AITANA PONES: "La fiebre infernal" (Finalizado)

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Re: AITANA PONES: "La fiebre infernal" (Capítulo 6)

Notapor horwaith » 08 May 2014, 21:16

Tienes razón que el principio ha sido algo lento, al menos si se tiene en cuenta los anteriores que han estado venga correr para llegar a los sitios, pero no desmerece en su conjunto.

De McDolia: me ha encantado como ha sacado su CM, nunca habría pensado que no la tuviese de principio, como ha sucedido en esta ocasión. Encima, ha decidido ponerse en peligro y sin embargo ha procurado no hacerlo demasiado cuando la situación se ha vuelto en su contra
De Poison Mermaid: Buena aparición y es la clase de aventuras que siempre me encanta leer, un punto de vista sobre todo el mundo pues unos piratas pueden "pasearse" por demasiados lugares. ¡Pandi, quiero leer la historia de Poison Mermaid!”
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Re: AITANA PONES: "La fiebre infernal" (Capítulo 6)

Notapor Volgrand » 17 May 2014, 12:01

Recomendación: Poned youtube e id escuchando cíclicamente las canciones "Barbossa is Hungry", "He's a pirate" y "The black pearl" para conseguir una gran ambientación.

Capítulo 7: ¡Al abordaje!
Spoiler:
La tripulación del Relámpago Negro, bajo el resplandeciente sol de medio día, corría de un lado al otro de su embarcación, mientras los remeros se afanaban en proporcionar el empuje que hiciera justicia al nombre de la nave.

—¡Vamos, escorias! —gritaba el capitán, en idioma lobo— ¡Más brío a esos remos! ¡A todo trapo!

El unicornio azul surgió de la bodega y se dirigió al capitán Argul, el cual seguía rugiendo órdenes. Este se giró y miró, ligeramente inquieto, a su cliente.

—Capitán.
—Dark Art, ¿qué quieres? —repondió en Equestriano.
—Creí que esta nave era la más rápida de los Reinos Lobos —dijo el unicornio sombríamente—. Eso es lo que me prometió cuando le contraté, Argul.

El gran lobo negro resopló entre los belfos, exhasperado.

—ES la más rápida —respondió, antes de puntualizar—, cuando tiene el viento a favor. Pero el viento viene a través y no está hinchando las velas.
—Y esos piratas con los que nos cruzamos deben venir detrás nuestro. Le dije que debíamos enfrentarnos a ellos antes de que se encontraran con Aitana Pones.

El aludido se giró rápidamente hacia Dark Art.

—¡Las órdenes en este barco las doy yo! Sólo un estúpido se enfrentaría a La sirena mutilada. Si quieres tener una oportunidad de llegar tú y tu... monstruo a vuestro destino, harías bien en cerrar la bocaza, poni.

El agresivo lobo, tras mantener la mirada al unicornio, se volvió para seguir impartiendo órdenes a su tripulación. Los grifos seguían trabajando en impulsar las velas, pero estos empezaban a estar agotados. Si la Dama Venenosa decidía ir en su caza, era cuestión de tiempo que les atrapara, a no ser que los vientos cambiaran. Argul se dirigió a su contramaestre.

—Colocad cuatro cañones en popa.
—Sí, capitán.

Mientras tanto, Dark Art se dirigió a esa misma zona. El viento hizo volar los rizos blancos alrededor de su cara. Sentía, ligeramente inquieto, el poder de Manresht filtrarse a través de los maderos de la bodega, incluso estando aislado con un sello de contención. Tenía que volver con la hermandad, era primordial para sus planes... pero no había logrado matar a Aitana. Y de algo estaba seguro: la arqueóloga no se rendiría; le daría caza hasta el fin del mundo si era necesario. Suponía que esa poni debía tener una fortaleza mental excepcional. Y, según contaban en Taichnitlán, era capaz de hacer algún tipo de magia oscura. Eso había sorprendido a Dark Art, pues no conocía ninguna forma de hacer que un poni de tierra ejecutara alta magia como la que le habían descrito. Lo que es más, si los testigos decían la verdad, Aitana Pones había usado magia negra y nigromántica. ¿Cómo era posible?

Varios piratas llegaron junto a Dark Art portando cañones, los cuales fueron asidos en la popa junto a un pequeño cargamento de pólvora y munición.

—¡Barco a la vista! —gritó el vigía—. ¡Río arriba, velas blancas! ¡Es La sirena mutilada!

La tripulación se puso automáticamente en marcha, tomando posiciones de combate. Dark Art sonrió mirando hacia el barco que se estaba dibujando en la la lejanía.

—Veamos de qué eres capaz, Aitana.

Después, el unicornio se dirigió hacia su camarote. Tenía que prepararse para el combate.

**·-----·-----·-----**


—¡Barco a la vista! ¡Velas grises, es el Relámpago negro!
—¡A por ellos, mis sementales!

La capitana Poison Mermaid se mantenía erguida sobre sus patas traseras, sujeta a un cabo mientras impartía órdenes. Sonreía, emocionada ante el combate que se iba a desarrollar, pues no todos los días le encargaban asaltar un interceptor grifo.

—Esto será interesante, teniente High Tide.
—Defina “interesante”, capitana —solicitó el teniente.
—¿Dios mío, Dios mío, vamos a morir?

Mientras ambos reían la broma, Aitana salió junto a Mcdolia de la bodega del barco. El médico del mismo le había vendado las costillas y las múltiples quemaduras que tenía sobre el pelaje. Mcdolia también tenía algunos vendajes, pero estaba en mejores condiciones que la arqueóloga. A pesar de que el río estaba tranquilo, la velocidad del navío hacía que este saltara a la menor irregularidad del agua.

—¿Cuál es el plan, Aitana? —preguntó la yegua roja.
—Saltar al barco enemigo cuando empiece el combate y atacar al nigromante directamente. Si le alcanzamos al cuerpo a cuerpo su magia será bastante inútil.
—Estás muy herida...
—Ya me preocuparé por eso después.

Aitana pareció marearse durante un segundo y se llevó una pezuña a la cabeza. La yegua roja observó cómo la brújula se iluminaba, al igual que los ojos de su amiga, antes de que esta lograra controlar el objeto y rechazar el ataque mental.

—¿Estás bien?
—j*der, hoy no me deja tranquila el muy cabrón.
—No se te ocurra volver a usarlo.

Un par de ponis de tierra salieron de la bodega, cargando un cañón ligero hacia la proa. Tras ellos iba un joven unicornio semental, de pelaje anaranjado y crines rojas que, debido a múltiples quemaduras, tenían una longitud irregular y acababan en carbonizadas puntas negras. El extraño poni se movía rápida y nerviosamente mientras ajustaba el cañón. Cuando estuvo satisfecho, se giró hacia la capitana.

—¡Capitana, estamos listos!
—Muy bien Fire Roar. Apunta al timón, pero recuerda que queremos capturar el barco —remarcó—, NO hundirlo.
—¡Sí, mi capita...!

Un estruendo de cañones desde el barco enemigo acalló al artillero. Poison Mermaid gritó una orden y el timonel giró el timón a toda velocidad. La nave se inclinó con el giro y varias columnas de agua se alzaron donde habría estado hacía un instante. Un tremendo estrépito resonó en el lado de estribor y una explosión sacudió el barco, mandando una deflagración de astillas en todas direcciones.

—¡Maniobras evasivas! —gritó Poison, que ni siquiera se había intentado proteger del impacto—. ¡Fire Roar, apunta a la cubierta de cañones de popa!
—¡Sí, capitana!

Varias figuras aladas, grifos, se elevaron desde el barco enemigo portando mosquetes entre sus garras. Los unicornios de La sirena Mutilada reaccionaron al instante, creando barreras mágicas frente a las velas y al artillero que apuntaba en proa. Las armas fueron disparadas, teniendo un efecto mínimo sobre la tripulación de Poison. Los ponis de tierra alzaron sus propios mosquetes y dispararon a los enemigos, obligándolos a retroceder por sus vidas.

—¡Capitana, tienen cuatro cañones en popa! —gritó un pegaso— ¡Y la munición está al lado!
—Muy bien, queridos, ya sabéis qué hacer.

El contramaestre asintió y repartió órdenes entre sus hombres. Fire Roar, en proa, disparó, pero la bala ni siquiera impactó al barco enemigo, cayendo en el agua. Una nueva salva de artillería fue disparada desde el Relámpago, pero las maniobras del timonel evitaron las balas. Fire Roar volvió a apuntar y disparó, pero la pequeña bala de cañón hizo blanco en la madera bajo los cañones enemigos, causando un daño mínimo. Aitana, exasperada, se acercó mientras luchaba por no caer ante los violentos vaivenes del barco.

—¿Es que no puedes darles, j*der?

El unicornio respondió con una risa entre maníaca y divertida.

—¿Pero qué dices? ¡Yo no he fallado ningún tiro, estaba ajustando el cañón! ¡Traed el “Infierno Líquido”!

Los marineros que le ayudaban a cargar el arma corrieron a una puerta cercana y sacaron una pequeña bala de cañón, cuya mitad superior estaba hecha de cristal, rellena de un líquido azulado. Una nueva salva de cañonazos fue lanzada por el Relámpago negro. Dos balas hicieron impacto en la cubierta, sacudiendo el barco como una coctelera y lanzando algunos marineros al agua. La capitana Poison se mantuvo firme mientras ordenaba lanzar cabos para ayudar a los caídos.

Fire Roar cargó la extraña bala en su arma y apuntó cuidadosamente. La Sirena Mutilada seguía moviéndose con violencia, sin frenar su velocidad un ápice. Una creciente y desquiciada risa surgió del joven semental, mientras acercaba poco a poco la mecha al cañón antes de dispararlo.

Pasó tan solo un instante tras el disparo hasta que la popa del Relámpago Negro se vio envuelta de pronto en una inmensa deflagración de llamas azules. Se pudo escuchar a los lobos gritar de terror y al capitán rugiendo órdenes. Pero de poco sirvió: Con una impresionante explosión, las pocas cargas de pólvora que tenían en cubierta reventaron, destrozando el castillo de popa.

—¡Qué divertido es cuando ponen la pólvora en cubierta!

A pesar de que el sistema del timón había sido destruído, el Relámpago Negro empezó a girar hacia la derecha usando los remos para ello, al tiempo que los ventanucos de la cubierta de cañones eran abiertos.

**·-----·-----·-----**


—¡Todo a estribor, marineros de agua dulce! ¿Váis a permitir que una poni se atreva a llamarse “La reina de los mares”? —la tripulación rugió un grito de batalla como respuesta, mientras unos pocos apagaban la llamas de popa—. ¡Cargad los cañones! ¡Preparáos para el abordaje!

En medio de ese caos, Dark Art surgió de la bodega cargando un gran baúl de madera con su magia. El capitán lo miró, exasperado.

—¿Se puede saber qué haces?
—Como usted ha dicho, capitán... prepararme para el abordaje.

El unicornio abrió el mueble, mostrando el contenido a Argul, el cual dudó si debía enfadarse o asustarse.

**·-----·-----·-----**


—¡Cargad los cañones de babor! —gritó Poison— ¡Timonel, a estribor, rodee al enemigo por su proa! ¡Preparáos para el abordaje, mis sementales!

Toda la tripulación se armó con sables, machetes y pistolas. Alguien gritó “a cubierto” cuando los tiradores lobo dispararon sus mosquetes contra la tripulación poni. Aitana y Mcdolia se cubrieron tras la barrera de la borda, mientras los fieles sementales de Poison repondían al fuego de igual manera. Los cañones enemigos aparecieron por los ventanucos.

—¡Ahora, todo a estribor!

El barco se inclinó ante el violento viraje. Por un instante, Aitana y Mcdolia no supieron bien qué estaba pasando. Los ensordecedores estallidos de los cañones del Relámpago negro precedieron a una serie tremendos impactos y crujidos que sacudieron La sirena mutilada. Cuando ambas yeguas alzaron la vista vieron la proa de la nave enemiga justo a la izquierda de su barco, y a Poison Mermaid en pie en el centro de la cubierta.

—¡Todo a babor, lanzad los ganchos!

El timonel obedeció a la orden girando todo a la izquierda. El barco de Poison se puso paralelo al enemigo, en el lado en el que este último no tenía preparados los cañones. Los ganchos fueron lanzados por toda la tripulación y, cuando ambos barcos estuvieron unidos, los cañones de La sirena abrieron fuego. Hubo gritos de terror y dolor dentro de interceptor grifo. El capitán del mismo gritó órdenes en lobo a sus hombres. Poison Mermaid hizo lo propio: sacando la cimitarra de su cinturón alzó el vuelo a poca distancia de cubierta y señaló al interceptor grifo.

—¡Al abordaje! —gritó al tiempo que se lanzaba a la cubierta enemiga, seguida por todos sus sementales. La mayoría saltó al otro barco usando cuerdas para columpiarse, mientras que en el aire los pegasos chocaron violentamente contra los piratas grifo.

Se inició una caótica melee sobre el barco enemigo. Las armas cortas fueron disparadas al principio, pero finalmente solo se podía escuchar el entrechocar de metal contra metal y los gritos de dolor y ayuda de lobos, grifos y ponis. Aitana y Mcdolia se unieron a la misma, luchando por superar a los marineros y encontrar al nigromante.

La fuerza de la carga de la tripulación de Poison hizo que los lobos retrocedieran. El combate parecía ganado, pues los enemigos estaban asustados y diezmados. Pero, de pronto, en medio del calor del combate se sintió un frío helador.

—¡Retroceded! —ordenó el capitán Argul.

Los sementales de Poison siguieron a los lobos y grifos, ignorando el extraño helor, sabedores de que estaban ganando esa contienda. Poison en persona lideró el combate, esperando que el capitán Argul gritara su rendición. Sin embargo, la pegaso pisó algo que la hizo trastabillar; ante su pezuña vio rodar una calavera de poni. De hecho había toda una alfombra de huesos de distintas criaturas cubriendo gran parte de la cubierta... huesos que empezaron a moverse por si mismos.

Cuando se giró vio que, junto a ella, se había formado el esqueleto de un grifo. La criatura alzó su calavera, revelando que como ojos solo tenía un resplandor rojizo en sus vacías cuencas oculares. No emitió ningún sonido al lanzar un garrazo contra Poison, excepto el repicar de sus huesos al moverse. La capitana saltó atrás, evitando el ataque, y golpeó al esqueleto con su cimitarra, destrozándolo.

Docenas de esqueletos se alzaron por doquier, apareciendo incluso en medio de los marineros. Estos gritaron, asustados, y se alejaron de las criaturas. El capitán Argul ordenó cargar, y sus hombres se unieron al combate, haciendo retroceder a la tripulación de La sirena. Por un instante, Poison pensó en ordenar retirada. Pero dos yeguas avanzaron entre sus sementales y atacaron a los no-muertos, destruyendo a dos con certeras coces.

—¡Poison, los esqueletos se destruyen de un golpe seco! ¡Mcdolia y yo nos encargamos del nigromante!
—¡¿Qué nigromante?! ¡Aitana, te voy a matar! ¡Ya habéis oído, mis sementales! ¿Dejaréis que un montón de huesos os detengan?

El terror, ante las palabras de su capitana, dio lugar a un grito de indignación. La batalla se convirtió en una escaramuza en la cual había grupos de ponis, grifos, lobos y esqueletos combatiendo en pequeños grupos allá donde se mirara. Aitana y Mcdolia corrieron a través de los mismos, golpeando algún ocasional no-muerto, en busca de un mismo objetivo.

Lo vieron sobre el castillo de proa: el unicornio azul estaba junto al capitán del Relámpago Negro, el cual seguía impartiendo órdenes. Aitana gritó a Mcdolia que la siguiera y escaló una red hasta subir a un mástil. Desde ahí cortó la cuerda con la daga que ya llevaba enganchada, a modo de espolón, en su pezuña derecha. Mcdolia comprendió lo que pretendía su amiga y se agarró de otro cabo.

—Aitana, estás loca, ¿lo sabías?
—Qué quieres que te diga, demasiadas novelas de piratas.

Ambas saltaron al mismo tiempo, columpiándose con sus cuerdas hacia el castillo de proa. El unicornio las vio venir y, al tiempo que gritaba, cargó un hechizo en su cuerno; el capitán Argul alzó una pistola. Mcdolia fue la primera en saltar sobre el lobo negro, quitándole el arma con el impacto e iniciando un combate cerrado con él.

Aitana saltó un instante después, al tiempo que asía su látigo con la pezuña y lanzaba un latigazo al unicornio. Un ensordecedor chasquido sonó junto a la cara del nigromante, sin dañarlo, pero desconcentrándolo durante un instante. Aitana cayó sobre la cubierta y rodó, evitando el hechizo, para levantarse y encarar a su enemigo. El nigromante la miraba, con la magia crepitando en su cuerno. Y, al fin, Aitana pudo ver su Cutie Mark: una daga con el reflejo de un ojo verde.

—Aitana Pones... debí haber insistido en que te mataran en el desierto.
—¿Quién eres, nigromante?

El unicornio rió por lo bajo.

—Soy un servidor del verdadero señor del mundo. Pero eso no importa, pues pronto morirás, arqueóloga.
—¿En serio? —respondió la aludida, poniéndose en guardia—, ¡aquí me tienes, hijo de p*ta!

Dark Art descargó su magia, creando una ola de muerte frente a él. Aitana corrió a un lado y saltó, esquivándola. Ignorando el dolor que recorría su cuerpo, se levantó y cargó hacia el unicornio, el cual retrocedió. La arqueóloga no dudó en lanzarse adelante e intentar apuñalar a su enemigo; sabía que si le daba la oportunidad podía matar a todos los presentes con un solo conjuro. Viéndose superado por la poni marrón, Dark Art corrió hacia atrás y saltó a la cubierta inferior, donde la caótica melee entre lobos, grifos, ponis y esqueletos estaba teniendo lugar.

Aitana bajó tras él, pero el nigromante hizo que dos esqueletos se lanzaran sobre la arqueóloga portando machetes en sus mandíbulas. La poni esquivó los ataques rápidamente y, en cuanto tuvo una oportunidad, dio una coz a uno de los esqueletos, destrozándolo. Repitió el proceso, librando el camino frente a ella hasta el nigromante, el cual estaba a punto de lanzar un conjuro. Aitana vio un barril lleno cerca de ella y corrió para cubrirse tras el mismo. Dark Art no se dio cuenta de la maniobra, y su hechizo impactó de lleno contra el barril, el cual explotó en una deflagración de vapor.

Aitana corrió con todas sus fuerzas, agarrándose a un cabo suelto y saltando a través de la nube de vapor. Se soltó de la cuerda y se preparó para apuñalar al nigromante en su caida, pero un reflejo a su lado la hizo cambiar su ofensiva a una defensa: una cimitarra surgió de la nada, lanzándose contra ella. Aitana interpuso su daga en la trayectoria del arma, desviándola en el último segundo. La daga fue arrancada de sus correas, y la arqueóloga perdió el equilibrio en el aire, cayendo pesadamente contra el suelo; la yegua gritó al sentir un doloroso crujido en sus costillas.

Antes de que Aitana lograra levantarse, Dark Art soltó la cimitarra de su agarre mágico y cargó nuevamente su magia. La yegua rodó instintivamente hacia un lado, evitando un rayo verdoso que impactó donde hacía un instante habría estado ella. El nigromante lanzó hechizo tras hechizo, sin dar oportunidad a la arqueóloga a recuperarse. Aitana siguió rodando a un lado y al otro, esquivando los hechizos por su vida; la madera donde caían los mismos estallaba en llamas oscuras antes de marchitarse a toda velocidad, como si envejeciera varias décadas en un instante. De pronto se escuchó un gran impacto seguido de una maldición del nigromante, y la mortal lluvia mágica remitió. Aitana no se demoró en ponerse en pie.

Frente a ella, Mcdolia, que se había librado de alguna forma del capitán lobo, se hallaba enzarzada en una cerrada lucha con Dark Art. El unicornio retrocedió algunos pasos y su cuerno refulgió con furia; la yegua roja se vio impulsada hacia atrás por una fuerza invisible, cayendo junto a Aitana, a la cual le dedicó una rápida mirada.

—¿Indefenso en el cuerpo a cuerpo, decías?
—Eso esperaba —respondió la arqueóloga, mirando una creciente mancha roja en sus vendajes—. Vamos por los lados, no le demos oportunidad.

Mientras la capitana Poison ordenaba a sus sementales retroceder, al verse superados por los esqueletos y los marineros del Relámpago, Aitana y Mcdolia rodearon al nigromante y cargaron contra él. El cuerno de este refulgió brevemente y, con una pequeña explosión, se teletransportó a la espalda de las dos yeguas. Volvió a conjurar, sintiendo el oscuro poder de la magia negra fluir por su cuerpo y escogió a su objetivo.

Aitana se giró a toda velocidad cuando el nigromante desapareció, y lo encontró conjurando contra ella. La magia cubrió su mente, intentando sumirla en la locura. La arqueóloga sacudió la cabeza, intentando no prestar atención a todos los momentos terribles que había vivido y que estaba rememorando en contra de su propia voluntad. Normalmente habría aguantado un conjuro así sin mayores problemas. Normalmente habría seguido su carrera para acabar con el nigromante.

Pero Kolnarg notó el momento de debilidad de su portadora.

Mcdolia siguió corriendo hacia el nigromante, pero un lobo se puso en su camino. Logró golpearlo en el costado, sacándolo de su camino, pero en ese momento notó que estaba sola. Miró hacia atrás: Aitana estaba quieta, con los ojos cerrados. La sangre que empapaba sus vendajes goteaba sobre la cubierta. Una antinatural y cruel sonrisa cruzó su rostro, y cuando alzó la mirada pudo verse que sus pupilas se habían tornado grises. El pelaje sobre su cuerpo se oscureció, cubierto por una sombra translúcida. La poseida yegua miró alrededor y empezó a murmurar unas palabras arcanas, al tiempo que un intangible cuerno negro se formaba sobre su cabeza. Dark Art observó el fenómeno, alucinado.

—¿Cómo está haciendo eso?

Pero el nigromante se sobresaltó al notar una magia afectar a sus marionetas nigrománticas. Los esqueletos dejaron de luchar, y al poco se giraron contra ponis, lobos y grifos por igual. Dark Art se concentró, intentando mantener el control sobre sus no-muertos, sin éxito.

—¡No es posible, una poni de tierra no puede hacer esto! ¡Es imposible!

Mcdolia intentó atacar a Dark Art para poder ayudar a su amiga sin otros peligros a la vista. Pero Kolnarg había visto la cercanía de la yegua roja y, tomándola por una amenaza, hizo que varios esqueletos la atacaran a la vez. Mcdolia esquivó varios garrazos y golpeó a uno de los seres, destruyéndolo. Pero en muy poco tiempo, los huesos empezaron a reformarse y el esqueleto se alzó nuevamente. Los marineros de ambas tripulaciones, al ver un enemigo común, aunaron fuerzas contra el mismo.

Un grifo vio lo que Aitana estaba haciendo y se lanzó en picado contra ella. La yegua lo vio venir, se giró y alzó una pezuña al tiempo que el fantasmal cuerno refulgía oscuridad sobre ella. Por alguna razón, el grifo pareció perder el control y cayó pesadamente contra la cubierta. Con la cara descoyuntada por la desesperación, se agarró el pecho con una garra, intentando hacer que su corazón volviera a latir.

Mcdolia observó aterrorizada a su amiga. Dark Art conjuró una barrera mágica para protegerse. Kolnarg, habiendo tomado el control de su portadora, se volvió hacia los vivos que le rodeaban, dispuesto a dar rienda suelta a todo su poder.

**·-----·-----·-----**

**·-----·-----·-----**


NOTA DEL AUTOR:

Bueno, bueno, las cosas se ponen feas para nuestras amigas. Bienvenido al mundo de los vivos, Kolnarg.

Como siempre, se agradecen muchísimo críticas, reviews, favs y follows. Espero que disfrutéis de este capítulo. Si queréis ambientación musical, lo he escrito escuchando a todo trapo la banda sonora de Piratas de Caribe, en concreto y por orden: "Barbossa is Hungry", "The Black Pearl" y "He's a Pirate".

Por cierto, aquí hay un pedazo de guiño a una gran película nada relacionada con Piratas de Caribe. A ver quién lo ve.

Un saludo y hasta la próxima.


Espero que lo hayáis disfrutado. Se agradecen reviews :).
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Re: AITANA PONES: "La fiebre infernal" (Capítulo 7)

Notapor McDohl » 21 May 2014, 22:50

Capítulo intenso no, lo siguiente.

Spoiler:
Me encanta como combinas varios estilos en una misma historia: hemos pasado de los entresijos de una antigua tumba a un puro abordaje pirata casi sin tiempo a parpadear. Sigues con tu estilo de dejarnos con la miel en los labios deseando que salgan mas y mas episodios y la trama parece que sufre una vuelta de tuerca mas, por si eso parecía no ser posible. Los personajes que ahora ganan mas tiempo en escena, Poison Mermaid y Dark Art, son interesantes a la par que intrigantes, ya que es obvio que hay mucho mas detrás de lo que nos muestras.


Gran trabajo y ya con ganas de leer el siguiente. ¿Concluirá la aventura o todo dará un nuevo vuelvo? No puedo esperar a saberlo :D
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Re: AITANA PONES: "La fiebre infernal" (Capítulo 7)

Notapor Volgrand » 21 May 2014, 23:27

McDohl escribió en 21 May 2014, 22:50:Capítulo intenso no, lo siguiente.

Spoiler:
Me encanta como combinas varios estilos en una misma historia: hemos pasado de los entresijos de una antigua tumba a un puro abordaje pirata casi sin tiempo a parpadear. Sigues con tu estilo de dejarnos con la miel en los labios deseando que salgan mas y mas episodios y la trama parece que sufre una vuelta de tuerca mas, por si eso parecía no ser posible. Los personajes que ahora ganan mas tiempo en escena, Poison Mermaid y Dark Art, son interesantes a la par que intrigantes, ya que es obvio que hay mucho mas detrás de lo que nos muestras.


Gran trabajo y ya con ganas de leer el siguiente. ¿Concluirá la aventura o todo dará un nuevo vuelvo? No puedo esperar a saberlo :D


Gracias Mcdohl. Aunque sabes bien que estos cambios son culpa de Pandora, que la jodía ha hecho crecer mi mundo espectacularmente. Y cada vez que roleo con ella (entre Aitana y Poison Mermaid) el mundo crece más. ¡Pandora, te odio! ¡Sigue escribiendo, jodía!
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Re: AITANA PONES: "La fiebre infernal" (Capítulo 7)

Notapor Pandora » 22 May 2014, 09:24

Volgrand escribió en 21 May 2014, 23:27:
McDohl escribió en 21 May 2014, 22:50:Capítulo intenso no, lo siguiente.

Spoiler:
Me encanta como combinas varios estilos en una misma historia: hemos pasado de los entresijos de una antigua tumba a un puro abordaje pirata casi sin tiempo a parpadear. Sigues con tu estilo de dejarnos con la miel en los labios deseando que salgan mas y mas episodios y la trama parece que sufre una vuelta de tuerca mas, por si eso parecía no ser posible. Los personajes que ahora ganan mas tiempo en escena, Poison Mermaid y Dark Art, son interesantes a la par que intrigantes, ya que es obvio que hay mucho mas detrás de lo que nos muestras.


Gran trabajo y ya con ganas de leer el siguiente. ¿Concluirá la aventura o todo dará un nuevo vuelvo? No puedo esperar a saberlo :D


Gracias Mcdohl. Aunque sabes bien que estos cambios son culpa de Pandora, que la jodía ha hecho crecer mi mundo espectacularmente. Y cada vez que roleo con ella (entre Aitana y Poison Mermaid) el mundo crece más. ¡Pandora, te odio! ¡Sigue escribiendo, jodía!


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Re: AITANA PONES: "La fiebre infernal" (Capítulo 7)

Notapor Volgrand » 22 May 2014, 20:09

Capítulo 8: "La hermandad de la sombra"

Spoiler:
La poseída Aitana miró hacia el cielo al tiempo que su fantasmal cuerno se iluminaba. La luz disminuyó, como el cielo se hubiera nublado. Pero lo que eclipsaba el sol no era una nube.

Primero se escuchó un potente zumbido que creció rápidamente de intensidad. Un enjambre de moscas y tábanos apareció sobre el barco y se lanzó sobre lo marineros. Estos gritaron, aterrorizados, intentando librarse de las dolorosas picaduras. El teniendo High Tide gritó “¡Viento!”, y varios pegasos y grifos alzaron el vuelo, creando una ráfaga para repeler a los insectos. Pero estos volvían a cerrarse sobre sus objetivos a la menor oportunidad. Los unicornios de Poison se unieron al intento de desviar el enjambre

Dark Art retrocedió y canalizó su magia, lanzando un rayo negro hacia la yegua poseída Esta no pareció percatarse del ataque, pero cuando iba a impactar una barrera mágica se hizo visible a su alrededor, desviando el proyectil. Aitana se giró hacia el nigromante.

Kaltig marak matnur? Part, marak KOLNARG marae!
—¿Kolnarg? —repitió Dark Art, al ser la única palabra que había entendido.

El lich que poseía a la arqueóloga empezó a conjurar usando el antiguo idioma, con una voz grave sobreponiéndose a la de Aitana. Esferas negras se formaron de la nada y orbitaron en torno a su conjurador, mientras más y más se unían a la danza. Dark Art conjuró sus defensas, pero no tardó en darse cuenta de que no iba a poder resistir semejante poder.

Las esferas giraron a toda velocidad antes de salir proyectadas hacia el unicornio azul, trazando amplias parábolas que convergían en el mismo objetivo. Dark Art conjuró en el último instante, y una explosión de muerte cubrió la zona donde estaba. Cuando se disipó, del nigromante no quedaba ni rastro.

Mcdolia había visto lo ocurrido, pero los constantes ataques de los esqueletos no la dejaban acercarse. En medio del combate se vio luchando codo con codo junto a Poison Mermaid.

—¡¿Qué le pasa a Aitana?! ¡¿Está haciendo magia?! ¡¿Y dónde está el nigromante?!

En ese momento, la arqueóloga, todavía poseída, avanzaba con una cruel sonrisa, mientras dirigía a los esqueletos en el combate.

—Está.... ¡dominada! —mintió Mcdolia—. ¡Dominada por el nigromante!

Un lobo se libró de la pelea contra los esqueletos y cargó contra la yegua marrón. Esta lo miró, sin dejar de sonreír y conjuró. El lobo se detuvo y gritó, derrumbándose al tiempo que el pelaje de su cuerpo se volvía completamente blanco. Una vez en el suelo, su cuerpo se consumió hasta convertirse en cenizas que fueron arrastradas por el viento. Poison Mermaid voló hacia atrás y gritó:

—¡Dadme un mosquete, rápido!

Uno de sus sementales obedeció la orden al instante, lanzándole el arma solicitada. La pegaso la atrapó en el aire y voló hasta un palo de su propio barco. Con calma y destreza sacó una extraña bala de sus zurrones junto a una carga de pólvora. Cargó su mosquete y presionó el contenido mientras colocaba una mecha.

—¡Pero qué hace!

Mcdolia no podía permitir que mataran a Aitana, ¡no era culpa suya! ¡Estaba poseída! Corrió hacia atrás, saltando al barco de Poison y buscó las cuerdas que necesitaba escalar para subir hasta la capitana.

Poison Mermaid terminó de presionar la pólvora, se posicionó sobre el palo y alzó el mosquete, apartando mechones azules y turquesa de su cara con un movimiento de cabeza. Aitana seguía avanzando hacia los marineros, hablando en un idioma que Poison no entendía, pero que no auguraba nada bueno. Apuntó con cuidado, solo tenía un disparo.

—¡Poison, no lo hagas! ¡Está poseída!

La capitana ignoró el ruego de Mcdolia. Aitana se acercó a los marineros, pero el teniente High Tide ordenó retirada, orden que fue obedecida por ambas tripulaciones. Los esqueletos formaron una linea que cargó contra todo ser vivo frente a ellos. Poison ajustó su disparo, corrigiéndolo según los movimientos de los barcos y la fuerza del viento. El enjambre de tábanos volvió a cerrarse sobre los marineros, a pesar de los continuos esfuerzos de pegasos y grifos por repelerlos. Poison agarró con su pezuña izquierda la palanca del disparador, y respiró hondo, calmando el temblor natural de su pulso.

—¡No!

Mcdolia observó desde abajo, impotente, cómo la detonación surgía del arma de Poison. Miró hacia Aitana, rezando por no verla caer abatida al momento. Sin embargo, no fue una explosión de sangre lo que ocurrió: una nube verdosa se formó de la nada sobre la cara de la arqueóloga. Esta se sacudió y dio un traspiés hacia atrás, parpadeó un par de veces... y cayó inconsciente. La sombra que la cubría siguió rodeándola durante unos segundos, pero finalmente se disipó.

Poison Mermaid levantó su arma y observó cómo los esqueletos, tras unos momentos, caían al suelo como pequeñas montañas de huesos de distintos tamaños. Los tábanos, tras un nuevo golpe de viento, se dispersaron y no regresaron. La capitana de La sirena mutilada miró sonriente a la alterada yegua roja.

—Vamos, querida, ¿de verdad creíste que iba a matarla? ¿Y quién iba a pagarme mis honorarios, entonces?
—Oh... gracias.

Hubo un repiqueteo de metal sobre madera. Toda la tripulación del Relámpago negro había lanzado sus armas al suelo y el contramaestre, un grifo de plumas doradas y pelaje marrón, gritó:

—¡Capitana Poison Mermaid, nos rendimos!

La aludida saltó del palo y voló hasta la cubierta para empezar a repartir órdenes a sus hombres.

—Buen trabajo, queridos. Atended a los heridos, también a Aitana Pones. Ayudad a los que hayan caído por la borda y recuperad lo que habíamos venido a buscar y cualquier cosa de valor.

Mcdolia llegó tras la capitana y escuchó la última orden.

—Eh, sí. Es una caja de metal con unos símbolos arcanos encima, dile a tus hombres que no los alteren.
—Claro, querida —dijo Poison con una sonrisa—. Ya habéis oído a nuestra pasajera. Teniente High Tide...
—¿Sí, capitana?
—Apresad a Mcdolia.

Antes de que la yegua roja pudiera reaccionar, media docena de ponis se echaron sobre ella y la amarraron de pezuñas a cabeza.

**·-----·-----·-----**


Aitana se encontraba fatal. Fatal era poco: estaba débil, muy débil. ¿Qué había ocurrido? Se sentía como si le hubiera pegado una paliza, después hubiera corrido una maratón y le hubieran pegado otra paliza. Sentía la cabeza increíblemente pesada y le costaba respirar. De hecho, le dolían las costillas, y mucho. ¿Qué demonios había ocurrido? Intentó moverse pero sintió que algo se lo impedía.

—¡Se está despertando!

Escuchó un montón de movimiento frente a ella. Abrió los ojos, que habían recuperado su tono verdoso original. El mundo estaba totalmente desenfocado, y la cabeza le daba vueltas. Pero poco a poco pudo ir distinguiendo las figuras de casi veinte ponis frente a ella. Estaban en la cubierta de un barco y el sol brillaba con fuerza.

Los sementales de Poison fueron definiéndose a los ojos de Aitana, y entonces observó que todos ellos portaban mosquetes... y le estaban apuntando. Intentó moverse, pero se dio cuenta de que estaba atada al mástil principal de la embarcación. Frente a ella, en el palo menor, estaba también Mcdolia, atada de igual forma y amordazada. Poison estaba frente a sus hombres, apuntando a la arqueóloga a su vez.

—¡Poison, ¿qué cojones haces?! —jadeó—. ¡Suéltanos!
—Lo siento, querida, pero no voy a correr riesgos —respondió la capitana—. Dime, Aitana, ¿dónde nos conocimos?
—¿A qué viene esa pregunta? ¡Lo sabes perfectamente, j*der! ¡Suéltanos!

Poison dudó durante unos instantes; después le entregó su arma a otro marinero y se acercó a la inmovilizada yegua. Cuando estuvo a poco distancia de Aitana, desenfundó su sable.

—Creo que no lo has entendido, querida. Antes has atacado a mis hombres, y por suerte para ti no tuvimos que lamentar ninguna baja. Sería una capitana pésima si me arriesgara a que algo así ocurriera nuevamente.

La yegua de crin turquesa levantó su sable y lo colocó sobre el cuello de la arqueóloga.

—Responde, ¿dónde nos conocimos, cuándo, y para qué?

Aitana tragó saliva. Mcdolia intentó gritar, aunque sus gritos quedaron ahogados en quedos gemidos debido a la mordaza.

—Nos conocimos en Phillidelphia —respondió rápidamente, aunque tenía que detenerse por momentos porque se quedaba sin aire—, hace unos tres meses. Contacté contigo a través del barman del “Cordero degollado”, buscaba alguien para un trabajo y me dijo que tú eras la mejor. Te entregué el mapa para encontrar el Cetro dorado del Alicornio, el cual me entregaste hace un mes y medio en la taberna “El Manehattanés errante”, donde tuvimos una pelea contra unos tipos que creyeron que te podían robar. Te pagué exactamente 15200 bits por tus servicios, y cuando me viste me dijiste que “vaya cambio de look” porque iba teñida de rojo para que no me reconocieran. Y que el sombrero de paja me quedaba fatal. Y me diste tu polvo alquímico violeta para mandarte un mensaje si tenía otro trabajo. Ahora, ¿puedes soltarnos?

La capitana mantuvo el arma en su sitio, mirando a Aitana fijamente a los ojos. Finalmente bajó el sable y sentenció:

—Es ella. Soltadlas y atended adecuadamente sus heridas.

Aitana cayó pesadamente al suelo en cuanto las cuerdas que la sostenían fueron retiradas. Se miró al costado y lo que vio la dejó impactada: una impresionante herida, digna de ser estudiada en una clase de anatomía, se abría en el mismo. La sangre empapaba todo su pelaje, formando un pequeño charco bajo ella. El médico de La sirena llegó a su lado y empezó a tratarla.

—Ssep, tienes tres costillas rotas y una de ellas salió hacia afuera, tuve que ponerte una cataplasma para parar la sangre y bloquear el agujero para que siguieras respirando. ¿Cómo pudiste seguir combatiendo así?
—No... no sé... —respondió la arqueóloga, dejando caer su cabeza sobre la cubierta—. Adrenalina, supongo. No... no puedo respirar.
—Nah, no te preocupes, que esto no es nada.
—¡Aitana!

Mcdolia, que había sido liberada, galopó hasta el lado de su amiga.

—¿Cómo estas?
—Bien. Me... ¿me poseyó? j*der... fui una idiota.
—Pero todo está bien. Tenemos el sarcófago.
—Menos mal...¡AARG!

Con un sonoro crujido, el médico recolocó algo en el pecho de Aitana, haciendo que esta gritara por el horrendo dolor.

—¡Lista!
—Menos mal... —suspiró Mcdolia.
—No, digo que lista la primera costilla. Quedan dos más por re-colocar
—¡Es... espera! —suplicó Aitana—. ¡Que alguien me dé ron, j*der!
—¿Ron? No, aquí solo tenemos zarzaparrilla. ¡Traed una botella!

A varios metros de la truculenta escena, el teniente High Tide se acercó a Poison Mermaid.

—Capitana, ¿no debería darle a la pasajera algo para el dolor? Su calmante alquímico es mejor que la caricia de una madre.

La yegua de pelaje añil miró, desde la distancia, cómo Aitana pegaba un buen lingotazo de licor preparándose para afrontar las curas del médico.

—No, déjala. Si se desmaya del dolor entonces le daré un calmante.

**·-----·-----·-----**

**·-----·-----·-----**


Un unicornio azul surgió de las aguas del Narval y nadó hasta la orilla. Cuando hizo pie, Dark Art se sacudió las blancas crines que llevaba pegadas a los ojos. Los dos barcos pirata se alejaban río abajo. El combate había terminado hacía unos minutos y, evidentemente, habían logrado detener a Aitana Pones de alguna forma. Él se había visto obligado a tele-transportarse para huir de su furia, pero calculó mal y acabó cayendo al agua a casi doscientos metros de su barco.

Pero había algo que lo perturbaba: no era el hecho de que Aitana pudiera ejecutar alta magia negra como esa. Ni siquiera que hablara en un idioma muerto: era el nombre que había pronunciado.

—Kolnarg...

En la hermandad se sabía que los arqueólogos, entre ellos Aitana Pones, habían acudido a algún lugar de Egiptrot hacía unos años para acabar con el ancestral lich. Pero nadie sabía qué había ocurrido ahí exactamente: solo se sabía que el poder de ese ser desapareció, por lo que supusieron que los arqueólogos habían tenido éxito en su misión. Pero esto... cambiaba las cosas.

—Así que esto es lo que pasó, Kolnarg está ligado a Aitana Pones.

Dark Art echó a andar río abajo. No sabía cuánto tardaría en llegar a alguna ciudad para encontrar un transporte de vuelta a Equestria. Había perdido a Manresht, pero a cambio tenía localizado al lich más poderoso de todos los tiempos. Y esa era una información muy importante para los planes de la Hermandad de la Sombra.

**·-----·-----·-----**


Hacía unas horas que La sirena mutilada había superado la desembocadura del río, junto a Taichnitlán, y ahora se dirigían sobre aguas tranquilas hacia Manehattan. Habían tenido que sobornar a algunos miembros de la guardia, los cuales se mostraron más que deseosos de librarse de un poco de trabajo para controlar los cientos de refugiados que habían llegado desde el sur. Por lo que pudieron escuchar, al parecer la terrible plaga que había asolado los Reinos Lobo había remitido, y el ejército se estaba encargando de dar caza a los zombis ígneos que habían sobrevivido.

Llegada la noche, la tripulación se reunió para cenar y abrir unas cuantas botellas de zarzaparrilla. La capitana no acudió, ya que estaba ocupada haciendo cuentas de los daños sufridos para calcular a cuánto ascenderían sus honorarios. Alguien llamó a la puerta de su despacho.

—Adelante.

Aitana Pones entró en la sala, caminando lentamente. Firmes vendajes cubrían su pecho en su totalidad, limpios de todo resto de sangre. Poison sonrió cortésmente, que no sinceramente.

—Veo que nuestro médico ha hecho un buen trabajo contigo, querida. Me alegra verte caminar por tu propia pezuña.
—Sí, es bueno el jodío —dijo la yegua marrón, sentándose dolorosamente en una silla—. Pero j*der, no veas lo que duele.
—Es lo que tiene correr riesgos innecesarios —respondió la capitana levantando la vista de los papeles que tenía sobre el escritorio—. ¿Podremos tener una noche tranquila, al menos? Tú y tu compañera tenéis que descansar, o no os curaréis en la vida.
—Sinceramente, soy inútil en alta mar. De tener una noche tranquila tendrás que encargarte tú.

Aitana paseó la vista por la estancia, deteniéndose en un enorme arcón que había en la misma.

—¿La caja de metal está segura? Es primordial que no se abra.

Poison se levantó de la silla y paseó por la habitación hasta el mismo arcón.

—Tendrían que pasar por encima de mi cadáver —dijo, acariciando la tapa del mueble—. Y ni aún así conseguirían llevársela.
—No me engañaron cuando me dijeron que eras la mejor —sonrió la yegua marrón—. Si no llegas a venir habría sido un desastre que ni te imaginas.

Poison resopló visiblemente, levantando su flequillo bicolor, y caminó de vuelta a su silla.

—Pues claro que soy la mejor. No todos los piratas ganamos nuestra fama por habladurías, los habemos que ganamos nuestra fama por méritos reales.
—No hace falta que lo jures, Poison. Ahora solo espero que no me lleves a la p*ta ruina con tu factura —añadió Aitana, bromeando.
—Ya veremos... Puede que te haga el descuento para amigos y familiares si llegamos todos de una pieza a casa. Y tú entras en el paquete de "todos"
—Bueno, no creo que pase nada más durante el camino. No creo que nadie sepa lo que ha ocurrido, realmente —la arqueóloga se estiró ligeramente y se levantó—. Ah bueno, creo que me iré a dormir. En otra ocasión quizá buscaría compañía con alguno de tus sementales, pero hoy no me veo en condiciones —Aitana parpadeó un par de veces—. Nunca creí que diría algo así...

La poni se dirigió a la puerta. Antes de que llegara, Poison se levantó rápidamente y se interpuso en su camino, mirándola seriamente.

—Antes de irte, querida... Me gustaría saber qué demonios ha pasado ahí fuera contigo. Y no me digas "nada" o "estaba siendo controlada por Dark Art" porque sé perfectamente que estabas poseída
—No lo entenderías, Poison —respondió, visiblemente inquieta—. Es un efecto secundario de una... expedición, por así decirlo.

Poison Mermaid rió con sorna.

—De efectos secundarios de expediciones también puedo hablarte yo, querida —dijo, girando la cabeza y mostrando su oreja izquierda, rota y mutilada—. Has estado jugando con magia negra, ¿no? Una magia antigua y oscura...
—¡Qué co*o dices! Yo no he jugado con magia negra.
—Querida, no intentes engañarme. Si no fuera eso, las balas especiales que usé contra ti no te habrían afectado en absoluto.

Aitana se sorprendió, ya que no esperaba que una capitana pirata supiera tanto sobre magia negra. Y menos aún sobre cómo contrarrestarla.

—No, no he estado “jugando” con magia negra, ¿es que tengo cara de loca? ¡Vale, no respondas a eso! —añadió rápidamente—. Lo que pasa es que... me dedico a cazar magia negra, para entendernos.

Poison ató cabos rápidamente.

—Entonces... ¿la fiebre infernal de los Reinos lobos...?
—Sí. Nosotras la hemos detenido.

La capitana pareció bastante sorprendida por la revelación. Esta yegua le caía francamente mal, pero tenía que reconocer que no muchos serían capaces de enfrentarse a la cosas que ella combatía, de eso no había duda. Se fijó en la fina cadena que rodeaba su cuello y se perdía entre los pliegues del chaleco, pero decidió no indagar al respecto.

—¿Y aún sigues viva? Eres más dura de pelar de lo que creía —Poison se acercó a uno de los arcones y sacó varias botellitas del mismo—. Espera un momento, voy a prepararte algo.
—Eh... vale, cojonudo.

La pegaso añil empezó a trabajar rápidamente, pasando de una pequeña mesa de alquimia a distintos cajones de los cuales sacaba ingredientes a cada cual más pintoresco que el anterior. Aitana no pudo entender qué hacía, solo la vio mezclar mil cosas diferentes en un frasco de cristal y ponerlo sobre unas velas. La mezcla empezó a hervir, adquiriendo un tono violáceo. La exploradora se sorprendió al ver cómo el líquido empezaba a brillar ligeramente. Poison retiró el frasco del fuego y vertió el contenido en un pequeño bote que cerró antes de dárselo a Aitana.

—Este brebaje me enseñaron a prepararlo unos grifos a los que les devolví un tótem sagrado que les habían robado. Sirve para proteger la mente y el cuerpo en una posesión, en el caso de que no se pueda evitar; en otras palabras, te hace consciente de que estás siendo poseída. Nunca he tenido que usarla para mí misma
—Hostia. Muchas gracias, Poison —respondió Aitana mientras guardaba el bote—. Me será muy útil.
—Cuando lleguemos a puerto te daré la receta para que puedas prepararte más, aunque los ingredientes son muy escasos. Vete a descansar, Aitana, todavía nos quedan dos semanas de viaje hasta Manehattan.

La capitana volvió a su escritorio donde siguió haciendo cuentas. Aitana se despidió y salió del mismo, dirigiéndose a su litera. Mcdolia dormía junto a la misma, pero abrió los ojos cuando la arqueóloga se acercó.

—¿Todo bien?
—Perfectamente. Al final todo ha salido de p*ta madre.

La yegua roja se incorporó. Tenía varias vendas sobre sus patas y cabeza, y un montón de apósitos que tapaban distintas heridas leves en todo su cuerpo. Pero, en general, estaba en buenas condiciones.

—¿Qué piensas hacer con Manresht?
—Mi padre me ayudará. Abriremos la caja dentro de un círculo de contención y dejaremos que la magia que lo mantiene con vida se extinga.
—¿De verdad hay que... matarlo, Aitana? —preguntó Mcdolia en voz baja—. ¿No hay ninguna otra posibilidad?

La yegua marrón se tumbó, no sin dificultades, en su hamaca y se tapó la cara con el sombrero.

—No. Solo los dioses y semidioses pueden vivir eternamente. Cualquier otro que lo haga sencillamente es un ser malvado por naturaleza.
—Todo el mundo puede cambiar.
—Aj, j*der Mcdolia, mira que eres idealista. Incluso aunque así fuera, Manresht debería haber muerto hace más de mil años. No hay nada que hacer por él, solo dejar que el señor de las estrellas juzgue su alma cuando muera.

Mcdolia guardó silencio durante unos minutos, apenada porque Aitana tenía razón en que no había nada que hacer por Manresht. Pero algo le había llamado la atención.

—¿Eres religiosa? No me lo pareciste cuando te conocí.
—Je, religiosa no es la palabra —Aitana levantó su sombrero y miró a su amiga con media sonrisa—. No tengo fe, Mcdolia, pero hay cosas que me indican que los titanes, los que crearon el mundo a partir del Caos primordial, sí que existen.
—¿Qué cosas?
—Bueno, para empezar la magia rúnica: si no invocas las bendiciones de Imperator Stellarum, Mater Luminis, y Pte Ska Win, los sellos de contención sencillamente no funcionan, a no ser que seas un unicornio y los alimentes con tu propia magia. Aparte de que todas las religiones existentes...
—¡Eh, princesitas! —gritó un semental—. ¡A hablar de teología os vais a cubierta, que intentamos dormir!

Mcdolia se disculpó y volvió a tumbarse. Aitana se cubrió el rostro y se durmió en pocos minutos. Por primera vez en semanas pudo dormir relajada, sin el enorme peso de la responsabilidad recayendo sobre sus hombros.

**·-----·-----·-----**

**·-----·-----·-----**


NOTA DEL AUTOR:

Fin del capítulo ocho.

Estamos a punto de acabar la primera parte de “Aitana Pones”, falta un capítulo, o un capítulo y epílogo, aún no lo he decidido.

Si aún os lo preguntáis, pronto sabréis qué demonios es el famoso 'Cetro dorado del alicornio' (que no es el Twicane :P), y para qué piensa utilizarlo.

Oh, y por supuesto tendréis la primera pista de lo que ocurrirá en el siguiente libro de la trilogía: “Aitana Pones 2: La tumba del norte”.

Agradecimientos a Pandora por su grandioso personaje Poison Mermaid y su tripulación (en serio, cada vez que roleo con ella el mundo de Aitana crece más). A Quisco Mcdohl por su personaje Mcdolia y por ayudarme a escribir las confrontaciones entre esta y Aitana. Es curioso cómo estos dos personajes son tan contrarios y, a la vez, tan complementarios.

Los nombres de los dioses los saco de la mitología del autor Kolbjorn en su historia “Armonía”. Aunque nuestros universos son diferentes, su mitología me gusta tanto que tuve que hacerle un guiño en mis fics.

Un saludo y gracias por aguantarme. Próximo capítulo en breve.
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Re: AITANA PONES: "La fiebre infernal" (Capítulo 8)

Notapor McDohl » 22 May 2014, 20:49

De nuevo tensión por un tubo.

Spoiler:
Poison Mermaid se está ganando a pulso un altar, momento WTF del mástil incluido. Después de tanta acción por todos los lados, se agradecía una segunda parte del episodio ya mas relajada, pese al teaser que has dejado y que sin duda dará que hablar. Es una lástima que se acerque ya el fin, pero ha sido un viaje que ha merecido mucho la pena. Y gracias a ti por elegir a Macdolia como compañera de aventuras :)
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Re: AITANA PONES: "La fiebre infernal" (Capítulo 8)

Notapor agustin47 » 22 May 2014, 20:57

Como ya te he dicho esta tarde, me ha gustado mucho.
Los milagros no son gratuitos.

La ignorancia a veces puede significar felicidad, y en este caso, la nuestra resulta ser una verdadera bendición.


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Re: AITANA PONES: "La fiebre infernal" (Capítulo 7)

Notapor Pandora » 23 May 2014, 17:45

Volgrand escribió en 22 May 2014, 20:09:Capítulo 8: "La hermandad de la sombra"

Spoiler:
La poseída Aitana miró hacia el cielo al tiempo que su fantasmal cuerno se iluminaba. La luz disminuyó, como el cielo se hubiera nublado. Pero lo que eclipsaba el sol no era una nube.

Primero se escuchó un potente zumbido que creció rápidamente de intensidad. Un enjambre de moscas y tábanos apareció sobre el barco y se lanzó sobre lo marineros. Estos gritaron, aterrorizados, intentando librarse de las dolorosas picaduras. El teniendo High Tide gritó “¡Viento!”, y varios pegasos y grifos alzaron el vuelo, creando una ráfaga para repeler a los insectos. Pero estos volvían a cerrarse sobre sus objetivos a la menor oportunidad. Los unicornios de Poison se unieron al intento de desviar el enjambre

Dark Art retrocedió y canalizó su magia, lanzando un rayo negro hacia la yegua poseída Esta no pareció percatarse del ataque, pero cuando iba a impactar una barrera mágica se hizo visible a su alrededor, desviando el proyectil. Aitana se giró hacia el nigromante.

Kaltig marak matnur? Part, marak KOLNARG marae!
—¿Kolnarg? —repitió Dark Art, al ser la única palabra que había entendido.

El lich que poseía a la arqueóloga empezó a conjurar usando el antiguo idioma, con una voz grave sobreponiéndose a la de Aitana. Esferas negras se formaron de la nada y orbitaron en torno a su conjurador, mientras más y más se unían a la danza. Dark Art conjuró sus defensas, pero no tardó en darse cuenta de que no iba a poder resistir semejante poder.

Las esferas giraron a toda velocidad antes de salir proyectadas hacia el unicornio azul, trazando amplias parábolas que convergían en el mismo objetivo. Dark Art conjuró en el último instante, y una explosión de muerte cubrió la zona donde estaba. Cuando se disipó, del nigromante no quedaba ni rastro.

Mcdolia había visto lo ocurrido, pero los constantes ataques de los esqueletos no la dejaban acercarse. En medio del combate se vio luchando codo con codo junto a Poison Mermaid.

—¡¿Qué le pasa a Aitana?! ¡¿Está haciendo magia?! ¡¿Y dónde está el nigromante?!

En ese momento, la arqueóloga, todavía poseída, avanzaba con una cruel sonrisa, mientras dirigía a los esqueletos en el combate.

—Está.... ¡dominada! —mintió Mcdolia—. ¡Dominada por el nigromante!

Un lobo se libró de la pelea contra los esqueletos y cargó contra la yegua marrón. Esta lo miró, sin dejar de sonreír y conjuró. El lobo se detuvo y gritó, derrumbándose al tiempo que el pelaje de su cuerpo se volvía completamente blanco. Una vez en el suelo, su cuerpo se consumió hasta convertirse en cenizas que fueron arrastradas por el viento. Poison Mermaid voló hacia atrás y gritó:

—¡Dadme un mosquete, rápido!

Uno de sus sementales obedeció la orden al instante, lanzándole el arma solicitada. La pegaso la atrapó en el aire y voló hasta un palo de su propio barco. Con calma y destreza sacó una extraña bala de sus zurrones junto a una carga de pólvora. Cargó su mosquete y presionó el contenido mientras colocaba una mecha.

—¡Pero qué hace!

Mcdolia no podía permitir que mataran a Aitana, ¡no era culpa suya! ¡Estaba poseída! Corrió hacia atrás, saltando al barco de Poison y buscó las cuerdas que necesitaba escalar para subir hasta la capitana.

Poison Mermaid terminó de presionar la pólvora, se posicionó sobre el palo y alzó el mosquete, apartando mechones azules y turquesa de su cara con un movimiento de cabeza. Aitana seguía avanzando hacia los marineros, hablando en un idioma que Poison no entendía, pero que no auguraba nada bueno. Apuntó con cuidado, solo tenía un disparo.

—¡Poison, no lo hagas! ¡Está poseída!

La capitana ignoró el ruego de Mcdolia. Aitana se acercó a los marineros, pero el teniente High Tide ordenó retirada, orden que fue obedecida por ambas tripulaciones. Los esqueletos formaron una linea que cargó contra todo ser vivo frente a ellos. Poison ajustó su disparo, corrigiéndolo según los movimientos de los barcos y la fuerza del viento. El enjambre de tábanos volvió a cerrarse sobre los marineros, a pesar de los continuos esfuerzos de pegasos y grifos por repelerlos. Poison agarró con su pezuña izquierda la palanca del disparador, y respiró hondo, calmando el temblor natural de su pulso.

—¡No!

Mcdolia observó desde abajo, impotente, cómo la detonación surgía del arma de Poison. Miró hacia Aitana, rezando por no verla caer abatida al momento. Sin embargo, no fue una explosión de sangre lo que ocurrió: una nube verdosa se formó de la nada sobre la cara de la arqueóloga. Esta se sacudió y dio un traspiés hacia atrás, parpadeó un par de veces... y cayó inconsciente. La sombra que la cubría siguió rodeándola durante unos segundos, pero finalmente se disipó.

Poison Mermaid levantó su arma y observó cómo los esqueletos, tras unos momentos, caían al suelo como pequeñas montañas de huesos de distintos tamaños. Los tábanos, tras un nuevo golpe de viento, se dispersaron y no regresaron. La capitana de La sirena mutilada miró sonriente a la alterada yegua roja.

—Vamos, querida, ¿de verdad creíste que iba a matarla? ¿Y quién iba a pagarme mis honorarios, entonces?
—Oh... gracias.

Hubo un repiqueteo de metal sobre madera. Toda la tripulación del Relámpago negro había lanzado sus armas al suelo y el contramaestre, un grifo de plumas doradas y pelaje marrón, gritó:

—¡Capitana Poison Mermaid, nos rendimos!

La aludida saltó del palo y voló hasta la cubierta para empezar a repartir órdenes a sus hombres.

—Buen trabajo, queridos. Atended a los heridos, también a Aitana Pones. Ayudad a los que hayan caído por la borda y recuperad lo que habíamos venido a buscar y cualquier cosa de valor.

Mcdolia llegó tras la capitana y escuchó la última orden.

—Eh, sí. Es una caja de metal con unos símbolos arcanos encima, dile a tus hombres que no los alteren.
—Claro, querida —dijo Poison con una sonrisa—. Ya habéis oído a nuestra pasajera. Teniente High Tide...
—¿Sí, capitana?
—Apresad a Mcdolia.

Antes de que la yegua roja pudiera reaccionar, media docena de ponis se echaron sobre ella y la amarraron de pezuñas a cabeza.

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Aitana se encontraba fatal. Fatal era poco: estaba débil, muy débil. ¿Qué había ocurrido? Se sentía como si le hubiera pegado una paliza, después hubiera corrido una maratón y le hubieran pegado otra paliza. Sentía la cabeza increíblemente pesada y le costaba respirar. De hecho, le dolían las costillas, y mucho. ¿Qué demonios había ocurrido? Intentó moverse pero sintió que algo se lo impedía.

—¡Se está despertando!

Escuchó un montón de movimiento frente a ella. Abrió los ojos, que habían recuperado su tono verdoso original. El mundo estaba totalmente desenfocado, y la cabeza le daba vueltas. Pero poco a poco pudo ir distinguiendo las figuras de casi veinte ponis frente a ella. Estaban en la cubierta de un barco y el sol brillaba con fuerza.

Los sementales de Poison fueron definiéndose a los ojos de Aitana, y entonces observó que todos ellos portaban mosquetes... y le estaban apuntando. Intentó moverse, pero se dio cuenta de que estaba atada al mástil principal de la embarcación. Frente a ella, en el palo menor, estaba también Mcdolia, atada de igual forma y amordazada. Poison estaba frente a sus hombres, apuntando a la arqueóloga a su vez.

—¡Poison, ¿qué cojones haces?! —jadeó—. ¡Suéltanos!
—Lo siento, querida, pero no voy a correr riesgos —respondió la capitana—. Dime, Aitana, ¿dónde nos conocimos?
—¿A qué viene esa pregunta? ¡Lo sabes perfectamente, j*d*r! ¡Suéltanos!

Poison dudó durante unos instantes; después le entregó su arma a otro marinero y se acercó a la inmovilizada yegua. Cuando estuvo a poco distancia de Aitana, desenfundó su sable.

—Creo que no lo has entendido, querida. Antes has atacado a mis hombres, y por suerte para ti no tuvimos que lamentar ninguna baja. Sería una capitana pésima si me arriesgara a que algo así ocurriera nuevamente.

La yegua de crin turquesa levantó su sable y lo colocó sobre el cuello de la arqueóloga.

—Responde, ¿dónde nos conocimos, cuándo, y para qué?

Aitana tragó saliva. Mcdolia intentó gritar, aunque sus gritos quedaron ahogados en quedos gemidos debido a la mordaza.

—Nos conocimos en Phillidelphia —respondió rápidamente, aunque tenía que detenerse por momentos porque se quedaba sin aire—, hace unos tres meses. Contacté contigo a través del barman del “Cordero degollado”, buscaba alguien para un trabajo y me dijo que tú eras la mejor. Te entregué el mapa para encontrar el Cetro dorado del Alicornio, el cual me entregaste hace un mes y medio en la taberna “El Manehattanés errante”, donde tuvimos una pelea contra unos tipos que creyeron que te podían robar. Te pagué exactamente 15200 bits por tus servicios, y cuando me viste me dijiste que “vaya cambio de look” porque iba teñida de rojo para que no me reconocieran. Y que el sombrero de paja me quedaba fatal. Y me diste tu polvo alquímico violeta para mandarte un mensaje si tenía otro trabajo. Ahora, ¿puedes soltarnos?

La capitana mantuvo el arma en su sitio, mirando a Aitana fijamente a los ojos. Finalmente bajó el sable y sentenció:

—Es ella. Soltadlas y atended adecuadamente sus heridas.

Aitana cayó pesadamente al suelo en cuanto las cuerdas que la sostenían fueron retiradas. Se miró al costado y lo que vio la dejó impactada: una impresionante herida, digna de ser estudiada en una clase de anatomía, se abría en el mismo. La sangre empapaba todo su pelaje, formando un pequeño charco bajo ella. El médico de La sirena llegó a su lado y empezó a tratarla.

—Ssep, tienes tres costillas rotas y una de ellas salió hacia afuera, tuve que ponerte una cataplasma para parar la sangre y bloquear el agujero para que siguieras respirando. ¿Cómo pudiste seguir combatiendo así?
—No... no sé... —respondió la arqueóloga, dejando caer su cabeza sobre la cubierta—. Adrenalina, supongo. No... no puedo respirar.
—Nah, no te preocupes, que esto no es nada.
—¡Aitana!

Mcdolia, que había sido liberada, galopó hasta el lado de su amiga.

—¿Cómo estas?
—Bien. Me... ¿me poseyó? j*d*r... fui una idiota.
—Pero todo está bien. Tenemos el sarcófago.
—Menos mal...¡AARG!

Con un sonoro crujido, el médico recolocó algo en el pecho de Aitana, haciendo que esta gritara por el horrendo dolor.

—¡Lista!
—Menos mal... —suspiró Mcdolia.
—No, digo que lista la primera costilla. Quedan dos más por re-colocar
—¡Es... espera! —suplicó Aitana—. ¡Que alguien me dé ron, j*d*r!
—¿Ron? No, aquí solo tenemos zarzaparrilla. ¡Traed una botella!

A varios metros de la truculenta escena, el teniente High Tide se acercó a Poison Mermaid.

—Capitana, ¿no debería darle a la pasajera algo para el dolor? Su calmante alquímico es mejor que la caricia de una madre.

La yegua de pelaje añil miró, desde la distancia, cómo Aitana pegaba un buen lingotazo de licor preparándose para afrontar las curas del médico.

—No, déjala. Si se desmaya del dolor entonces le daré un calmante.

**·-----·-----·-----**

**·-----·-----·-----**


Un unicornio azul surgió de las aguas del Narval y nadó hasta la orilla. Cuando hizo pie, Dark Art se sacudió las blancas crines que llevaba pegadas a los ojos. Los dos barcos pirata se alejaban río abajo. El combate había terminado hacía unos minutos y, evidentemente, habían logrado detener a Aitana Pones de alguna forma. Él se había visto obligado a tele-transportarse para huir de su furia, pero calculó mal y acabó cayendo al agua a casi doscientos metros de su barco.

Pero había algo que lo perturbaba: no era el hecho de que Aitana pudiera ejecutar alta magia negra como esa. Ni siquiera que hablara en un idioma muerto: era el nombre que había pronunciado.

—Kolnarg...

En la hermandad se sabía que los arqueólogos, entre ellos Aitana Pones, habían acudido a algún lugar de Egiptrot hacía unos años para acabar con el ancestral lich. Pero nadie sabía qué había ocurrido ahí exactamente: solo se sabía que el poder de ese ser desapareció, por lo que supusieron que los arqueólogos habían tenido éxito en su misión. Pero esto... cambiaba las cosas.

—Así que esto es lo que pasó, Kolnarg está ligado a Aitana Pones.

Dark Art echó a andar río abajo. No sabía cuánto tardaría en llegar a alguna ciudad para encontrar un transporte de vuelta a Equestria. Había perdido a Manresht, pero a cambio tenía localizado al lich más poderoso de todos los tiempos. Y esa era una información muy importante para los planes de la Hermandad de la Sombra.

**·-----·-----·-----**


Hacía unas horas que La sirena mutilada había superado la desembocadura del río, junto a Taichnitlán, y ahora se dirigían sobre aguas tranquilas hacia Manehattan. Habían tenido que sobornar a algunos miembros de la guardia, los cuales se mostraron más que deseosos de librarse de un poco de trabajo para controlar los cientos de refugiados que habían llegado desde el sur. Por lo que pudieron escuchar, al parecer la terrible plaga que había asolado los Reinos Lobo había remitido, y el ejército se estaba encargando de dar caza a los zombis ígneos que habían sobrevivido.

Llegada la noche, la tripulación se reunió para cenar y abrir unas cuantas botellas de zarzaparrilla. La capitana no acudió, ya que estaba ocupada haciendo cuentas de los daños sufridos para calcular a cuánto ascenderían sus honorarios. Alguien llamó a la puerta de su despacho.

—Adelante.

Aitana Pones entró en la sala, caminando lentamente. Firmes vendajes cubrían su pecho en su totalidad, limpios de todo resto de sangre. Poison sonrió cortésmente, que no sinceramente.

—Veo que nuestro médico ha hecho un buen trabajo contigo, querida. Me alegra verte caminar por tu propia pezuña.
—Sí, es bueno el jodío —dijo la yegua marrón, sentándose dolorosamente en una silla—. Pero j*d*r, no veas lo que duele.
—Es lo que tiene correr riesgos innecesarios —respondió la capitana levantando la vista de los papeles que tenía sobre el escritorio—. ¿Podremos tener una noche tranquila, al menos? Tú y tu compañera tenéis que descansar, o no os curaréis en la vida.
—Sinceramente, soy inútil en alta mar. De tener una noche tranquila tendrás que encargarte tú.

Aitana paseó la vista por la estancia, deteniéndose en un enorme arcón que había en la misma.

—¿La caja de metal está segura? Es primordial que no se abra.

Poison se levantó de la silla y paseó por la habitación hasta el mismo arcón.

—Tendrían que pasar por encima de mi cadáver —dijo, acariciando la tapa del mueble—. Y ni aún así conseguirían llevársela.
—No me engañaron cuando me dijeron que eras la mejor —sonrió la yegua marrón—. Si no llegas a venir habría sido un desastre que ni te imaginas.

Poison resopló visiblemente, levantando su flequillo bicolor, y caminó de vuelta a su silla.

—Pues claro que soy la mejor. No todos los piratas ganamos nuestra fama por habladurías, los habemos que ganamos nuestra fama por méritos reales.
—No hace falta que lo jures, Poison. Ahora solo espero que no me lleves a la p*ta ruina con tu factura —añadió Aitana, bromeando.
—Ya veremos... Puede que te haga el descuento para amigos y familiares si llegamos todos de una pieza a casa. Y tú entras en el paquete de "todos"
—Bueno, no creo que pase nada más durante el camino. No creo que nadie sepa lo que ha ocurrido, realmente —la arqueóloga se estiró ligeramente y se levantó—. Ah bueno, creo que me iré a dormir. En otra ocasión quizá buscaría compañía con alguno de tus sementales, pero hoy no me veo en condiciones —Aitana parpadeó un par de veces—. Nunca creí que diría algo así...

La poni se dirigió a la puerta. Antes de que llegara, Poison se levantó rápidamente y se interpuso en su camino, mirándola seriamente.

—Antes de irte, querida... Me gustaría saber qué demonios ha pasado ahí fuera contigo. Y no me digas "nada" o "estaba siendo controlada por Dark Art" porque sé perfectamente que estabas poseída
—No lo entenderías, Poison —respondió, visiblemente inquieta—. Es un efecto secundario de una... expedición, por así decirlo.

Poison Mermaid rió con sorna.

—De efectos secundarios de expediciones también puedo hablarte yo, querida —dijo, girando la cabeza y mostrando su oreja izquierda, rota y mutilada—. Has estado jugando con magia negra, ¿no? Una magia antigua y oscura...
—¡Qué co*o dices! Yo no he jugado con magia negra.
—Querida, no intentes engañarme. Si no fuera eso, las balas especiales que usé contra ti no te habrían afectado en absoluto.

Aitana se sorprendió, ya que no esperaba que una capitana pirata supiera tanto sobre magia negra. Y menos aún sobre cómo contrarrestarla.

—No, no he estado “jugando” con magia negra, ¿es que tengo cara de loca? ¡Vale, no respondas a eso! —añadió rápidamente—. Lo que pasa es que... me dedico a cazar magia negra, para entendernos.

Poison ató cabos rápidamente.

—Entonces... ¿la fiebre infernal de los Reinos lobos...?
—Sí. Nosotras la hemos detenido.

La capitana pareció bastante sorprendida por la revelación. Esta yegua le caía francamente mal, pero tenía que reconocer que no muchos serían capaces de enfrentarse a la cosas que ella combatía, de eso no había duda. Se fijó en la fina cadena que rodeaba su cuello y se perdía entre los pliegues del chaleco, pero decidió no indagar al respecto.

—¿Y aún sigues viva? Eres más dura de pelar de lo que creía —Poison se acercó a uno de los arcones y sacó varias botellitas del mismo—. Espera un momento, voy a prepararte algo.
—Eh... vale, cojonudo.

La pegaso añil empezó a trabajar rápidamente, pasando de una pequeña mesa de alquimia a distintos cajones de los cuales sacaba ingredientes a cada cual más pintoresco que el anterior. Aitana no pudo entender qué hacía, solo la vio mezclar mil cosas diferentes en un frasco de cristal y ponerlo sobre unas velas. La mezcla empezó a hervir, adquiriendo un tono violáceo. La exploradora se sorprendió al ver cómo el líquido empezaba a brillar ligeramente. Poison retiró el frasco del fuego y vertió el contenido en un pequeño bote que cerró antes de dárselo a Aitana.

—Este brebaje me enseñaron a prepararlo unos grifos a los que les devolví un tótem sagrado que les habían robado. Sirve para proteger la mente y el cuerpo en una posesión, en el caso de que no se pueda evitar; en otras palabras, te hace consciente de que estás siendo poseída. Nunca he tenido que usarla para mí misma
—Hostia. Muchas gracias, Poison —respondió Aitana mientras guardaba el bote—. Me será muy útil.
—Cuando lleguemos a puerto te daré la receta para que puedas prepararte más, aunque los ingredientes son muy escasos. Vete a descansar, Aitana, todavía nos quedan dos semanas de viaje hasta Manehattan.

La capitana volvió a su escritorio donde siguió haciendo cuentas. Aitana se despidió y salió del mismo, dirigiéndose a su litera. Mcdolia dormía junto a la misma, pero abrió los ojos cuando la arqueóloga se acercó.

—¿Todo bien?
—Perfectamente. Al final todo ha salido de p*ta madre.

La yegua roja se incorporó. Tenía varias vendas sobre sus patas y cabeza, y un montón de apósitos que tapaban distintas heridas leves en todo su cuerpo. Pero, en general, estaba en buenas condiciones.

—¿Qué piensas hacer con Manresht?
—Mi padre me ayudará. Abriremos la caja dentro de un círculo de contención y dejaremos que la magia que lo mantiene con vida se extinga.
—¿De verdad hay que... matarlo, Aitana? —preguntó Mcdolia en voz baja—. ¿No hay ninguna otra posibilidad?

La yegua marrón se tumbó, no sin dificultades, en su hamaca y se tapó la cara con el sombrero.

—No. Solo los dioses y semidioses pueden vivir eternamente. Cualquier otro que lo haga sencillamente es un ser malvado por naturaleza.
—Todo el mundo puede cambiar.
—Aj, j*d*r Mcdolia, mira que eres idealista. Incluso aunque así fuera, Manresht debería haber muerto hace más de mil años. No hay nada que hacer por él, solo dejar que el señor de las estrellas juzgue su alma cuando muera.

Mcdolia guardó silencio durante unos minutos, apenada porque Aitana tenía razón en que no había nada que hacer por Manresht. Pero algo le había llamado la atención.

—¿Eres religiosa? No me lo pareciste cuando te conocí.
—Je, religiosa no es la palabra —Aitana levantó su sombrero y miró a su amiga con media sonrisa—. No tengo fe, Mcdolia, pero hay cosas que me indican que los titanes, los que crearon el mundo a partir del Caos primordial, sí que existen.
—¿Qué cosas?
—Bueno, para empezar la magia rúnica: si no invocas las bendiciones de Imperator Stellarum, Mater Luminis, y Pte Ska Win, los sellos de contención sencillamente no funcionan, a no ser que seas un unicornio y los alimentes con tu propia magia. Aparte de que todas las religiones existentes...
—¡Eh, princesitas! —gritó un semental—. ¡A hablar de teología os vais a cubierta, que intentamos dormir!

Mcdolia se disculpó y volvió a tumbarse. Aitana se cubrió el rostro y se durmió en pocos minutos. Por primera vez en semanas pudo dormir relajada, sin el enorme peso de la responsabilidad recayendo sobre sus hombros.

**·-----·-----·-----**

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NOTA DEL AUTOR:

Fin del capítulo ocho.

Estamos a punto de acabar la primera parte de “Aitana Pones”, falta un capítulo, o un capítulo y epílogo, aún no lo he decidido.

Si aún os lo preguntáis, pronto sabréis qué demonios es el famoso 'Cetro dorado del alicornio' (que no es el Twicane :P), y para qué piensa utilizarlo.

Oh, y por supuesto tendréis la primera pista de lo que ocurrirá en el siguiente libro de la trilogía: “Aitana Pones 2: La tumba del norte”.

Agradecimientos a Pandora por su grandioso personaje Poison Mermaid y su tripulación (en serio, cada vez que roleo con ella el mundo de Aitana crece más). A Quisco Mcdohl por su personaje Mcdolia y por ayudarme a escribir las confrontaciones entre esta y Aitana. Es curioso cómo estos dos personajes son tan contrarios y, a la vez, tan complementarios.

Los nombres de los dioses los saco de la mitología del autor Kolbjorn en su historia “Armonía”. Aunque nuestros universos son diferentes, su mitología me gusta tanto que tuve que hacerle un guiño en mis fics.

Un saludo y gracias por aguantarme. Próximo capítulo en breve.


McDohl escribió en 22 May 2014, 20:49:De nuevo tensión por un tubo.

Spoiler:
Poison Mermaid se está ganando a pulso un altar, momento WTF del mástil incluido. Después de tanta acción por todos los lados, se agradecía una segunda parte del episodio ya mas relajada, pese al teaser que has dejado y que sin duda dará que hablar. Es una lástima que se acerque ya el fin, pero ha sido un viaje que ha merecido mucho la pena. Y gracias a ti por elegir a Macdolia como compañera de aventuras :)


Basta, basta, me sonrojáis :tsblush: No es para tanto, mi Poison es mucha Poison, nada más XDD Pero Volgrand, me encanta la vida que le puedes llegar a dar, la manera de exprimir al máximo la vena pirata de mi capi <3 Las gracias te las tengo que dar yo a ti por habernos hecho el honor a Poison y a mí de poder participar en algo escrito por ti :abrazo:
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Re: AITANA PONES: "La fiebre infernal" (Capítulo 7)

Notapor agustin47 » 23 May 2014, 21:03

Pandora escribió en 23 May 2014, 17:45:
Volgrand escribió en 22 May 2014, 20:09:Capítulo 8: "La hermandad de la sombra"

Spoiler:
La poseída Aitana miró hacia el cielo al tiempo que su fantasmal cuerno se iluminaba. La luz disminuyó, como el cielo se hubiera nublado. Pero lo que eclipsaba el sol no era una nube.

Primero se escuchó un potente zumbido que creció rápidamente de intensidad. Un enjambre de moscas y tábanos apareció sobre el barco y se lanzó sobre lo marineros. Estos gritaron, aterrorizados, intentando librarse de las dolorosas picaduras. El teniendo High Tide gritó “¡Viento!”, y varios pegasos y grifos alzaron el vuelo, creando una ráfaga para repeler a los insectos. Pero estos volvían a cerrarse sobre sus objetivos a la menor oportunidad. Los unicornios de Poison se unieron al intento de desviar el enjambre

Dark Art retrocedió y canalizó su magia, lanzando un rayo negro hacia la yegua poseída Esta no pareció percatarse del ataque, pero cuando iba a impactar una barrera mágica se hizo visible a su alrededor, desviando el proyectil. Aitana se giró hacia el nigromante.

Kaltig marak matnur? Part, marak KOLNARG marae!
—¿Kolnarg? —repitió Dark Art, al ser la única palabra que había entendido.

El lich que poseía a la arqueóloga empezó a conjurar usando el antiguo idioma, con una voz grave sobreponiéndose a la de Aitana. Esferas negras se formaron de la nada y orbitaron en torno a su conjurador, mientras más y más se unían a la danza. Dark Art conjuró sus defensas, pero no tardó en darse cuenta de que no iba a poder resistir semejante poder.

Las esferas giraron a toda velocidad antes de salir proyectadas hacia el unicornio azul, trazando amplias parábolas que convergían en el mismo objetivo. Dark Art conjuró en el último instante, y una explosión de muerte cubrió la zona donde estaba. Cuando se disipó, del nigromante no quedaba ni rastro.

Mcdolia había visto lo ocurrido, pero los constantes ataques de los esqueletos no la dejaban acercarse. En medio del combate se vio luchando codo con codo junto a Poison Mermaid.

—¡¿Qué le pasa a Aitana?! ¡¿Está haciendo magia?! ¡¿Y dónde está el nigromante?!

En ese momento, la arqueóloga, todavía poseída, avanzaba con una cruel sonrisa, mientras dirigía a los esqueletos en el combate.

—Está.... ¡dominada! —mintió Mcdolia—. ¡Dominada por el nigromante!

Un lobo se libró de la pelea contra los esqueletos y cargó contra la yegua marrón. Esta lo miró, sin dejar de sonreír y conjuró. El lobo se detuvo y gritó, derrumbándose al tiempo que el pelaje de su cuerpo se volvía completamente blanco. Una vez en el suelo, su cuerpo se consumió hasta convertirse en cenizas que fueron arrastradas por el viento. Poison Mermaid voló hacia atrás y gritó:

—¡Dadme un mosquete, rápido!

Uno de sus sementales obedeció la orden al instante, lanzándole el arma solicitada. La pegaso la atrapó en el aire y voló hasta un palo de su propio barco. Con calma y destreza sacó una extraña bala de sus zurrones junto a una carga de pólvora. Cargó su mosquete y presionó el contenido mientras colocaba una mecha.

—¡Pero qué hace!

Mcdolia no podía permitir que mataran a Aitana, ¡no era culpa suya! ¡Estaba poseída! Corrió hacia atrás, saltando al barco de Poison y buscó las cuerdas que necesitaba escalar para subir hasta la capitana.

Poison Mermaid terminó de presionar la pólvora, se posicionó sobre el palo y alzó el mosquete, apartando mechones azules y turquesa de su cara con un movimiento de cabeza. Aitana seguía avanzando hacia los marineros, hablando en un idioma que Poison no entendía, pero que no auguraba nada bueno. Apuntó con cuidado, solo tenía un disparo.

—¡Poison, no lo hagas! ¡Está poseída!

La capitana ignoró el ruego de Mcdolia. Aitana se acercó a los marineros, pero el teniente High Tide ordenó retirada, orden que fue obedecida por ambas tripulaciones. Los esqueletos formaron una linea que cargó contra todo ser vivo frente a ellos. Poison ajustó su disparo, corrigiéndolo según los movimientos de los barcos y la fuerza del viento. El enjambre de tábanos volvió a cerrarse sobre los marineros, a pesar de los continuos esfuerzos de pegasos y grifos por repelerlos. Poison agarró con su pezuña izquierda la palanca del disparador, y respiró hondo, calmando el temblor natural de su pulso.

—¡No!

Mcdolia observó desde abajo, impotente, cómo la detonación surgía del arma de Poison. Miró hacia Aitana, rezando por no verla caer abatida al momento. Sin embargo, no fue una explosión de sangre lo que ocurrió: una nube verdosa se formó de la nada sobre la cara de la arqueóloga. Esta se sacudió y dio un traspiés hacia atrás, parpadeó un par de veces... y cayó inconsciente. La sombra que la cubría siguió rodeándola durante unos segundos, pero finalmente se disipó.

Poison Mermaid levantó su arma y observó cómo los esqueletos, tras unos momentos, caían al suelo como pequeñas montañas de huesos de distintos tamaños. Los tábanos, tras un nuevo golpe de viento, se dispersaron y no regresaron. La capitana de La sirena mutilada miró sonriente a la alterada yegua roja.

—Vamos, querida, ¿de verdad creíste que iba a matarla? ¿Y quién iba a pagarme mis honorarios, entonces?
—Oh... gracias.

Hubo un repiqueteo de metal sobre madera. Toda la tripulación del Relámpago negro había lanzado sus armas al suelo y el contramaestre, un grifo de plumas doradas y pelaje marrón, gritó:

—¡Capitana Poison Mermaid, nos rendimos!

La aludida saltó del palo y voló hasta la cubierta para empezar a repartir órdenes a sus hombres.

—Buen trabajo, queridos. Atended a los heridos, también a Aitana Pones. Ayudad a los que hayan caído por la borda y recuperad lo que habíamos venido a buscar y cualquier cosa de valor.

Mcdolia llegó tras la capitana y escuchó la última orden.

—Eh, sí. Es una caja de metal con unos símbolos arcanos encima, dile a tus hombres que no los alteren.
—Claro, querida —dijo Poison con una sonrisa—. Ya habéis oído a nuestra pasajera. Teniente High Tide...
—¿Sí, capitana?
—Apresad a Mcdolia.

Antes de que la yegua roja pudiera reaccionar, media docena de ponis se echaron sobre ella y la amarraron de pezuñas a cabeza.

**·-----·-----·-----**


Aitana se encontraba fatal. Fatal era poco: estaba débil, muy débil. ¿Qué había ocurrido? Se sentía como si le hubiera pegado una paliza, después hubiera corrido una maratón y le hubieran pegado otra paliza. Sentía la cabeza increíblemente pesada y le costaba respirar. De hecho, le dolían las costillas, y mucho. ¿Qué demonios había ocurrido? Intentó moverse pero sintió que algo se lo impedía.

—¡Se está despertando!

Escuchó un montón de movimiento frente a ella. Abrió los ojos, que habían recuperado su tono verdoso original. El mundo estaba totalmente desenfocado, y la cabeza le daba vueltas. Pero poco a poco pudo ir distinguiendo las figuras de casi veinte ponis frente a ella. Estaban en la cubierta de un barco y el sol brillaba con fuerza.

Los sementales de Poison fueron definiéndose a los ojos de Aitana, y entonces observó que todos ellos portaban mosquetes... y le estaban apuntando. Intentó moverse, pero se dio cuenta de que estaba atada al mástil principal de la embarcación. Frente a ella, en el palo menor, estaba también Mcdolia, atada de igual forma y amordazada. Poison estaba frente a sus hombres, apuntando a la arqueóloga a su vez.

—¡Poison, ¿qué cojones haces?! —jadeó—. ¡Suéltanos!
—Lo siento, querida, pero no voy a correr riesgos —respondió la capitana—. Dime, Aitana, ¿dónde nos conocimos?
—¿A qué viene esa pregunta? ¡Lo sabes perfectamente, j*d*r! ¡Suéltanos!

Poison dudó durante unos instantes; después le entregó su arma a otro marinero y se acercó a la inmovilizada yegua. Cuando estuvo a poco distancia de Aitana, desenfundó su sable.

—Creo que no lo has entendido, querida. Antes has atacado a mis hombres, y por suerte para ti no tuvimos que lamentar ninguna baja. Sería una capitana pésima si me arriesgara a que algo así ocurriera nuevamente.

La yegua de crin turquesa levantó su sable y lo colocó sobre el cuello de la arqueóloga.

—Responde, ¿dónde nos conocimos, cuándo, y para qué?

Aitana tragó saliva. Mcdolia intentó gritar, aunque sus gritos quedaron ahogados en quedos gemidos debido a la mordaza.

—Nos conocimos en Phillidelphia —respondió rápidamente, aunque tenía que detenerse por momentos porque se quedaba sin aire—, hace unos tres meses. Contacté contigo a través del barman del “Cordero degollado”, buscaba alguien para un trabajo y me dijo que tú eras la mejor. Te entregué el mapa para encontrar el Cetro dorado del Alicornio, el cual me entregaste hace un mes y medio en la taberna “El Manehattanés errante”, donde tuvimos una pelea contra unos tipos que creyeron que te podían robar. Te pagué exactamente 15200 bits por tus servicios, y cuando me viste me dijiste que “vaya cambio de look” porque iba teñida de rojo para que no me reconocieran. Y que el sombrero de paja me quedaba fatal. Y me diste tu polvo alquímico violeta para mandarte un mensaje si tenía otro trabajo. Ahora, ¿puedes soltarnos?

La capitana mantuvo el arma en su sitio, mirando a Aitana fijamente a los ojos. Finalmente bajó el sable y sentenció:

—Es ella. Soltadlas y atended adecuadamente sus heridas.

Aitana cayó pesadamente al suelo en cuanto las cuerdas que la sostenían fueron retiradas. Se miró al costado y lo que vio la dejó impactada: una impresionante herida, digna de ser estudiada en una clase de anatomía, se abría en el mismo. La sangre empapaba todo su pelaje, formando un pequeño charco bajo ella. El médico de La sirena llegó a su lado y empezó a tratarla.

—Ssep, tienes tres costillas rotas y una de ellas salió hacia afuera, tuve que ponerte una cataplasma para parar la sangre y bloquear el agujero para que siguieras respirando. ¿Cómo pudiste seguir combatiendo así?
—No... no sé... —respondió la arqueóloga, dejando caer su cabeza sobre la cubierta—. Adrenalina, supongo. No... no puedo respirar.
—Nah, no te preocupes, que esto no es nada.
—¡Aitana!

Mcdolia, que había sido liberada, galopó hasta el lado de su amiga.

—¿Cómo estas?
—Bien. Me... ¿me poseyó? j*d*r... fui una idiota.
—Pero todo está bien. Tenemos el sarcófago.
—Menos mal...¡AARG!

Con un sonoro crujido, el médico recolocó algo en el pecho de Aitana, haciendo que esta gritara por el horrendo dolor.

—¡Lista!
—Menos mal... —suspiró Mcdolia.
—No, digo que lista la primera costilla. Quedan dos más por re-colocar
—¡Es... espera! —suplicó Aitana—. ¡Que alguien me dé ron, j*d*r!
—¿Ron? No, aquí solo tenemos zarzaparrilla. ¡Traed una botella!

A varios metros de la truculenta escena, el teniente High Tide se acercó a Poison Mermaid.

—Capitana, ¿no debería darle a la pasajera algo para el dolor? Su calmante alquímico es mejor que la caricia de una madre.

La yegua de pelaje añil miró, desde la distancia, cómo Aitana pegaba un buen lingotazo de licor preparándose para afrontar las curas del médico.

—No, déjala. Si se desmaya del dolor entonces le daré un calmante.

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Un unicornio azul surgió de las aguas del Narval y nadó hasta la orilla. Cuando hizo pie, Dark Art se sacudió las blancas crines que llevaba pegadas a los ojos. Los dos barcos pirata se alejaban río abajo. El combate había terminado hacía unos minutos y, evidentemente, habían logrado detener a Aitana Pones de alguna forma. Él se había visto obligado a tele-transportarse para huir de su furia, pero calculó mal y acabó cayendo al agua a casi doscientos metros de su barco.

Pero había algo que lo perturbaba: no era el hecho de que Aitana pudiera ejecutar alta magia negra como esa. Ni siquiera que hablara en un idioma muerto: era el nombre que había pronunciado.

—Kolnarg...

En la hermandad se sabía que los arqueólogos, entre ellos Aitana Pones, habían acudido a algún lugar de Egiptrot hacía unos años para acabar con el ancestral lich. Pero nadie sabía qué había ocurrido ahí exactamente: solo se sabía que el poder de ese ser desapareció, por lo que supusieron que los arqueólogos habían tenido éxito en su misión. Pero esto... cambiaba las cosas.

—Así que esto es lo que pasó, Kolnarg está ligado a Aitana Pones.

Dark Art echó a andar río abajo. No sabía cuánto tardaría en llegar a alguna ciudad para encontrar un transporte de vuelta a Equestria. Había perdido a Manresht, pero a cambio tenía localizado al lich más poderoso de todos los tiempos. Y esa era una información muy importante para los planes de la Hermandad de la Sombra.

**·-----·-----·-----**


Hacía unas horas que La sirena mutilada había superado la desembocadura del río, junto a Taichnitlán, y ahora se dirigían sobre aguas tranquilas hacia Manehattan. Habían tenido que sobornar a algunos miembros de la guardia, los cuales se mostraron más que deseosos de librarse de un poco de trabajo para controlar los cientos de refugiados que habían llegado desde el sur. Por lo que pudieron escuchar, al parecer la terrible plaga que había asolado los Reinos Lobo había remitido, y el ejército se estaba encargando de dar caza a los zombis ígneos que habían sobrevivido.

Llegada la noche, la tripulación se reunió para cenar y abrir unas cuantas botellas de zarzaparrilla. La capitana no acudió, ya que estaba ocupada haciendo cuentas de los daños sufridos para calcular a cuánto ascenderían sus honorarios. Alguien llamó a la puerta de su despacho.

—Adelante.

Aitana Pones entró en la sala, caminando lentamente. Firmes vendajes cubrían su pecho en su totalidad, limpios de todo resto de sangre. Poison sonrió cortésmente, que no sinceramente.

—Veo que nuestro médico ha hecho un buen trabajo contigo, querida. Me alegra verte caminar por tu propia pezuña.
—Sí, es bueno el jodío —dijo la yegua marrón, sentándose dolorosamente en una silla—. Pero j*d*r, no veas lo que duele.
—Es lo que tiene correr riesgos innecesarios —respondió la capitana levantando la vista de los papeles que tenía sobre el escritorio—. ¿Podremos tener una noche tranquila, al menos? Tú y tu compañera tenéis que descansar, o no os curaréis en la vida.
—Sinceramente, soy inútil en alta mar. De tener una noche tranquila tendrás que encargarte tú.

Aitana paseó la vista por la estancia, deteniéndose en un enorme arcón que había en la misma.

—¿La caja de metal está segura? Es primordial que no se abra.

Poison se levantó de la silla y paseó por la habitación hasta el mismo arcón.

—Tendrían que pasar por encima de mi cadáver —dijo, acariciando la tapa del mueble—. Y ni aún así conseguirían llevársela.
—No me engañaron cuando me dijeron que eras la mejor —sonrió la yegua marrón—. Si no llegas a venir habría sido un desastre que ni te imaginas.

Poison resopló visiblemente, levantando su flequillo bicolor, y caminó de vuelta a su silla.

—Pues claro que soy la mejor. No todos los piratas ganamos nuestra fama por habladurías, los habemos que ganamos nuestra fama por méritos reales.
—No hace falta que lo jures, Poison. Ahora solo espero que no me lleves a la p*ta ruina con tu factura —añadió Aitana, bromeando.
—Ya veremos... Puede que te haga el descuento para amigos y familiares si llegamos todos de una pieza a casa. Y tú entras en el paquete de "todos"
—Bueno, no creo que pase nada más durante el camino. No creo que nadie sepa lo que ha ocurrido, realmente —la arqueóloga se estiró ligeramente y se levantó—. Ah bueno, creo que me iré a dormir. En otra ocasión quizá buscaría compañía con alguno de tus sementales, pero hoy no me veo en condiciones —Aitana parpadeó un par de veces—. Nunca creí que diría algo así...

La poni se dirigió a la puerta. Antes de que llegara, Poison se levantó rápidamente y se interpuso en su camino, mirándola seriamente.

—Antes de irte, querida... Me gustaría saber qué demonios ha pasado ahí fuera contigo. Y no me digas "nada" o "estaba siendo controlada por Dark Art" porque sé perfectamente que estabas poseída
—No lo entenderías, Poison —respondió, visiblemente inquieta—. Es un efecto secundario de una... expedición, por así decirlo.

Poison Mermaid rió con sorna.

—De efectos secundarios de expediciones también puedo hablarte yo, querida —dijo, girando la cabeza y mostrando su oreja izquierda, rota y mutilada—. Has estado jugando con magia negra, ¿no? Una magia antigua y oscura...
—¡Qué co*o dices! Yo no he jugado con magia negra.
—Querida, no intentes engañarme. Si no fuera eso, las balas especiales que usé contra ti no te habrían afectado en absoluto.

Aitana se sorprendió, ya que no esperaba que una capitana pirata supiera tanto sobre magia negra. Y menos aún sobre cómo contrarrestarla.

—No, no he estado “jugando” con magia negra, ¿es que tengo cara de loca? ¡Vale, no respondas a eso! —añadió rápidamente—. Lo que pasa es que... me dedico a cazar magia negra, para entendernos.

Poison ató cabos rápidamente.

—Entonces... ¿la fiebre infernal de los Reinos lobos...?
—Sí. Nosotras la hemos detenido.

La capitana pareció bastante sorprendida por la revelación. Esta yegua le caía francamente mal, pero tenía que reconocer que no muchos serían capaces de enfrentarse a la cosas que ella combatía, de eso no había duda. Se fijó en la fina cadena que rodeaba su cuello y se perdía entre los pliegues del chaleco, pero decidió no indagar al respecto.

—¿Y aún sigues viva? Eres más dura de pelar de lo que creía —Poison se acercó a uno de los arcones y sacó varias botellitas del mismo—. Espera un momento, voy a prepararte algo.
—Eh... vale, cojonudo.

La pegaso añil empezó a trabajar rápidamente, pasando de una pequeña mesa de alquimia a distintos cajones de los cuales sacaba ingredientes a cada cual más pintoresco que el anterior. Aitana no pudo entender qué hacía, solo la vio mezclar mil cosas diferentes en un frasco de cristal y ponerlo sobre unas velas. La mezcla empezó a hervir, adquiriendo un tono violáceo. La exploradora se sorprendió al ver cómo el líquido empezaba a brillar ligeramente. Poison retiró el frasco del fuego y vertió el contenido en un pequeño bote que cerró antes de dárselo a Aitana.

—Este brebaje me enseñaron a prepararlo unos grifos a los que les devolví un tótem sagrado que les habían robado. Sirve para proteger la mente y el cuerpo en una posesión, en el caso de que no se pueda evitar; en otras palabras, te hace consciente de que estás siendo poseída. Nunca he tenido que usarla para mí misma
—Hostia. Muchas gracias, Poison —respondió Aitana mientras guardaba el bote—. Me será muy útil.
—Cuando lleguemos a puerto te daré la receta para que puedas prepararte más, aunque los ingredientes son muy escasos. Vete a descansar, Aitana, todavía nos quedan dos semanas de viaje hasta Manehattan.

La capitana volvió a su escritorio donde siguió haciendo cuentas. Aitana se despidió y salió del mismo, dirigiéndose a su litera. Mcdolia dormía junto a la misma, pero abrió los ojos cuando la arqueóloga se acercó.

—¿Todo bien?
—Perfectamente. Al final todo ha salido de p*ta madre.

La yegua roja se incorporó. Tenía varias vendas sobre sus patas y cabeza, y un montón de apósitos que tapaban distintas heridas leves en todo su cuerpo. Pero, en general, estaba en buenas condiciones.

—¿Qué piensas hacer con Manresht?
—Mi padre me ayudará. Abriremos la caja dentro de un círculo de contención y dejaremos que la magia que lo mantiene con vida se extinga.
—¿De verdad hay que... matarlo, Aitana? —preguntó Mcdolia en voz baja—. ¿No hay ninguna otra posibilidad?

La yegua marrón se tumbó, no sin dificultades, en su hamaca y se tapó la cara con el sombrero.

—No. Solo los dioses y semidioses pueden vivir eternamente. Cualquier otro que lo haga sencillamente es un ser malvado por naturaleza.
—Todo el mundo puede cambiar.
—Aj, j*d*r Mcdolia, mira que eres idealista. Incluso aunque así fuera, Manresht debería haber muerto hace más de mil años. No hay nada que hacer por él, solo dejar que el señor de las estrellas juzgue su alma cuando muera.

Mcdolia guardó silencio durante unos minutos, apenada porque Aitana tenía razón en que no había nada que hacer por Manresht. Pero algo le había llamado la atención.

—¿Eres religiosa? No me lo pareciste cuando te conocí.
—Je, religiosa no es la palabra —Aitana levantó su sombrero y miró a su amiga con media sonrisa—. No tengo fe, Mcdolia, pero hay cosas que me indican que los titanes, los que crearon el mundo a partir del Caos primordial, sí que existen.
—¿Qué cosas?
—Bueno, para empezar la magia rúnica: si no invocas las bendiciones de Imperator Stellarum, Mater Luminis, y Pte Ska Win, los sellos de contención sencillamente no funcionan, a no ser que seas un unicornio y los alimentes con tu propia magia. Aparte de que todas las religiones existentes...
—¡Eh, princesitas! —gritó un semental—. ¡A hablar de teología os vais a cubierta, que intentamos dormir!

Mcdolia se disculpó y volvió a tumbarse. Aitana se cubrió el rostro y se durmió en pocos minutos. Por primera vez en semanas pudo dormir relajada, sin el enorme peso de la responsabilidad recayendo sobre sus hombros.

**·-----·-----·-----**

**·-----·-----·-----**


NOTA DEL AUTOR:

Fin del capítulo ocho.

Estamos a punto de acabar la primera parte de “Aitana Pones”, falta un capítulo, o un capítulo y epílogo, aún no lo he decidido.

Si aún os lo preguntáis, pronto sabréis qué demonios es el famoso 'Cetro dorado del alicornio' (que no es el Twicane :P), y para qué piensa utilizarlo.

Oh, y por supuesto tendréis la primera pista de lo que ocurrirá en el siguiente libro de la trilogía: “Aitana Pones 2: La tumba del norte”.

Agradecimientos a Pandora por su grandioso personaje Poison Mermaid y su tripulación (en serio, cada vez que roleo con ella el mundo de Aitana crece más). A Quisco Mcdohl por su personaje Mcdolia y por ayudarme a escribir las confrontaciones entre esta y Aitana. Es curioso cómo estos dos personajes son tan contrarios y, a la vez, tan complementarios.

Los nombres de los dioses los saco de la mitología del autor Kolbjorn en su historia “Armonía”. Aunque nuestros universos son diferentes, su mitología me gusta tanto que tuve que hacerle un guiño en mis fics.

Un saludo y gracias por aguantarme. Próximo capítulo en breve.


McDohl escribió en 22 May 2014, 20:49:De nuevo tensión por un tubo.

Spoiler:
Poison Mermaid se está ganando a pulso un altar, momento WTF del mástil incluido. Después de tanta acción por todos los lados, se agradecía una segunda parte del episodio ya mas relajada, pese al teaser que has dejado y que sin duda dará que hablar. Es una lástima que se acerque ya el fin, pero ha sido un viaje que ha merecido mucho la pena. Y gracias a ti por elegir a Macdolia como compañera de aventuras :)


Basta, basta, me sonrojáis :tsblush: No es para tanto, mi Poison es mucha Poison, nada más XDD Pero Volgrand, me encanta la vida que le puedes llegar a dar, la manera de exprimir al máximo la vena pirata de mi capi <3 Las gracias te las tengo que dar yo a ti por habernos hecho el honor a Poison y a mí de poder participar en algo escrito por ti :abrazo:


Para nada, te diré sin rodeos que me encanta tu personaje. Me encanta con mayúsculas.Es genial, me parece muy muy bien hecho. A ver cuando sigues su historia :qmeparto: :qmeparto:
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La ignorancia a veces puede significar felicidad, y en este caso, la nuestra resulta ser una verdadera bendición.


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Re: AITANA PONES: "La fiebre infernal" (Capítulo 7)

Notapor horwaith » 23 May 2014, 21:10

agustin47 escribió en 23 May 2014, 21:03:
Pandora escribió en 23 May 2014, 17:45:Basta, basta, me sonrojáis :tsblush: No es para tanto, mi Poison es mucha Poison, nada más XDD Pero Volgrand, me encanta la vida que le puedes llegar a dar, la manera de exprimir al máximo la vena pirata de mi capi <3 Las gracias te las tengo que dar yo a ti por habernos hecho el honor a Poison y a mí de poder participar en algo escrito por ti :abrazo:


Para nada, te diré sin rodeos que me encanta tu personaje. Me encanta con mayúsculas.Es genial, me parece muy muy bien hecho. A ver cuando sigues su historia :qmeparto: :qmeparto:

También y esta escena me encanta, sobretodo cuando les ha "encerrado" en el palo mayor a más de una xD
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Re: AITANA PONES: "La fiebre infernal" (Capítulo 7)

Notapor Kefka1994 » 24 May 2014, 03:40

Bueno ya comente lo que me llamo la atención de los últimos tres capítulos en Fanfiction, no comentados antes por falta de tiempo, lo bueno es que ya obtuve tiempo suficiente para ello.

Ciertamente una pena que la historia se acabe tan pronto, pero como dijo alguien "hay historias que deben durar solo lo necesario" y sin duda esta puede terminar este ciclo en esta parte sin mucho problema.

Pandora escribió en 23 May 2014, 17:45:
Volgrand escribió en 22 May 2014, 20:09:Capítulo 8: "La hermandad de la sombra"


Basta, basta, me sonrojáis :tsblush: No es para tanto, mi Poison es mucha Poison, nada más XDD Pero Volgrand, me encanta la vida que le puedes llegar a dar, la manera de exprimir al máximo la vena pirata de mi capi <3 Las gracias te las tengo que dar yo a ti por habernos hecho el honor a Poison y a mí de poder participar en algo escrito por ti :abrazo:


Mmmm... interesante así que esa pegaso es de tu autoria, me imagino que aparece en ese fic llamado "la dama venenosa" ¿no?, quizás le de una leída mas adelante haber que tal esta.

Por cierto Volgrand, recién mirando en la casilla de reviews me leí el review de ese tal Yurah y solo diré que atraes a tipos raros, o sea ¿quien alaga a una persona para luego insultarle sin mas? me sorprende que no hallas borrado ese comentario aun cuando solo fue destructivo.
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Re: AITANA PONES: "La fiebre infernal" (Capítulo 7)

Notapor Pandora » 24 May 2014, 13:08

Kefka1994 escribió en 24 May 2014, 03:40:Bueno ya comente lo que me llamo la atención de los últimos tres capítulos en Fanfiction, no comentados antes por falta de tiempo, lo bueno es que ya obtuve tiempo suficiente para ello.

Ciertamente una pena que la historia se acabe tan pronto, pero como dijo alguien "hay historias que deben durar solo lo necesario" y sin duda esta puede terminar este ciclo en esta parte sin mucho problema.

Pandora escribió en 23 May 2014, 17:45:
Volgrand escribió en 22 May 2014, 20:09:Capítulo 8: "La hermandad de la sombra"


Basta, basta, me sonrojáis :tsblush: No es para tanto, mi Poison es mucha Poison, nada más XDD Pero Volgrand, me encanta la vida que le puedes llegar a dar, la manera de exprimir al máximo la vena pirata de mi capi <3 Las gracias te las tengo que dar yo a ti por habernos hecho el honor a Poison y a mí de poder participar en algo escrito por ti :abrazo:


Mmmm... interesante así que esa pegaso es de tu autoria, me imagino que aparece en ese fic llamado "la dama venenosa" ¿no?, quizás le de una leída mas adelante haber que tal esta.

Por cierto Volgrand, recién mirando en la casilla de reviews me leí el review de ese tal Yurah y solo diré que atraes a tipos raros, o sea ¿quien alaga a una persona para luego insultarle sin mas? me sorprende que no hallas borrado ese comentario aun cuando solo fue destructivo.


Así es, La Dama Venenosa está escrito por mí ^^Se agradecen las lecturas y críticas constructivas ;)
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Re: AITANA PONES: "La fiebre infernal" (Capítulo 8)

Notapor Volgrand » 31 May 2014, 03:23

Capítulo 9: "De vuelta a casa"
Spoiler:
—Arriad las velas —ordenó Poison Mermaid—. Lanzad los cabos a tierra y asidlos bien. Timonel, inicie el atraque.
—¡Sí, capitana! —respondió la tripulación.

La sirena mutilada llegó, tras más de dos semanas de travesía, al gran puerto de Manehattan. Varios ponis corrieron junto a la embarcación a lo largo del muelle, recogieron los cabos y los ataron a los topes para tal fin. Los sementales de Poison aseguraron los otros extremos y el barco se detuvo suavemente. Antes de que el mismo estuviera asegurado, Aitana y Macdolia saltaron a tierra, deseosas de pisar suelo firme al fin. Pero algo extraño les ocurrió: nada más posar sus pezuñas en el puerto las invadió un fuerte mareo y casi perdieron el equilibrio. La capitana Poison Mermaid aterrizó a su lado y sonrió divertida.

—Estáis sufriendo un mareo de tierra, queridas. Suele ocurrirle a los marineros inexpertos, se os pasará en seguida.

Aitana logró incorporarse y miró, sonriendo ampliamente, a la ciudad que se alzaba frente a ella: estaba de vuelta en casa. Una pasarela fue tendida desde el barco y los marineros empezaron a descargar distintos bienes y metales preciosos. Aitana se acercó a un potro que paseaba por el puerto y le entregó un bit de oro.

—Chico, consígueme un transporte hasta la universidad. Uno grande para llevar un cajón bastante pesado.
—¡Sí, señora!

Aitana lo observó alejarse. ¿Señora? ¿Tan mayor parecía? Sin darle más vueltas volvió hacia el barco, del cual vio descender al médico.

—¿Qué tal esas costillas?
—Ya casi no me duelen, doc. Muchas gracias.

La herida que sufrió la arqueóloga se había cerrado completamente gracias a los expertos cuidados del doctor. Le había dejado una cicatriz bastante fea, pero el pelaje ya había crecido sobre esta, ocultándola casi completamente. Aitana subió al barco y se dirigió a la bodega, pero antes de llegar vio a varios unicornios junto a la trampilla principal de la misma. Macdolia parecía estar dirigiéndolos.

—Vale, subidla ahora con cuidado.

La enorme caja de metal, cuyos símbolos arcanos seguían brillando, apareció levitando. Guiada con cuidado por la magia y por la yegua roja, recorrió el camino hasta el puerto y fue posada suavemente sobre los adoquines. Ambas amigas se sentaron junto a la misma mientras esperaban el transporte. Poison Mermaid se les acercó.

—Bueno, Aitana, Macdolia, ha sido un placer hacer negocios con vosotras. Aitana, te haré llegar próximamente la factura por mis servicios, tal como acordamos. Aquí tienes la receta que te dije.
—Claro Poison, sabes que siempre cumplo mi palabra —dijo mientras cogía el papel que la capitana le tendió—. Gracias.
—Siempre puedes contactar conmigo si necesitas nuestros servicios. Cuidaos, mis estimadas.

Poison Mermaid se alejó, con su habitual caminar elegante, hacia los comerciantes que ya se acercaban al barco. Macdolia la siguió con la mirada.

—Parece mentira que esa sea la misma feroz pirata que logró capturar un barco y dejarte fuera de combate.
—Ya ves —respondió la arqueóloga—. Siempre me ha dado curiosidad pensar en los orígenes de esta pegaso. Pero, sinceramente, no voy a preguntarle. No es asunto mío.

El mismo potrillo de antes apareció guiando un gran carro tirado por dos sementales. Entre todos subieron la caja que contenía a Manresht. Las dos yeguas subieron a los asientos de los pasajeros.

—¿A dónde vamos, señoritas?
—A la universidad, facultad de historia y arqueología.

**·-----·-----·-----**


Un unicornio de gris y crines negras, con alguna cana, se hallaba sumido en una montaña de papeles. De hecho, exámenes de estudiantes de historia, que esa semana se habían examinado sobre el periodo del Imperio Coltorginés.

—“El Imperio Coltorginés ocupó la totalidad de los actuales Reinos lobos y llegó a conquistar Egiptrot...”. Ya, y también invadió Equestria, no te fastidia... a ver la siguiente... “Los coltorgineses eran diestros agricultores que cultivaban vegetales para su consumo”. ¿Qué diantres? ¿No sabe este sem... esta yegua que los lobos son carnívoros?

El unicornio levantó la vista y se estiró, preguntándose si sus alumnos eran inútiles o es que él era un mal profesor. Rodeó la mesa, empujándose con las patas delanteras, ya que sus cuartos traseros, inmovilizados, estaban asidos a una silla de ruedas. Se acercó a un pequeño mueble del que sacó una botella de sidra “Sweet Apple Acres Special”. Se sirvió un vaso y conjuró algo de hielo para enfriarlo.

Después se acercó a la ventana. Al dejar de concentrarse en corregir exámenes volvió a sentir la preocupación crecer en su pecho. Hacía casi tres semanas desde que perdió contacto con Aitana. Su último mensaje era un recopilatorio de todo lo que había averiguado y lo que pensaba hacer, y llevaba implícitas unas instrucciones muy claras: “Si no lo consigo, que alguien acabe el trabajo por mi”.

Quizá se había quedado sin pociones de comunicación, pero aún así...

Un carruaje tirado por dos ponis de tierra apareció en el camino entre facultades y se acercó a la suya. Una yegua saltó del mismo, corrió hacia la fuente que había frente a la puerta principal y sumergió la cabeza en el agua. El profesor dejó caer su vaso, se giró y fue tan rápido como le permitía su silla de ruedas hacia el exterior.

**·-----·-----·-----**


Aitana permaneció unos segundos con la cabeza bajo el agua antes de sacarla, moviendo su melena hacia atrás y creando un un cascada de gotas sobre ella. Miró hacia el sol, sonriente.

—Nunca te había visto tan radiante, Aitana —dijo Macdolia a su espalda.
—¿No es la hostia volver a casa tras haberte jugado el cuello al otro lado del mundo? —respondió la arqueóloga mientras se giraba.

Varios alumnos que paseaban por la zona, yeguas y sementales jóvenes, fueron deteniéndose cerca de la fuente. Algunos murmuraron “¡es Aitana!”, otros la saludaron, y otros sencillamente miraron con curiosidad la caja que estaban descargando los dos ponis del carruaje. Por encima de la algarabía que se estaba formando, se escuchó un grito:

—¡¡Aitana!!

Un unicornio gris en silla de ruedas surgió del edificio más cercano y corrió hacia la aludida. Esta, al ver de quién se trataba, corrió a su vez y se lanzó a abrazarlo con fuerza, casi tirándolo al suelo.

—¡Papá!
—Hija... hija mía, ¡estás viva!
—Casi no lo cuento —Aitana se separó y señaló a la yegua roja que se estaba acercando a la cálida escena—. Macdolia, este es mi padre, el profesor Pones. Papá, esta es Macdolia, literalmente me ha salvado la vida y... ¡¡EH!! —gritó hacia unos ponis que se acercaban a la caja donde estaba Manresht— ¡¡Juro que el que toque eso me pagará TODAS las rondas esta noche!!

Automáticamente se formó un respetuoso círculo de casi dos metros en torno a la caja. Macdolia tardó un momento en asimilar la extraña amenaza que había lanzado Aitana.

—Ehm... bueno, sí, ha sido un placer —comentó—. Pero lo cierto es que Aitana me salvó primero, ya que había sido esclavizada. Digamos que... compró mi libertad.
—Tendréis que contarme todo esto en detalle —dijo el profesor Pones—. Llevemos vuestro... cargamento a un lugar seguro.

El profesor hizo levitar con su magia la caja y echó a andar hacia el interior del edificio, seguido por su hija y Macdolia.

**·-----·-----·-----**


—...y Poison Mermaid me libró de la posesión de Kolnarg. El resto del viaje fue más bien aburrido.

Aitana y Macdolia terminaron de contar su historia, ambas con sendas copas de sidra en las pezuñas. El profesor había escuchado todo el relato sin interrumpirlas.

—Has tenido muchísima suerte, Aitana. Te advertí acerca de usar tu brújula, que no podrías dominarla siempre. Mira lo que ha pasado al final.
—j*der, papá, no tenía más remedio. ¿Qué querías que hiciera?
—En fin... —continuó el profesor—. Pero hay algo que me inquieta más, ¿quién era ese nigromante que os atacó? ¿Y para qué quería capturar a Manresht?
—Los marineros del Relámpago Negro dijeron que se llamaba Dark Art —informó Macdolia—. Puedo describirlo bastante bien, si os es de ayuda.
—Sí, será útil —respondió Aitana—. Pero el problema es que no nos estamos enfrentando solo a un nigromante.
—¿Qué quieres decir?

La yegua marrón se puso en pie y fue hasta una pizarra donde empezó a hacer un esquema.

—Hace meses dirigí a un grupo de cazarrecompensas para detener una secta que estaba jugando con magia negra y nigromancia. Entre otras cosas habían asaltado bibliotecas, escuelas de magia y algún templo grifo. Fue bastante fácil, pero dentro encontré un mapa que informaba de dónde encontrar el Cetro Dorado del Alicornio. Y, por lo que parece, esa pequeña secta e estaba moviendo para recuperarlo. Había que investigar varias islas, y yo soy inútil en alta mar, así que busqué una tripulación dispuesta a trabajar para mi.
—¿Y encontraste a Poison Mermaid? —preguntó Macdolia.
—Encontró el objeto —asintió Aitana—, pero me contó que en el camino de vuelta había sido asaltada por siete barcos corsarios que iban en busca del mismo cetro. Después, alguien vino detrás de mi con dos objetivos: capturar a Manresht y matarme, y para ello contrató todo un barco de piratas mercenarios. Lo peor es que me conocía: Sabía perfectamente quién soy y lo que estaba haciendo.

—¿Quieres decir que te utilizó para encontrar al diabolista?

La arqueóloga asintió, y tanto su padre como Macdolia quedaron en silencio.

—Pero, ¿cómo puede saber quién eres tú y a qué te dedicas? —preguntó el profesor Pones—. Tu trabajo como cazadora de lo oculto es un absoluto secreto. Solo otros arqueólogos como tú lo saben.
—No lo sé, papá. Pero sospecho que esto no es un solo unicornio: hay toda una organización tras estos eventos. De alguna forma, el Cetro Dorado del Alicornio y el intento de capturar a Manresht están relacionados.
—Perdonad la pregunta, pero estoy perdida —interrumpió Macdolia—. ¿Qué es ese cetro del que habláis?
—En resumen: es un artefacto que se creía una leyenda, un cuento para potrillos: Un cetro ancestral capaz de aumentar los poderes del mago que lo posea. Aunque los estúpidos solo verán en él enorme cetro oro macizo.

El profesor Pones bebió un largo trago mientras su hija explicaba esto a Macdolia.

—¿Seguimos con el plan, hija?
—¿Lo sabe alguien más?
—Solo DD. Es la única a la que informé.
—Eso está bien, mejor que no lo sepa nadie más. Hagámoslo —asintió Aitana—, de hecho ya tengo el lobo ideal para ello: Alib ib Massan. Es un pedazo de idiota, no sospechará.

Macdolia empezó a sobreentender ciertas implicaciones en ese críptico diálogo que la pusieron muy nerviosa.

—No sé si quiero saberlo...
—No, no quieres —respondió Aitana—. Bueno papá, se me está haciendo tarde, nos vemos mañana.
—Tened cuidado.

Se despidieron y ambas yeguas salieron del edificio y se dirigieron hacia algún lugar del campus. Macdolia no tardó en hacer la pregunta obvia:

—¿Dónde vamos, Aitana?
—j*der, Macdolia. Acabamos de salvar todo un reino, capturado un hechicero milenario y salido vivas de milagro. ¿Dónde te crees que vamos?

Llegaron a una taberna que no tenía nombre, pero sí un cartel: “Descuento en los combinados para estudiantes y profesores”. Había buena música en el interior y se oían las voces de muchos ponis. Aitana abrió la puerta de un empujón y gritó:

—¡¡Una ronda para todos, invito yo!!

Todos los presentes, sementales, yeguas y grifos, gritaron una ovación al mismo tiempo. Aitana Pones había vuelto a la universidad.

La banda de Lovely Rock -una joven yegua que había ganado hacía poco un concurso de jóvenes talentos- animó la noche con canciones marchosas y bailables. La bebida corría a raudales, la mayor parte de los jóvenes bailaba y algunos se sentaban en mesas hablando de sus propios temas. En algún momento de la noche, Aitana estaba sentada en la barra junto a Macdolia cuando se le acercaron por detrás tres musculosos ponis de tierra.

—Eh, Pones. Todavía no hemos olvidado lo que hiciste la última vez.
—Ah, mierda, Steady Rock, ahora no. Hace poco me rompí las costillas y aún me estoy recuperando.

Macdolia se puso tensa, pero Aitana le indicó que se calmara con un movimiento de pezuña.

—Oh, así que la señorita nos tiene miedo, ¿no?
—Steady, no me provoques —amenazó Aitana—, que no estoy en condiciones de...

Pero el mismo semental, viendo que su primera táctica no funcionaba, se acercó y le susurró al oído:

—El que pierda invita al otro a un “levanta muertos”.

La yegua marrón apuró su sidra hasta el fondo.

—¿Hace una ronda completa?

El gran semental asintió. Aitana dejó el vaso sobre la mesa con un sonoro golpe y gritó:

—¡Trato hecho!

Se giró rápidamente y propinó un soberbio casquetazo a Steady Rock en el morro, con tanta fuerza que puso a prueba su buen nombre. Toda la taberna gritó de júbilo y empezaron a hacer apuestas. Los otros dos ponis que acompañaban a Steady se lanzaron contra la arqueóloga. Macdolia se giró al barman.

—¿Esto es normal?
—¡Uh, ni te lo imaginas, joven! Aquí tenemos un dicho: “No vale la pena festejar si no hay una pelea en la que apostar”. Las únicas normas son... ¡¡EH!!

La pelea se detuvo y los cuatro contendientes miraron al dueño de la taberna.

—¡Soltad las sillas, conocéis las reglas!

Disculpándose, volvieron a dejar los muebles en su sitio antes de volver a enzarzarse en una ensalada de mamporrazos. El barman sacó un papel y se acercó a Macdolia.

—Por cierto, ¿quieres apostar? Vamos cinco a tres a favor de Aitana.

Uno de los sementales salió volando, proyectado por una coz, hacia la salida. Cuando se giró, Macdolia vio a su amiga agarrada del cuello de uno de sus adversarios mientras le pegaba coces al otro.

—Nah, creo que paso.

La yegua roja se abstuvo un poco del ambiente al notar un picazón en su cutie mark. Sabía bien que eso significaba que ya podía volver, pero tenía ganas de quedarse un rato más -y, dicho sea, asegurarse que Aitana volvía de una pieza a su casa-. Entonces escuchó una conversación en una mesa cercana que le llamó la atención.

—...ni idea. No se puede viajar en el tiempo sin causar una paradoja temporal.
—Según las teorías de Blackstephen Holekins, sería posible en un plano multidimensional, justificable según la teoría de cuerdas.
—Claro, una teoría que predice la existencia de diez a la quinientas potencia universos, ¡no me hagas reír!
—Amigos, si me permitís —interrumpió Macdolia mientras se sentaba con su bebida—, creo que tengo que discrepar...

A su espalda, la pelea se detuvo tras unos minutos cuando ambos sementales saltaron sobre Aitana, inmovilizándola. Esta se revolvió un rato, solo para conseguir sacar una pata y golpear el suelo tres veces.

—¡Vale, me rindo! —los dos sementales se levantaron y Steady Rock le tendió una pezuña—. j*der, ya podréis los tres contra una dama indefensa.
—¡¿Indefensa?! —gritó un poni, limpiándose la sangre que le caía del hocico.
—¡¿DAMA?! —gritó toda la taberna.

El dinero de las apuestas fue repartido, y la banda liderada por Lovely Rock continuó su concierto. El alcohol, financiado por Aitana, empezó a correr libremente. Todavía quedaba mucha noche por delante.

**·-----·-----·-----**


Una sala estaba en la absoluta penumbra. Sobre el lecho, una poni aparentemente moribunda, yacía inerte, salvo por el pausado movimiento de su respiración. Una figura se deslizó sin tratar de pasar desapercibida por el lugar, caminó hasta una ventana... y abrió las cortinas de golpe. La luz del maravilloso sol de Celestia inundó la estancia, y la yegua moribunda dio un respingo sobre la cama.

—¡¡OH DIOS!! ¡Mi cabeza! ¡ARG!
—¡Buenos días, Aitana! —saludó Macdolia.
—¡No grites, por lo que más quieras, j*der! —respondió esta con la voz ronca.
—Venga, arriba que te he preparado café. Mucho café.

Aitana se sentó en la cama como buenamente pudo, intentando no vomitar.

—Oh mierda, no está bien abusar de una yegua enferma...
—Querrás decir “borracha”.
—No, no, enferma. Borracha estaba anoche, hoy estoy enferma.

Tras un buen vaso de agua -seguido de un rápido viaje al baño-, dos cafés y un analgésico, la arqueóloga volvió a ser capaz de abrir los ojos sin morir en el intento. A Macdolia se le hacía raro ver a su amiga en un ambiente tan distendido como una universidad. Y aún más el hecho de que no llevara su eterno chaleco ni sombrero, ya que ambos descansaban en el perchero de la entrada. La casa de Aitana era sencilla: un pequeño chalet con un jardín bastante descuidado, cercano al campus universitario. El interior era un caos: cachivaches que se amontonaban por todo, artefactos extraños, mapas, libros que iban desde modernos tratados de historia hasta pergaminos ancestrales...

Pero había algo que le llamó la atención desde que entró en el edificio la noche anterior, cargando con Aitana: un ligero ruido, como el chirrido de un enjambre de chicharras pero muy débil, que sonaba continuamente.

—Aitana, ¿qué es ese ruido?
—¿El qué? Ah, claro —sonrió ella—. Unos bichos que me traje de una expedición a Egiptrot llamados “canturos”. Son unos insectos que se comen el polvo y las arañas, y no les gusta salir a la luz. Están debajo del entarimado.
—¿Y para qué los tienes? Son bastante molestos, ¿no crees?
—Nah, me he acostumbrado. Pero mira, intenta caminar sin hacer ningún ruido.

Macdolia hizo lo que le pedía, aunque no entendía nada. Cuando dio unos pocos pasos tan sigilosamente como pudo, ocurrió algo sorprendente: Los canturos dejaron de cantar y la casa quedó en completo silencio. Era un sistema de alarma. Aitana se sirvió un tercer vaso de café.

—Unos bichos cojonudos, ¿no crees?

El ruido del correo depositado en el buzón hizo que Macdolia fuera a por el mismo. Aitana todavía tenía un dolor de cabeza horrible y no se sentía en condiciones de intentar algo tan arriesgado como caminar.

—Es un mensaje de tu padre, Aitana —dijo la yegua roja—. Dice que quiere verte “cuando te recuperes” en la sala de entrenamiento mágico para terminar con Manresht.
—Vale. ¿Vienes, verdad?
—No, creo que no iré —respondió Macdolia con una sonrisa.

Aitana miró a su amiga, extrañada, la cual seguía junto a la entrada.

—Hace mucho que me fui de casa, ya es hora de volver —Macdolia abrió la puerta—. Cuídate, doctora Pones.
—¿Doctora? Se te va la pinza, Macdolia. Yo solo soy una diplomada en historia y arqueología.
—De momento. Nos volveremos a ver, amiga mía.

La yegua roja abrió la puerta y desapareció tras el brillante halo del sol. Aitana se levantó y corrió como pudo tras ella.

—¡Eh, Macdolia, espera! Al menos dime...

Cuando salió al exterior, la arqueóloga se encontró mirando al vacío jardín de su casa. Miró a los alrededores, buscando a su amiga.

—...dónde vives... ¿qué cojones?

Tras asegurarse de que Macdolia no se había escondido en los alrededores para darle un susto, Aitana decidió refugiarse del deslumbrante día. Algo le decía que su amiga era mucho más de lo que le había contado... y que volvería a verla, tarde o temprano.

**·-----·-----·-----**


—Hola hija, ¿ya te has recuperado? ¿Macdolia no ha venido?
—Por orden: “más o menos” y “no”, papá.
—Vamos al lío, entonces.

La sala de entrenamiento mágico era una gran estancia rectangular con montón de ventanas, las cuales estaban actualmente cubiertas por grandes cortinas. Las paredes, completamente lisas, contrastaban con el suelo, en el cual se había dibujado un enorme entramado ritual. Se trataba de tres círculos concéntricos; dentro de los mismos había un pentagrama cuyos vórtices coincidían con el círculo exterior. Entre línea y línea había una gran sucesión de runas de distintos tipos, algunas de las cuales brillaban ligeramente.

Finalmente, en el centro del círculo, reposaba la caja de metal que contenía a Manresht.

—Veo que has trabajado por la mañana —comentó Aitana mientras inspeccionaba los dibujos en busca de errores—. Debería haberte echado un casco.
—Hija, casi te matas para detener la fiebre infernal. Al menos tenía que dejarte tener una noche en paz.
—Bueno, acabemos con esto. Yo activaré con las gemas las runas de contención, tú encárgate de las de canalización. Después recitamos el ritual y abrimos la caja.
—¿Crees que podremos vencerlo si logra escapar?
—Mejor que eso no ocurra —respondió la yegua marrón—. Aunque está lejos de su fuente de poder, Manresht sigue siendo uno de los hechiceros más poderosos de la historia. Si ocurre tendremos que conjurar un círculo de contención antes de que escape.

Padre e hija pasaron varios minutos armándose: Aitana comprobando todas las gemas mágicas que llevaba encima, y el profesor Pones conjurando distintos hechizos protectores sobre él mismo y su hija.

—¿Todo listo? —inquirió Aitana—. Vamos allá.

La arqueóloga se posicionó al norte del círculo, colocó varias gemas en el suelo y empezó a recitar.

—Imperator Stellarum, protege este mundo del Caos destructor. Mater Luminis, protege a tus criaturas del mal. Pte Ska Win, ata a esta criatura a...

Pero la oración quedó interrumpida por un portazo seguido de un grito.

—¡Vaya, si aquí está la mayor farsante de la universidad de Manehattan!

Aitana y el profesor Pones reconocieron la irritante voz del semental que había entrado sin ser invitado. Tras él llegó un grupo de de ponis armados con cámaras de fotos, libretas y bolígrafos. Aitana sintió una creciente tentación de sacar la daga y hacer una locura, pero luego recordó que asesinar por un arranque de mala leche no está bien. Incluso en su esquema de valores.

—Doctor Trottinghoof... ¿se puede saber qué cojones quieres?

El doctor, un pegaso entrado en años, se plantó altivamente ante la familia Pones, encarando directamente a la arqueóloga.

—Nada, Aitana Pones —respondió, con su aguda voz que parecía gritar “pégame”—. He estado escuchando las cosas que mencionaste anoche. Como tonterías acerca de que la fiebre infernal había sido causada por un hechicero de leyenda... ¿te suena el nombre Manresht?
—¡Me voy a cagar en todo! ¿Es que no puedes dejarme tranquila desde que te llamé “inepto”?
—¿Ahora cambias lo ocurrido? ¡Te atreviste a poner en duda mi tesis doctoral, Aitana Pones, y ahora surges con una increíble historia acerca de la existencia de Manresht! He venido a que la justifiques y demuestres... si es que no te has inventado todo esto...

El profesor Pones vio cómo la ceja de su hija empezaba a temblar con un tic nervioso. Intentó decirle que se relajara, sabía bien que ese tic no auguraba nada bueno. Pero no le dio tiempo.

—¡¡Oh, claro!! ¡Discúlpame, doctor "cojo-todo-lo-que-escribió-un-eminente-arqueólogo-y-encuentro-más-pruebas-que-demuestren-su-teoría-sin-mover-el-PUTO-CULO-de-mi-despacho"! ¡Tú te atreves a llamarte arqueólogo, cuando deberías ser el director de una BIBLIOTECA!
—Mi tesis doctoral fue validada por eminentes doctores de...
—¡Doctores que no hacen más que lamerse el culo mutuamente! Conservan una verdad FALSA a base de buscar pruebas que justifiquen su versión de la historia y de rechazar toda aquella que les contradiga. Os traje pruebas, Trottinghoof, de todo lo que expuse.
—Pruebas que podrías haber obtenido de cualquier lugar, Aitana Pones, y haber creado tu propia teoría sobre una inexistente guerra entre Equestria y Cebrania.

Aitana dio un fuerte golpe con sus cascos al suelo y se acercó al doctor. Los periodistas tomaban nota como locos, al tiempo que sacaban fotos.

—¡¡No sólo os traje pruebas, pedazo de gilipollas!! ¡Os dí la localización exacta de las ruinas, os traje algunas armaduras del ducado de Unicornia y de los guerreros cebra! ¡Y lo rechazasteis, ni siquiera enviasteis a nadie a comprobar si las ruinas existían!
—¿Para qué íbamos a enviar a nadie, Aitana Pones? Si hubiera existido una guerra entre Equestria y Cebrania habríamos encontrado registros o pruebas en nuestro propio reino. Eso aparte de que la propia princesa Celestia siempre ha negado dicha confrontación.
—Ella tendrá sus motivos para hacerlo, Trottinghoof, ¡pero yo encontré pruebas que vosotros os negasteis a considerar!
—¡No nos hacen falta pruebas, Aitana Pones, para poder decir bien claro que como arqueóloga eres un FRAUDE!

La sala se quedó en silencio tras esa afirmación, ya que Aitana no respondió durante unos segundos. En lugar de ello, caminó hacia una pared y, con la cara fruncida por el enfado, golpeó un botón: la alarma de incendios. Todos se quedaron sorprendidos ante semejante acto, mientras que el ruido de la misma era acompañado por el galopar de los estudiantes abandonando el edificio.

—¿Ahora estás saboteando el campus? ¡Esto no quedará así...!

Pero el doctor se calló al observar que Aitana asía un hacha, del equipo anti-incendios, y se acercaba a la caja de metal que había en el centro del círculo ritual.

—Aitana —intentó su padre—, ¿no estarás pensando en...?
—Señores, quiero recordarles que están en un primer piso. Si saltan por la ventana deberían llegar al exterior relativamente intactos.

El profesor Pones echó a correr tan rápido como le permitían sus patas delanteras y salió al pasillo. Todos pudieron escuchar cómo el chirrido de su silla de ruedas se alejaba a toda velocidad. Aitana levantó el hacha y, con un impresionando crujido metálico, rompió los sellos arcanos que coronaban la caja. Después salió corriendo tras su padre, pero antes de abandonar la sala se detuvo y gritó:

—¡¡MANRESHT, BONITO, QUE DICEN QUE NO ERES DE VERDAD!!

Aitana Pones, la arqueóloga con peor reputación de Manehattan, galopó a toda velocidad. A su espalda se desató el infierno.

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[i]Nota del autor
Huh, ¿a Aitana se le ha ido la pinza, está de mala hostia o solo está resacosa? ¿O puede que un poco de cada?
Un episodio y acaba este fic para empezar el siguiente libro de la trilogía.
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Re: AITANA PONES: "La fiebre infernal" (Capítulo 8)

Notapor Pandora » 31 May 2014, 12:27

Ya te lo dije anoche y lo repito: genial la escena del bar. Qué risas XDD

Como buena fangirl tuya, estoy deseando leer el siguiente capi *^* Lástima que los personajes de Macdolia y Poison hayan tenido que irse (y sé que está feo que yo lo diga siendo mía Poison) pero ahora le toca todo el protagonismo a la resacosa Aitana
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