenta de que a lo mejor en realidad, ese objeto era lo que debía satisfacer la hambruna del dranil. Sin embargo el hecho de matar a Frigir no cambiaba en absoluto. Probablemente absorbiera el poder de esa estrella, por lo que ahora su espíritu, goce de tal habilidad; aunque mi problema aún era patente…Si ellas buscaban ese poder al igual que yo, ¿qué podría hacer? Mi hocico empezaba a entumecerse y por el momento no podía pensar en nada, salvo en traicionarles, por supuesto.

—Está bien…a mí solo me interesa su muerte. —mentí.

—Bien…con la estrella en nuestro poder, carece de sentido seguir torturándole y guardando este lugar…

— ¿Torturarle? —pregunté extrañado, sin saber la razón exacta.

—Nuestra presencia aquí no sólo constaba de proteger su paradero, pero de ir doblegando su espíritu para que cediera... pero el muy necio se resiste. Aunque…con tu fortuita presencia, podemos obviar, el tener que esperar más.

—Ya veo… ¿Cuán importante es la estrella para vosotras?

Otra mendácira intervino.

—Ese poder, es el fruto de nuestros dioses…devorar el odio ha sido nuestra aspiración, con el fin de comprender la existencia de nuestras deidades, quienes humildemente han dejado que seamos sus seguidoras…

Repugnante…así me parecía el hecho de adorar hasta tal punto a una criatura vampírica tan asquerosa como son los Windigos. Seguramente obtuvieron de alguna forma ese poder…el que precisamente yo necesito, junto con el sucio espíritu de Frigir.

—Está bien…mostradme su paradero. —concluí finalmente.

—Hmhm, síguenos.

Las tres alzaron su cabeza, y con un sorprendente y suave soplido, en tan solo cuestión de segundos la ventisca fue amainando y con ello el cielo emborronado, comenzó a aclarar dando un color más blanco. Levitando me guiaron hasta la prisión de Frigir, mientras yo las seguía de cerca, contemplando con más detenimiento el bello paisaje invernal.

La nieve cubría apenas medio metro (unidad de distancia dracana) y sobre el suelo se elevaban formaciones de hielo macizo la mar de bellas a mis ojos. No lo puedo evitar, ese aspecto tan brillante y cristalino lograba captar mi atención, como lo hace el relucir del oro o las joyas. Podía vislumbrar estructuras de diversas formas, como grandes ramas gruesas de hielo que iban adelgazando y retorciéndose al elevarse al cielo; otra se parecía a una garra de hielo enterrada en la nieve, por no mencionar una que logró recordarme al momento en que dos olas de gran fuerza chocan, congelándose justo en el momento…toda esa variedad mostrando ese tono blanco, translucido y con una pizca de azulado en algunos…me hacía enamorarme, una de las cosas por las que agradezco que de nacimiento me dieran el aliento de hielo.

Los copos ahora caían delicadamente sobre mis negras prendas, y en cierto modo, con esta tranquilidad pisar la nieve me hacía sentir bien al igual que la suave brisa que desde el mar traía su apetecible olor.

De pronto paramos sobre la blanca extensión y cada una de las mendáciras se separaron de mí, formando un triángulo sobre un área. Sus ojos volvieron a fulgurar con aquel brillo azulado y de repente toda la nieve que cercaban se levantaba en una densa nube de polvo blanco, para luego disiparse en el aire. Bajo la fina capa blanca, se hallaba una placa de hielo, la cual, las mendáciras deformaron con su retorcida magia, moldeando el hielo como el propio agua hasta el punto de formar unas escaleras que guiaban hasta el fondo, donde una cueva se hallaba.

La verdad, no estaba nada mal. Logró impresionarme, pero he visto trucos mejores.

Las encapuchadas se acercaron a mí.

—Frigir, reside en lo más profundo de esa cueva…

—Pese a haber perdido parte de su poder y estar encerrado, aún es capaz de manifestar una vigorosa magia.

—No obstante…

Inesperadamente de entre la nieve se lazaron ramas de hielo que lograron inmovilizarme. — ¡¿Qué, significa esto?! —grité, desesperado por liberarme, pero las ramas me envolvían las extremidades como tentáculos y estas después se mantuvieron rígidas. Las mendáciras aprovechando la ocasión desprendieron un aliento opaco que logró envolverme, estando yo vulnerable ante sus artimañas, de pronto, sin saber por qué, me sentí debilitado y embriagado en una sensación abrumadora y desagradable. Escasos segundos después, su aliento se desvaneció y me soltaron.

— ¡¿Qué demonios habéis hecho?! —pregunté furioso, esperando respuestas.

Las tres mendáciras sonrieron al mismo tiempo.

—Solo es para asegurarnos… —aclaró la primera.

— ¿De verdad creías que íbamos a dejarte ir sin más, cayendo ingenuas de tus sucias palabras?

—Sabemos muy bien cual despreciable es la reputación que os ganáis los dracanos… —soltó la tercera.

Abrí mis fauces rugiendo lleno de ira, para apretar mi mandíbula, ansioso de desgarrar…

—Tranquilo…hemos anulado tu magia con nuestra ola fría. Para asegurarnos de que no la uses para liberar a Frigir, y uses esa guadaña para destruirle…si es que eso es lo que intentas.

—Si realmente eres merecedor de su muerte, entonces no tendrás problemas…

Despaciosamente me fui levantando, todavía con una expresión más que molesta. Parece que las cosas no iban a ser tan fáciles.

—Bien…—dije entre dientes. — ¿Cómo se que luego me quitareis esta maldición?

—Cuando tengamos en nuestro poder la estrella, tus poderes serán restaurados…—aclaró nuevamente la tercera.

—Una cosa más…Si tardas demasiado, cerraremos la entrada. Si sentimos alguna anomalía…lo mismo. Solo por si acaso… ¿Entiendes?

Indignado, sin mediar palabra, pero sin otra alternativa, partí bajando las escaleras hasta la entrada de la cueva, donde escuchaba un susurro espectral, causa del viento que corría raudo por sus entrañas. La oscuridad se iba cerniendo y el frío cada vez era más penetrante. Allá abajo, me esperaban muchas preguntas.




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Re: La leyenda del caballero de cristal [Aventura]

Notapor horwaith » 02 Mar 2015, 20:34

Buena intervención la de esos seres, me encanta como has desarrollado una nueva especie de la nada o parecidos y me gustará ver como se desarrolla esto, realmente me parece que va a ser un buena pelea, seguramente. Realmente espero leer más, porque estas dejando con las ganas a cada instante.
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Re: La leyenda del caballero de cristal [Aventura]

Notapor Angelus-Y » 26 Ago 2015, 00:02

Nota del autor:
Hacia ya mucho que no publicaba nada. Por desgracia mi compañero ha "desaparecido" Y me cuesta muchisimo continuar este fic, pero como ya dije, lo acabaré, aunque me cueste la vida entera. No he estado dos años y medio y mas para que acabe sin mas, al menos lo voy a intentar con todas mis fuerzas, y hay gente en Wattpad y ff.net que me apoya y por ello me esforzaré. Espero que este capitulo os guste, es el siguiente.

Capitulo 9: Cuando un recuerdo derrite...

Spoiler:
Fanfiction MLP (Aventura); La leyenda del caballero de cristal
Autor: Angelus-Y.
Capitulo 9: Cuando un recuerdo derrite…


El frío…tan penetrante, tan implacable. Esa sensación que nos rodea en los últimos suspiros de la vida, ese símbolo de cuan alejado estás de la cálida luz que te embriaga y de que profundo has caído en la densa oscuridad. Sin embargo, los más selectos hechiceros y brujos han detectado, en la oscuridad, cierta…calidez. Yo siempre sentí frío, y las pocas veces que pude sentir ese agradable calor, que solo la oscuridad ofrece, fue cuando le conocí. Yo me hallaba angustiado, abatido por la desolación y la amargura…y entonces de mis lágrimas, al caer sobre el suelo de las profundidades que me protegían de la asesina luz solar, brotó un pálpito, que desprendía ese calor, placentero y reconfortante. Un majestuoso poder que acudió ante mi tristeza y que guardaba un resentimiento, dentro del cual, había escondido amor. Fue en ese entonces, cuando sentí el cálido abrazo de la oscuridad.


Pero el frío de esta condenada caverna era insoportable. Conforme más descendía por sus entrañas, mas helador era el aire que me rodeaba, y más agarrotado sentía mi cuerpo. Andaba clavando las garras de mis patas en el firme suelo de hielo, agazapado, en un pasillo recubierto de asimétricas escamas de hielo.

Estaba enfurecido, ¿Cómo iba a recuperar mis poderes de esas brujas? No tenía escapatoria…Si esperaba a que se pasara el efecto, sellarían la entrada bajo toneladas de nieve e hielo y sin mi magia, no sería rival, puede que intentara desgarrarlas, morderles el cuello, pero no era el momento y, seguramente, usarían su magia para inmovilizarme. No quería correr riesgos innecesarios. Lo único claro ahora mismo, era estrujar el espíritu de Frigir y devorar su poder.

Tenía la seguridad de que incluso sin magia, podría hacerle frente. Seguro que su lamentable estado le habría dejado casi sin poder alguno, pero no puedo ser vanidoso, esta misión es muy importante.

Al cabo de escasos minutos llegué al punto en que el estrecho corredor se expandía a una inmensa sala. Todo el horizonte que alcanzaba a apreciar con mi aguda vista se perdía en una maraña de gigantescas estalagmitas de hielo y altas columnas glaciares y recias. Nada más salir, discerní que pocos metros más adelante se abría ante mí una inmensa fisura cuyo fondo era inapreciable, puesto que se perdía en una oscuridad opaca. Resonaba un perturbador crujido de hielo cada cierto tiempo, como si fuera cayéndose a trozos la estructura, pero para mí gracia, distanciaba de mí aquel sonido.

Sentí algo vibrar de entre mis ropajes, cuando me acerqué a aquella grieta. Era el Dranil, esas brujas no habían podido arrebatar su poder, por tanto…Agarré la sombra lunar entre mis garras púrpuras, podía sentir su magia. Por lo aparente, esa anulación tan solo afecto a mi canalización mágica, esto, por tanto, tampoco debió afectar mi aliento. Cogí el gélido aire que me rodeaba, aspirando, y al exhalar un pequeño chorro de mi aliento, vi que se formaban pequeñas estructuras de hielo. Me sentí aliviado de disponer de cierto arsenal.

Guiado por el intenso y parpadeante brillo del Dranil, me dispuse a descender por las heladas paredes de aquel resquicio. Me senté en el frío suelo, me colgué del saliente, con sumo cuidado de no resbalar y, para descender por la faz del muro, usé mis patas y clavé las garras con fuerza en el hielo, a modo de anclaje. Guardé el Dranil entre mis prendas y con la Sombra Lunar adherida en mi espalda fui descendiendo, de garra en garra, mientras sentía dolor en mis músculos por el intenso frío, el cual se hacía más incisivo. Ya me costaba menear el hocico, y mover mis extremidades, era como descender por el agua glacial.

Durante mi descenso, tuve la torpeza de no incrustar bien una mis patas y al desplazarme resbalé. Ahondé mis garras púrpuras en el hielo lo más que pude, mientras lo rayaba siendo arrastrado hacia el abismo por el peso. Un agudo chillido se escuchaba entre que yo trataba de frenar, gruñendo del esfuerzo. En un desesperado intento descolgué una de mis garras y rápidamente cogí la guadaña, y con fuerza, la clavé en el hielo. Gracias a ello pude aguantar mejor y equilibrarme, aproveché para volver a sostenerme bien y guardé con sumo cuidado la Sombra Lunar reanudando mi bajada.

Me costaba mover el cuello, mi espalda crujía… ¿Por qué me afectaba tanto este frío? Tenía sueño…los ojos se me empezaban a caer, y cada vez me movía menos.

—Yo…no puedo ceder. No…—musitaba.

Cuando comencé a notar que el frío me embriagaba en su furtivo abrazo, comencé a recordar en mi mente cuanto sacrificio había hecho para llegar hasta aquí. Por nada del mundo, iba a permitir que este frío me detuviera ahora. ¿Qué pensarían mis padres, mi maestro y todos aquellos que esperan porte, con orgullo en su sangre, de mí, si me vieran en este penoso estado?

No quería parecer el eslabón débil de una firme cadena. Pero…este frío, me empezaba a consumir. Me temblaban los brazos, las piernas, sentía que en cualquier momento iba a ceder. Traté de concentrarme pero…pero mi cuerpo parecía que al final caería, a pesar de que no lo deseaba. Apreté con todas mis fuerzas las extremidades a la pared e intenté proseguir, gruñendo con la mandíbula apretada, sacando todo el esfuerzo de mí. Mis huesos comenzaban a presenciar el frío en su interior, un punzante dolor me recorría y mi cabeza era como si estuviera siendo atravesada por un punzante carámbano.

—Esto…no es na-nada. —me repetí en voz baja, expulsando vaho por mis fauces, con la intención de desvanecer el hecho de que me estaba congelando. —Yo he vivido bajo el abrazo de las sombras, este frío…no, no, no es nada. ¡No pienso morir aquí!

De repente me pareció ver su rostro, el de la causante de mi dolor…Me quedé inmovilizado tan solo un instante, viendo su cara satisfecha, por lo que había hecho, riéndose y sus estúpidos semejantes acompañándola en su mofa. Mi sangre hervía con furor, y me dio fuerzas para seguir. Aún me dolía a rabiar el cuerpo estando tan agarrotado, pero lo ignoraba, porque me impulsaba no solo el deseo, sino también todo lo que sobre mis hombros recae. Este sacrificio… ahora caigo en ello, no es nada comparado con lo que obtendré, y no iba a ser de los primeros dracanos que flaquea ante esta clase de adversidades.

Finalmente, con mis ojos naranja abiertos de par en par, pude discernir el fondo del abismo, bañado en una lisa capa de nieve. Logré despegarme de entre los muros de hielo, y al aterrizar, me arrodillé derrotado. Respirando fuertemente, sin importar que el aire helado me destrozara la garganta. Temblaba incesante, me sacaba de quicio, tanto que me hacía rabiar, pero por muy fuerte que fuera la llama que ardía en mi interior, al final el cuerpo tiene su límite.

Llegaba un momento en que me era imposible ignorar, entre los muchos dolores que tenía, las costillas de mi pecho calándose. No podía negar que anhelaba que todo acabara.
En medio del dolor, percibí un embriagante calor, algo que me aliviaba en medio de este sufrimiento. Comenzaba a sentirme mejor, percibía como el frío era expulsado de mi cuerpo paulatinamente y el dolor iba menguando.

Curioso de la fuente de ese calor, indagué entre mis pertenencias y, tal y como sospechaba, el Dranil era el artífice de esta envolvente sensación. Nunca he logrado comprender como este cristal, creado bajo el yugo de mis antecesores, era capaz de tantas cosas, como si respondiera a mis necesidades. Este calor ya lo sentí, era el mismo.
Antaño su brillo me tranquilizó, en medio de la oscuridad, cuando fui rodeado de una plúmbea amargura, al lado de mi hermano. Ambos nos abrazábamos buscando sosegar nuestro pesar. Por un momento creí que él también abandonaría este mundo, jamás había logrado sentir tanta tristeza en un solo instante. Perdí mucho, tiempo atrás, quise ayudar a mi hermano, pero no pude, porque carecía de mi magia… Tan solo nos consolaba el calor y el brillo del Dranil, como si nos susurrara que todo saldría bien. El portador de mi misma sangre temblaba, con el brazo atrofiado, y una profunda enfermedad recorriendo su cuerpo, a punto de llevárselo al más allá, para reunirse con nuestras deidades. El miedo que sentía era indescriptible y casi tan poderoso como la tristeza.

Una lágrima de desesperación brotó por mi rostro y cayó al suelo. Fue ahí cuando de pronto algo mágico ocurrió: Ignorante de la verdad, sentí que las tinieblas que nos rodeaban se agitaban, que el suelo oscurecido palpitaba con el ritmo de un corazón. Padecí el vigoroso poder de las sombras rodeándome. Estábamos perplejos, sobre todo al ver que los cristales de aquellas profundidades brillaban con un bello fulgor purpureo, las sombras se arremolinaban en un punto frente a nosotros y, como si la negrura fuera una charca de agua. Entonces… El emanó majestuoso, él y solo él pudo comprender mi situación…Entonces el Dranil dejó de brillar, una vez hizo acto de presencia.
Durante muchas etapas de mi vida, en las que sentía que la tierra me tragaba, siempre este cristal brillaba, dándome ese calor, que me recordaba cuanto había en juego, cuanto debía luchar…

—Siempre has estado viéndome, ¿verdad?—susurré sonriente al Dranil, en medio del helado abismo. Lo abracé, pegándomelo al pecho. —Gracias…

Me sentía mucho mejor. Miré al frente decidido, y volví a caminar hacia mi destino. La luz apenas penetraba en la fisura, pero logré vislumbrar al final del sendero, trazado entre los dos muros de la grieta, justo al final, una entrada a otra cueva. Rozando mis patas por la nieve del suelo, siseé escocido, como si me hubieran dado un mordisco. Miré mis patas y justo en el talón una pequeña placa de hielo comenzaba a recorrer la parte herida. Extrañado, pero sin tiempo a pensar en que estaba pensando, volví a sentir que me mordían de forma reiterada. Me agité vivamente y fui moviéndome hasta la pared, escalando a pocos metros y sosteniéndome allí, mirando al suelo para ver si encontraba a los responsables de este ataque. Los lugares donde me mordieron pronto se rodearon de hielo y enfriaban mi sangre.

Finalmente agudizando mi vista me encontré con mis agresores. Pequeños, insignificantes, pero aun así molestos, incluso letales ante continuas mordeduras: hormigas de la tundra. La marabunta álgida. Residentes de la nieve en los más fríos paramos de la tierra. Su mordedura infecta la carne extendiendo una placa de hielo sobre el objetivo para que se congele. Por suerte, mis escamas y mi tamaño, hacen que deban darme muchas mordeduras para expandir su veneno helado por mi cuerpo.

Desgraciadamente todo el suelo de nieve comenzó a moverse, saliendo del mismo una plaga inmensa de estas hormigas, infestando el lugar. Ansiosas de hincar sus mandíbulas en carne fresca, para después devorarla.

—Malditos insectos… ¿Creéis que vais a detenerme? —Opté por ir por las paredes a ras del suelo, pero sin haber caído en la cuenta, esos condenados bichos empezaron a trepar la pared en busca mía. Me di toda la prisa que pude clavando mis garras en el macizo hielo y avanzando fugazmente ante el acecho de aquellas blancas hormigas que me hostigaban continuamente. Cuando llegué al otro extremo, tuve que bajar y había un cúmulo de aquellos insectos esperándome con deleite. Salté y empecé a correr, para que no me mordieran. En cada pisada aplastaba diez al menos, pero dos lograban hincar su mandíbula y me resentía. El hielo recorría mi sangre, cada vez más veloz, ante las continuas mordeduras, dirigiéndose a mi corazón, con bocanadas de aire más dolientes en cada momento. Corría y corría sin parar y las hormigas de la tundra me perseguían implacables a una velocidad que jamás pude imaginar.

Entrando nuevamente en un estrecho corredor de hielo, pensé que terminaría aquella persecución, pero estaba equivocado.

— ¡Shi-grak!

grité, al caer en la cuenta que los pálidos insectos salían de entre el hielo y continuaban persiguiéndome. Aquel lugar era muy apretado y me vi obligado a ponerme a cuatro patas y correr como un depredador, aunque más bien, me sentía como la presa. Varias de aquellas diminutas bestias cayeron del techo y fui agitándome mientras corría, pero una condenada se agarró a mi cuello y logró morderme allí, obligándome a parar y arrancarla de mí bruscamente. Esa mordedura fue fatal, desde mi cuello se expandió una escarcha que me dejó atontado, a tal punto que mi sentido de la orientación falló y choqué contra las paredes glaciares del lugar. Fue un duro golpe en mi cabeza, que me hizo caer sentado, mientras veía estrellas fugaces alrededor de mi cabeza, pero no pasó ni tan siquiera un mísero segundo antes de notar dolorosos pellizcos de mis “amigas” que logró agarrotar mi cola. Me levanté tan rápido como pude, ligeramente mareado, con mi semblante dolido por el intenso frío que se expandía del cuello hacía mi cara.

—Harán falta mil ejércitos de hormigas para pararme, no seré detenido por una amenaza tan insignificante…— pensé con la sangre fluyendo violentamente, liderado por la tensión del momento.

El corredor parecía infinito y cada vez más, mis patas iban cediendo poco a poco, por culpa de las heridas que empezaban a helarse cada vez más y dificultaban mi movimiento. El corazón me latía a mil por segundo, ante el acecho de la sangre helada que poco a poco llegaba hasta él. Me agazapé más, ignorando el dolor y el impedimento, aceleré como nunca lo había hecho, empujado por mi decisión a acabar con esto, costase lo que costase. Empecé a jadear, justo cuando al final, se veía una clara luz. Eso me dio fuerzas para dar un último tirón, pero al llegar frené en seco. Era una gran caída, no había sendero más allá de este lugar, solo un gran lago de agua helada a varios metros de altura. No lo pensé ni un instante, menos aún al escuchar los pasos de las hormigas y sus mandíbulas agitándose.

Salté, arrojándome al gélido lago, sumergiéndome en él y quedándome casi aterido por su penetrante agua heladora. Nada más sentirla, fue como experimentar millares de alfileres de hielo oprimiéndome. Nadé hasta la orilla de polvo nevado y al salir, siendo acariciado por el álgido aire del lugar, jadeé dolorido. Maldije todo lo que pude, escupiendo palabrotas dracanas con tal de desahogar el sofoco de dolor que entonces me desgarraba el cuerpo. Incluso el pecho me dolía con el pálpito de mi corazón que ya comenzaba a sentir el hielo en sus entrañas, pero por suerte, la infección helada no parecía extenderse más, aunque eso no me aliviaba. Me erguí a dos patas y tomando aire grité exasperado, para acabar en un suspiro continuo.

Recobrando el aliento, escudriñé mí alrededor y toda esa furia y ese dolor, se tornaron en fascinación. No me había dado cuenta de que era lo que me rodeaba: Los cristales de hielo y los que no eran de hielo, en formas tan esplendorosas y bellas que costaba de creer ante unos ojos acostumbrados a las gemas de las profundidades oscuras. Colores fríos de toda clase que iluminaban el lugar, con cada cristal fulguroso emanando de entré la tierra gélida, como flores en un precioso jardín. Algunos perfectos como el cuarzo, otros enormes en forma de ramas talladas y algunos otros con varios dentados, todos ellos en formas precisas y detalladas. Era algo que me hipnotizaba.

Al acercarme a ellos, pude sentir vibraciones de magia. Una magia increíble, de las pocas que suele darse en los cristales. Los cristales contienen, todos y cada uno de ellos, un gran poder y de una variedad casi inconcebible, al igual que los metales. Cada uno es adecuado para una determinada acción.

Asimismo, los dracanos y los dragones poseemos una cualidad única y sobrenatural, algo de nacimiento, como lo es el aliento, que nos otorga la habilidad de canalizar y vincular la energía de los cristales a nuestro cuerpo. De esta forma podemos hacer maravillas, como la sanación.

Los cristales de este lugar expelían una magia que era acompañada de un confortante bienestar. Me aproximé a los de color verde y azules turquesa, y al posar mis garras sobre su superficie, sentí la energía resonar en ellos, y con esta cualidad drené la magia del mismo, fluyendo hebras de energía por mi cuerpo y aminorando la gravedad de mis heridas, eliminando las placas de hielo y haciéndome sentir mejor.

Siempre me ha sorprendido como cada criatura, única en sí misma, tiene vinculado a su ser una cualidad que le hace especial en el manejo de la magia. Es uno de los millares de misterios que la magia oculta, y nunca podremos descubrirlos todos, pero eso es lo que la hace especial.

Me pasé por otros dos cristales más, absorbiendo su energía para sanarme del todo. Por supuesto no pude resistir la tentación de, sin demorarme mucho, poder devorar algunas de esos gélidos cristales, los cuales eran una delicia. Aquellas criaturas que carecen de sangre dragón son incapaces de degustar el exquisito sabor de los metales y los minerales, que gozan de un sabor exquisito…En especial los zafiros y la obsidiana, ahora mismo sería capaz de mucho por un buen festín de esas.

Una vez curado, gracias a la energía de los cristales que afloraban por la caverna de hielo, proseguí hasta sus entrañas más profundas, sin que el frío me atemorizara, sin que mi espíritu se encogiera. Tras el mar de cristales y la extensión de polvo nevado, me topé con algo insólito.

Donde picos de piedra e hielo coronaban el lugar, había un gran agujero, envuelto en un viento gélido que se arremolinaba, de apenas varios metros de profundidad, en la inmensa llanura pálida. En el centro del mismo, rodeada por un singular círculo mágico, de inscripciones arcanas y runas, había una equina cubierta bajo una pálida y raída túnica con capucha, cubierta de nieve, de la que sobresalían unas orejas de poni blancas con un tono azulado. Una mendácira. Susurrando una lengua inentendible, desprendiendo un aire helador y arrodillada, frente a una puerta de piedra, en la pared de aquel agujero.

Pese a mis cautelosas pisadas en la nieve, el ligero crujido llamó la atención a aquella devota los Windigos, quebrando su concentración para lanzarme su petrificadora mirada, con esos ojos plateados, tan débiles.

— ¿Quién se atreve a adentrarse en las fauces de este helador piélago? ¿Cómo has entrado? —me preguntó, con aquella voz ronca y de imperceptible sentimiento.

Yo por mi parte, manteniendo un semblante serio, en medio de aquella depresión, traté de dirigirle la palabra.

—Vengo en nombre de tus “hermanas” A acabar con el que hurtó vuestro sagrado tesoro. —aclaré sin mostrar desprecio aparente.

Tuve tiempo de fijarme en las marcas y tatuajes celestes que le recorrían su pelaje y su rostro, en sus enclenques patas infestadas de pequeños trozos de hielo, que surgían de su piel, y en esos afilados dientes como perlas que asomaban de su boca.

— ¿No eres tú, un dracano…? ¿Cómo han dejado esas ingenuas entrar a alguien como tú? —insistió desconfiada.

—Tenemos un acuerdo… —aclaré. —…Mi búsqueda solo implica venganza, por sus depravados actos, a cambio claro de entregaros vuestra preciada estrella glacial.
La mendácira comenzó a rodearme, mientras me escudriñaba con sumo cuidado…

—Así que…buscas a Frigir, o más bien a quien adoptó ese nombre. ¿Cómo puedo fiarme de un dragón? Al fin y al cabo, los de tu calaña os degustáis por una insaciable codicia…no por odio. —expuso.

—Cree lo que quieras… —Respondí secamente. —ya se han encargado tus “amiguitas” de asegurarse de ello. Como puedes percibir…no poseo magia alguna.

—Vaya…—dijo sorprendida. —Un hechicero… ¿Qué aberrante magia usas?

— ¿! Aberrante!? Como osas…mi magia es el arte de las sombras. El ambra. Mi destreza es superior a cualquiera de vuestros trucos de tres al cuarto. —contesté furioso.

— ¡Insolente! No oses levantarme el tono…No estás en condiciones de hacerlo. Un hechicero sin magia no es rival para el farsante…—concluyó.

Negué con la cabeza.

—Soy más que un simple hechicero, no necesito magia para enfrentarme a él. —Señalé a la sombra lunar — Déjame pasar para acabar con esto de una vez.

—Si crees que te voy a dejar pasar estas…

La mendácira fue silenciada, tras quedarse absorta en mis prendas. Para ser más exactos en el brillo del Dranil que fulguraba con fuerza, quizás ante la cercana presencia del traidor.

— ¿Qué es eso? —inquirió.

Disimuladamente traté de ocultar su rojizo brillo, pero aquella asquerosa poni le había echado sus blanquecinos ojos a mi preciada joya.

— ¿El qué?

—Eso, lo que llevas en tus ropas. —insistió.

—No es de tu incumbencia…poni. —le aclaré con la mirada entrecerrada.

—Déjame verlo…y te dejaré pasar. Por favor.

Su cambiante actitud me pareció de lo más extraña. Por un lado temía que quisiera el Dranil. No estaba dispuesto a cedérselo por nada del mundo. Era mío…No obstante suponía que por un vistazo, no ocurriría nada, así que lo saqué, sostenido entre mis garras púrpura.

— ¿Qué es?

—Una reliquia familiar…no tiene ningún interés para ti, me temo. —expliqué sin quitarle ojo a su ambiciosa mirada.

—Siento un gran poder emanar de esa joya…No puede ser una reliquia familiar. —negó.

— ¿Qué va a saber una equina de las reliquias del reino dragón? No me hace falta saber que los poderes de nuestros cristales gozan de más… —dije con media sonrisa.
La mendácira también sonrió.

—Eres un dracano demasiado engreído…pero, vale, has cumplido. Dejaré que veas a Frigir. —afirmó. —Siempre que nos devuelvas la estrella glacial…

Levitando hasta el centro del círculo, dio una leve pisada en la nieve y los anillos y runas del mismo se desvanecieron como las cenizas que el viento se lleva.
Una luz brillante fulguró en la puerta, y comenzó a abrirse lentamente, saliendo de las entrañas que guardaba un viento helador de lo más paralizante. Hasta yo mismo sentí escalofríos.

—Adelante, dracano…Pero no intentes ninguna tontería.

Ni me molesté en dirigirle una sola palabra más a aquella equina, tan solo anduve recto hacia la cueva y me adentré en el gélido abrazo de esa oscuridad que guardaba un alma corrompida. Al fin, mi gran momento estaba cerca. Oh maestro, si estuvierais aquí…
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Re: La leyenda del caballero de cristal [Aventura]

Notapor agu10_play » 26 Ago 2015, 22:44

-Fin del capítulo 2-

Me gusta como se va revelando la historia, ubicándose en el Imperio de cristal más de mil años atrás, y permitiéndonos conocer un poco más los sucesos acontecidos en aquel entonces. El protagonista, muy bien armado por lo que veo, al igual que un par de personajes secundarios, cuya personalidad se siente en el escrito.

Entiendo la motivación del personaje, pero seguir a tres criminales tan peligrosos, solo, mmm... nunca es una muy buena idea, y no es algo a lo que le vea buen término. En fin, habrá que ver que sucede más adelante.

Por ahora me viene gustando bastante la historia, y apenas tenga tiempo la continuaré. ¡Hasta la vista, y gracias por escribir!
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Re: La leyenda del caballero de cristal [Aventura]

Notapor Angelus-Y » 23 Oct 2015, 19:59

Por si a alguien le interesa. Gracias como siempre de antemano.

Spoiler:
Capítulo 10: Pesadilla.

Cada peldaño rocoso que bajaba, recubierto en hielo, me hacía sentir más cerca la esencia de Frigir. Suponía que era suya, ya que debía estar aislado. Esa sucia rata traidora al fin recibiría su merecido, y yo, obtendría por fin lo que he venido a buscar. El poder de devorar el odio.

Cada pisada mía, hacia resonar el suelo con un crujido, y cuanto más descendía, más denso era el frio que me rodeaba. Era molesto notar como no podía mover bien mi cuerpo, como si un muro de hielo lo envolviera, por no mencionar el molesto dolor de cabeza que me estaba entrando.

El helador viento venia de las profundidades, resonando como un susurro fantasmal y agitando con ligereza las prendas oscuras que portaba. Me abracé, tratando de menguar los escalofríos inútilmente. Cada vez el Dranil vibraba con mayor vigor, estaba muy, muy cerca.

Una luz se asomaba al final de las escaleras, de donde provenía aquel viento frígido. Pasando del último peldaño a la entrada, lo primero que pude observar era un suelo de hielo liso y plano, como si lo hubieran pulido. Me sorprendí ante tal maravilla visual, pues jamás vi hielo de esa forma. Las paredes eran completamente irregulares, rocosas y con cristales de hielo afilados, asomándose entre las grietas de las rocas y con un poco de nieve posada en ellas. Era un salón, hermoso, había que decirlo y el centro estaba adornado con columnas de piedra, algunas derruidas, que circundaban lo que buscaba. Al fijarme en ello, entrecerré los ojos y mi corazón comenzó a palpitar nervioso.
Lo que vi fue una estatua de hielo, con forma de corcel y una expresión en su rostro de pura furia. Sin duda era a quien buscaba…Frigir, el traidor.

Los cristales helados desprendían de forma misteriosa una tenue luz que alumbraba el lugar, lo necesario para poder moverme sin demasiado problema. Estire mi garra a la espalda, para blandir la guadaña y acabar de una vez por todas. Frigir andaba no solo sellado en la estructura helada, sino que se hallaba fijado por múltiples cadenas al suelo, mediante anclajes ya bastante viejos. No obstante, las cadenas emanaban cierta magia, seguramente no solo lo oprimían física, sino espiritualmente.

La vibración del Dranil era continua. Me aproximé a la estatua de hielo… Con mirada decidida y armado de valor, ansioso de poder desatar el poder del tesoro de mi tribu. Pero cuando alzaba la guadaña lista para segar su espíritu, algo me detuvo, su voz…

—Habéis vuelto… —declaró con un tono esperanzado —Por fin. Oh, brujo oscuro, perdonadme. He sido un iluso. Mi odio ha sido mi perdición. Estaba ciego, ahora me doy cuenta de cuan vacía ha sido mi existencia, mi vida, ha sido un fracaso. —confesaba entre sollozos.

Apreté mis dientes, pero mi pulso temblaba. Era una voz profunda, fría como la de las Mendáciras, pero aun así, a diferencia de ellas, sentía esa pena y tristeza…

—Asquerosa rata… ¿De qué habláis?

—Me lo advertisteis. Ahora, el poni al que odiaba y todos sus seres queridos han pasado a mejor vida, ¿Por qué he sido condenado de esta forma? No es justo…no es justo. La sombra que siempre sentí, ya no existe. Y aquí estoy, torturado sin piedad por esas brujas heladas e ignorantes.

—Sucia rata… ¿Por qué robasteis la estrella y traicionasteis a mi maestro…?

Sin ningún atisbo de duda él me contestó, con temblor en su voz.

—S-sí, yo robe la estrella y con mi magia la fundí en mi espíritu, para obtener el poder de destruirle, por cuanto le odiaba…Maldito Starswirl, siempre ese idiota…
Mantuve un semblante extrañado. Él estaba muy asustado, sin saber qué hacer y desesperado por la muerte. Tal fue mi extrañeza, que le hablé por instantes más. Me esperaba un poderoso corcel ascendido, corrompido por el frío, pero la voz que resonaba en la estatua, de aquel a quien debía asesinar, juro por Ambras que realmente me confundía.

Mis palabras desencadenaron su llanto, era patético. Me esperaba un desafío, no este desecho encogido. Después respondió a mi segunda pregunta.

— ¿De qué habláis? —dijo asustado y ahogado en amargura. —Dijisteis que algún día vendríais, que me liberaríais de mi sufrimiento. Ya pagué mi crimen de traición contra vos… ¿Cuánto más debo soportar ante la tortura de esas asquerosas? ¿Es que acaso no se me permitía odiar? ¿No recordáis? Me ayudasteis para que matara a la furcia de Cloe la lista, y a ese estúpido brujo de Starswhirl…Pero, ya, no queda nada a lo que pueda odiar…no encuentro mayor sentido a mi vida.
Esos nombres me resultaron de lo más familiar. Recordé que el aludido Starswhirl era un arrogante mago, sirviente de esa asquerosa… Y Cloe era su más fiel aprendiz. Lo que no entendía era la relación.

Las Mendaciras me advirtieron de él, pero conozco muchas artimañas y eso no me sonaba a una de ellas. Realmente notaba desesperación.
—Ojala más allá de la muerte haya algo más, me arrepiento de todo. El odio, fue mi perdición, no lo supe usar bien. —dio una lánguida exhalación. — Tomad la estrella, lo que sea por liberarme de la tortura de esas mundanas ponis de hielo…Estoy cansado, los ojos me pesan, solo quiero descansar…
Me cansaban sus palabras, sentía confusión…Con sendas garras cogí con fuerza el mango de la Sombra Lunar y la alcé, preparado para dar el tajo, que segaría su alma y haría
aparecer la estrella.

—Te voy a contar un secreto…Mas allá de la vida, no hay nada, para los traidores. —sonreí y finalmente, con todas mis fuerzas, ejecuté el golpe de gracia. La hoja oscura de la guadaña atravesó la estatua de hielo, como si tan solo fuera una ilusión y mientras esto ocurría, era capaz de escuchar como el alma de Frigir era desgarrada. Escuché su grito, envuelto en agonía y como toda la energía que poseía, ya reducida debido al confinamiento y la tortura de las Mendáciras, se escapaba como el aire, en forma de una corriente ascendente de magia.

—Al fin madre, por fin me reuniré con vos. —resonó en forma de eco.

Al terminar al tajo, la estatua se quebró, y las cadenas que la sujetaban se deshicieron en polvo nevado. Una tenue luz apareció entre los helados escombros de la estatua, una piedra en forma de estrella. Finalmente la estrella glacial, tomó su forma material, una vez fue desprendida de las entrañas espirituales de ese equino malnacido. Aunque, sigo confundido, de a quien se refería. ¿Podría ser…mi maestro? ¿Pero cómo?

En aquel instante no me importó nada, ya que el brillo de la Estrella Glacial y su poder, me atraían. El Dranil ardía con intensidad entre mis ropas, así que lo saqué y no tuve que hacer nada, tan solo la esfera roja pura, levitó hacia la estrella. Lo siguiente que vi, era como ese cristal de forma estelar era quebrado y hecho polvo, para luego ese mismo, ser asimilado por el Dranil, absorbiéndolo.

—El poder de devorar el odio…Ahora, mi sangre será la portadora del Dranil. ¡Por fin tendré… MI VENGANZA contra CELESTIA!
En mi momento de gloria, algo me perturbó…Escuché una risotada, grave y profunda, corrompida por la oscuridad. Sentía una gran presión acechándome, un poder creciente…

“Joven dragón, al fin has superado mis expectativas. La oscuridad se cierne, la noche se alza. Por fin puedo despertar, tras años de profundo sueño”
Agarré el Dranil entre mis garras, y al hacerlo, sentí un súbito poder recorriéndome y empoderando mi cuerpo y espíritu, era inmenso… El Dranil emana un fulgor tan intenso que tan solo podía cerrar los ojos, vibraba con tal fuerza que se me escurría de entre las garras.

—Este poder…Yo, no…puedo, contro…larlo. Es…—gruñí, víctima de un poder que escapaba mi imaginación. Era mucho más de lo que jamás mi madre o mi maestro me habían relatado. —No, no puedo… —me negaba con un tono contagiado de amargura y agobio. Lo siguiente que ocurrió, fue que rugí con fuerza, para desatar el dolor que comenzaba a sentir, producto de tan inimaginable poder. Hebras oscuras en forma de rayos se desprendían de la esfera sangrienta, mellando rocas y rompiendo cristales, escuchaba voces tenebrosas, frígidas y gritos. Las garras me ardían, me quemaban, pero…no podía soltar el cristal, no podía. Por un breve instante abrí mis ojos anaranjados de fuego, y en medio del fulgor rojizo, en el Dranil, veía una afilada pupila mirándome… Mis ojos y mi mente fueron atraídos hacia esa mirada, que se asemejaba a un profundo abismo, el cual comenzaba a mirar dentro de mí.

“Tú, dragón de las sombras, tu sino…ha sido sellado”

La pupila que me acechaba se ensanchó y por arte de magia, mi mente se quedó en blanco y las pupilas me pesaban, el dolor se tornaba en cansancio. Mis ojos se cerraron y después de eso…Todo era oscuridad.

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Un dracano fue envuelto por la oscuridad. El ojo de nuestro señor le trasladó a tierras de pesadilla. Un lugar cerca de la Oquedad y lejos del mundo iluminado. Hay lugares que yacen más allá de lo que es alumbrado por el sol, y, asimismo privados de la luz lunar. Donde el tiempo, el espacio y las leyes, son solo suposiciones. Construidos a través de la consciencia y la subconsciencia. Quizás en esos reinos, ocultos de la realidad, es donde aflora la oscuridad. ¿No es en el sueño donde yacen las pesadillas?

El corazón de Draco, su ferviente sangre y su férrea voluntad, fue de atractivo por el Dranil. Antaño fue algo más que un simple cristal. Se sumergió en un profundo sueño, y ahora, hay sangre fresca que le ha despertado.

¿Por qué tuvo que afrontar tantas adversidades? ¿Acaso años de entrenamiento, dolor y constancia no han demostrado ser suficiente? No, para el Dranil no, ni tampoco para ninguno de nosotros.

De unas profundidades heladoras, ahora, el cuerpo del dragón se ha traspasado a un abismo, de los miles que se sostuvieron antaño y que perduran ocultos, conectados por canales a los diferentes reinos de la existencia.

Ahora yace inconsciente, rodeado de una niebla lóbrega, de negrura absoluta. No se escucha un alma, ni tan siquiera la débil respiración de aquel dracano, imperceptible. El tiempo en aquellos abismos es solo una mera ilusión, pues la oscuridad no conoce la prisa ni la tardanza, ya que los hilos del tiempo que agarran cada pizca nuestro ser, se difuminan entre el abismo y los planos que hay más allá.

El sueño termina y los ojos ígneos de Draco, brillan en la absoluta oscuridad. Respira profundamente, pero no es aire lo que inhala, no obstante la sensación es similar. Se siente nervioso, agitado, pues no conoce su situación y por mucho que divisa el profundo abismo, no ve luz ni guía ninguna. Sus agudos oídos tan solo perciben el pálpito de su corazón. Hace frio, pero al mismo tiempo hay calidez. Ni siquiera puede saber si está flotando o pisa suelo firme.
Su maestro, durante mucho tiempo, le habló de las maravillas que se extienden en la oscuridad, entre ellas, estos abismos, donde los ojos no alcanzan a ver. Solo los ojos más selectos, pueden ver en la oscuridad.

Tras aquel recuerdo de las enseñanzas que recibió, pudo sentir en aquel abismo, una vez tranquilizó su cuerpo, esa esencia tan singular, que cuando entrenaba en las profundidades de su tierra, Shul Kalag, pudo apreciar. Donde yacía, esa esencia cobraba vida, y el la notaba en su carne y en la sangre. Según su crianza, el ambra abundaba allí y posiblemente no pudiera vincularse a esa oscuridad, pues recordó que las brujas de hielo, las Mendáciras, le habían arrebatado su capacidad mágica. Cuando ejerció el primer intento, ya pudo sentir la oscuridad como le acariciaba y esperaba ser domada por sus artes oscuras. El encantamiento que le sellaba fue quebrado.
Cerró sus ojos afilados y se dejó abrazar por las fauces del abismo, interaccionando con cada hebra negruzca y concentrando su mente a sus ojos, para que, tal y como le enseñó el maestro, sus ojos se alinearan y viera a través de la espesa niebla negra.

La oscuridad susurraba, el dracano inspiraba hondamente y abrió sus ojos de par en par. El manto lóbrego que ocultaba la faz de aquel abismo se había desvanecido. Sus ojos veían. Miró de un lado, hacia otro. Las tinieblas habían cobrado forma y las entrañas de una cueva rodeaban a Draco. Cristales infestaban los alrededores, algunos negros como el tizón, otros gozaban de colores fríos como purpura y noche, llenos de magia. El suelo encharcado y las estalagmitas y estalactitas eran inmensas.
“Esta oscuridad…” susurró, alzando los brazos y dejándose impregnar de la esencia que reinaba. “Tan pura, debe ser de Ambras. No hay duda. Este es el camino…”
Quiso degustar con plenitud el “aire” que abundaba allí una vez más. Emprendió su marcha por esas profundidades. El goteo del agua por las estalactitas rompía el silencio, y los pasos del dragón, fueron guiados por su instinto. Él sabía hacia dónde ir, más y más y más profundo.

En su descenso hacia el fin del abismo, a la pesadilla, escuchó una voz. Una voz distorsionada por el poder de la oscuridad, similar a la de un anciano.
“Estoy impresionado. Pocos carnales se adentran en la oscuridad con tanta seguridad y logran ver más allá.”

El dracano paró en seco al escuchar esa voz. Había algo que le resultaba familiar en ella, pero no lograba discernir el que.

“¿Quién habla? ¿Un sirviente de Ambras? ¿O un habitante de este abismo?”

El extraño, rio entre dientes.

“Ambras…La deidad que tanto adoras. El portador de la noche y padre de todas las sombras. Podría decirse que sí, que soy un sirviente suyo. ¿No me reconoces Draco? Aquel cristal rojo que por todo este tiempo ha esperado a que tú, me despertaras.”


En seguida se vino a su mente la identidad de quien le hablaba. El Dranil…

“¿Cómo?” se preguntaba, sorprendido de los acontecimientos.

Repentinamente un destello carmesí alumbró toda la profundidad. Los ojos de Draco quedaron deslumbrados y mientras era incapaz de dirigir de vista, su corazón se estremecía, así como su carne, pues un poder oscuro, inmenso y concentrado se había presentado ante el carnal dragón.
El brillo se atenuó y Draco, hijo de Umbra presenció al Dranil, que por tanto tiempo había portado, con extremidades hechas de las más heladoras tinieblas, acabadas en
garras y dos patas afiladas cual arácnido.

“Tu…” musitó con los ojos abiertos por completo, y la boca abierta, experimentando una sensación de pureza y jubilo. “Este calor…ya lo he sentido. Eras tú. Quiero decir…vos.”

Las garras de oscuridad del Dranil se aproximaron al rostro de Draco y le acarició como su fiel mascota. Solo el hecho de tocarle hizo que los ecos de las puras tinieblas recorrieran la sangre límpida de aquel dracano, de escamas púrpuras.

“Draco, ha llegado el momento… Oh, conquistador de adversidades. He esperado por mucho sangre digna, y mente ansiosa de conocer y de deseo.”

Ni un atisbo de duda detuvo al dracano de arrodillarse como bien hacia a sus ancianos venerados y celebrados hechiceros. El Dranil, en cuyo rojizo cristal, dibujo una pupila en forma de estrella de cuatro puntas, escudriñó con exhaustividad al ambrante.

“Dime, joven dragón, ¿Qué es lo que deseas?”

“Quiero, venganza, justicia y conocimiento. Deseo que Celestia sufra durante el resto de su vida, quiero que los pegasos, que robaron el cáliz del santuario del rey, paguen por sus crímenes, aunque sea a través de sus descendientes y quiero que el reino de Draconia reciba el respeto que merece. He luchado mucho, por los míos y por hacer que mis
antecesores descansen en paz…” declaró, dolido y estremecido.

“Deseos ambiciosos. Pero sin embargo, en tus actos, presiento que hay no solo desprecio, sino amor…”
Esas últimas palabras hicieron que Draco pudiera sentirse avergonzado, pero el ente oscuro, prosiguió.

“El amor es una ilusión, sin embargo, es necesario para ver en la oscuridad. Así como el odio, la ambición y el deseo de ayudar. El poder de despertar esa ilusión que nos ayuda a seguir luchando y el poder de devorar ese retorcido odio, para asimilar la furia y desatar nuestro autentico potencial.” Declaraba la oscura entidad, con los brazos alzados, en medio de aquella cueva. “¿Sabes? Tu madre fue la primera en tocarme, cuando caí dormido profundamente. Tan noble e idealista, orgullosa y ferviente. Hasta que esa alicornio, hereje e impura decidió a acabar con ella…”

Draco rememoró aquel angustioso y triste momento, en que la vida de su madre había desaparecido y la de su hermano pendía de un hilo. Solo surgían llamas en el corazón
del escamado, quien se agarró el pecho, con la mandíbula apretada y temblando, del odio que sentía hacia ella, a Celestia.

“Lo peor, es que, yo no odio a los ponis por su aspecto, por ser diferentes…Sino por lo fríos, arrogantes y depravados que fueron. Ellos, ni una sola vez, ni una fueron castigados por sus crímenes. Y toda mi raza fue castigada con la muerte y la enfermedad. ¿Acaso es eso justo?”

El Dranil sonreía por dentro.

“¿Siempre son así verdad? Los ponis creen que por tener a una diosa de su lado, son capaces de cometer atrocidades. Son culpables de sus crímenes. Además, ya lo sabrás, pero son criaturas ignorantes y débiles, que temen a la oscuridad. Todo aquello que ausenta la luz solar, es temido por tan volubles criaturas”
Sin apartar la mirada del suelo, el dracano asintió, coincidiendo en cada palabra de aquel ente.

“Yo, estoy dispuesto a lo que sea…Además. Mis, je, compañeros, esperan grandes cosas de mi. Y mi voluntad no cederá por férrea que sea la adversidad.”
La risa, oculta entre dientes del Dranil, alarmó al dragón, sin saber a qué venía tan jocosa actitud.

“Tu padre decía esas palabras también…Eres la viva imagen de ambos Draco. No naciste con grandeza, ni nadie te la ha dado. Solo has aprendido y has jugado tu papel de forma extraordinaria. No obstante…Aun te queda un cometido. Necesito pruebas sólidas de que eres el adecuado portador de mi poder.”
Suspiró, abrumado por tener que afrontar una adversidad más, pero el recuerdo de lo que estaba en juego y de las vidas de su raza que ayudaría, le hicieron asentir sin mayor demora, en especial cuando en su mente vino la imagen de aquella dracana de escamas rosadas…

“Lo haré, haré lo que sea.”

El cristal rojizo se apartó y señaló hacia las mayores profundidades del lugar donde se encontraban. “Desciende a las fauces de la oscuridad y sumérgete en el recuerdo de un rey…Uno de los reinos separados del plano carnal. Allí, encuéntrame. Y el ritual será absoluto. No temas en destruir aquello que se interponga en tu camino…” Y con tales palabras un agujero en el suelo, conformado de sombras negras, fue la salida a un objeto que el dragón de vientre plateado reconoció de inmediato.

“La sombra lunar…”

Si, la guadaña de su madre, bendecida con el poder de las sombras y la raza arcana yacía flotando ante él, habiendo nacido desde las sombras. Contemplativo se acercó y la tomó entre sus garras.

“Espero que nos encontremos pronto, Draco… “

Un brillo carmesí hizo desaparecer el rastro del Dranil y que todo fuera completo silencio una vez más. Miró al frente, cara a la negrura y se aventuró con la llama de su valor avivada, dispuesto hasta de alcanzar las más absolutas tinieblas.

La pesadilla comenzaba.

Pero mientras Draco se adentraba en aquel insólito lugar, el resto de sus comandantes preparaban todo para su marcha.
Un fragmento del ejercito de los caballeros ceniza, defensores del rey, partieron hacia la fortaleza para reunirse con sus semejantes. Parten por las llanuras, rumbo al noroeste, al unísono como un ejército, alzando sus lanzas de hierro carbonizado y portando vainas que guardan espadas incandescentes, sedientas de sangre.
Las tribus de la niebla, el agua, el pantano y la montaña reúnen a sus hechiceros y guerreros selectos para que aquellos que en su corazón resida el deseo de servir a la causa, abandonen sus tierras.

Pocos son los dragones mayores que se unen y los jinetes de Wyvern van con sus monturas a reunirse para el gran momento…

Aclamad la pesadilla, aclamad la noche, mortal, aclama la oscuridad.
Última edición por Angelus-Y el 24 Oct 2015, 12:25, editado 1 vez en total
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Re: La leyenda del caballero de cristal [Aventura]

Notapor agustin47 » 23 Oct 2015, 22:29

Pensaba que nunca llegarías a publicar un nuevo capítulo... lo llevaba esperando meses. Me encanta como siempre, eres un crack
Los milagros no son gratuitos.

La ignorancia a veces puede significar felicidad, y en este caso, la nuestra resulta ser una verdadera bendición.


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Re: La leyenda del caballero de cristal [Aventura]

Notapor horwaith » 23 Oct 2015, 23:09

Menudos capítulos, sobretodo este ultimo, realmente bueno. Me va gustando como haces que Draco se enfrente a dificultades crecientes pero a la vez le das una oportunidad contra ellas.
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Re: La leyenda del caballero de cristal [Aventura]

Notapor Angelus-Y » 31 Oct 2015, 02:24

Nota de autor: Gracias por los comentarios, de verdad...no sabeis lo mucho que los aprecio, no estan viniendo buenos dias. Gracias... Si alguien quiere leer, aqui bueno, traigo la siguiente parte. Me gustaria saber si, esta mejor de esta forma, ya que he hecho cambios y no se si funcionaran. Gracias.

Spoiler:
Capítulo 11: Abismo, recuerdo, pesadilla…

Un recuerdo cae en el abismo, y allí, envuelto en una insondable oscuridad, es transformado en una pesadilla.

Las entrañas de las profundidades se retorcían, y Draco, con la Sombra Lunar en su espalda, se adentraba en la opaca espesura, sintiendo los ecos oscuros sumergirse más y más en su espíritu.

“Esperadme, Deathly, Blackfire, Skillclaw, Bolt, Scaleless…ya voy.” Musitaba, sabiendo que nadie le escuchaba.

La cueva parecía interminable, pero no cabía duda en que el ambiente se hacía más denso y el frio más palpable, tal y como la sensación de pura soledad que embriaga el cuerpo escamoso de aquel carnal. Como si la oscuridad le apartara de todo lo que conocía y amaba, como si algo le dijera, que sería un viaje sin retorno…

Su cráneo se sentía presionado, pues parecía notar como si su cerebro creciera y le provocaba una aguda jaqueca. Algo común en él, pero esta vez era diferente. Su mente se llenaba de ideas y conceptos extraños. Y aunque siseaba del dolor, se repetía asimismo… “No voy a caer”
Paró un instante, a respirar y tratar de calmar el dolor de su cabeza. Respiraba agitado y se masajeaba la sien con razón de menguar la desagradable sensación, y por suerte, tras un momento, lo consiguió. Reanudó la marcha y algo le llamó la atención.
Todo su alrededor, hasta los cristales, se veía envuelto en una maraña de zarzas muy afiladas y de un curioso color azul marino, que sin duda llevaban plasmadas una lóbrega esencia, pero que aun así, difería de la negrura de aquel abismo.

“Esta aura…es…más pura” declaró el dragón de vientre plateado, contemplativo de las zarzas que llegaban a moverse y retorcerse por el sendero que debía recorrer. Avanzó con cuidado, manteniendo en alerta sus instintos, hasta el punto en que halló otra cueva dentro de las profundidades. De estas fauces que ante él se presentaban, emergían decenas de gruesas zarzas que luego caían hacia al abismo, perdiéndose…
Tomó aire profundamente y anduvo con decisión, aunque con un escalofrío que recorría su espalda. Intentó no tocar aquellas enredaderas de energía oscura y ya dentro de ese recóndito lugar, los ecos oscuros eran más intensos, lo que hacía que su cabeza volviera a estallar de dolor. No pudo evitar soltar un rugido dolido.

“!Maldita sea!” exclamó con agitada respiración, sintiendo su cabeza expandirse. Las zarzas intentaron enrollar sus patas. “!Soltadme!” desenvainó la oscura hoja de la guadaña y cortó con rabia, causada por el dolor, las zarzas y se adentró a toda prisa a las entrañas de esa cueva.
El dolor volvió a disiparse, y por fin pudo sentirse aliviado de nuevo, fatigado…

Llegó el final del camino. Draco discernió decenas de cristales oscuros que emanaban de las estrechas paredes del lugar y montones de agujeros, que daban nacimiento a las zarzas del lugar. Pero al fondo, embriagado por finas y pequeñas enredaderas, había un yelmo.

Dejado allí, en medio del abismo, como el cráneo plateado de un dragón real de abundante cornamenta. La plata era vieja y desprendía un olor nostálgico, algo que llamó el instinto del dragón. Dicha coraza craneal tenía en la sien un cuerno diferente, hecho de cristal, pero que gozaba de un color negruzco y que no parecía tener nada de especial.

“Que extraño… Me resulta familiar este yelmo. Siento, calor…es, relajante.” Sus garras se atrevieron a tocar el objeto y al hacerlo, el cristal cuerno del mismo resplandeció como el brillo de una estrella celeste. Una magia cálida rodeó al dracano, los oscuros espinos se deshicieron y la consciencia del dragón parecía estar traspasándose. Los ojos se le hacían pesados y cayó presa de un sueño.

El yelmo que yacía ahí, perteneció a alguien en la antigüedad y tan solo es una representación del abismo, así como las zarzas que aparecieron, pues el abismo, como los miles que yacen fuera del mundo real, se conforman no solo de oscuridad, sino del recuerdo y el símbolo de aquellos que en su día, lo atravesaron cuando tan solo era niebla oscura. Aunque los propios recuerdos, así como los sueños y las pesadillas, cobran vida en estos reinos donde la oscuridad es emperatriz.

Las púas del dragón se movían lentamente, cuando sus ojos comenzaron a ser conscientes de su alrededor. Ahora la cueva había cambiado, sin duda era más terrorífica. Las paredes del lugar eran infestadas de cráneos de extrañas criaturas y había esculturas rocosas que aunque deformes, parecían representar serpientes.

“¿Qué ha pasado?” se dio la vuelta cuando se había percatado del yelmo que había tocado, ahora destrozado, hecho trizas y aún más viejo. “¿Será esta la pesadilla?” Se agarró la cabeza, sintiendo la desagradable sensación “Madre…dame fuerzas. Padre, dame valor…No sé dónde me estoy metiendo, pero espero que Ambras quiera este camino. Esta oscuridad, aun pura, presiento algo raro en ella…”

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Yelmo de dragón real: Extraño yelmo que representa la cabeza de un dragón real, con cuernos que emanan hacia atrás rectos. Por alguna razón se parecen a los cuernos de cierto dragón que viajaba en el abismo. En la sien del yelmo emerge un cuerno de cristal negro que no parece tener nada de especial. Tiene orificios para los ojos y el material del que está hecho es una plata muy selecta, similar a la Teniblina. La plata se usa por muchos para contactar con la oscuridad… Fue construido con un propósito mayor que simple protección o estética

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Dejo atrás aquella cueva, y con ella, el viejo yelmo, ahora quebrado. Por la salida, ahora visible a la claridad de la noche, entraba fresco. Decidió salir y mirar…

Jamás pensó en ver más allá de las tinieblas. Su corazón de dragón, tan férreo como la voluntad que le impulsaba, solo le comandaba acabar lo que había venido a hacer, para así, cumplir su sino, forjado desde las negras profundidades de su hogar, en Shul-Kalag.

La luz lunar, blanca y pura, iluminaba el suelo de piedra grisácea, que se asomaba de las negras fauces de esa cueva, en la que el dracano había despertado desde el abismo. Rocas talladas con forma de serpiente, infestaban su nuevo alrededor, serpientes con la boca abierta y asomando sus colmillos afilados y esbozando ojos de pura furia. Una alfombra de niebla translúcida arropaba la superficie que las poderosas patas de Draco pisaban en aquel instante.

Caminó, siendo bañado por la pálida luz de la luna, que deslumbraba llena, en un manto nocturno carente de estrellas. Discernió a los lados, que se encontraba en una especie de montaña, que se alzaba sobre las nubes dejando tras de sí un mar brumoso. Otras montañas se alzaban sobre esa espesura, y en la más lejana que pudo que apreciar, había una inmensa estructura…quizás un castillo, o una fortaleza, eso no era de incumbencia del dragón, pues si el sendero de la oscuridad le había guiado allí, entonces no cabía duda que allí debía estar.

La única senda que tomó, ligeramente escarpada, decorada con oscuros cristales como los que encontró en el abismo y algunas flores de pétalos blancos y tallo corto, que desprendían un aroma agradable, envolvente... Las piedras y rocas que plagaban la subida del terreno, gozaban de color grisáceo oscuro, y en su faz, cabezas de aterradores reptiles yacían talladas con increíble cuidado. Parecían estar vivas, y mirar con desprecio al recién llegado. Espadas, escudos y partes de armaduras plateadas, descansaban en las piedras, corroídas por el tiempo y con impregnaciones negras como las plumas de un cuervo. Atacado por la curiosidad, cogió una de las espadas, un olor venía a él, muy familiar…Olisqueó el filo, de un extremo a otro, y a su mente le vino el característico aroma de la Teniblina de su tribu, pero aun así, se percató de, cierta diferencia, aunque no sabría describirlo. El vaho que exhalaba comenzaba a helarse, haciéndose el frío palpable y el graznido de un pájaro, ensombrecido en la lejanía, quebraba el silencio junto con el susurro del viento fresco atravesando ese extraño bastión.

“Vaya…es increíble”

La luna, radiante y reina del cielo, se hallaba justo por encima de lo que a primera vista, podría ser una especie de catedral. Yacía algo lejos, subiendo un poco más el empinado terreno y coronando la montaña. Se podían apreciar aquellas ventanas enormes, estrechas y largas, con vidrieras hermosas, sobre todo la que se hallaba en el centro, plasmada en la delantera de aquella estructura, con estatuas de cobras, hechas con plata, a sendos lados cuales gárgolas. En los vértices de la estructura se alzaban puntas como los picos de las torres de los grandes castillos. La fachada era lisa, grisácea y construida por piedra seguramente a los ojos del dragón. Las tejas del tejado eran azules y una cúpula enorme coronaba el edificio, sería normal, de no ser por el inmenso cristal oscuro afilado que emergía de la semiesfera e irradiaba al cielo un haz rojizo, que se perdía entre la noche.
Dejando las contemplaciones a un lado, el dracano de vientre plateado se encaminó hacia allí. Después de todo, en el páramo que circundaba por él no había lugar que destacar.

Pronto hizo contacto con unas escaleras de piedra, perfectamente lisas y cuyos peldaños llevaban directamente a la entrada del lugar de destino. Sin embargo, en la subida, la criatura carnal, de sangre de dragón, se percató de una presencia que se aproximaba a él. Sus ojos, de brillo ígneo vieron con claridad la criatura que se acercaba.

Un capullo de flor, carente de tallo y de pétalos negros y, aunque curioso, era repugnante ver como había ojos vivos incrustados en la cara externa de aquellas flores, que se arrastraban por el suelo mediante sus raíces, infestadas de espinas.

Agarró con decisión la guadaña, empuñándola con ambas garras y agudizando su instinto para lo peor. La flor pasó cerca suya sin hacer nada… Parecía que ni tan siquiera se había percatado de su presencia. Y aunque fue de extrañar, el dragón de escamas purpureas decidió hacer lo mismo e ignorar a esa y a las otras criaturas que se retorcían por las escaleras, todas de la misma clase.

Se acercaba ya al portón principal, de madera oscura barnizada y reforzada con hierro. Dos árboles, raquíticos y retorcidos estaban plantados a los lados del último escalón, ya oculto de la luz lunar. Ahora el dragón estaba en una plaza, de mármol plateado y decorado con grandes estatuas. Tres de ellas, decoraban el lugar, formando un triángulo de gran área. Una de ellas, representaba a un gran dragón, majestuoso y de pose exaltada. La segunda que observó era la de una araña. La última, la más aterradora, era una cobra gigante, con sus fauces abiertas de par en par y con su lengua bífida sacada.

El suelo estaba encubierto por una niebla baja, y todo se volvió más oscuro. Draco se extrañó y miró al cielo, se acercaba una tormenta. En cuestión de segundos el cielo se había cubierto de negros nubarrones y la luna había sido oculta. Truenos resonaban desde la lejanía, rayos alumbraban la oscuridad y uno, que hizo a Draco sobresaltarse, cayó justo en el umbral del gran portón, haciendo nacer un inmenso cristal de afiladas puntas que impedía el acceso al interior.

“¿Y ahora que pasa?” musitaba, expectante…

En medio de la lluvia, surgieron de la nada dos figuras. Cubiertas de una radiante armadura de plata. Yelmos de lobo ocupaban la cabeza, ajustado torso y guanteletes acabados en garras. Una capa azul de seda cae por sus espaldas y portan espada y escudo sujetos por sus garras.

“Fuera…el rey lo ordena…” dijo uno con andar alicaído.

“Serpientes…serpientes por todos lados…” recitaba el de al lado con la mirada perdida.

“Apartaos de mi camino” Draco alzaba la voz, valeroso y sin temor contra esos caballeros.

Uno de los acorazados plateados, mientras desprendía una sonora exhalación, se arrojó con la espada alzada, dispuesto a cortar en dos al dracano de su misma altura. Draco vio el predecible movimiento y lo eludió con cierta facilidad, contratacando con la hoja de su guadaña, que apuntaba al costado desprotegido del caballero. Sin embargo, para su sorpresa, el caballero le propinó una fuerte patada que le desestabilizó y apartó del camino. Al dragón le sorprendió la fuerza de sus extremidades, asi que, con la mirada aguda corrió hacia el, manteniendo su guadaña a metro de altura y en horizontal, con intención de atravesar la carne de aquella criatura acorazada.

“Serpientes…pronto el ritual será completo…” intervino con esas palabras al tiempo que con presteza, giró su escudo hacia donde la hoja oscura del dragón se encaminaba para ensartarle. Saltaron las chispas y el dragón, audaz y bien entrenado, aprovechó la ocasión y usó su cola para barrer las piernas del caballero.

Sin duda sirvió para que se desestabilizara, cayendo hacia delante con el escudo y la espada, arrodillado e indefenso. Aunque cuando el dragón alzó con rapidez la Sombra Lunar y la precipitó contra su enemigo, el impacto fue detenido por el escudo del segundo guerrero, quien logró apartar a su camarada antes de ser segado.

“Fuera….maldita bestia.” Musitó el que detuvo el golpe, agarrando con firmeza su espada recta plateada y ejecutando una firme estocada que hirió el costado de Draco. Rugió dolorido, aunque por suerte fue una herida superficial y no demasiado grave.

La lluvia hizo escurrir el brote de sangre de su herida, le sorprendio que esas hojas atravesaran las escamas con facilidad. No obstante no sintió intimidación por sus adversarios.

“He atravesado muchas adversidades para llegar hasta aquí y no me vais a detener.” Declaró con una expresión seria, aunque esbozando una mueca de dolor.

Los caballeros de yelmo de lobo, empezaron a rodear, empapados por el chaparrón, al dracano, con el escudo al frente y su espada por detrás lista para ser blandida en este asalto. Uno de ellos se arrojó con bravura soltando una especie de rugido, con la espada hacia atrás para propinar una estocada. Al estar a escasos metros de su “presa” sus piernas fueron encerradas en una prisión de hielo, creada mediante el aliento de Draco, impidiendo su movimiento. No obstante el segundo caballero no se demoró aun viendo a su camarada atrapado y cargó su espada para soltar un tajo horizontal y rajar la tripa del dragón.

“Predecible…como no.” Murmuró Draco, concentrado.

Se agachó rápidamente, rozando la hoja por muy poco los cuernos de su cabeza e inmediatamente agarró el brazo del guerrero, que tenia la espada, con su cola, impidiendo que pudiera usarla, pero aun asi, su enemigo reaccionó golpeándole el rostro con el escudo y haciéndole soltar un gruñido. Insistió propinando otro golpe con el escudo y el brazo del dracano detuvo su acometida, cual escudo. Ahora el costado derecho de su oponente yacía desprotegido, asi que con su garra izquierda y con todas sus fuerzas las hincó en su armadura como afiladas cuchillas y fue penetrándola poco a poco, haciendo sangrar a su oponente.

“!Y ahora muere!” Soltó un rugido de furia, y cuando sus garras ya atravesaron la carne, las cerró con fuerza y tiró, arrancándola con violencia y haciendo brotar la sangre de allí.

“Mi rey…”

El caballero cayó al suelo, desangrándose de la herida. Intentaba levantarse, pero solo podía jadear, sintiendo que su corazón se detenía… Draco desvió su mirada hacia el otro caballero, que permanecía estático, sin tan siquiera moverse, con su escudo y espada, caídos en el suelo.

“¿Te das ya por vencido?” sonrió el dracano con su arma alzada, como el mensajero de la muerte.

Llovía con furia y varios rayos cayeron cerca de la supuesta catedral. El hijo de Umbra quedó paralizado, al ver como la armadura del aprisionado caballero se iba resquebrajando poco a poco, como el cascarón de un huevo y también al observar, como algo en su interior se retorcía con vehemencia.
No dudo un instante más y dio un poderoso tajo inclinado al caballero, cortando su armadura y haciendo emanar un chorro de sangre. Cayó al suelo, pareciendo ser signo de victoria, pero el dragón, entrecerrando sus ojos de fuego, se había percatado de que la presencia que tomaba posesión de aquel cuerpo, no había cedido.

“Por Ambras…qué diablos…” susurró entre la tormenta, anonadado por lo que estaba aconteciendo.

Del yelmo de lobo, por la apertura que tenía, emergió una serpiente. Un reptil de seis ojos de color sangre y cuyo cuerpo se recubría de absoluta negrura. Con afilados incisivos y colmillos degolladores. Del corte que le había hecho con la guadaña, surgieron otras tres serpientes, estas normales y de escamas doradas.

El dragón, aunque perturbado por la ahora, bestia, que se presentaba ante él, no mostró temor. Gruñó agarrando con fuerza el mango de su guadaña y con el pulso acelerado y su cuerpo empapado, dio una vuelta sobre sí mismo y a la vuelta soltó un corte horizontal a la criatura.

“Iluso…” alzó una voz, proveniente de las serpientes. El caballero corrompido se apartó con suma agilidad y cuando la guadaña falló su acometida, contraatacó con presteza y acertó un tajo inclinado en Draco, rajando su torso y haciéndole rugir.

“!MALDITO! ¿Cómo te atreves?” exclamó tapándose la herida.

Ni tan solo un segundo después, las serpientes de la tripa se alargaron hasta el dracano, intentando clavar sus colmillos en su escamada carne. Eludió los ataques entre gruñidos y aprovechó una oportunidad, logrando cortar la cabeza a una de las tres serpientes con su querida hoja oscura.

“! INTENTALO OTRA VEZ! Volveré a cortar otra de tus cabezas, asquerosa serpiente…”

El enemigo respondió con una brusca acometido, con el escudo en alto y ejecutando un fuerte empujón que derribó al dragón al suelo. Rodó presto evitando que las serpientes le mordieran y propinó un fuerte coletazo a la serpiente oscura que salía desde el yelmo, logrando aturdirla del golpe.
Aprovechando que estaba aturdida, alzó sus garras en alto y gritó

“!YKA RAGS LA KASH!” sus garras se envolvieron en una esfera de oscuridad rezumante y con su ira, que trataba de evitar que le domara, hundió sus garras en el suelo y de este, oculto de la luz, surgieron tentáculos etéreos de sombra pura. Con su dominio del ambra, los dirigió a la tripa del caballero, atravesándole con fuerza y empalando a las otras de las serpientes.

Su enemigo se quedó en el sitio, estremecido y sin saber qué hacer. La cabeza reinante, siseando y babeante, se alargó hasta Draco, que no podía moverse por mantener el conjuro, y logró hincar sus incisivos en su otro brazo.

El dragón rugió de intenso dolor al sentir los dientes de esa oscura bestia penetrar su carne y llegar hasta su sangre. Apretó sus dientes con extrema fuerza y sacando las garras con las que ejecutó el conjuro, agarró su guadaña y clavó su filo en su cuello, cortándolo de cuajo en medio de un grito de rabia por parte del aprendiz de brujo.

“Mi…rey…”

Las fauces de la serpiente se abrieron y soltaron al dragón, siendo precipitada en el encharcado suelo de mármol. El dragón cayó de culo siseando y rugiendo del dolor, con el brazo ensangrentado y chorreando su digna sangre, al suelo, disgregándose entre el agua. El cuerpo del caballero, dejó de moverse. Soltó su escudo y espada y todo su interior ardía en un fuego negro que dejaba escapar un humo opaco. La serpiente oscura se desvaneció, disolviéndose entre el suelo y al final, solo restaba la armadura del caballero, que cayó al suelo, escuchándose el ruido del metal caer.

“Jo…der…. Ah.” El dragón sentía como por sus venas, desde la herida, algo se dirigía a su corazón. Es entonces cuando su pálpito comienza a menguar y presiente como una placa de hielo agarrota su corazón. Sus ojos se encogen, empiezan a humedecerse, y tiembla de pavor. Siente que la vida se le escapa y sin poder evitarlo se agarra el pecho gritando desesperadamente. El corazón y la sangre de alrededor se le congela y la sensación es insoportable. Sus heridas le duelen a rabiar, aunque no se puede comparar a la espantosa tortura a la que era sometido, cogiéndose el pecho con fuerza, como si quisiera arrancarse el corazón y evitar que se le congelara. Grita y saca su lengua afilada…

Deja de llover. El cielo se despeja. La luna vuelve a asomarse. Mientras tanto Draco se revuelve por el suelo, arañándolo y casi sollozando de la angustia que siente. Aunque por fin, ese helor va desapareciendo y con él, todo el dolor…salvo el de su brazo y el costado.
“Ambras…” murmuró entre sollozos. “Cuanto más debo soportar…¿Cuánto más? ¿Acaso no he demostrado ser digno de ti…” cada palpito de su corazón, le provocaba aflicción. Si había algo peor para él, que sufrir agudas jaquecas, era sentir como puñales de hielo ensartaban su pobre corazón y lo helaban, sintiendo que la muerte le abrazaba. “¿Por qué? ¿Cuánto más…? ¡RESPONDEME!” Pero su voz es bloqueada por los llantos y su amargura. El brazo casi no le responde, y arrodillado se queda allí, enfriándose.

Es entonces cuando mira al suelo, perdido y sin saber qué hacer. Lo obvio sería continuar, pero…por aquel instante, ¿Cómo sabía que después no habría más que hacer? ¿Cuánto le quedaba para cumplir su destino?

En el momento, a su mente le empiezan a venir recuerdos. Recuerdos cálidos. Como cuando era tan solo un pequeño dracano, feliz e ignorante… dispuesto a ser un gran mago. Cuando reía con sus amigos, si, amigos los llamaba por aquel entonces, cuando estaban unidos por un lazo muy fuerte.

La timidez de Skillclaw y su buen corazón, la risa de Scaleless y sus avivadas bromas y locuras, la ternura de Deathly y su fina actitud, el aventurero espíritu de Bolt y su fuerte corazón y la inocencia y la felicidad de su hermano pequeño…Cuando jugaban al rey de la colina, al pilla pilla y el escondite, cuando tramaban travesuras y exploraban su reino. Eran inseparables… Tantas cosas que habian cambiado, cuando la catástrofe ocurrió.

El destino le fue muy cruel. La sangre de centenares de dracanos se había derramado, tan solo por recuperar lo que su gente tanto amaba. La enfermedad asolando a su raza, infectando los linajes de sangre de sus amigos y otras decenas. Su madre, susurrando su nombre y el de Blackfire en su último suspiro. Su padre asesinado por los pegasos y su destino sellado en la oscuridad, separando a sus amigos de él, y pensando, por mucho tiempo, que habían muerto.

Pero su maestro, le acogió entre sus brazos sombríos. Fue un duro mentor, que le torturaba a a veces y tan solo deseaba que se fortaleciera, que aprendiera, que se formara… Todo por satisfacer su deseo de venganza. Cien años ha pasado en las profundidades, practicando magia, leyendo libros y aun asi, su poder, limitado por su enfermedad y sus agudas jaquecas, ha servido de poco. Solo su maestro fue el cálido corazón que le acogió durante tanto tiempo, y le enseñó el arte de las sombras, la noche en su esplendor, el cosmos…Y el lo contemplaba maravillado y dispuesto a seguir sus pasos y asesinar a aquella que había causado tanto dolor y que a pesar de ello, ni ella, ni sus súbditos fueron castigados. Celestia…

“Algun dia Draco, cambiaras el mundo…La noche será larga y las sombras libres. Los dragones podrán gozar de descanso y todo, depende de ti.” Las palabras de su maestro resonaban y el sonreía.

“Mi Draco, sé que algún día nos vengarás…”

“Yo siempre a tu lado Draco, dispuesto a inventar lo que quieras…” resonaba la voz de Scaleless.

“Ma Sharrak, los enemigos del reino de Draconia caerán” recitaba Skillclaw en su cabeza.

“Seremos hermanos, da igual el sendero que escojas, siempre luchare a tu lado.” Blackfire.

“Draco…es decir, Ma Sharrak, siempre os seré leal. Me sumergiré siempre en el abismo que sigáis…” las dulces palabras de Deathly se escuchaban como un susurro.

“Siempre compañeros hasta la misma muerte Draco, siempre…” y Bolt terminaba.

Un titánico temblor recorría el brazo malherido del dragón. Lo sujetó con su otra garra, desprendiendo lágrimas de su sufrimiento, pero él sabía que los llantos y la rendición no debían formar parte de su forma de ser… Era una vergüenza, y él lo sabía, aunque las ganas de soltar su sufrimiento fueran desmesuradas. Con sus poderosas patas, se alzó lentamente, sorbiendo sus lágrimas y resguardando el dolor dentro de sí mismo. Sería una vergüenza si su maestro le viera así.

“Soy Draco, aprendiz de Noctum, hijo de Umbra y Rakag, mensajero de Ambras…y, por mi señor, por mis compañeros, por mi sangre…Voy…a acabar esto.”

Y con andar torpe, aunque con decisión, avanzó hacia el oscuro cristal, el cual, ante la derrota de sus guardianes, se deshacía en polvo oscuro. Subió las escaleras y abrió el portón con su cuerpo. Tras el Umbral yacía una inmensa oscuridad tan lóbrega y profunda, que su energía rezumaba. Un portal se alzaba y de él, tentáculos agarraron al dragón, arrastrándolo consigo a sus entrañas, mientras gritaba de dolor y trataba de mantener la llama de su valor con vida.

Los caballeros se desvanecieron. Afirmaban servir a un rey, pero…¿Es tan grande la lealtad de un sirviente a su feudal, como para que hasta en la locura, este dispuesto a servirle? ¿Qué clase de criatura en su sano juicio permanecería en un lugar como este? Algo se debe guardar, a pesar de que, quizás, esto no sea la realidad…sino otra cosa. Donde los recuerdos cobran vida…
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Re: La leyenda del caballero de cristal [Aventura]

Notapor Angelus-Y » 04 Nov 2015, 15:46

Capitulo 12: Kiodo

El orgullo de un dragón es intocable. Y no debe conocer el miedo, pero la sensación más natural de un ser vivo, es el miedo, y el miedo más poderoso, es el miedo a lo que uno no puede ver y a la eterna soledad.

Las fauces de la oscuridad, portaron a su víctima, al dragón, hacia un lugar aún más aterrador. ¿Cuán profundo es un recuerdo? Nadie lo sabe. Tras salir de una espesa bruma de energía rezumante, Draco, malherido de su brazo y con la cabeza dolida, abría los ojos a su nuevo alrededor.
Parecía un despacho, alumbrado por una tenue llama, de una vela blanca que reposaba sobre el escritorio. Había estantes repletos de libros y algunos de ellos, destrozados, con marcas de la garra de una bestia sobre el tapizado… La puerta de hierro que se hallaba al otro lado de la pequeña estancia, estaba cerrada con firmeza.

“Cerrada…vaya, veamos que podemos encontrar por aquí.” Pensó, eludiendo la posibilidad de tener que forzar la puerta, que parecía muy resistente. Se aproximó al escritorio, había una pluma en su tintero, unos papeles y una llave plateada, decorada con un precioso zafiro. Entonces Draco se percató que la puerta tenía una cerradura, esa llave debía ser la solución a su pequeño problema. No obstante, la curiosidad de este dracano siempre fue de destacar, así que, ojeó por un instante los papeles sueltos allí. La escritura era extraña, había símbolos que no comprendía, pero aun así, la lengua inscrita, podía ser leída por él.

“Nunca había visto esta lengua, pero, es extraño, la entiendo…”

Y una de las notas ponía así:

“El ritual de Syrash ha comenzado, Mylash ha logrado contactar con los Tenebrios, y tienen un rey. Al fin tanto esfuerzo ha valido la pena. ¿Qué maravillas pueden ofrecernos estas criaturas, nacidas de la luz lunar?”

Más abajo, decía así:

“La serpiente es el símbolo del instituto de Syrash. Representa el dragón imperfecto, una criatura carente de la nobleza y la perfección de los dragones. Nos representa, dándonos a saber que somos serpientes, famélicas de conocimiento y que deseamos ascender a un plano superior”

“Tres mascotas, tres reyes, tres símbolos: Araña, Cobra, Dragón.”

“La carne, fundida con las sombras en uno: Kiodo. El Kiodo es el resultado de la carne, el hueso o la materia biológica fundida en perfecta armonía con la esencia de las sombras. Por desgracia, quizás aún no estemos preparados para crear Kiodo sin alterar la mente y el cuerpo de los sujetos”

“La carne se vuelve completamente negra, aunque brilla a la luz del sol, el tacto es frío, muy frío, la musculatura aumenta, sin embargo la corrupción es palpable. La dureza y resistencia son mayores y existe regeneración. Las arañas de Shavoo han sido sometidas a esta fusión con las sombras y sus patas gozan de una cubierta aún más dura y aun así flexible. La ley nos impide hacerlo con sujetos del reino, sin embargo, creo que Mylash ha comenzado.”

“Muchos Tenebrios son sombras puras, fantasmales, capaces de hacerse bruma y materializarse de nuevo, ni el filo de nuestras espadas les hace daño…pero odian la luz solar.”

Draco estaba impresionado, en cierto modo, sus experimentos con Malefias, llevados a cabo en la fortaleza, creaban mutaciones y pigmentación oscura en los sujetos, haciéndolos más fuertes, aunque inestables.

“Interesante… ¿Sera posible que estuvieran usando Malefias?”

En el papel de debajo, había un par de párrafos más.

“Experimento 1 con Kiodo: babosa + virus sombra. Resultado: emergen patas robustas, cuerpo más resistente y flexible, aumento de globos oculares, extraña afinidad por la luz lunar y repulsión por la solar.”

“Algunos de los habitantes del plano de las sombras, gozan de su propio Kiodo, como fuente natural de su existencia, y extrañamente, muchos recubren su cabeza de una especie de cubierta ósea. Sin embargo, no es hueso natural, aunque goza de color pálido.”

“Kiodo…” repetía Draco intrigado. Pensó en sus experimentos con las Malefias, como corrompían la carne y la oscuridad surcaba los cuerpos, mutándolos y dando lugar a horribles bestias, a las que calificaba como sus experimentos. Por orden de su maestro, debía hacerlo.

Con la llave plateada que encontró en el escritorio, salió del extraño despacho hacia otra estancia, donde la oscuridad palpitaba con mayor fuerza, había visto muchos horrores, pero sin duda, pese a que la oscuridad en si tenía múltiples facetas, esta era una de las que más miedo le infundía en su interior.

Altas estanterías repletas de tomos se alzaban a lo largo de una estrecha biblioteca, con estatuas de serpiente reposando sobre el pulido suelo de mármol teñido en sangre fresca. Libros abiertos y arrancados por todos lados y sobre todo ojos. Ojos de dragón y de otras criaturas incrustados por las paredes, el suelo e incluso algunos en las mesas, o colocados en el interior de aquellos cráneos que se esparcían por el suelo. Un ambiente muy siniestro, pero que pese a ello no causaba pavor, aunque tal vez miedo para el dracano.

Cautelosamente atravesó la estancia, siseando de vez en cuando del punzante dolor de brazo, y sin poder siquiera vendárselo o cubrirse las heridas de alguna forma. Su curiosidad fue atrapada por algunas de las notas y libros que curiosamente se venían alumbrados por una tenue llama azul de vela. Aunque dada la presteza de su cometido, tan solo echó un breve vistazo.

“Mis experimentos con la esencia del abismo han fracasado, todos son inestables, y se vuelven bestias sedientas de magia. La sangre de los dragones reales nos mantiene, pero cada vez es más costoso. Quizás…si mezclara la sangre de un dragón, con los cristales, tal vez llegue a una conclusión.”
“El rey y Alana, son inseparables. Una unión difícil de quebrar,
Posee sangre fresca, de su querida Alana, mascota real.”

Toda esta información, aunque extraña, era atractiva para el dragón. Al menos la curiosidad ocultaba tenuemente su intenso dolor en el brazo. Con la llave plateada, abrió la puerta del despacho y el intenso hedor de la oscuridad vino a su olfato. Era abrumador.
Ese olor iba acompañado de una opaca niebla negra que invadía el lugar y dificultaba la visión. Avanzó con su brazo bueno apartando la niebla y discerniendo la enorme sala que yacía tras la puerta.

Sus años de aprendizaje en la profundidad, no solo iban destinado al combate y el manejo de las sombras, sino aguantar la corrupción de la propia oscuridad. La mente es sensible y el cuerpo es la siguiente víctima. Alinear el cerebro con el corazón, y gozar de extraordinaria fuerza de voluntad, es un ingrediente vital para todo aquel caminante de la oscuridad. Y por supuesto, la viga maestra del caminante, eludir el miedo, o las sombras le tragaran y deformaran su cordura.

Draco observó con interés la sala. El suelo de mármol, manchado en fresca sangre, las mesas de madera con marcas de garras profundas y un manto de polvo.
Un lugar abandonado hace mucho, aun siendo un recuerdo. Decenas de tomos abiertos, esparcidos por el suelo y las altas estanterías, repletas de ojos. Si, ojos de pupila aguda, frescos e inertes, de dragones para ser exactos. Las sombras cobraban vida en aquel lugar, danzando sobre la niebla y espantosas criaturas habitaban en esta sala.

La primera que miró, con sus parpados entrecerrados, según uno de los eruditos que antaño estudió aquí, decía así:

Vírido: Criatura de la familia Insectus de la Oquedad, seres hechos de Kiodo, con seis extremidades acabados en garras individuales, cabeza y cola. Muchos eruditos la toman como una estrella de la Oquedad, pues vista desde arriba parece una estrella de ocho puntas, y carece de articulaciones. En su espalda, pueden portar o bien un ojo inyectado en sombra, o bien un cristal tallado, como una joya preciosa. Se arrastran por las superficies como las babosas.

Draco se hallaba a disgusto ante la presencia de muchos de los Víridos trepando las estanterías y adheridos a las pétreas paredes del instituto.
Sintiendo un ligero punzón en su cabeza y con el brazo caído y tembloroso, tornaba su vista a un lado y hacia a otro, atento a cada movimiento de las criaturas, que en su espalda portaban esos ojos enfermizos que se movían inquietos mirando a todos lados, y desatando el sonido de sus oscuras entrañas.
Pasos lentos se escuchaban, abrió sus fauces y recurrió a su agudo olfato. El olor le era muy familiar, tanto que su cuerpo se paralizó y sus ojos se abrieron por completo. Cuando avanza por las mesas, aprecia a una criatura bípeda que rodea la esquina de una de las estanterías, agazapada como un depredador de los pastos. Goza de vientre pálido, escamas amarillas y marrones y un montón de espinas y membrana por sus garras.

“¿Bolt?” inquirió sorprendido el dracano de verlo, sin embargo, cuando se acercó a su Kersh-kag, se detuvo al apreciar su cabeza. Ya se había encontrado con esas flores, que rondaban fuera del extraño edificio. “No, tú no eres él, eres una mera creación de este abismo…” Mantuvo en alto, como espada al frente, la guadaña de su preciada madre, y no cesó en apuntarle. Pero el ver a la representación de su camarada, le hacía titubear, por muy evidente que fuera el truco.

El comandante corrompido se giró lentamente mostrando esos múltiples globos oculares que yacían adheridos a los pétalos del capullo. Además, un extraño bulto palpitante de carne sobresalía de su pecho, latiendo con vigor como si un nuevo corazón hubiera ocupado el lugar de su antigua forma.
Sin duda, el visitante de este abismo estaba en desventaja, con un brazo herido sin poder agarrar con firmeza la guadaña y por supuesto sin asegurar un buen corte. Tendría que recurrir a su magia, pero su cabeza no estaba en condiciones adecuadas…
El bulto del pecho del farsante se retorcía con fuerza, desprendiendo gruñidos y precipitándose un extraño liquido de él. Se abrió de brazos y liberó un estruendoso rugido que hizo la flor abrirse y de su interior emerger una serpiente negra como la que infestaba al caballero al cual confrontó.

“Otra vez tu…asquerosa.” Soltó entre dientes, con los hombros caídos y gruñendo como una bestia.
La serpiente se relamía al verle, sus afilados incisivos intimidaban, al igual que sus múltiples ojos relucientes de sangre.
Semejante criatura se alzó entre sus gritos en un poderoso salto y trató de ensartar sus garras en el dragón. Al final topándose con la mesa y haciéndola añicos con múltiples jarrazos para cuando Draco había eludido su ataque y con la fuerza de su brazo diestro ejecutó un corte firme, clavando la hoja en el cuello de su enemigo.

“Muere ATROCIDAD” exclamó llevándose por delante la carne de la serpiente mientras apretaba con fuerza y hacia la punta de su arma avanzar a través de ella y desgarrándola por completo.
El reptil decapitado se movió por meros instantes y el resto de su cuerpo cayó al suelo derrotado, deshaciéndose en una columna de humo oscuro.

“Como osan…usar las representaciones de mis camaradas…” liberó con resentimiento aquellas palabras, viendo como su víctima se deshacía.
Los víricos apenas se habían inmutado mientras sucedía el corto enfrentamiento, tan solo observando, poniendo las púas de punta al dracano. Extraños temblores recorrían su cuerpo y su mente empezaba a delirar, sentía como la firme atadura de su cordura comenzaba a aflojarse, viendo signos claros de ellos, como extraños mareos y susurros en tono espectral.

Arrastraba la guadaña como un soldado caído, había tenido que enfrentarse a criaturas similares, con cuerpo de dracano y cabeza de aquella flor. Algunas serpientes le mordieron, haciéndole gritar, rugir para luego sentir la espantosa sensación de helor en el corazón. Babeaba inconscientemente, cayéndose varias veces, viendo horrores insoportables para su mente… Veía a Skillclaw con cientos de ojos plagados en su rostro, a Deathly mutada y con alas gigantes, a Scaleless con serpientes en sus fauces, a su hermano con un brazo enorme vivo que se retorcía como un parasito…Ilusiones de su cabeza que cobraban vida en la pesadilla, entre esos muros de piedra y en el abrazo de la sabiduría que allí se esparcía. La sala parecía infinita, no encontraba salida alguna. Ojeó más notas y tomos muy por encima, sin sumergirse en su conocimiento, pero anclando a su cerebro las palabras sueltas que encontraba.

“Necesitamos ojos, mas ojos de dragón. Los dragones ven en la noche, necesitamos sus ojos”

“Aniquilad la magia de cristal y la solar. Aniquiladla, borradla…”

“La hija del rey tiene un don y ha sido víctima de la envidia de su vidente.”

“Los tenebrios nos devoraran…”

Y esas frases las repetía, junto con otras que desde sus recuerdos, salían de la boca de su maestro.

“Ojos para ver, alinear el cerebro…”

“El que cede a las emociones, pierde su rumbo, uno canaliza y debe ser frígido…”

“No existe el bien, ni el mal. Solo la fuerza y la debilidad.”

Avanzó sin demora, a las fauces de un abismo más profundo, entre ojos y criaturas de aquel reino prohibido. Sucumbiendo a ilusiones y miedos hechos carne, causados por extraños entes que afloraban negrura y pesar… Y el, atrapado por el escalofrió que trepaba su espalda, cayó víctima del miedo. Abrumado por la oscuridad, confundido y cansado, viendo imágenes terroríficas… Llegó a ver incluso la representación deforme y corrompida de aquellos que conocía y palabras que enredaban su pensamiento más y más, desvaneciéndose su cordura.

Las ojeras se volvían más marcadas, sus babas caían y su corazón enfriado se removía temerosamente. El abrazo del abismo que residía allí, era gélido, desconcertante…Sin embargo, Draco logró concebir la estela de calidez que aquella oscuridad escondía, y ese calor, tan parecido al de una madre, le hacía
seguir y adentrarse.

“Madre…Padre…” musitaba, caminando abstraído. “Quizás…este, sea mi destino.”

Los cristales negruzcos gozaban cada vez de mayor presencia. Múltiples serpientes se asomaban entre los recovecos de la estancia dejando estar al dracano. Otros bultos de Kiodo reposaban sobre las mesas y las estanterías, resplandeciendo con mirada imbuida en sangre.

El que no abraza las sombras, muere en la oscuridad. El que no tiene ojos para ver, se pierde en la oscuridad, y el que no posee la voluntad suficiente, cae esclavo de la oscuridad. Pero Draco…su historia es…confusa, quizás él mismo, desde sus ojos, vea cosas que un cronista como yo, no puede sentir, a pesar de que el vínculo entre ambos es firme y aunque la conciencia de uno sea doblegada en los reinos carentes de luz.
Última edición por Angelus-Y el 04 Nov 2015, 19:52, editado 1 vez en total
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Re: La leyenda del caballero de cristal [Aventura]

Notapor horwaith » 04 Nov 2015, 19:39

Menudo capítulo, parecía que el dragón se adentraba más y más en la mansión de cualquier investigador loco, haciendo que se planteasen dudas sobre todo lo que ha sucedido y dando detalles sobre el pasado de Draco a la vez, pues al parecer ha experimentado con lo que hay aquí.


PD: Cada vez temo más lo que el Dranil haga, porque estas ¿"ilusiones"? son cada vez más vividas. Un buen recurso para encontrar respuestas en los propios sueños, si es que realmente son eso porque cada vez me lo parecen más y, a la vez, menos porque hay demasiados detalles extraños.
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Re: La leyenda del caballero de cristal [Aventura]

Notapor agustin47 » 04 Nov 2015, 20:25

Y luego me dices que yo narro bien, jeh... Anda, sigue, que hypea de manera interesante. Omega good job.
Los milagros no son gratuitos.

La ignorancia a veces puede significar felicidad, y en este caso, la nuestra resulta ser una verdadera bendición.


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Re: La leyenda del caballero de cristal [Aventura]

Notapor horwaith » 04 Nov 2015, 21:35

agustin47 escribió en 04 Nov 2015, 20:25:Y luego me dices que yo narro bien, jeh... Anda, sigue, que hypea de manera interesante. Omega good job.

También dice que narro bien, pero después va y pone estos capítulos xD
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Re: La leyenda del caballero de cristal [Aventura]

Notapor Angelus-Y » 16 Nov 2015, 14:40

Capitulo 13: El abrazo de la oscuridad.

Cuanto más honda era la oscuridad, más gélido era el mismo aire que embriagaba al dracano, hijo de Umbra. La sala que atravesaba parecía no tener fin alguno, salvo oscuridad a lo desconocido. Los ojos de los víridos, las criaturas de la Oquedad, observaban al invitado de la pesadilla de forma inexpresiva y frígida, llegando a ser atemorizante. La soledad que precipitaba sobre Draco y que florecía en su corazón crecía salvaje, obligándole a sentir algo que con tan poca frecuencia había rozado: El miedo.

El miedo es algo natural, y quizás la emoción más antigua de todas. Cada criatura lo concibe en su corazón, aunque a veces, haya que sacudirlo y hacerle sollozar en la desesperación. Dicen que un sueño es imposible de alcanzar si se tiene miedo al fracaso, y Draco, pese a los terrores a los que se enfrentó, siempre tuvo que lidiar con el miedo al fracaso.

El escamoso cuerpo del dragón menor caminaba, entre libros y ojos, entre adornos de serpiente y una niebla opaca que solo se disipaba a su paso, revelando el interminable sendero. Respiraba pausadamente para mantenerse cuerdo, recitándose asimismo números, escritos y datos, todo con razón de que las sombras no desgarraran su cerebro.

Una pregunta rondaba por su cabeza con gran frecuencia. ¿Cuánto más habría de soportar? ¿Cuánto más tendría que aguantar?
Tuvo que enfrentarse a multitud de bestias que infestaban el edificio lectivo, empuñando su preciada Sombra Lunar, de hoja lóbrega, a serpientes, a ilusiones y miedos hechos carne, que provocaban que su cabeza se estremeciera sin control. Son las consecuencias de un ser carnal que se adentra en las fauces de un abismo.

Draco no fue el primero en atravesar el seno de tan misteriosa oscuridad, muchos han buscado en estos lugares, carentes de la luz del sol, y no han podido encontrar el objeto de su obsesion…

Sin embargo, entre toda esa espesura lúgubre tan palpable, una estela de calor resonaba en la profundidad, haciendo seguir su rastro. Muchos lo desconocen, y suelen asignar el frío a la oscuridad, pero antiguos hechiceros, confirman que han sentido un agradable calor en su interior a veces, un calor familiar....
Los recuerdos de Draco se mantenían vivos, con razón de no hacerle desistir en tan amargo camino, al igual que su orgullo y la idea de todo lo que había tenido que pasar hasta ahora. Uno lucha por una razón: amor, odio, obsesión, conocimiento…Siempre ha sido así, y recordar el porqué nos impulsa a seguir afrontando desafíos, en especial cuando involucramos tantas cosas…

Su brazo aullaba de dolor y escozor, tuvo que sacrificar parte de sus fuerzas para usar el ambra y así remediar en la medida de lo posible su extremidad dañada, pese a que aquel lugar interfería en cierta medida con su control. Pudo cicatrizarlo como pudo, aunque su esfuerzo de convocar las sombras despertó en su cabeza un tremendo dolor.

“Malditas jaquecas…maldita sea esa Celestia y toda su raza…” recitaba gruñendo, mientras se agarraba la sien con pesar.
Las tinieblas comenzaban a tirar de la cordura que aun residía en él, deformando su mente y alborotándola de ecos espectrales y un incómodo cosquilleo. Su cuerpo se doblegó a la artimaña de la negra pesadilla…

“No voy a caer…fui destinado a esto. A triunfar, no…no quiero fracasar. Me muero…no aguanto, por favor.” La amargura se expandía, y su voz era corroída por ella. “Deathly, Scaleless, Skillclaw, Bolt, hermano…Alguien. Ya he tenido suficiente…Esto es insoportable. La oscuridad es demasiado poderosa…” recitaba encadenado al continuo temblor y la soledad.

“Mi cabeza, oigo cosas…Los oigo.” sonrió desquiciadamente mientras arrastraba el filo de su guadaña por el suelo, desprendiendo un chirriante sonido metálico.

“Mama…mama…mama…quiero luchar. Pero me cuesta, por favor, dame fuerzas. Padre, no me dejes, no quiero fracasar.” Cada vez su voz se cortaba con más frecuencia y una lágrima logró caer por sus mejillas púrpuras, así como el fulgor ígneo de su mirada se iba apagando.

Cuando ladeó la cabeza un instante, vio que las paredes estaban marcadas con sangre, con un escrito que decía así:
“La reina Faust ha concebido una hija. Ella nos salvará…. Alabad la noche.”

Su mente fue atormentada: “Alabad la noche, alabad la noche…” sucesivamente y cada vez con sonidos huecos y fantasmales acompañándolo como un coro del propio abismo, que cantaba en su interior, derrumbándole…

Se agarró sus cuernos con fuerza, apretó su mandíbula como una gran tenaza y su pulso se desbordaba hasta lo innombrable. No aguantaba más…estaba a punto de estallar.

“¡YA BASTA!” gritó con todas sus fuerzas, produciendo eco más allá. “¡ESTOY HARTOOOO!” Rugió como una feroz bestia y seguidamente, cuando el silencio se presentó, cayó arrodillado, gimiendo ante la soledad.

Pasó escasos minutos solo, inspiró hondamente y se levantó con penuria. Las voces cesaron y Draco decidido avanzó hasta que tan solo en cuestión de segundos halló una cueva, cuya entrada estaba entre estanterías, dibujada en la fachada de la pared de roca.

“Cuanto más…” se decía así mismo con andar pesado hacia las entrañas de ese lugar. Y cuando atravesó el umbral, en su cabeza resonó…
“¿Crees que estás a la altura dragón? No oses despreciar el suelo santo que pisas, lleno de oscuridad. ¿Crees que puedes ascender como rey de aquellos malditos, condenados sin razón? Avanza sin demora…pronto te llegará la hora.”

Aquella voz no le sonaba, era como una mezcla entre una grave y corroída voz de una bestia y la dulce sintonía acústica de una dama delicada. Removió su cráneo y sintió extrañas ganas de devolver.

Las paredes de la cueva se recubrían de mineral grisáceo oscuro, había calaveras y cráneos de dragón incrustados en las paredes, esto hizo que el dracano de ojos de fuego confrontara con el temor una vez más. En el suelo había un rastro de sangre, de fuerte olor a metal, que continuaba por las fauces de aquella nueva oscuridad. Esta vez, más pura, y más cálida.

Empezaba a respirar aliviado, sin presión, con serenidad…Aunque su miedo, latente por el momento, se despertaba con vigor. Los ojos incrustados no eran novedad, pero sí los candelabros que alumbraban aquel lugar con llamas azules.

Lo desconocido que se alzaba más allá, sembraban la duda en Draco, y en su férrea voluntad. A pesar de su entrenamiento, el cual debido a sus jaquecas, apenas pudo aprovechar, la oscuridad le doblegaba, y eso le hacía sentirse inseguro.

Los sonidos eran desconcertantes, como si lombrices gigantes surcaran la tierra a sus pies. Espadas de plata sangrientas se hallaban clavadas en la piedra de la cueva. Yelmos yacían atravesados de gruesas zarzas y algo en especial llamó la atención del huésped de la pesadilla.
Arañas gigantes, de patas y cuerpo negro por completo, hecho de Kiodo y cuya cabeza se recubría en hueso, de forma similar a los víridos. El dracano arrojó una mirada seria y firme, tratando de intimidar a las criaturas, aunque sin éxito, una vez más.


Draco observó que aquellas criaturas, repugnantes y que ronroneaban con cada paso de sus patas, parecían no tener intención de hacerle daño. Hay muchas de ellas, trepando las escarpadas paredes y atemorizándole… No obstante, guiado por el instinto no se atrevió a soltar la guadaña de entre sus garras.
“Cada vez esta pesadilla…es mas repugnante…” susurró hacia sus adentros.

Volviendo a su camino, llegó a un pasaje de la cueva en la cual el suelo ya se veía encharcado en sangre. Apenas cubría sus patas, pero era desolador observar cráneos de sus semejantes, por lo visto, que se asomaban entre el fluido rojizo y de olor dulce.

Mientras caminaba con la mirada imbuida en sorpresa y apartaba la sangre a su paso, pronto las entrañas de la cueva se abrieron en una inmensa cavidad. Grandes esqueletos de dragones caídos se encontraban reposando sobre el gran lago sangriento, y no solo eso parecía sorprender la fina vista del dracano de escamas púrpura, sino los monolitos de piedra que emergían de entre el jugo carnal con inscripciones talladas y las voluminosas raíces que salían de entre las rocosas paredes y se curvaban hasta embeberse en la sangre.

En cierto modo, pese a su cansancio y dolor, no puedo eludir sentir fascinación por lo que sus ojos veían, incluso por la siniestra aura que rezumaba. En algunos islotes, halló algunas monedas de oro y joyas relucientes. Su estómago rugió con intensidad, y dolido, trató de resistirse, sobre todo al brillo tan hermoso que resplandecía del oro y que lo hipnotizó por segundos. Estuvo a punto de coger una moneda cuando le llegó el pensamiento de que quizá fuera una trampa, y tan lejos no podía arriesgarse a caer en tan simples tentaciones. Apretó el puño con fuerza y siguió, pasando al lado de los grandes huesos de dragón y contemplando las inscripciones que era incapaz de comprender.

Dobló la esquina del final, y recorrió un corredor estrecho, para salir a una estancia sin salida.

Y al final, en esa sala, se encontraba el centro de la pesadilla. Los cristales color tizón, puntiagudos como grandes alfileres, recubrían las paredes circundantes, con vidrieras de gran brillo que dejaban pasar la luz de la noche a través de ellas y decorarla con sus colores. El suelo era de piedra lisa, plateado y reflejante, las columnas a sendos lados de las vidrieras estaban siendo estrujadas por zarzas azul oscuro, como las que encontró en el abismo. Las velas de cera pálida, alumbraban con llama normal. Pero siendo francos, lo más destacable, era el aura visible, rojiza y negra que envolvía una esfera, que a su vez, desprendía un haz sangre hacia el techo, en cuyo centro había un espejo que absorbía el rayo.

Exhausto caminó lentamente hacia el centro, donde aquella esfera descansaba sobre un altar de dos pisos, hexagonal y de metal sombrío, cubierto en manteles manchados de sangre seca, y con algunos cráneos que reposaban en el lugar.

“¿Es este el final?” se preguntó el dragón, retorciendo su cola.

Entonces una voz familiar le habla, pero antes suelta una risa oculta entre dientes.

“Volvemos a encontrarnos, joven dragón. Estoy impresionado…Sin duda alguna.”


Al reconocer el Dranil, su corazón dio un vuelvo de alegría, que ni se molestó en expresar, al ver que su camino había llegado a su fin.

“Dime dragón. ¿Qué es lo que quieres realmente? ¿Venganza, justicia, caos…? ¿O algo más?” preguntó el cristal rojizo intentando sonsacar el deseo del dragón. “Muchos reyes de antaño, han caído a la oscuridad, y sin saber porqué… Como una reina de cristal, que huyó a tierras equestrianas, para eludir las sombras. Como un rey de dulces, que se escondió para jamás aparecer y ayudar a sus amigos… O un emperador consumido en las llamas demoniacas.”
El dracano no respondía, solo atendía, aunque desconcertado y con sus ojos, que se volvían pesados.

“Has sufrido mucho y has demostrado cuanto arrojo posees. Tus defectos te impiden controlar la oscuridad… Bien, sin embargo, aún hay un pequeño detalle. El ritual y el recuerdo, solo finalizaran de una forma. Pero antes de eso déjame advertirte…” y volvió a reírse, aunque mas sereno. “Con mi poder, tu decidirás tu destino…Tú serás el rey que decida hacer grandes cosas, si te place, seas orgulloso, ambicioso o malicioso. El destino del dia y la noche, dependerán de ti.” Le explicó con seriedad.

“Nací hace mucho, en un árbol de cristal, solo…” reanudó “Esperando que en algún momento el día y la noche fueran iguales y que las sombras pudieran tocar la luz de la luna. Ese es mi deseo… Creo, que ya sabes a que me refiero. Pero hacerlo o no, es decisión tuya, pues si triunfas, serás monarca, y un soberano puede optar el destino de muchos y moldear sus mentes. El rey tenebrio bendice tu empresa… Joven dragón.”

“Si…he esperado mucho para esto…aunque, esto, no me devolverá nada de lo que me fue arrebatado…”

Hubo un incómodo silencio.

“Cuánta razón tienes, sin embargo, tu, a diferencia de los ponis, luchas… Sabes, que hay solo dos tipos de criaturas: Fuertes y débiles. Fuerte es aquel, que sin nacer con grandeza o sin que la adquiera, lucha por conocer, por fortalecerse, por ver… Mientras que el débil se acopla, y cesa en su búsqueda, como un parasito… los ponis han tomado ya su decisión, y Celestia, que empleó los elementos contra tu raza, ha demostrado ser otra cualquiera, que cede a sus emociones…”

La mirada del dragón y su cuerpo, se habían tensado, mostrando furia y rabia, aunque como siempre, trataba de ocultarlo. Al final Draco se sentó, oyendo la parla de su guía.

“El amor es una ilusión, y el odio una realidad. Aferrarse a una u otra, es un error. La vida y la verdad, no yacen en la realidad, ni tampoco en la ilusión, sino en un lugar más allá. Igual que un necio unicornio a través del tiempo quiso arreglar sus errores, pero el tiempo, es difícil de cambiarlo, y a veces no se puede cambiar el destino, si eso implica grandes cosas....” hizo una breve pausa. “Con la magia, el amor y el odio son necesarios. Día y noche también, pero por ello, por Ambras, te encomendamos el equilibrio Draco…Noctum me ha hablado bien de ti. Confío en que no fracasarás y con tus ideales, llevaras a tu pueblo y al nuestro a la victoria. Demuestra al mundo que la oscuridad es mucho más. Tú, siendo un ser de carne te has adentrado en la locura y en la fealdad de la negrura… Y a la vez, has abrazado su calidez. Yo te ofrezco el renacer, y mi poder…Pero para ello, queda tu última prueba, para este ritual…No obstante, antes de ello, mereces tu recompensa.”

El Dranil levitó cediendo el haz que emitía. La pupila en forma de estrella de cuatro puntas apareció y miró al dracano.

“¿Sabes? Podría simplemente controlar tu mente…esclavizarte y usarte como recipiente… Pero, le hice una promesa a tu madre, y después de ver, cuanto la adoras, y con cuanta vehemencia reclamas la justicia, sé que Ambras te acogerá en su seno en la otra vida, y que eres merecedor de escribir tu destino.”
Por la pupila del ente una sombra emergía, la sombra de algo etéreo y trascendental, una simple sombra retorcida que cobraba forma y emanaba una pureza, que hacía que Draco, feliz, sintiera ese calor tan agradable, como el de una madre… La silueta oscura se deformó en un perfecto dragón de ojos blancos.

Seguidamente la negrura, se tornó en un azul muy muy oscuro, como el reflejo del cielo nocturno, y algunas estrellas se dibujaban por aquella forma. El dragón sombrío extendió sus alas y comenzó a envolver a Draco, quien por su rostro, magullado y cansado, caía una lágrima, pero no de tristeza, sino dicha. Los ecos que sonaban eran agradables y poco a poco esa oscuridad tan pura, iba cubriendo el cuerpo del dracano, hijo de Umbra.
El guantelete de Teniblina fue destrozado, y el zafiro que contenía levitó y se adentró en aquella masa oscura de unión.

Sintió su cabeza ser liberada de un gran peso, sus heridas se cerraron por completo y el brazo herido, fue sustituido por una extremidad de Kiodo. Era doloroso, pero Draco se mantenía callado, notando como sus venas, su sangre, era sustituida en la carne de la propia oscuridad. Negra como la garganta del abismo, su brazo con garras renació. Sus músculos se vigorizaron y el resplandor de su mirada ardía con gran ímpetú. Con los brazos abiertos, Draco era testigo de una nueva ascensión. El rubí de su padre quedó en su cráneo y el zafiro de su madre se incrustó en el pecho. Esa oscuridad tan envolvente era dulce, que desprendía un tañido suave… Liberó un rugido y la oscuridad que le envolvía se disipó como una humareda.

Aterrizó en el suelo, renovado, con un brazo de Kiodo, el cual se hacía sentir raro, fresco y con un tacto único. Lo comprobó rozando sus garras unas con otras. Su pecho ahora era adornado por el zafiro, y su cabeza resplandecía con sus ojos fogosos y el rubí.

Todas esas cadenas que le apresaban de poder ejercer su poder y de sentirse sometido a la debilidad, se habian quebrado. El tan solo sonreía, sintiendo cada ápice de su cuerpo en contacto con la energía sombría, como infinidad de hilos etéreos conectándose a su ser.

“Asi que, este…es un mero fragmento del poder…” declaraba deleitándose de tan confortable sensación. “Todo lo que sufrido, ha tenido su compensación…”
“Este poder, es una muestra de mi magia. Úsalo para confrontar tu último desafío y ganarte tu derecho a ser rey.” Explicó el cristal esférico, mirando al dragón con satisfacción. “Aquel a quien te enfrentarás es quien guarda la salida de esta pesadilla… El carcelero. “

Draco, con mirada decidida asintió. “Me enfrentaré a un ejercito si hace falta. Demostraré con mi pleno potencial que soy digno. Y estoy dispuesto a derrumbar esta injsticia que reina. Yo traeré la autentica armonía.”

“Muy bien…” La pupila del Dranil se ensanchó, abriéndose en el suelo una brecha oscura, de llamas lilas ascendentes, que se extendió hasta dejar abierto un portal del que emanaba energía lóbrega. Tal oscuridad se hacía sentir, como una gran presión sobre los hombros. “Que las sombras alumbren tu camino, joven dragón.”

La mirada aguda del dracano se centró hacia el portal, con la forma de una boca enorme que tragaba incesante. Titubeó un instante, pero con su potencial, ahora liberado gracias al regalo del Dranil, estaba preparado para lo que encontrara más allá de las fauces de ese negro agujero. Se precipitó en él, y dejó que le engullera, a un espacio negro infinito, que parecía no tener fin.

El dragón debía cazar al guardián del recuerdo, que mantiene erguida la pesadilla solo con su mera existencia y que vela porque ningún iluso que se adentra en recuerdo, salga nunca con vida. El carcelero, engendrado antaño por una sombra elegante, y que por mucho ha esperado que alguien surcara el abismo y llegara hasta él, para mantenerle prisionero.

Mientras que él se adentraba en las entrañas del mundo, sus más fieles comandantes se preparaban para el gran momento de su ofensiva contra el reino equestre. Victoria o fracaso, la lucha era inminente.

Blackfire, que compartía la misma sangre que Draco, con los caballeros de ceniza, llevados a la fortaleza, afilaba su espadón carbonizado y de filo dentado por el desgaste, propiedad de un antiguo señor del fuego. Mientras pasaba la piedra por la hoja para afilarla correctamente, pensaba en su hermano, que se adentraba en la oscuridad, implorando en su mente que los dioses le protegieran y que la pesadilla que por cien años habían aguantado cesara…
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