[Humor][HiE] Las desventuras de Volgrand en Ecuestria [Ep17]

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Re: [Humor][HiE] Las desventuras de Volgrand en Ecuestria [E

Notapor Volgrand » 09 Mar 2016, 22:58

Bienvenidos amigos al capítulo 13. Espero que os cause el descojone adecuado a la situación y a lo que está por venir.

Capítulo 13: Entrevista con el Glampony
Spoiler:
El viaje en tren a Appleloosa se consideraba uno de los más placenteros de todos los planes de viaje Equestrianos. Saliendo de la glamurosa Trottingham, atravesaba algunas de las ciudades costeras más bucólicas del principado, para después virar al suroeste y dirigirse a un pueblo que no había sido de especial importancia en el pasado: Pony Ville. Sin embargo, desde el retorno de Nightmare Moon y el alzamiento de Twilight Sparkle y sus amigas como las Portadoras de los elementos, más y más curiosos habían llegado al apacible pueblo, trayendo consigo mucho turismo.

A partir de entonces, la ruta atravesaba todo el sur de Equestria, recorriendo las zonas más rurales y haciendo muy ocasionales paradas. El paisaje, poco a poco, iba cambiando del verde de los prados y las montañas, al amarillo de los inmensos campos de cultivo para, finalmente, atravesar el gran Túnel del Sur. Y era a la salida del mismo cuando todos los pasajeros exclamaban en shock al hallarse súbitamente, rodeados por un árido desierto. Aún tendrían tiempo de disfrutar de la vista durante un par de horas, en las que ninguna parada alteraría el monótono y tranquilizador traqueteo del tren.

Claro que no todos los viajes son iguales. El tren que se dirigía a toda velocidad a Appleloosa, huyendo de la Nada, no era particularmente apacible. Quizá fuera por los histéricos gritos que surgían del interior del mismo, increíblemente abarrotado por varios cientos de alterados ponis en toda una proeza de aprovechamiento del espacio. En sintonía con los mismos, una montaña de cuadrúpedos amarrados y amordazados coronaban cada uno de los cinco vagones, tambaleándose con cada curva y desnivel del terreno.

A pesar de ello el viaje no debería ser demasiado movido… en teoría. Esta teoría fue llevada al absoluto traste cuando la locomotora había sido sustituida por dos sementales que, cual locos posesos, galopaban a toda velocidad sin cesar. Bigmac y Bulk Biceps tiraban del convoy a la par, resollando por el esfuerzo y el calor del desierto. Tantos kilometros, tantas horas de viaje les estaban costando factura y, poco a poco, empezaron a bajar el ritmo de su galope, jadeando ruidosamente.

Entonces se escuchó una tos a su espalda. Ambos sementales, rígidos, giraron la cabeza poco a poco. Frente a la puerta del primer vagón del tren había una pegaso azul celeste de crin multicolor, sentada en uno de los topes. Rainbow alzó la cabeza lentamente y los miró con todo el odio y la furia que su alma violada, psíquica y emocionalmente, podía transmitir. Con un gesto extremadamente lento alzó un casco, mostrando el objeto que sostenía en el mismo:

Una delicada taza de porcelana para el té.

Después alzó la otra pata y sacó el segundo objeto: una cucharilla de plata. La introdujo en el cálido brebaje y lo removió suavemente.

Clinc, clinc, clinc…

Por encima del histerizante tren había varios pegasos volando. Los pocos (especialmente, las pocas) que habían logrado mantener la cordura volaban por sí mismos. Sin embargo, la gran mayoría habían sido amarrados en el aire y, en algunos casos, sus alas extendidas mediante cuerdas y palos para transportarlos cual cometas vivientes. Quizá el caso más extraño era Fluttershy, que se había atado una pata al tren para no quedarse atrás; sobre el lomo de la traumatizada pegaso, el conejito Ángel se sostenía sobre una improvisada sillita de montar. De alguna forma el roedor se las había ingeniado para colocar un sistema de cuerdas y poleas que le permitía volver a extender las alas de su amiga cuando esta se olvidaba de aletear.

Por encima de todos los pegasos, la princesa de la amistad, Twilight Sparkle, iba siendo tirada por el tren por una cuerda atada alrededor de la cintura. La yegua estaba encontrado el viaje fantáaaaaaaastico; era genial sentir las brisas de aire caliente llenarle las alas, y ella sólo tenía que dirigirlas un poco para subir o bajar. Y lo divertido que había sido atravesar el tren volando… Pero ahora volvía a volar bien alto, maniobrando gracias a la velocidad.

—¡Wuuuuuu! —exclamó suavemente, ganando toda la altura que pudo—. ¡Waaaaaaah! —repitió, esta vez bajando y ganando velocidad.

Al hacer esto último escuchó un grito que provenía del frente del tren; sus pupilas hiperdilatadas le permitieron ver cómo Bigmac y Bulk Biceps giraban de golpe hacia el desierto. Con un impresionante ruido de metal chirriante y vías rompiéndose, nada pudo hacer el tonelaje del convoy para evitar descarrilar. Y, bien pronto, el tren a Appleloosa se convirtió en el primero en experimentar el concepto “fuera pista”, normalmente reservado a esquiadores. Con los saltos que pegaron los vehículos, los hacinados pasajeros de los mismos parecieron recordar sus traumas con más fuerza, ya que los gritos se intensificaron. Algunas palabras llegaron hasta la princesa: “¡No me toquéis con esos cascos!”, “¡Ese crujir es como el látigo de Magnificum!”, “¡Que alguien me arranque las alas, por Celestia!”.

Twilight pensó que Rainbow debía estar aprovechando también el trauma de Bigmac y Bulk Biceps para hacerlos tirar del tren con tanto ahínco. Y era normal que estos lo hicieran: No era algo agradable recordar cómo su voluntad había sido anulada para doblegarse a los deseos más oscuros y profundos de un ser egoísta e inconcebiblemente poderoso, cuyo único objetivo era destruir mundos para alzar altares a su falsa magnificencia. Y, todo ello, en el proceso de convertir a todo el mundo, sea cual fuera su raza, sexo, origen o edad en parte de un harén sumiso y…

La alicornio tomó rápidamente otro puñado de hierbas de sus alforjas y se las metió en la boca. Al instante las pupilas se le volvieron a dilatar y una apacible sonrisa cruzó su rostro.

—Jeeee jeeee… ¿Por dónde iba? Ah si. ¡Wuuuuuuu! —exclamó al ganar altura—. ¡Waaaaaah!

Repitió su agradable rutina unas cuantas veces más cuando, en una de las bajadas, vio un depresivo borrón rosa de pelo lacio. Una nube negra volaba siempre sobre Pinkie Pie, manteniéndola en la penumbra a pesar de estar en el desierto.

—Vaaaaya —murmuro Twilight lánguidamente—. Me parecía que olvidaba algo.

La princesa combó sus alas para bajar hasta la altura del tren; tuvo entonces que aletear para alcanzar el primer vagón donde iba Pinkie, esquivando en el proceso las montañas de ponis vociferantes. Finalmente llegó al lado de Pinkie… bueno, de Pinkamena, la cual miraba hacia el infinito con ara de ajo.

—Hoooola, Pinkie —saludó la alicornio—. Qué viaje más bonito, ¿verdad?
—Es un viaje horrible —respondió la aludida.
—Jeeeee sí, claro. Oye Pinkie, se me olvidó contarte la última parte del plan, ¿sabesh? Es una parte que te gusssstará mucho, ¿vale?
—Seguro que no me gustará tanto como cuando Magnificum me castigaba. ¿Qué hay mejor que eso? —respondió agriamente.
—Puesssss hay algo. Mira Pinkie, cuando lleguemos vamos a hacer una fiesta en Appleloosa, ¿vale?

Twilight ya no estaba segura de que su plan… su plan… era muy … como genial, vale. Y tenía una parte muy … con un tren, que estaban haciendo bien. Y había otra parte en la que hablaba con Pikamena, o Pinkie, o las dos a la vez. Que era esa en la que estaba ahora. Y necesitaba más colorines para su pizarra mental.

—Ssshí, una fiesta, ¿vale? Va a venir todo el mundo… —Twilight, pasó la pata sobre los hombros de Pinkamena y trazó un amplio arco con la otra pata libre, señalando el desértico paisaje ante ellos —. Toooooooodo, el mundo….

—¿Y por qué es la fiesta, si puede saberse? —respondió con desagrado. Sin embargo, los incipientes rizos que se estaban formando en la melena de Pinkie estaban traicionando su aparente enfado.

Twilight se agarró con la pata a su amiga para acercarse al oído y susurrarle:

—Eeesho, es un ssecreto.

* * * ------- * * *



Las dos criaturas de sombra arrastraron a sus víctimas deleitándose en su terror. Ascendieron por el aire hacia la noche en una trepada vertiginosa y los gritos del concierto fueron alejándose bajo ellos. Al recuperar la capacidad de oírse a sí mismos, también recuperaron la capacidad de lucha. Unade se debatió con toda su fiereza contra las garras que la apresaban. Logró liberar una de sus patas y la clavó con toda su mala intención en una de las cuencas oculares de la criatura... y no encontró resistencia. Como si hubiese clavado su extremidad en un barro espeso, el vacío que había detrás empezó a absorberla. Unade se debatió aterrorizada y la criatura rió ante sus esfuerzos.
Volgrand, mientras tanto, estaba intentando otra táctica.

—Disculpe, pero ¿podríamos hablar de esto? No hay ningún motivo para que se interese por nosotros. Quizás podríamos negociar estooooooooOOOOOOOAAAAAAAAAAJJJJJJ!!
Su magnífica disertación diplomática fue interrumpida por un picado de vértigo de regreso hacia el estadio. La masa de lentejas de colorines que eran las cabezas del público, fue aumentando de tamaño y definición... Se iban e estrellar.

Pero las criaturas de sombra, aferrando a sus presas, dieron un quiebro hacia la horizontal en el último momento y realizaron un vuelo rasante sobre el público enfilando hacia algún lugar indeterminado tras el escenario.

Había un pasillo imposible... flanqueado por antorchas y gárgolas... que se volvieron para verlos pasar. Volaron por aquel pasillo hacia las profundidades ahogados en su propio terror. Ante ellos aparecieron unas enormes puertas de metal rojo, flanqueadas por dos grandes fuegos negros. Tras ellas, se desveló una sala, una enorme sala. Su suelo era de piedra negra y no se percibían las paredes, que debían existir en algún punto de la oscuridad. Frente a ellos, se levantaba un zigurat de mármol negro y rojo, y sobre él había un trono.

Las dos criaturas de sombra frenaron al fin su vuelo a los pies de las escaleras del zigurat y arrojaron sus presas al suelo. Los dos ponis tardaron un segundo en percatarse de que estaban de nuevo sobre tierra firme. Unade fue la primera en ponerse en pie y tratar de correr, pero el vamponi la atrapó sin esfuerzo alguno y la arrojó al suelo con violencia. La pisó con las garras y siseó frente a su cara. Y hubo algo que se rompió dentro de ella. Había pasado tanto miedo que su cordura había decidido por abandonarla ya. Abrió su boca de poni y le propinó un mordisco al vamponi, que lanzó un quejido de sorpresa.

Hubo entonces una risa lenta que retumbó en el lugar como una campana en una cripta.

—Eso... ha sido divertido—dijo una voz de barítono.

Unade y Volgrand alzaron la mirada hacia el trono sobre el zigurat.

El trono no se limitaba a ser una simple una silla, era un recargado diván de seda carmesí con un respaldo repujado en plata. En el respaldo, grabados, se veían diversos rostros entrelazados y figuras de criaturas de pesadilla que les devolvieron la mirada, burlones. Recostado sobre la seda del diván había alguien con una gran sonrisa, divertido por la escena. Sombra Discordante bajó sus patas al suelo y se puso en pie. Desde el contrapicado que la perspectiva les ofrecía, Volgrand y Unade percibieron la enorme sombra que proyectaba contra... contra... ¡No había techo! Las columnas que flanqueaban el zigurat no sostenían techo alguno. A lo lejos, un cielo de tormenta los saludó con varios relámpagos.

Sombra Discordante empezó a bajar los escalones hacia ellos lentamente y, a su paso, pequeños fuegos negros se iluminaron a los lados de cada escalón. Los vamponis de sombra se retiraron respetuosamente dejando a los dos prisioneros a merced de su señor. El gran señor del caos y la sombra se detuvo ante ellos observándolos con los ojos entrecerrados detrás del recargado maquillaje. Aparte del maquillaje llevaba puesta una camisa con abundantes chorreras y un abrigo de raso lleno de bordados y repujados. Las largas escamas de su crin habían sido recogidas hacia atrás en lo que parecía una coleta baja, con un gran lazo. El color hacía juego con el maquillaje de sus ojos.

—Hoooola—dijo arrastrando la voz—, vosotros... no habéis perdido los sesos. ¿Quiénes sois?

Volgrand logró encontrar su patas bajo él y se puso en pie con las articulaciones temblando.

—.....—respondió.
—Y peleáis... A vuestra manera...—añadió con tono divertido.

Unade no se molestó en tratar de ponerse en pie. En lugar de eso se dedicó a rebuscar en su mochila. Recuperar el aliento y la cordura tras casi haber sido devorada por el vacío primordial tras los ojos de un ser de sombra le pareció más prioritario. Así que, Sombra Discordante caminó alrededor de ella sin prestarle más atención y, con un largo arrullo interrogativo, se deslizó alrededor de Volgrand hasta restregarse contra él. Y por fin él encontró su voz.

—Disculpe, distancia, por favor—dijo con voz engañitada—. He sido abusado por un grupo de yeguas hace un rato y no estoy listo para confiar en la cercanía de otro ser vivo, de momento.
—Oh, disculpa...—murmuró con un ronroneo Sombra Discordante—. Pero, entended que es interesante encontrarse con cuadrúpedos capaces de mantener algo de sus esencias. Estoy taaaaaan aburrido.

El ruido del papel de una tableta de chocolate siendo roto (85% de cacao, comercio justo) se alzó desde el suelo. Unade estaba lidiando con la locura a su manera.
Volgrand miró fijamente a aquella criatura llamada Sombra Discordante. Sus ojos dicromáticos, entrecerrados en un gesto desafiante... o chistoso... o ambas cosas a la vez estaban analizando los detalles de él y Unade, muy interesado. Volgrand se arriesgó a preguntar.

—¿Sabe lo que está pasando?
—Saber, saber, saber—murmuró Sombra con una sonrisa lasciva—... Creo que es una palabra algo grande, además, el misterio es más divertido. Pero, sí, detecto cosas.

Volgrand trató de responder, y su voz carraspeó, se quebró en un gallo y luego subió y bajó varias octavas antes de poder encontrar el equilibrio psicológico para hablar con aquella criatura.

—Yo... Nosotros no somos de aquí...

Sombra Discordante entrecerró los ojos.

—No me lo digas... venís de mucho más lejos que Canterlot, de más allá de Equestria.
—Eeehhhmmm... Sí...
—Supongo que venís del mismo mundo que el escritor.
—Pues s.... ??!!

Unade se puso en pie de un salto y, con media tableta de chocolate mordida en la boca, fijó sus ojos en Sombra Discordante con un súbito gesto de interés. Volgrand logró reponerse.

—Cómo... ¿¿¿cómo conoces al escritor???

Sombra Discordante sonrió con suficiencia, complacido con la reacción que había provocado, y se volvió (revoloteo de capa, mirada sensual por encima del hombro) hacia los cojines de raso violeta y negro que había algo más lejos.

—Hablemos en algún lugar más cómodo, pequeños humanos.
Volgrand y Unade lo siguieron, uno todavía tambaleándose sobre sus inseguras rodillas y la otra con media tableta de chocolate asomando de su boca como única ancla que la atase a la cordura.


Sombra señaló los cojines y, demasiado agotados para discutir, Volgrand y Unade se acomodaron en ellos. No hubo ningún truco, ni tentáculo que se enroscase alrededor de ellos... De hecho, eran cómodos. Volgrand oyó a Unade soltar un suspiro de satisfacción.
Sombra Discordante ocupó uno a su vez y realizó una floritura con la pata hacia la mesa baja que había en medio. Las puñetas* de sus mangas revolotearon. La mesa tenía una estrella de ocho puntas grabada.

—¿Os apetece beber algo?—ofreció Sombra—¿Zumo de alguna fruta prohibida? ¿Sangre de alguna criatura?

Varios vasos aparecieron ante ellos de la nada rellenos con líquidos de diversos colores. Ambos negaron con aprensión.

—¿Comer algo?

Una bandeja cubierta de manjares diversos apareció ante ellos, y volvieron a negar con la mirada fija en una cabeza asada de algún animal a mitad de camino entre un ciervo y un cerdo con una manzana en la boca.

—¿Esclavizar a alguien?

Dos ponis con una cadena al cuello, un macho y una hembra aparecieron ante ellos y los extremos de las cadenas cayeron ante los cascos de Unade y Volgrand. Los dos ponis esclavos les dirigieron una mirada suplicante.

—Eh... no gracias—dijo Volgrand con voz temblorosa.
Sombra Discordante soltó una exclamación irónica.
—¡Es cierto! ¡Lo olvidaba! Vosotros no hacéis ese tipo de cosas porque sois de los buenos.

Y luego rió, una risa grave y atrayente, que parecía clamar por tener un pequeño esbirro malvado que la acompañara con sus carcajadas. Movido por el nerviosismo y por su capacidad de adaptación, Volgrand empezó a reír lentamente hasta unirse al terrorífico ser que le había ofrecido esclavizar a unas pobres almas en pena. Y, curiosamente, Unade pareció imitarlo al poco, con una expresión a medio camino entre la risa, el asco y el terror.

—¿De qué nos estamos riendo?
—¡No lo sé! —sollozó Volgrand.

Sombra Discordante dejó de reír de golpe y, con un gesto, los dos ponis esclavos se desvanecieron con un grito de terror.

—¿Qué has hecho con ellos?—gritó Volgrand.
—Oh, no quieres saberlo en realidad. Y necesito vuestras mentes enfocadas. Ahora, contadme... ¿Quiénes sois?

Por un segundo, Volgrand quiso discutirlo, pero el instinto de supervivencia se impuso y decidió no contradecir a su anfitrión.

—Soy Volgrand, esta es Unade, somos amigos y residentes en distintas ciudades.
Unade se limitó a asentir.
—En mi ciudad, hace unos días, hubo un accidente y una manada de conejos me arrolló mientras me caía encima un chocolate caliente.
—¿El chocolate tenía virutas de caramelo de colorines?—preguntó SD.
—Esto… ¿sí?
—Eso lo explica todo.

Volgrand pestañeó varias veces.

—¿Qué? ¿Cómo que eso lo explica todo? Oh, da igual, me va a dar un derrame si intento entenderlo. El caso es que aparecí en Pony Ville, mandé un mensaje a Unade y ella se las arregló para repetir el proceso. Al llegar aquí Twilight nos convirtió en ponis.

Sombra Discordante dirigió una mirada a Unade, que seguía manteniendo su cansada mirada en alguna feliz ensoñación.

—¿Tu amiga se hizo atropellar por una manada de conejos mientras se echaba encima chocolate caliente para seguirte?
—Eh... Sí. Eso creo. Apareció tras una estampida de conejos maquillados y cubierta de chocolate.

Sombra Discordante volvió a reír.

—Debía estar muy aburrida o muy loca. Me gusta.

Unade volvió la mirada hacia Sombra Discordante y frunció el cejo.

—Eso es asunto mío. Y ahora me gustaría saber quién eres.

Volgrand siseó con los dientes apretados.

—Unade... Modaaaaaaales, por lo que más quieras.

Pero ella lo ignoró.

—Tú eres la mentira que dijimos ¿Cómo es posible que existas?

Sombra Discordante fijó sus dicromáticos ojos en la pegaso y las sombras parecieron intensificarse a su alrededor.

—Decir mentiras está muy feo. Así que, vamos a suponer que dijisteis una verdad.

Unade sacudió la cabeza. Empezaba a sentirse confundida y le costó alinear los pensamientos y las palabras para poder expresarse.

—Yo... Lo que dije no era real... Te inventé para salvar a Volgrand.
—¿Yo salvé a Volgrand? Oh, disculpadme, fue totalmente involuntario... Os lo aseguro—dijo Sombra Discordante, con un fingido gesto de arrepentimiento. O no.

—Le dije a Magnificum Fornicatum que El Rey Sombra y Discord se habían fusionado y que estaba en Canterlot. Y él corrió hacia Canterlot para derrotarte. Así salvaste a Volgrand.

Sombra Discordante sonrió y se volvió hacia el pegaso azul.

—Me debes una, pues, humano.
—¡No!—interrumpió Unade—. Él no te debe nada. Si acaso me lo debes tú a mí porque mis palabras inspiraron a Magnificum Fornicatum para crearte...

Sombra se inclinó hacia Unade mostrando sus afilados colmillos.

—Así que te debo a ti la inspiración que me creó. ¿Te convierte eso en mi musa madrina?

Y había una profunda amenaza en esas palabras. Unade le mantuvo la mirada y no retrocedió, pero a pesar de eso, el pelaje de su lomo se erizó por el miedo.

—Es posible.
—Ay... ¡por los dioses del averno!—murmuró Volgrand involuntariamente llevándose un casco a la cara.

Hubo un sonido de algo arrastrándose alrededor de ellos, y un gruñido lo acompañó. Las llamas negras se alzaron alrededor de Sombra Discordante que mantenía su dicromática mirada clavada en Unade en gesto altivo y Volgrand buscó a toda prisa una palabra, una frase, algo que pudiese salvar a su amiga. Pero antes de encontrarla, Sombra Discordante habló de nuevo con la voz más calmadamente helada que había oído nunca Volgrand.

—Tu disertación, pequeña humana, puede ser tan solo la palabrería de una presa desesperada—respondió Sombra Discordante.

Bueno, parecía que la cosa no había sido tan grave, pensó Volgrand dejando escapar el aire lentamente.

—Y tu altanería puede ser solo la fachada de alguien que no tiene idea de cómo afrontar un problema—respondió Unade.
—¡Unade!—exclamó Volgrand—. ¡Por los dioses del averno! Ahora no es el momento de que tu burricia natural tome el control. ¡¡Así que activa de nuevo el filtro de conveniencia social que nos vas a cavar a ambos una tumba muy profunda en algún plano elemental al caos y la sombra!!

Volgrand había conocido demasiado tiempo a Unade y sabía algo de ella: en el peor momento tenía ataques de sinceridad y a eso había que añadirle que cuando alguien trataba de asustarla, ella tenía la insana costumbre de atacar en lugar de huir.

Unade y Sombra Discordante volvieron sus miradas hacia Volgrand y lo observaron muy fijamente. Finalmente, Unade bajó la mirada.

—Lo lamento, creo que mis modales no han sido los más adecuados. Creo que el miedo me ha hecho perder algunas capacidades.

Sombra la miró con gesto ilusionado y entrechocó los cascos delanteros.

—¿Os asustaron mis vamponis de sombra?
—Muchísimo—gruñó ella.

SD hizo un gesto amanerado con la pezuña, restándole importancia.

—Muchas gracias, realmente puse mucho esfuerzo en ellos. ¿Intentasteis atacarlos?
—Sí—volvió a gruñir Unade.
—Me hubiese gustado taaaaaaaaaanto estar ahí para verlo. Ah, alguien que mantiene los sesos y la capacidad de asustarse... ¡Me encanta!

Sombra volvió a acomodarse sobre los cojines y recolocó su abrigo de raso. Hubo un instante de un tenso silencio cuando el oscuro anfitrión de ese lugar miró fijamente a Volgrand y, con toda parsimonia, descruzó las patas traseras para después volver a cruzarlas al revés, tomando unos largos e indecorosos segundos de voluntaria exhibición. Volgrand lo observó, reconociendo claramente la interpretación.

—¿Está intentando parodiar a Sharon Stone en Instinto Básico?
—No. Estoy perfeccionando su escena cumbre.

El ligero toque de humor había servido para que el pegaso azul recuperara el habla, aunque sus rodillas seguían temblando por el miedo.

—Lo que mi compañera trataba de decir, señor Sombra Discordante, es que es muy loable que usted haya logrado mantener su cordura, su esencia y su individualidad ante el poder de Magnificum Fornicatum. Y obviamente, nos hallamos maravillados y extrañados ante este hecho... al cual no logramos dar explicación.

Ser visitante habitual de la página “Feel like a Sir” había aumentado notablemente la habilidad de Volgrand para disertar estilosamente, e incluso llegó a ganar un torneo de Injuria en Verso.

Sombra soltó un despectivo bufido.

—Poooor favooor—dijo—, soy la unión de un dios del caos y el mayor mago sombrío que ha existido nunca en este mundo. Lo inexplicable habría sido no lograrlo.
—Pero, ¿cómo logró usted, señor Sombra, mantener tu esencia?
—Oh, me gusta que hagas esa pregunta. Pero, eso es algo que yo mismo me he planteado, aunque creo que habéis traído la respuesta y la última pieza del misterio ha encajado. Lástima, era divertido pensar en posibilidades.

Mientras hablaba, un vamponi de sombra llegó hasta ellos flotando por el aire, como una voluta de denso humo, y depositó una bandeja en la mesa central. Sirvió una taza de té y la dejó ante Sombra Discordante. Era de porcelana y tenía mariposas rosas en ella. El señor de la sombra y el caos la tomó con la pezuña y, a pesar de la carencia de dedos, se pudo percibir la intencionalidad de estirar el meñique.

—Veréis. Tomé conciencia de mí mismo dentro de la mente del escritor. Fue el primer lugar donde... existí.
—Así que, el primer lugar donde existió usted fue en la mente de Magnificum.
—Más bien, en la mente del escritor. Pero son el mismo. Pude verlo a él, desde dentro de su mente y pude ver cómo se proyectaba a sí mismo en un mundo para cambiarlo y destruirlo. Esa proyección es Magnificum.
—Pero, pero... ¿cómo puedes ver eso?

Sombra dio un sorbo al té antes de responder.

—Porque soy increíble—dijo con un profundo ronroneo mientras dirigía una mirada seductora a Volgrand por encima de la taza... y volgrand se ruborizó adquiriendo un tono lila.

Sombra esperó a que el pegaso recuperara su tono habitual. Como si fuese un truco de prestidigitación, en su casco apareció un hueso de pollo que se llevó a la boca; con cada mordisco que pegó al aire la carne fue apareciendo sobre el mismo, hasta restaurar por completo un humeante muslo asado, el cual deshechó después en un plato de delicioso pollo rebozado.

—Aproveché para cotillear en su mente de paso. Prejuicios, creatividad nula... Eso último fue lo que más me sorprendió. ¿Cómo pudo crearme en su mente por sí mismo sin la más mínima imaginación? ¿Cómo pudo crear algo tan magnífico, inteligente y capacitado como yo? Pero ahora tiene sentido. Vuestra mentira desencadenó algo que un escritor como él jamás sería capaz de hacer: crear un personaje nuevo. Su mente es incapaz de lidiar con algo nuevo, solo sabe retorcer, torturar y destruir lo que ya existe. Esa fue mi ventaja inicial... pero el juego psicológico que vino después para que no me destruyese fue cosa mía.

—Así que...—murmuró Unade—Nuestras palabras no fueron lanzadas por el escritor a pesar de estar nosotros dentro de su historia. ¿El escritor nos escribe o nosotros le escribimos a él?

Volgrand volvió la mirada hacia Unade lentamente.

—Unade, ¿te queda chocolate?
—Sí, un poco.
—Piensa en el chocolate, anda.
—Vale —respondió esta, devorando otro trozo con la mirada perdida. Sombra Discordante protestó ante ese cambio de tema.
—Oh, vamos, tu amiga no va tan desencaminada, deja que termine su disertación.
—¿Y que pierda la poca cordura que le queda en el proceso? No.

Sombra volvió a reír.

—Está bien, está bien... Pero ella tiene razón. La barrera entre los mundos se ha hecho muy endeble. Vosotros mismos sois conscientes de ello y rompisteis la cuarta dimensión en un momento del concierto.
—¿Cómo?
—Me refiero a cuando os volvisteis hacia el lector.

Volgrand sacudió la cabeza.

—Esto es una locura.
—Pero esta locura es lo que os mantiene cuerdos. ¿Prefieres olvidar la locura y unirte al resto de ponis de la manada harén de Magnificum?
—Yo… creo que… aaaaaaahhh… — Volgrand se llevó ambos cascos a la cabeza.

Unade volvió la mirada hacia él y sin mediar palabra le ofreció un trozo de chocolate. Él rechazó amablemente el gesto con un casco y ella se encogió de hombros.

—Disculpe, pero ha mencionado un juego psicológico que realizó con Magnificum. ¿En qué consistió? ¿Cómo consiguió que no le destruyese?

Sombra hizo aparecer una llama negra sobre su casco y jugó con ella, modelándola, mientras respondía a Volgrand distraídamente.

—Le mostré lo que quería ver: la combinación de los dos mayores malvados de Equestria indefensa ante su poder. Me añadí un aspecto que él considerase humillante, lo cual me invalidaba como rival a sus ojos. Después publiqué mi rendición sobre el cielo de Canterlot y supliqué perdón con todo el patetismo que pude representar vestido de hembra, para que sus prejuicios se activasen y sintiese rechazo... pero no pudiese destruirme, porque, después de todo, esto es la tierra de la amistad. No se puede destruir a quien te suplica perdón. Resultado: trata de evitarme. Et voilà. Soy libre.

—Dioses, ¡qué retorcido eres!

Con un gesto de su pata, la llama negra realizó una pronunciada reverencia antes de desaparecer y él se volvió hacia Volgrand con una sonrisa triunfante.

—Gracias—dijo sacando mucho la lengua entre los colmillos—. He logrado confundirlo tanto con mi aspecto y mi actitud que no tardará mucho en tratar de interesarse sexualmente por los ponis machos.

Tras esa frase rió con auténtico deleite y su voz resonó por la inmensidad de aquel lugar. Volgrand volvió a reír por simple inercia, con la mirada perdida y un tic nervioso en el ojo.

—Así que ahora querrá follarse también a los machos... ¿Qué bien? ¿No?

La risa del señor de esa dimensión cesó de repente.

—No. No está bien—sentenció.

—¿Dónde has aprendido a cantar?—murmuró Unade.

Ambos se volvieron hacia ella. Había estado callada hasta ese momento. Agarraba con terquedad el envoltorio vacío de una tableta de chocolate con aspecto agotado, mientras fijaba sus ojos en su extraño anfitrión como tratando de enfocar algo en él. SD sonó casi amable al responderle.

—Creo que ya sabía cantar incluso antes de existir... y una parte de mí tiene una voz muy profunda y envolvente—dijo esto último bajando una octava y las palabras resonaron en el lugar. Sonrió abiertamente a Unade y añadió casi en un susurro—. Sería una lástima no aprovecharlo, ¿verdad?
—Sí, sería una lástima.

Volgrand intervino.

— Vale, sí, sería una lástima, pero tenemos que irnos. A cada minuto que pasa la Nada avanza más.

Sombra Discordante se puso en pie, haciendo revolotear estilosamente su capa y miró a ambos ponis.

—No. Vais a quedaros.

—¡¿Qué!? — respondieron al unísono temiéndose lo peor, y recordando a los dos ponis encadenados.

SD mostró los dientes divertido.

— Oh, no os confundáis. No sois mis prisioneros, todavía… A pesar de que me encantaría jugar con vosotros, os necesito vivos y en buena forma, así que vais a descansar.

No era una sugerencia.

—Pero... No podemos descansar—protestó Volgrand—. No hay tiempo. Tenemos que llevar a Vinyl y Octavia a...

Sombra Discordante le interrumpió irritado.

—He doblegado el tiempo, lo he arrodillado ante mí y lo he metido en este bolsillo dimensional para disponer de él a mi antojo. ¿Cómo creéis que logro maquillarme entre actuación y actuación? Este aspecto requiere mucho trabajo.

Unade intervino.

— Entonces debemos aprovecharlo para hablar con ellas y decirles lo que…
—Vinyl y Octavia son dos títeres sin sesos por efecto de MF. No os oirán siquiera —les interrumpió Sombra.
—Pues tenemos que hacer que vuelvan en sí, tengo un plan para eso que…
—Que fracasará si no descansáis antes.
—Oye, uno poco de modales, que si hemos llegado hasta aquí es porque... —empezó a protestar Unade.

Sombra Discordante puso los ojos en blanco y murmuró:

—Por favor … — al tiempo que su casco se transformaba en una garra de grifo para poder chasquear los dedos.

Volgrand y Unade se desplomaron en el suelo y, en seguida, empezaron a roncar ruidosamente.

El gran señor del caos y la oscuridad los miró mientras su garra volvía a ser una pezuña. Dejó escapar un suspiro y dirigió su mirada a la lejana tormenta de negrura que era el techo

—No va a quedar una sola mente cuerda en este mundo a la que torturar a este paso.

Con la cabeza todavía alzada, giró los ojos hacia los dos ponis ante sus cascos y sonrió.

—Aparte de las vuestras—añadió.

Con un revoloteo de encajes, sombras y purpurina, se volvió para adentrarse en la oscuridad.


* * * ------- * * *




* Puñeta: dícese del encaje o el vuelo que adorna algunas mangas en los puños. Su elaboración requería de mucho tiempo. De ahí viene el dicho “vete a hacer puñetas”, la traducción vendría ser “quiero perderte de vista una larga temporada”.
También viene de ahí la expresión “déjate de puñetas” como un símil de “algo superficial y que poco aporta a la esencia de la situación”.
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Re: [Humor][HiE] Las desventuras de Volgrand en Ecuestria [E

Notapor LloydZelos » 10 Mar 2016, 00:54

Interesante capítulo sobre el... coso, incluyendo descripciones y situaciones que permiten imaginarse perfectamente la perturbadora amplitud de lo que ocurre y referencias curiosas que apruebo. Eso si, hay algo que no entiendo: ¿qué interés puede tener el... coso en ayudarles? Si triunfan, el badfic desaparecerá, y él también.

Grande tu "Quizás podríamos negociar estooooooooOOOOOOOAAAAAAAAAAJJJJJJ!!" y el intentar calmar a la suicida de Unade :elrisas: La cual, por cierto, se me antoja especialmente adorable con el chocolate a medio comer.
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Re: [Humor][HiE] Las desventuras de Volgrand en Ecuestria [E

Notapor Pandora » 10 Mar 2016, 18:50

Dejen paso al nuevo ship que causará estragos en las generaciones venideras en cuanto a fic se refiere: Volgrand y Sombra Discordante


Se te el plumero, pillín :celestia:
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Re: [Humor][HiE] Las desventuras de Volgrand en Ecuestria [E

Notapor Volgrand » 10 Ago 2016, 11:18

Capítulo 14: " Resurrección"

Spoiler:
Atención, para sufrir con más intensidad las aberraciones que se van a narrar en este capítulo listamos seguidamente las canciones que suenan de fondo a lo largo de las escenas. Usadlas con prudencia, ante cualquier atisbo de pérdida de cordura se recomienda cesar en su uso.

1.- Los pajaritos. https://www.youtube.com/watch?v=XiDbc7mVvFo
2.- Requiem de Mozart, Lacrimosa https://www.youtube.com/watch?v=k1-TrAvp_xs
3.- La primavera de Vivaldi https://www.youtube.com/watch?v=vI1-MrAR9WU
4.- La tormenta de Vivaldi https://www.youtube.com/watch?v=NqAOGduIFbg
5.- Himno a la alegría de Beethoven https://www.youtube.com/watch?v=KFzXUqzvAFI
6.- Gasolina de Daddy Yankee https://www.youtube.com/watch?v=qGKrc3A6HHM


______

Unade fue la primera en despertar. No se movió. Entreabrió los ojos despacio y dirigió una prudente mirada a su alrededor. Mantuvo el mismo ritmo en su respiración para simular que todavía dormía, recelosa. No sabía quién podía estar vigilándolos.

No hubo más sonido a su alrededor que los truenos de la lejana tormenta. Los cojines de raso violeta seguían allí, y la mesa con la estrella de ocho puntas. Ni rastro de Sombra Discordante, pero Volgrand roncaba suavemente cerca de ella. El hecho de que ambos estuvieran en el suelo, sin aprovechar esos cómodos divanes para dormir, demostraba que sus recuerdos no la engañaban.

Prudentemente se movió, parapetándose tras una almohada, y revisó los alrededores más allá de la isla que formaban los cojines violetas. Apenas unos pasos más lejos, la penumbra difuminaba el suelo hasta fusionarlo con la infinita oscuridad más allá. El pelaje de su lomo se erizó.

Alargó una pata hacia Volgrand y lo empujó suavemente.

—Volgrand … —susurró.

No hubo respuesta.

—Volgrand, despierta.

Ronquido. Ronquido.

—Volgrand, hay café.

Pausa en la respiración.

— ¿C… caff.. fé?

Volgrand levantó la mirada, velada por un sueño del que estaba todavía despertando.

—Volgrand, ¿recuerdas dónde estamos?
—¿Café?
—No, no hay café, amigo.
—Oh… shit… —murmuró mientras se restregaba los ojos con una pata—. ¿Cuándo nos quedamos dormidos?
—No lo recuerdo, creo que Sombra Discordante tiene algo que ver con eso. Parecía demasiado interesado en retenernos.

Volgrand se ajustó las gafas y se puso en pie.

—Tía, que eso fue un sueño —el pegaso recordó de golpe al ver sus propias patas cubiertas por pelaje azul—. Oh, mierda… Vale, tenemos que salir de aquí antes de que vuelva.

Volgrand giró sobre sí mismo escrutando la oscuridad. Se detuvo y volvió a girar en sentido contrario buscando alguna pista, algún patrón en la negrura, algún degradado en ella…

—Ehhmmmm… No veo por dónde ir.

Unade avanzó hasta situarse a su lado.

—Déjame probar algo —dijo, y cerró los ojos.

Volgrand la miró fijamente.

—Unade, qué…

Ella alzó un casco con los ojos cerrados y señaló una dirección.

—Por allí… Será mejor que no nos separemos. Toma… —desenganchó una correa de la mochila y se la pasó a Volgrand—. Átala alrededor de tu pata. Tenemos que estar seguros de que no nos separamos.

Al principio hubo una penumbra que dejaba intuir el suelo, después hubo una oscuridad difuminada que empezó a esconderlo y finalmente hubo una negrura profunda que les obligó a tantear ante ellos antes de dar el paso. Sobre sus cabezas, a lo lejos, la tormenta seguía su suave danza y de vez en cuando, una extraña ave de pesadilla parecía atravesarla.

—Unade, no es por dudar de tu capacidad, pero, ¿cómo has visto por dónde ir?
—No lo he visto.
—¿¡Qué!?
—Lo he oído.

Y entonces Volgrand lo oyó también. Era un gemido suave, entrecortado, dubitativo, sin pasión ni pena. Era el gemido de un cuerpo carente de alma, y le puso los pelos de punta.

—Unade, estás segura de que…
—No.

Y ante ellos, la oscuridad empezó a desteñirse en grises, pues se estaban acercando a una masa de bruma blanca. Volgrand sintió que se le erizaba el pelaje y se detuvo cuando su amiga lo hizo. El gemido salía del otro lado de aquella masa blanca y, como siempre que se sentía asustada, Unade frunció el cejo, y con una mirada de determinación se adentró en lo desconocido.

Altavoces.

Fue lo primero que la despelechada yegua pudo procesar; se encontraba en lo que parecía una gran sala de ensayos. Al fondo de la misma había un muro formado por una infinidad de altavoces, cables y micrófonos; en otra pared había una colección de violas, violines y violoncellos, mientras que en el lado opuesto había la mesa de mezclas más grande que jamás habían visto.

En el centro de la sala se encontraba el origen del gemido que les había servido de guía. Iluminada por un foco que caía desde la inmensa negrura del cielo sobre sus cabezas, una yegua gris de pelaje oscuro miraba al infinito; en pie sobre sus cascos traseros, sostenía con los delanteros un violoncello, el cual tocaba lentamente, con descarriados pases del arco sobre las cuerdas. El pegaso azul sintió que se le erizaba el pelo; había estudiado música clásica durante años, incluso llegó a formar parte de bandas de rock y metal con más pasión que habilidad. Era por ello que, a pesar de los años y de su amor por Rammstein, ACDC, Iron Maiden y demás maestros del heavy metal (y algún aspirante como Mago de Oz), Volgrand jamás había perdido esa pasión que sentía cada vez que oía las grandes piezas de los maestros de siglos pasados.

Lo que presenciaba le provocó una terrible arcada, como si algo se hubiera roto en el mundo. Si alguien tomara un montón de gallinas para que picotearan grano sobre las teclas de un piano en un orden concreto, suponiendo que cada gallina tuviera el tamaño cerebral de una ballena azul y que su interés por el grano con el que las sobornaran las hiciera enfocarse, el resultado habría sido sorprendente. Virtuoso, incluso… y falto de toda inspiración, fuerza o pasión más allá de la capacidad que tuviesen de tragar grano al mismo tiempo. Y, aún así, habría sido mejor que lo que Octavia le estaba haciendo a su instrumento en aquel preciso momento.

—Dios Santo…
—Parece que las hemos encontrado… —murmuró Unade monótonamente.
—¿Dónde está Vinyl? Quizá aún haya esperanza…

Volgrand siguió la dirección del casco de su amiga. Al otro lado de la sala, tras la gran mesa de mezclas, una yegua de cabellera en tonos y estilo eléctrico se sentaba con la mirada perdida en los vinilos. Finalmente, tomó uno, lo puso y deslizó la aguja sobre él. El sonido de un acordeón salió de los altavoces… y tras él una voz femenina que decía algo así como que los pajaritos tenían que bailar (1).

Volgrand se retorció de dolor musical cuando se dio cuenta de que Vinyl estaba musitando la letra de la canción.

— … pajaritos a bailar, cuando acabas de nacer la colita has de mover… chu chu chu chu…
— No es por ser agorera… pero creo que no nos van a servir mucho en este estado.

Volgrand avanzó unos pasos y, sin un ápice de duda, miró a las dos virtuosas y les espetó:

—¡¿Pero qué demonios estáis haciendo?!

El gemido que surgía del violoncello de Octavia se detuvo lánguidamente, mientras que la canción del equipo de Vinyl continuó sonando de fondo. “Para un pajarito ser, este baile has de bailar, y a todo el mundo alegrar, chu chu chu chu”. Mirando al infinito, respondieron al mismo tiempo:

—Es una oda para Magnificum, nuestro único héroe y salvador.
—¡Pero si servís a Sombra!
—Porque así servimos a nuestro único héroe y salvador —repitieron ambas con la misma expresividad que un robot tras recibir una dosis de más de 15 mg de Haloperidol en vena. ¿Que? ¡Soy enfermero! Y hacía mucho que no rompíamos la cuarta pared.

Ver a dos artistas de semejante talento convertidas en criaturas carentes de sentimientos, aunque fueran originarias del mundo de los pequeños ponis, le dolía en el alma. Un auténtico odio se apoderó de él: odio por el dolor que Magnificum estaba sembrando, por la destrucción de todo un universo, por su egocentrismo, por la muerte del arte.

— Volgrand, ¿por qué estás posando de manera dramática?

Por toda respuesta, el pegaso azul se giró hacia su compañera y alargó una pata.

—Dame tu mochila, Unade. Es hora de sacar mi arma secreta.

La aludida lo hizo y Volgrand la abrió a toda prisa; tras rebuscar un poco sacó un pequeño aparato enrollado en cable negro: Un reproductor de MP3.

—¡Tío Volgrand! ¿Un MP3, en serio? ¡Ya nadie los lleva!
—Soy de la vieja escuela, además aquí llevo todo tipo de música.

Mientras hablaba, Volgrand apartó a Vinyl de la mesa de mezclas y buscó un cable jack para conectar su pequeño aparato.

—Desde Metallica a Mojinos Escocíos —explicó mientras conectaba el MP3 y probaba los amplificadores—, desde Fito y Fitipaldis a Flogging Molly —el pegaso encendió el pequeño aparato y empezó a recorrer carpetas a toda velocidad—, desde Two Steps from Hell hasta Van Canto —finalmente, encontró la carpeta deseada y la abrió con una sonrisa que se anticipaba a la victoria—, y desde Nightwish....

La mirada perdida, inexpresiva y carente de vida de Octavia se vio súbitamente truncada por un involuntario pestañeo cuando los cientos de bafles que cubrían las paredes de la estancia cobraron vida.

—...hasta Mozart..

(2) Aunque probablemente Octavia no podía comprender el latín, originario del mundo de los dos ex-humanos, la fuerza de la orquesta y el dolor desgarrado que arrastraba cada cantante de la coral hizo que Octavia abriera ligeramente la boca, y sus ojos, hasta ahora carentes de toda emoción, parecieron brillar nuevamente. Sin embargo, al pasar unos minutos vieron a Octavia bajar ligeramente la mirada y sentarse en el suelo, languideciendo.

—¡Volgrand, por todos los cielos! ¡Le has puesto el Requiem de Mozart! Estamos intentando traerla de vuelta a la vida.
—Vale, vale, dame un segundo.

Tras un breve trasteo de Volgrand en su cacharrería musical, (3) el bucolismo de los violines fluyó por los bafles, sumergiendo el lugar en la pacífica y colorida celebración a la primavera que Vivaldi compuso en su momento. Alegría, vida, crecimiento… La primavera de Vivaldi.

Volgrand y Unade observaron expectantes la reacción de Octavia. La respiración de la poni gris dejó de ser regular, y su rostro mostró un ligero temblor en las orejas, como si intentara enfocar mejor el origen de aquella música. Alzó la cabeza, mirando alrededor con una ligera sonrisita, y abrió la boca, como si fuera a hablar. Los dos ex-humanos se acercaron, deseosos de oír unas palabras de cordura… pero se quedó ahí quieta, relajada, sin reaccionar.

—Creo que esto es demasiado bucólico, dan ganas de echarse una siesta en un prado imaginario.
—Vale, ya veo… Tranquila, tengo la pieza perfecta.

Los altavoces callaron durante un instante cuando Volgrand cambió la canción. Al instante sonó otro clásico universal: También de Vivaldi, la sinfonía “Verano” y, (4) más concretamente, “La Tormenta”. Los rapidísimos acordes de violines, cellos y violas acompasaban las virtuosas melodías de los primeros violines. Esta vez la yegua gris abrió muchísimo los ojos y se quedó mirando hacia el fondo de la sala, escuchando con unas extendidísimas orejas.

—Vale, ya la tenemos despierta. Ahora necesitamos hacer que quiera moverse.
—Va a hacer falta sacar la artillería pesada, amiga mía —murmuró el pegaso azul.
—¿Qué estás pensando? ¿Two Steps from Hell?
—No, aunque son geniales solo hay un maestro capaz de vencer el dominio de un Gary Stu.
—¿Otro Gary Stu? Volgrand, no es momento de hacer experimentos literarios transdimensionales.
—No, Unade, no —el pegaso azul buscó por las carpetas hasta llegar a la “B”—. Estoy hablando de El Maestro.

Unade entendió y clavó la mirada en su colega. No era necesaria ninguna otra palabra para saber de quién se trataba.

— No pronuncies el nombre del primer heavy de la historia en vano.

Volgrand, desde la mesa de mezclas, le devolvió la mirada más seria que jamás volvería a lanzar en su vida.

—Jamás osaría.

Tras decir eso, tocó varios controles y seleccionó la pista adecuada. Su ceño se frunció al percatarse de que no les quedaba tiempo.

— No podemos permitirnos poner la obra completa. Dura más de una hora… Que El Maestro me perdone, debo seleccionar solo un fragmento.
— Sabrá perdonarte, Volgrand, es por salvar la música de este universo.

Volgrand asintió.

—Cuarto movimiento, novena sinfonía…

Unade se alzó sobre las patas traseras y levantó sus cascos delanteros sobre la cabeza, adoptando el gesto de devoción metalera que el advenimiento merecía, preparándose para el golpe sísmico musical.

— ¡Ludwig Van Beethoven! (5)

Una creciente sucesión de acordes que duró menos de un segundo precedió a una coral tan poderosa que hizo retumbar los corazones de los presentes. Octavia reaccionó al instante, abriendo los ojos como platos y desplegando las orejas al máximo; se puso lentamente en pie, con la mirada fija, perdida en algo que solo ella veía. Dos lágrimas rodaron por sus mejillas, pero no de tristeza: eran las lágrimas de alegría de quien se reencuentra con el amor de su vida tras haberlo dado por perdido. Con las mejillas empapadas, tomó su violoncelo en un devoto gesto y ambos permanecieron inmóviles unos instantes, envueltos en el poderoso Himno a la Alegría. La madera del instrumento vibraba con las notas de la orquesta, ansioso por unirse a sus filas. La yegua gris tomó el arco, abrazó a su instrumento y ambos se unieron a la música.

Maravilloso, increíble, sublime… Esas palabras no eran suficiente para expresar lo que ambos ex-humanos estaban presenciando: La virtuosidad y pasión de Octavia eran dignos rivales y compañeros del maestro del siglo XVIII en la Tierra. Cada acorde de la coral era respondido por un impresionante arpegio, cada cambio de tonalidad acompañado con maestría; Octavia se movía al ritmo de su arco, dejando que su crin se despeinara y cubriera su cuerpo dominado por la pasión.

El pegaso azul sintió las lágrimas acumularse en sus párpados: ¡Había funcionado! Octavia ya no era un títere sin cabeza, ya no era un zombie al servicio de nadie, todavía había esperanza para ese mundo. A medida que la sección de la cuarta sinfonía de Beethoven se acercaba a su fin, Octavia agitó la cabeza con más fuerza que nunca y, por primera vez en mucho tiempo, su voz fue cualquier cosa menos monótona.

—¡Sí! ¡Sí ¡¡SÍ!! ¡DIOSES, SÍ! ¡¡j*der, ESTOY CACHONDA!!

Los altavoces guardaron silencio, de forma que el sincero y pasional grito de la yegua gris resonó por la estancia. Unade pareció simplemente sorprendida por ello, mientras que Volgrand decidió que era una buena idea esconderse tras la mesa de mezclas.

Octavia parecía pletórica, rebosante de una energía que parecía impropia del personaje que ambos ex-humanos habían observado a través de los televisores y ordenadores de su mundo. Caminaba de un lado a otro, exclamando para sí misma y acompañando su propia conversación con ocasionales notas del Cello.

—¡El crescendo! ¡Qué manera de introducir la coral! ¡El mensaje! “Was de Mode Schwert geeilt, Betler werden fuersenbrueder, Wo dein sanfter Fluegel weilt”... ¡Glorioso!
—Espera… ¿hablas alemán?

Octavia se volvió y pareció ver a Volgrand por primera vez.

—Fui criada en Germarenia, ¡por supuesto! Pero una pregunta, ¿dónde estoy? ¿Cómo he llegado hasta....?

La cara de Octavia se fue transformando desde la confusión al más profundo horror a medida que pronunciaba esas palabras.

—¿...aquí? Oh, dioses…. ¡Oh dioses! —exclamó llevándose los cascos a la boca, dejando caer el cello— ¡Magnificum! ¡Él me hizo…! ¡Oh, dioses!
—Tranquila Octavia, no eres la única que ha pasado por eso, lo superarás.
—Pero él… —comenzó la traumatizada yegua—… ¡él me hizo…!
—¿Qué es lo que te hizo? —preguntó Volgrand, bajando de la mesa de mezclas con un torpe intento de planear—. Soy enfermero y sé que a veces lo mejor es que lo digas.

La elegante yegua, con la melena despeinada, miraba a los dos únicos ponis que todavía conservaban el sentido en esa estancia transdimensional.

—Da igual lo vergonzoso o humillante, Octavia, no fue culpa tuya. ¿Qué te hizo?
—Él… me hizo tocar…
—¿Te hizo… tocarle?
—¡No! ¡Mucho peor! —gritó—. ¡¡ME HIZO TOCAR BRAHMS A RITMO DE VALLENATO * !!

Silencio.

—¡¿QUÉ?! ¡¿Vallenato?! ¡PERO CÓMO SE ATREVE! —respondió Volgrand, indignado.

Unade intervino y empujó a su amigo diplomáticamente para alejarlo de Octavia antes de que empezara una diatriba sobre la música clásica
.
—Venga, Volgrand, buen trabajo, pero hay que despertar a Vinyl.
—Ah… Sí. Vynil… No sé cómo hacerlo. ¡No tengo nada de Dubstep! Tengo alguna canción de Liquid Dubstep brony, pero nada capaz de vencer el poder de un Stu.
—¿Qué? ¡Pero a los bronies os gusta el Dubstep!
—Oye, que tú también eres pegasister, por más que te ocultes tras un nick. ¡Y a mi no me gusta!

Ambos subieron a la mesa de mezclas donde Vinyl seguía tarareando, en esta ocasión acerca de una muchacha a la que le gustaba la gasolina (6). Unade se quedó petrificada al oírla.

—Por Crom, la estamos perdiendo…

Desde el centro de la imposible estancia les llegaban los lamentos de Octavia.

—...y Magnificum entonces me hizo tocar Reggaetón, ¡reggaetón! Todo mientras él se ponía debajo mío y…

—Vaaaale, Octavia no nos va a ser de ayuda ahora! —exclamó Unade dejando de prestar atención. Incluso ella apreciaba lo bastante la música para compartir el dolor de Octavia tocando semejante ofensa a la misma. —¿Alguna idea?

Volgrand empezó a pasar las carpetas de su MP3 a toda velocidad.


—A ver… Tengo Fly Like You de Wasteland Wailers, la versión tecno ochentera… Mucho Heavy Metal: Iron Maiden, Metallica, AC/DC, Megadeth, Pantera. Algo raro, como metal a Capella de Van Canto; Metal industrial, como Rammstein, Oomph…
—Podrías probar con Rammstein, su guitarreo suena un poco como los Wups del Dubstep.
—Por probar que no quede, pero no lo veo claro... ¿Y M-Clan con Carolina? Quizá la haga reír.
—Volgrand, por lo que más quieras, NO pongas M-Clan.

Octavia, mientras tanto, estaba sentada en el mismo punto donde la habían dejado, abrazando un Violoncello y murmurando para sí misma a medida que rememoraba todo lo que había ocurrido.

—Luego quiso divertirse haciéndonos hacer...

Súbitamente, la elegante yegua alzó la cabeza y miró hacia donde su amiga modernilla estaba, todavía tarareando alguna aberración musical. La cara de la virtuosa pasó del horror de recordar las humillaciones (principalmente musicales) a las que había sido sometida a un gesto de ofensa y, con determinación, empezó a escalar el muro de bafles sobre el que se alzaba la mesa de mezclas.

—j*der Unade, que no son tan malos.
—Tus huevos no son malos, a duras penas tienen una canción buena. ¿Algún clásico, como Highway to Hell?
—Tía, ¿en serio quieres hablar sobre el infierno en un lugar como este?
—Vaaaale, ¿Basketcase de Greenday?
—¡Ya hemos puesto música clásica, no voy a poner ahora ese plagio del Canon de Pachelbel! ¿Qué te parece...?

Pero la pregunta quedó en el aire cuando Volgrand vio a Octavia llegar a su altura; ésta apartó a Unade de enmedio y, sin decir una palabra, se dirigió a Vinyl enarbolando su gran instrumento. El pegaso azul guardó un respetuoso silencio, esperando que Octavia les deleitara con un arte capaz de sacar de su trance a DJ-PON3. No se sentía digno de presenciar tal evento, menos aún de mancillarlo con su sola voz.

Sin embargo notó que algo raro ocurría cuando Octavia asió su Violoncello por el asta con ambas pezuñas y lo volteó sobre sí sobre su cabeza, mirando a Vinyl Scratch con una expresión que no auguraba nada bueno.

¡CATAPLAF!

Un violoncellazo lanzó por los aires a la unicornio blanca. Tras un breve vuelo, Vynil se estrelló contra la torre de altavoces que servía de esquina en aquel lugar imposible. Volgrand y Unade se quedaron petrificados; Octavia alzó un casco y apuntó acusadoramente hacia el lugar del accidentado aterrizaje.

—¡¿Cómo te atreviste a pinchar Reggaetton sobre Decoltssy?!

E, inmediatamente, una cabeza blanca de cabellera eléctrica se asomó del interior de un gran altavoz.

—¿Qué? ¡Yo nunca te haría eso! ¡Se me tendría que ir mucho la olla para que...!

A pesar de la distancia y las gafas de sol, todos pudieron apreciar el momento en que Vinyl recordó lo ocurrido. Y de hecho pudieron apreciarlo porque se volvió y vomitó entre dos baffles asqueada de sí misma.

— Yo… yo… cielos… yo...

Tras tambalearse hasta recuperar el equilibrio y respirar hondo varias veces, Vynil enfocó a su amiga.

—¡Tavi! —la unicornio se teleportó frente a la yegua gris y se levantó las gafas. Sus ojos eran rojos—. ¡Fue Magnificum, no podía controlarme! ¡Ni siquiera yo me atrevería a hacer un remix de los grandes maestros!
—¡Hay cosas inexcusables! No creo que pueda volver a tocar contigo, Vinyl.

Con gesto de dolor y ofensa, Octavia dio la espalda a su compañera DJ. Esta se quedó perpleja durante un instante. Pero entonces frunció el ceño.

—¿Crees que eres la única que ha sido mancillada por Magníficum? ¿Qué te hace creer que tu dolor es más importante que el mío? No soporto tus aires de niña rica.

Octavia se volvió a su vez hacia ella con el ceño fruncido.

—¿Y tú vas a darme lecciones a mi? —respondió la virtuosa gris—. Vas de moderna por la vida cuando en realidad solo eres una yegua muy sucia. Mezclas estilos musicales incompatibles, te recreas en las pistas distorsionadas, superpones canciones, y eso por no hablar de tus aires de grandiosidad cuando estás tras la mesa de mezclas…¡Me desquicias!
—¿Aires de grandiosidad, yo? ¿Y qué me dices de tu impertérrita mirada en cada interpretación? Te dedicas a fusionar tu anticuado instrumento con los mejores wubs… Me vuelves loca con esos aires de pija.
—No soporto que me llames pija…

Volgrand y Unade retrocedieron cuando Octavia acortó distancias con Vinyl.

—De hecho… me pone muy, muy, muy cachonda.

Tras eso, la poni de tierra saltó sobre su… ¿amiga? y hubo un sonido como de dos cuerpos cayendo sobre una mesa de sonido y entrelazándose.

—Parece que estas dos se tenían ganas hace tiempo.
—¡Ooooh, sí! ¡Vuelve a cuestionar a los clásicos! —exclamó Octavia.
—¡Dime otra vez que el scratching es solo ruido! —exigió Vynil.

Ante una nueva embestida a la mesa de mezclas Volgrand y Unade se alejaron disimuladamente.

—Mejor dejémosles un poco de… emmm… intimidad.
—¿En una sala sin paredes?
—Ya me entiendes.

Mientras las dos virtuosas de la música se… este… “liberaban” del dominio de Magnificum” a su manera, Volgrand y Unade, trataron de hacer oídos sordos a la escena tras ellos mientras sus mentes ideaban cómo iban a escapar de esa dimensión infernal sin que los detectase el Gary Stu, Sombra o la horda de ponis hipersexualizados.

Por alguna razón, ninguno tenía la más mínima intención de usar expresiones como “j*der” o “estamos jodidos”.

_________________________

*Vallenato: Música regional popular de Colombia, cuyas raíces son los Jugkares españoles y los Griots del oeste de África.


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Re: [Humor][HiE] Las desventuras de Volgrand en Ecuestria [E

Notapor LloydZelos » 14 Ago 2016, 00:52

Bueno, la vuelta. No me esperaba un capítulo así, tiene locuras como de costumbre pero es mucho más instructivo y culto de lo acostumbrado. Se nota que te encanta la música, y has seleccionado tanto piezas excelentes (aquí otro fan de Beethoven) como... eh... cosas. Me dan pena esas dos, aunque ahora ya están más que bien :roto2rie: Me causa algo de urticaria que hayas tirado por ese ship, ya que el fandom se lo sacó del culo (o más bien de otro sitio), pero lo dejaré pasar por el carácter cómico de todo. Ansioso de seguir viendo tus aventuras contra Magnificum.
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Re: [Humor][HiE] Las desventuras de Volgrand en Ecuestria [E

Notapor Sr_Atomo » 15 Ago 2016, 23:19

Me ha encantado el capítulo. En especial, el asunto referente a hacer que ambas lograsen salir del influjo maligno de ese Gary Stu. No sé por qué, pero todo el capítulo me ha recordado muchísimo a "La Historia Interminable", donde Bastian tiene que reconstruir Fantasía a través de Auryn, usando deseos para completar dicho mundo. En este caso, todo es un vacío excepto Octavia y Vinyl (junto al violonchelo y el conjunto de mesa de mezclas + altavoces), y a partir de esos escasos elementos de existencia, poco a poco tanto Volgrand como Unade reconstruirán de nuevo el mundo de Equestria.
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Re: [Humor][HiE] Las desventuras de Volgrand en Ecuestria [E

Notapor Volgrand » 30 Ago 2016, 18:15

Sr_Atomo escribió en 15 Ago 2016, 23:19:Me ha encantado el capítulo. En especial, el asunto referente a hacer que ambas lograsen salir del influjo maligno de ese Gary Stu. No sé por qué, pero todo el capítulo me ha recordado muchísimo a "La Historia Interminable", donde Bastian tiene que reconstruir Fantasía a través de Auryn, usando deseos para completar dicho mundo. En este caso, todo es un vacío excepto Octavia y Vinyl (junto al violonchelo y el conjunto de mesa de mezclas + altavoces), y a partir de esos escasos elementos de existencia, poco a poco tanto Volgrand como Unade reconstruirán de nuevo el mundo de Equestria.


Esta historia tiene muchísima inspiración en "La Historia Interminable", como ya habrás notado. Hay algunos detalles muy obvios, como la Nada, y como tú dices, el hecho de que toda esa dimensión es un vacío salvo donde hay... alguien. Y bueno, a ver si logras ver otra referencia al respecto en el siguiente capítulo :)

Capítulo 15: "Mi mundo es fuego. Y música"

(Premio para el que pille la referencia del título)

Spoiler:
La estación de tren de Canterlot se hallaba completamente desierta. Ningún ser equestriano, mortal o inmortal, podía resistir la llamada del Gary Stu; todos se hallaban en el estadio y sus alrededores, presenciando su grandiosidad. Los más desafortunados -o afortunados, según el punto de vista- observaban el espectáculo desde las gigantescas pantallas instaladas a lo largo de toda la ciudad.

Es por ello que nadie se percató de los gemidos lastimeros que recorrieron la estación. Y aunque los hubiesen percibido, nadie se molestaría jamás en ayudar a la patética criatura que se arrastraba por ella, lo que dejaba a esa pobre alma desamparada con una única opción: sobrevivir por su propia cuenta. Pero las horas de sufrimiento, finalmente, dieron su fruto al encontrar aquello que le devolvería a la vida.

Alzándose patéticamente, logró alargar una pata hasta la mesa de una cafetería cercana. Lo notaba, podía olerlo, a pesar de ser incapaz de levantarse para localizarlo con sus propios ojos, pero estaba a punto de conseguirlo.

Y, finalmente, logró atraparlo con el casco.

—¡S… sssíiiiiii! —gimió Mad Machine alzando un muffin a medio comer.

*-*-*-*-*

La taza de porcelana, de un blanco inmaculado, fue colocada sobre la mesa. No era una taza con decoraciones superfluas ni florituras. Era la sólida taza de barra de bar acostumbrada al trabajo duro y la ración grande. A su lado fue colocada la cucharilla son un sugerente “clinc”
*-*-*-*-*


Volgrand caminaba de lado a lado, oteando la oscuridad y la tormenta sobre él, tratando de encontrar alguna referencia a la que asirse.
—Te he echado mucho de menos, nena.
—Y yo a ti, mi amor.
Totalmente repuestas y reconciliadas, Octavia y Vynil intercambiaban palabras de bienvenida todavía abrazadas sobre la mesa de mezclas mientras Volgrand y Unade se estrujaban el cerebro.
—¿Alguna idea, Volgrand? —preguntó Unade.
Este pasó de caminar de un lado al otro a hacerlo en círculos, mientras pensaba en voz alta.
—Bueno… Dicen que el infinito es circular… Eso significa que aunque la oscuridad sea infinita, se pliega sobre sí misma en un círculo. Podríamos usarlo a nuestro favor.
—¿Eso significa que si saltamos lo bastante alto caeremos por el agujero del centro?
—¡Unade que esto es muy serio!
Por toda respuesta, la poni miró hacia la lejana tormenta y las criaturas de pesadilla que nadaban en ella.
—Si eso es el agujero de salida, no estoy tan segura de querer atravesarlo.
Volgrand dirigió su mirada hacia lo alto. En ese momento el rostro de una especie de caballo descarnado surgió de la tormenta y derramó una larga hilera de lava sobre las nubes, que chillaron de dolor.
—Decididamente, debemos buscar otra teoría sobre el multiverso para salir de aquí —declaró Volgrand con los ojos más desorbitados todavía, los reflejos del lejano fuego danzando en ellos.

*-*-*-*-*

La cafetera, modelo moka, fue retirada del fuego, gorgoteando sugerentemente. La boca se inclinó sobre la taza despacio y el café, humeante y lleno de esencia la llenó hasta la mitad. Era uno de esos cafés italianos, intensos y espesos. El justo y mesurado contrapunto de leche fue añadido.
*-*-*-*-*


Unade observó reflexiva la sopa primordial de caos y mal rollo sobre ellos. Varias cabezas, con cierta similitud a la de un buitre estrábico, habían surgido y graznaban. Una criatura, demasiado similar a un Horrendo Cazador como para que su locura no se resintiera ante su visión, devoró a uno de los buitres.
—Lovecraft y la teoría de cuerdas coincidieron recientemente en que el universo tiene once dimensiones. ¿Te puede ser de utilidad?
—Genial, eso significa que nos podemos perder once veces. O en uno de los diez elevado a la quinienta potencia universos que predice la teoría de cuerdas. Sea como sea, ni harto de vino atravieso volando esa cosa.
—Antes tendrías que aprender a volar en línea recta.
—Otro motivo para descartarlo.

Ajenas a la conversación de los dos ex-humanos, dos yeguas seguían a lo suyo.

—No quiero que volvamos a pelearnos nunca, ¿vale? —susurró Octavia.
—Prometido. ¿Pero podemos seguir discutiendo de música, porfa?
—¿Cómo te atreves a llamar música a los Wubs?

Volgrand dejó escapar un largo suspiro.

—¿Crees que deberíamos preguntar a esas dos?

*-*-*-*-*

Un terrón pequeño de azúcar fue sumergido en la taza a continuación. La cucharilla fue tomada y, con deliberada parsimonia, removió los componentes de lo que era El Café Perfecto. Clinc, clinc, clinc, clinc...
*-*-*-*-*


En la sala de ensayos carente de paredes, Volgrand fijó su mirada en el cielo y extendió sus alas, todo determinación. Unade se volvió hacia él.
—Volgrand, ¿qué ocurre?
Por toda respuesta él murmuró con los ojos desorbitados “c… aff… é…” y agitó las alas para echar a volar. Hay que decir que Volgrand le echaba muy buena voluntad a lo que hacía, y también la agilidad de un pato con sobrepeso. Así que Unade tuvo tiempo de agarrarlo por la cola para tratar de frenarlo.

—Vosotras dos, ¡dejad de haceros arrumacos y ayudadme!

Vynil y Octavia se volvieron cuando vieron pasar a Unade siendo arrastrada por Volgrand, que intentaba despegar con torpes rebotes en el suelo, agitando tanto patas como alas, sin tener muy claro que apéndices debía mover y probando con todos. Pero, a pesar de ello, conseguía ir acelerando en el proceso, realizando rebotes cada vez más largos.

—¿Pero qué hacéis?
—Creo que quiere atravesar la tormenta, ayudadme a pararlo.

Octavia saltó y agarró a Unade, a su vez, Vynil agarró a Octavia. Y Volgrand, llevado por una fuerza sobreponiesca, las arrastró a las tres.

—¡¡CAAAAAAAAFFFÉÉÉÉÉÉÉ!!

Gritó antes de despegar del suelo arrastrando a las tres ponis tras él.

—¡¡Volgrand!! ¿Qué demonios te pasa? ¡PARA!
—¿Pero qué le pasa? —preguntó Octavia—. ¿Es normal que haga esto?
—Ya no se ve el suelo. ¡¡No te sueltes, poni desconocida!! —gritó Vynil.

Y Unade supo que era la única del grupo que mantenía algo de su cordura. Podía soltarse y abandonar a Volgrand a solas con la fuerza que estaba tirando de él, y ella caería de nuevo a una dimensión de sombra infinita donde se pasaría la eternidad escuchando cómo Vynil y Octavia se hacían arrumacos… O podía seguir a Volgrand hasta la siguiente locura a la que la arrastraba, como era habitual.

—¡VAMOS, VOLGRAND! HAY CAFÉ AL OTRO LADO. ¡ENCOGE LAS PATAS Y MUEVE LAS ALAS! —lo animó.

Volgrand apretó los dientes, sus pupilas se contrajeron y su escasa fibra muscular se marcó por el esfuerzo. Recogió sus patas y centró toda su energía en mover sus apéndices plumíferos.

—¡¡CAAAAAAAAAAFFFFÉÉÉÉÉÉÉÉÉÉÉÉÉÉÉÉ....!!

Ante ellas, la tormenta pareció abrir una enorme boca para engullirlas. Unade sintió que las lágrimas caían por sus quijadas por efecto del miedo y la velocidad y escuchó las últimas frases que dos enamoradas se dedicaban en ese mundo.

—Vynil, tengo que confesarte algo.
—¿Qué?
—Amo tus Wups.

Hubo un momento de reflexión ante esas palabras.

—Lo sé —contestó Vynil.

Y la tormenta se los tragó.

*-*-*-*-*


El bar era oscuro, plagado de rincones en penumbra y mesas furtivas. Había una barra; tras la barra, un muro lleno de botellas de muy diversos diseños, tamaños y colores. Había una pantalla enorme en una pared, donde se veía algo extraño… Un pegaso arrastrando a tres ponis más en un vuelo hacia una tormenta.

“Amo tus Wups.”
“Lo sé.”


Una garra tomó el mando y apagó la pantalla.
La misma garra tomó un vaso y se puso a limpiarlo con un trapo.

Al instante siguiente, la pared del bar se abrió en un estallido de sombras y relámpagos, y cuatro ponis rodaron sobre el suelo del establecimiento. Tras unos cuantos crujidos y chillidos de bestias de pesadilla, la pared se cerró tras ellos.
Unade fue la primera en ponerse en pie y mirar alrededor. Un bar oscuro, pero limpio. Una barra, una sombra detrás limpiando un vaso y sobre la barra una taza de…

—¡¡¡CAFÉ!!!

Seis torpes apéndices la pisotearon, devolviéndola al piso, cuando galotrotovolaron sobre ella para alcanzar el preciado brebaje.

Vynil saltó sobre sus patas.

—¿Estás bien, Tavi?

La yegua gris se puso en pie a su vez.

—Estoy bien, parece que hemos sobrevivido. ¿Estás tú bien?
—Sí, perfectamente.

De fondo les llegaba uno de los sonidos más extraños jamás emitidos. Sonaba como si alguien estuviese bebiendo a grandes sorbos los contenidos de la taza de café más perfecta del mundo y sollozando al mismo tiempo de la alegría. El resultado era como si una foca tratase de ahogarse infructuosamente. Ambas miraron hacia allí.

—Este poni parece un poco inestable emocionalmente —comentó Octavia.

Unade se puso en pie tras ellas.

—Yo también estoy bien, gracias por preguntar.
—¿Dónde estamos? —preguntó Octavia
—Parece un bar —aclaró Vynil.

Unade caminó hasta la barra y la tocó prudentemente. El camarero seguía sacando brillo al mismo vaso impertérrito, aunque Unade se preguntó si tal vez, en realidad, lo estaba afilando para usarlo como arma. Se trataba de un corpulento pony sin crines, inexpresivo, todo fibra y músculo y que llevaba unas extrañas gafas oscuras que cubrían por completo sus ojos.
“Y ahora te mato con mi taza de té”.
Unade sacudió la cabeza tratando de centrarse en la… ¿Realidad? ¿Qué demonios no había oído?

Del fondo de la … taberna, empezó a sonar música de género impreciso. Allí, en un estrecho escenario, un grupo de músicos de diversas especies tocaban algo alegre, que iría acorde con un número de circo burlesque interpretado por seres extraplanetarios. El aire se llenó con el sonido de conversaciones a media voz y, a medida que pasaba la vista por la estancia, más grupos de amigos de toda raza imaginable parecían materializarse alrededor de mesas donde hacía un instante no había nadie. Unade se volvió hacia Volgrand, que justo en ese momento había acabado la taza de café.

—¡Bien! —gritó el pegaso azul, girándose rápidamente hacia sus compañeras y mirándolas con una determinación que podría inspirar a un babosa a ganar el Derby de Mónaco—. Tenemos que salir de aquí, chicas.
—Estaría bien saber dónde es “aquí” —murmuró Unade, y buscó con la mirada una puerta de salida.

La encontró de inmediato. Estaba señalizada con un gran cartel verde. Extraño no haberla visto antes. Volgrand prosiguió, contando sus planes a Octavia y Vynil.

—No puedo daros todos los detalles, ya que el Gary Stu…
—¿El qué?
—Magnificum Fornicatum podría saberlo también. Solo necesitáis saber lo más básico, y es que debemos llegar hasta Appleloosa. Allí os contaré el resto, pero sois imprescindibles para el plan.
—¿A Appleloosa? ¿Por qué? A nadie le importa Appleloosa.
—¡Por eso, precísamente!

Hubo un instante de silencio pero, de las dos virtuosas, Vinyl pareció apreciar la lógica tras el plan.

—Entonces usemos mi camión.

Volgrand y Unade la miraron.

—¿Tienes un camión?
—¡Sí, colega! —exclamó la unicornio blanca—. ¡El mejor camión del mundo, tíos! Es la caña, llevo el mejor equipo de sonido y espectáculo de toda Equestria. ¡DJ Pon-3 no necesita un escenario, lo lleva ella misma!
—Y todo el merchandising también —añadió Octavia.
—De acuerdo, pues, entonces tenemos que llegar hasta él.
—Vale Volgrand, pero quizá deberíamos…
—¡Seguidme!

El pegaso azul, habiendo recuperado sus niveles habituales de cafeína por mililitro de sangre, salió por la puerta señalizada en verde. Las tres yeguas miraron hacia la salida abierta durante unos instantes antes de decidirse a seguir a su alocado compañero. Octavia se quedó atrás durante un instante, pues un objeto le llamó la atención:

Junto al escenario, apoyado contra una pared y sin ningún músico que lo acompañara, se hallaba un solitario violoncello. Su cuerpo era de madera barnizada en rojo oscuro, mientras que su mástil era de color negro. Una simple mirada de la virtuosa le bastó para descubrir que las cuerdas eran de una calidad excelente; el arco, que se hallaba apoyado contra el instrumento, era largo, acabado con un suave pulido, y se había utilizado cola de poni -de verdad- para confeccionar sus cerdas.

Una obra de artesanía destinada a crear música.

La poni de tierra miró alrededor un instante y, al cerciorarse de que nadie miraba, lo tomó y siguió a sus compañeros rápidamente. Seguro que el dueño lo comprendería, el universo dependía de que ella contara con un instrumento que hiciera justicia a su arte.

Cuando todos hubieron salido, algo cambió en el bar: Las conversación murieron rápidamente y los grupos multirraciales empezaron a desaparecer uno a uno, como si jamás hubieran estado ahí. Cuando la estancia estuvo en un silencio casi completo, el barman soltó el vaso y el trapo, que se convirtieron en un enjambre de abejas multicolores que salieron zumbando. Tomó, con una garra de grifo, el mando de la pantalla y volvió a ponerla en marcha. Cuatro ponis aparecieron en ella caminando por un oscuro pasillo. Al fondo del mismo había una segunda puerta que abrieron.
El camarero, se bajó las gafas y miró por encima de las mismas con sus ojos heterócromos.

— Esto va a ser... muy divertido.


-----------
Volgrand observó con prudencia el exterior. Habían regresado al concierto, y de alguna manera estaban saliendo por la puerta de camerinos.

-- ¿A qué estamos esperando? ¡Vamos! -- apremió Vynil.

Más allá de la puerta, estaba el exterior y la posible libertad hacia una horda de ponis
descerebrados que se lanzarían en un frenesí contra cualquiera que hubiese podido estar en contacto con su héroe y salvador.

—¡Esperad! —Volgrand se plantó delante de Vinyl y Octavia —Esos ponis, ya no son como los conocéis, son unas bestias sedientas de reconocimiento, sexo y proximidad con su líder, Magníficum Fornicatum. Vosotras habéis sido sus teloneras, por lo que estáis en grave peligro. Hemos de buscar otra manera de sacaros de aquí. ¿Quizá disfrazándoos?

—Mi equipo de sonido está en el escenario.

Unade, desde la puerta le hizo una señal a Volgrand.

—No va a hacer falta, Volgrand, venid a ver esto.

Todos los ponis alzaban su mirada a lo alto y contenían la respiración. Algunos se desmayaban por la falta de oxígeno. En los cielos, su único héroe y salvador interpretaba un combate aéreo contra los Wonderbolts. Era el recuerdo de la gran batalla que enfrentó a Magníficum contra las hordas de dragones hacía un mes y que había salvado a Equestria (sí, la historia acababa de cambiar, otra vez).

Entre los humanos se contaban grandes conocedores del arte del duelo aéreo: veteranos pilotos de las Grandes Guerras, pilotos acróbatas, estudiosos de la aerodinámica o, sencillamente, historiadores apasionados en esta materia. Todos ellos ejemplos de carreras en las que la pasión, la dedicación y el estudio los habían hecho llegar a lo más alto, siendo considerados unos eruditos en la materia que les apasionaba.

Luego estaba Volgrand, que era un viciado al War Thunder.

—¡Guau! Tía, mira eso.
—¿La formación?
—¡Están haciendo un Immelmann inverso en doble formación de cuña! ¡La hostia! Pero Spitfire está subiendo demasiado… ¡Hostias, ha entrado en pérdida, va a por Magnificum! ¡De esa no se escapa!

La situación parecía mala para “el único salvador de Equestria”: Con dos grupos de Wonderbolts lanzándose contra él desde los flancos, y la capitana de los mismos cayendo a toda velocidad sobre él, no parecía haber escapatoria posible. Mas de um poderozo haleteo de zus jermosaz ahlas ze haparto del ataque i los wonderbolts se extreyaron entre si.

En tierra, Volgrand bajó la vista con cara de circunstancias.

—Por un momento olvidé que es un Gary Stú. ¿Dónde está ese camión?

Al fondo del gentío (¿ponitío?) del lugar sobresalía el inmenso escenario en el que Sombra Discordante había hecho su aparición estelar. Todavía había parte del attrezzo representando un cementerio que utilizó, lo cual dejaba claro que Sombra no había mentido: Literalmente habían pasado solo unos minutos en el exterior, mientras que en su dimensión habían transcurrido horas.

—Allí está, a la derecha —señaló Vinyl.

Justo detrás del escenario, pero sobresaliendo ligeramente, pudieron ver lo que parecía una pantalla de altavoces. Pero, tras una mejor inspección pudieron ver que no era tal. Se trataba, probablemente, del camión más guay y estrafalario que habían visto en sus vidas: de color blanco con reflejos eléctricos y descapotable, dos grandes altavoces se situaban donde normalmente debería ir el radiador. Tras la cabina, una enorme plataforma transportaba decenas de bafles, todo construido en torno a un escenario móvil, con su juego de luces incluído.

—¡La hostia!
—De verdad, Vinyl, tienes que limpiar las banderas, están hechas un asco —objetó la virtuosa gris.
—¿Pero cuántas torres de bafles tiene ese trasto? —exclamó Unade—. ¿Cuatrocientas?
—¿Y para qué llevas una jaula en el escenario?
—Para las hijas del alcalde.

Los dos ex-humanos se giraron hacia Vinyl y Octavia, esperando una aclaración.

—Es una larga historia —respondió esta última, acomodando su recién adquirido cello sobre su grupa.

En ese preciso instante hubo un cambio en el silencio del público idiotizado de Magnificum, como un grupo de bebés que dejaran de sorber sus chupetes al mismo tiempo por ver cómo les acercaban su papilla favorita. Sobre el gran estadio pudo verse que el combate no había acabado: Unos pocos Wonderbolts habían sobrevivido al choque, y seguían atacando al alicornio cuatrialado con veloces piruetas.


—Vale, vamos a pasar ahora —declaró Unade—. Es la mejor oportunidad que tenemos.
—¡¡Uala!! ¡¡Vaya maniobra!!
—¡Volgrand!
—Sí, sí, voy…

Los cuatro ponis pusieron un casco fuera, prudentemente. El silencio en tierra era atronador, y en el aire se oían los silbidos sónicos de los pegasos cortando el aire, en una lucha fingida cada vez más apasionada.

Con Unade liderando el grupo, caminaron agachados por debajo de las líneas de visión de los ponis. Despacio, una pezuña a cada vez. Torciéndose entre ellos, empujando suavemente para pedir un paso lateral a algún poni, lentamente, se acercaron al escenario. Volgrand echó una mirada tras él, para ver cómo iba la batalla.

En esos momentos, Magnificum estaba enfrascado en una dogfight con Soarin. Este último fruncía el cejo y sus ataques eran auténticos gritos de ira contra Magníficum. Aquello no era una representación, había auténtica rabia y agresividad en los ataques de Soarin. Volgrand abrió mucho los ojos, esperanzado. ¿Era posible que Soarin no estuviese bajo el influjo de Magníficum?

Tras un pasada con los cascos por delante que Magníficum esquivó sin problemas, Soarin remontó y, con un retorcimiento de sus alas y cuerpo, giró en redondo y cayó hacia él de nuevo.

Magnificum: porrké me hatakas ?

—¡Acabaré contigo!

La pose era perfecta, la velocidad de vértigo, la esquiva imposible... Y Magnificum de repente ya no estaba ante él. Soarin se estrelló contra una columna (sí, había una columna a trescientos metros de altura) y empezó a caer en barrena. Magnificum se lanzó para agarrarlo.

Magnificum: porke isiste halgo tam ezhtupidó ?

Soarin volvió la mirada hacia su único héroe y salvador y las lágrimas cayeron por sus quijadas.

—Porque te amo, Magnificum, pero tú solo haces caso a las yeguas.

Con una mirada compungida, Magnificum declaró algo.

Magnificum: ezo boi ah arrejlarlo aora mysmo.

Magnificum besó a Soarin, y acto seguido, sin dejar de volar, Soarin le ofreció sus cuartos traseros y levantó la cola.

Volgrand lanzó un grito de horror.

—¡¡Nooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooo!!

Los ponis que había a su alrededor se volvieron hacia él.

—¡¡Es el pipa de Magnificum!! —chilló una yegua.
—Mieeeeerda —murmuró Volgrand.
—¡La madre que te parió, Volgrand! ¿No podías estarte calladito y seguirnos?

Y Unade hizo lo único que se le ocurrió en ese momento. Agarró a Volgrand del cuello con una pata y con la otra sacó una ballesta de su mochila y le apuntó a la cabeza.

—¡Atrás, cuadrúpedos idiotas! ¡O le abro un tercer ojo en la sien a vuestro pipa favorito!

Los ponis se detuvieron con los ojos como platos, tratando de asimilar algo incompatible con su mundo.

—¿Llevabas una ballesta en la mochila?
—Cállate, Volgrand.

Hubo dos desmayos y Unade retrocedió lentamente hacia Vinyl y Octavia arrastrando a Volgrand con él.

—Oye, ¿has pensado en hacerte atracadora de bancos? —preguntó Volgrand —Creo que se te daría bien.
—Cállate, Volgrand.
—Es que es increíble que los hayas asustado tanto si no tienes virote en la ballesta.

Hubo un segundo de silencio reflexivo mientras los ponis que los rodeaban se fijaban en el detalle.

—Es verdad —dijo uno—no tiene el palo ese que se clava.
—¡Se llama virote!
—De verdad, Volgrand, tu madre fue una santa al parirte.

Los ponis cargaron hacia ellos entre chillidos de entusiasmo.

En ese momento, hubo dos explosiones, la primera fue de sonido: Vinyl Scratch había puesto en marcha su equipo y una onda de choque plegó todas las crines hacia atrás con la primera nota de Octavia (sol sostenido).

La segunda vino de la puerta de camerinos. Cuando la nota todavía no se había extinguido, la puerta se abrió de par en par. Las sombras y la visión de una perspectiva imposible tomó la realidad, acto seguido se derramaron de ella una horda de vamponis de sombra.

Levitando lentamente hasta posarse sobre un bafle, con su larga capa de flecos aleteando tras él, Sombra Discordante dirigió su mirada ribeteada de purpurina a Volgrand.

—Atrapadlos —dijo con tono aburrido.

Los vamponis de sombra se lanzaron hacia Volgrand y Unade, planeando como trapos de negrura. Actuando cual moiseses espectrales, el mar de ponis se abrió ante ellos entre chillidos histéricos revelando un pasillo.

Unade frunció el ceño, lanzó la inútil ballesta y echó a correr hacia los vamponis aprovechando el pasillo que habían abierto. Por inercia, Volgrand la siguió.

—Estás locaaaaaaaaaaaa… ¿Qué haces cargando contra ellos?
No, Unade no estaba loca, estaba muy asustada, pero no tendrían otra oportunidad de alcanzar la máquina de Vynil. No volvería a abrírseles un pasillo como aquel. El primer vamponi se les echaba encima con un siseo y el grito histérico de Volgrand sonó por encima de los chillidos de los ponis que huían.

—j*der, j*der, j*der… ¡UNADEEEEEEEE!

Entonces la yegua melocotón dribló hacia la izquierda y se metió entre la horda de ponis… que huyeron del espectro. Y Volgrand, haciendo gala de su impresionante agilidad y coordinación, al tratar de seguirla, enredó sus patas sobre sí mismas y se fue de bruces al suelo.

Y llegó la tercera onda de choque: ¡Do sostenido!

Unade se agachó y rogó por que Volgrand hubiese hecho lo mismo a tiempo. Las crines volaron hacia atrás, las gorras fueron arrancadas de las cabezas, los vamponis fueron empujados por la onda de choque.

—¡Volgrand!
—Estoy aquí —respondió el poni azul desde el suelo.
—Buenos reflejos. ¡Vamos!
—En realidad he tropezado.

Volgrand y Unade corrieron (o trastabillaron) hacia el equipo de sonido de Vynil. Mientras los ponis a su alrededor reaccionaban lentamente, aturdidos por el choque sónico. Pudieron ver con horror cómo un poni se encaramaba a la máquina, tratando de alcanzar a Octavia cantando algo así como: “Me gustaría ser todo lo que deseas. Ey, chica, déjame hablar contigo…”

—For f*ck sake!! —protestó Octavia con gesto de fastidio.

Con un salto en el aire para tomar impulso Octavia bateó agarrando a dos cascos su violoncelo. Los restos de un pretendiente pasaron volando sobre Volgrand y Unade. Esta última subió de un ágil aleteo al vehículo, pero Volgrand hizo gala de su agilidad natural chocándose contra el lado del mismo y buscando patéticamente una forma para subir. Subitamente, junto a él, un casco salvador apareció: Octavia se había descolgado por el lateral, usando el arco de su instrumento como pivote.

—¡Sube si quieres vivir!

Usando ese apoyo, Volgrand logró alcanzar la seguridad del camión. Sin embargo, no tardaron en descubrir que esta era bastante relativa: Una manada de ponis empezaba a agolparse a los pies del vehículo, como zombies idiotizados; los pegasos, más afectados por la onda de sonido, se estaban recuperando y avanzaban para asaltar el camión. Y, por otro lado, los vamponis de sombra se preparaban para iniciar su asalto.

—¿Y ahora qué?
—Ahora, os agarráis fuerte —contestó Octavia—. ¡Vinyl, dame un acorde!
—Re bemol, tecno blues.

La yegua gris saltó al centro del escenario y tomó su cello con maestría. El ritmo de una percusión electronica empezó a sonar por los bafles, al tiempo que una progresión de acordes se hacía cada vez más poderosa. Octavia tomó el arco y un poderoso arpegio se alzó e hizo vibrar el equipo de sonido.

Al instante siguiente, Volgrand y Unade se agarraban a sendos bafles mientras aquella máquina infernal, se lanzaba hacia adelante y, tras echar abajo las barreras y atravesar el escenario como un rompehielos, se abría paso a toda velocidad hacia la salida.

—¡¡¡Por el amor del cielo!!! ¿Qué demonios mueve a esta cosa?
—¡La música!

Sombra Discordante observó los bandazos de la máquina. Se dirigían hacia la salida con una conducción más que caótica seguidos por sus vamponis y los pegasos enloquecidos por Magnificum. El señor de la sombra y el mal rollo se llevó una mano humana a la barbilla con gesto interesado.

Octavia, impasible cual musa griega, se alzaba sobre sus patas traseras encima de los baffles tocando el chelo con gesto impertérrito. Vynil, concentrada en sus discos y mesa de mezclas añadía la percusión. Sobre la máquina, los dos ex-humanos trataban de hacer su parte. Unade había tomado su mochila y, volteándola sobre su cabeza, golpeaba a todo vamponi que se les acercaba, mientras Volgrand rebuscaba entre los aparatos de Vinyl.

—Me gusta —murmuró Sombra Discordante—. Vamos a hacerlo más divertido.

Sus ojos brillaron en un tono verdoso, fijándose en los restos del destrozado escenario. Estos vibraron ligeramente y, finalmente, cobraron vida, emulando los movimientos de grandes tentáculos de escombros. Fueron atrapando a los ponis más cercanos, los cuales no tuvieron oportunidad de escapar cuando maderas, engranajes y trozos de metal los cubrieron, creando grandes máquinas motorizadas a su alrededor, a cada cual más desquiciada que la anterior. Los mortales atrapados dentro de las monstruosidades mecánicas, privados de sus propias voluntades, alzaron sus caras hacia su Sombra Discordante, esperando sus órdenes con devoción. Este los observó durante un instante y, con la gracia de una bailarina exótica, giró sobre sí mismo y señaló hacia el bólido blanco que se alejaba a toda velocidad.

—¡Traédmelos!

Las máquinas rugieron en respuesta, y los ponis atrapados en su interior se calaron los cascos y lanzaron gritos de caza. Como una jauría de hienas motorizadas, los bólidos iniciaron la persecución… pero hubo algo que se escapó del control de Sombra Discordante, algo que pasó junto a él a toda velocidad:

Una locomotora cromada.

Esta no tardó en alcanzar a las monstruosidades mecánicas, uniéndose a la partida de caza. El brillo de las lentejuelas del maquillaje de Sombra Discordante quedó eclipsado en comparación con el de sus ojos.

—Esto no me lo esperaba… ¡Me encanta!
—¡Sé mi testigo, amo y señor! —gritó Mad Machine a los mandos — ¡Alcanzaré tu gloria, todo bello y cromado!


-----------
Obsérvese en este vídeo el virtuosismo de Octavia con el cello. :P
https://www.youtube.com/watch?v=ea1IiAgmHwI


Espero que lo disfrutéis, porque Unade y yo estamos muy inspirados :D
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Re: [Humor][HiE] Las desventuras de Volgrand en Ecuestria [E

Notapor horwaith » 30 Ago 2016, 21:21

si, lo he disfrutado xD. Por favor, no se crean personajes de la nada, ni planes de ataque en los que el villano sabe donde no debería ir. Además, si estáis inspirados a poner uno mas xD
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Re: [Humor][HiE] Las desventuras de Volgrand en Ecuestria [E

Notapor McDohl » 31 Ago 2016, 00:04

Spoiler:
el arco, que se hallaba apoyado contra el instrumento, era largo, acabado con un suave pulido, y se había utilizado cola de poni -de verdad- para confeccionar sus cerdas.


Ups :ajsmile:

Madre mía, yo también he querido sacarme los ojos en el momento del shipping :sisi1:
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Re: [Humor][HiE] Las desventuras de Volgrand en Ecuestria [E

Notapor unade » 31 Ago 2016, 00:10

A que duele??? xD
Me encanta torturaros.
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Re: [Humor][HiE] Las desventuras de Volgrand en Ecuestria [E

Notapor Volgrand » 31 Ago 2016, 00:20

McDohl escribió en 31 Ago 2016, 00:04:
Spoiler:
el arco, que se hallaba apoyado contra el instrumento, era largo, acabado con un suave pulido, y se había utilizado cola de poni -de verdad- para confeccionar sus cerdas.


Ups :ajsmile:

Madre mía, yo también he querido sacarme los ojos en el momento del shipping :sisi1:


No pillo ese "ups".
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Re: [Humor][HiE] Las desventuras de Volgrand en Ecuestria [E

Notapor McDohl » 31 Ago 2016, 07:05

Derpeo mio, no me hagas caso
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Re: [Humor][HiE] Las desventuras de Volgrand en Ecuestria [E

Notapor zelgadis » 04 Oct 2016, 09:08

que es lo que acabo de leer? y luego dicen que yo tomo drogas, dame unas pocas mas hermano que las que tomas son de las buenas xD
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Re: [Humor][HiE] Las desventuras de Volgrand en Ecuestria [E

Notapor Volgrand » 14 Oct 2016, 02:19

Capítulo 16: "Witness me"

Spoiler:
Las calles de Canterlot se llenaron con los gritos de guerra lanzados por unos cazadores que bien podrían haber surgido de la mente del más excéntrico escritor de ciencia ficción. Los motores de los vehículos rugían, impulsando los mismos a velocidades de vértigo a través de las avenidas de la capital poni. Probablemente este era el único punto en común de cada ingenio mecánico; algunos eran bajos y muy reforzados, mientras que otros eran auténticos titanes de hierro, madera y goma. Otros tenían extraños soportes que recordaban vagamente a catapultas, y otros llevaban grandes pértigas que se bamboleaban con cada giro o cambio de velocidad. Respecto a la cordura de sus tripulantes, es suficiente destacar que algunos se hallaban encaramados en lo alto de las pértigas, aullando gritos de caza.

Y, al frente del grupo, una locomotora cromada emitió su propio bocinazo de guerra.

Giraron una esquina, adentrándose por la carretera principal de Canterlot, y hallaron su objetivo: Aquellos que habían osado desafiar al señor de la sombra, aquellos que se atrevían a ignorar la voluntad del Único y Gran Salvador Magnificum Fornicatum (marca registrada). Las catapultas fueron tensadas, los guerreros pegaso subidos a las mismas, y la carrera se estabilizó para dar tiempo a preparar el lanzamiento.

El primer pegaso, armado con una armadura de goma y una máscara que le cubría completamente el rostro, gritó cuando fue lanzado a toda velocidad hacia adelante. El gran camión blanco se definió a toda velocidad frente a él; pudo ver, en el escenario que había sobre este, a una poni de tierra gris tocando el cello sin inmutarse por la alocada carrera. Al frente, la unicornio blanca que conducía el bólido. En la parte posterior del vehículo, dos ponis, un semental y una yegua…. Y de pronto algo hizo impacto contra él, se le enredó en el torso y le inmovilizó las alas.

—¡Munición! —gritó Unade, recargando el cañón de camisetas de Vinyl.
—¡Buen tiro! —respondió Volgrand mientras le pasaba varios fardos de tela más.

Tras ellos, Octavia interpretaba la Marcha de las Valkirias, aderezada por el ritmo techno y dubstep que aportaba Vinyl Scratch. Sin embargo, a pesar de la velocidad y la puntería de Unade, la comitiva de caza se estaba acercando cada vez más.

—No puede ser… ¡Unade! ¡Es él!
—¿Quién? ¿Magnificum?
—¡No! ¡Él!

Un vehículo se adelantó al resto, acercándose peligrosamente al camión de Viny. Un poni rapado estaba a manejando los mandos con un solo casco, mientras que con el otro volteaba una cadena sobre su cabeza. La parte superior de su cabeza estaba tiznada por el hollín de la caldera, y parecía haberse pintado la mandíbula con un spray cromado. La pintura del vehículo, normalmente de alegres colores, había sido lijada para mostrar el metal bajo la misma. Cada esquina o detalle que resaltara había sido pintado con un sucio color dorado; su chimenea había sido modificada, lanzando ahora impresionantes llamaradas hacia el cielo al acelerar. Pero todos estos cambios eran una mera nimiedad si se consideraba el hecho de que la locomotora, ahora, era descapotable.

—¡YA VOY, MI AMO Y SEÑOR! ¡SED MIS TESTIGOS!
—¡¡j*der!! ¡¡Acelera, Vinyl, acelera!!
—¡Agarraos! —respondió la aludida mientras manipulaba unos controles.

A duras penas les dio tiempo a hacerlo cuando Vinyl dio un volantazo a la derecha; con un impresionante chirrido de ruedas derrapando, el camión se adentró en una calle perpendicular. Al mismo tiempo, todos los cañones de humo del escenario móvil se activaron, dejando tras ellos una espesa y opaca estela blanca.

Sin poder ver lo que ocurría, sí que escucharon el estrépito que hicieron varios bólidos al estrellarse y, tras unos instantes, nadie atravesó la pared de humo. Los dos ex-humanos intercambiaron una nerviosa mirada.

—¿Los hemos perdido?

Hubo un crujido de metal y madera; la locomotora de Mad Mach, impulsada por los restos de los vehículos estrellados, apareció saltando varios metros de altura; como a cámara lenta, cayó primero sobre el morro y se estabilizó sobre sus ruedas traseras lanzándose de nuevo a la persecución.

—¡Mierda! Mad Mach todavía nos sigue, y se ha traído amigos!

Agarrados a los flancos de la locomotora varios ponis aullaban y azuzaban a la gran máquina golpeándola y gritando. La seguían varios triciclos motorizados con largas pértigas ondulantes con un poni encaramado en cada una de ellas.

— ¡Van a tratar de asaltar el camión otra vez! ¡Atentos al aire! — gritó Unade cargando de nuevo el cañón de camisetas.
—Tavi, ¡dale caña! — indicó Vynil.

La poni de tierra respondió al grito tomando su arco con determinación; y se lanzó a por los arpegios de las melodías más complicadas de Chopin, los cuales fueron acelerando al tiempo que el camión de espectáculos aumentaba su velocidad. Pero, de pronto, algo cambió: El sonido del Cello empezó a distorsionarse, cambiando su timbre de forma caótica y asemejándose cada vez más a una guitarra eléctrica conectada a un amplificador de bajo.

—¡Vinyl, ¿qué estás haciendo?!
—¡Yo no he hecho nada! ¡Este cello tiene ideas propias!

Sobre la locomotora, con los desquiciados ojos fijos en su presa, los pegasos se lanzaron al aire. Remontaron hasta adquirir suficiente altura, dejando tras ellos el estrépito de la persecución, y entonces giraron y se dejaron caer sobre el camión aprovechado la velocidad que les daba la altura.

La poni con el cañón de camisetas gritó una advertencia al darse cuenta del verdadero objetivo de los pegasos.

— ¡Octavia, cuidado!

Logró encamisar a dos de ellos, pero los otros tres pasaron su fuego antiaéreo y se lanzaron hacia el verdadero motor de aquel camión: la poni de tierra gris. Ella, con la mirada fija en los asaltadores que se le echaban encima, retrocedió sin dejar de tocar hasta que su casco trasero tocó el borde de la plataforma del camión.

De pronto, su instrumento musical se volvió de un rojo más brillante y sus cuerdas empezaron a chisporrotear. La base acústica que salía de los bafles alcanzó su punto de inflexión, guardando un instante de silencio.

Y, al explotar los wubs, una enorme llamarada surgió del mástil del instrumento de Octavia. Los pegasos se vieron forzados a desviar su vuelo para no ser abrasados.

Los perseguidores sobre los triciclos observaron perplejos la llamarada y algunos trataron de limpiarse las gafas. Volgrand y Unade se volvieron hacia el fenómeno. El viento agitó crines y calvas de perseguidos y perseguidores mientras trataban de asimilar aquello.

—Pero, ¿qué…?

La yegua gris dejó de tocar y observó su instrumento, sin entender qué había ocurrido. Y los wups se quedaron huérfanos.

—¡Octavia! ¿Estás bien? —gritó Vinyl desde la cabina.
—¡Estoy bien! ¡Sigue adelante!

Octavia reanudó sus arpegios, y las llamas volvieron a alzarse del mástil de su instrumento. La virtuosa hizo lo mejor que sabía hacer: seguir tocando sin inmutarse mientras el mundo bailaba al son del fuego de su pasión.

—¡Aaaaaaaaaaahhhhh!

Un pegaso con la cola en llamas pasó por delante de Volgrand y Unade.

—Para mí que esto tiene el sello de Sombra Discordante —dijo la yegua.
—Sep.

Los pegasos ya no podían atacar aéreamente sin arriesgarse a ser encamisados o flambeados, era el turno de la tecnología de asalto. Tras el camión, la locomotora de Mad Machine emitió su bocinazo de guerra, el cual fue coreado por los aullidos desquiciados de los cazadores. Los triciclos se parapetaron tras la gran locomotora mientras esta se acercaba al camión. En cuanto pasaron el ángulo de tiro de Unade, los triciclos, haciendo gala de su maniobrabilidad y ligereza, adelantaron a la mole de acero. Sus ocupantes lanzaron chillidos de entusiasmo al saber que su momento había llegado.

— ¡Vamos, vamos! —azuzó el líder de la jauría.

Los conductores movieron los triciclos en paralelo al camión, los asaltadores se empezaron a balancear en el extremo de las pértigas tomando inercia.

Mientras Unade recargaba su cañón de camisetas, Volgrand observó con incredulidad los triciclos que se acercaban a sus flancos en paralelo, cada uno de ellos con un poni balanceándose de lado a lado sobre las pértigas, como columpios invertidos.

—¿En serio creen que esta técnica va a funcionar? Jamás he visto una idea más absurda. Sinceramente, creo que alguien debería decirles que...
— ¡Suéltame, maldito desquiciado! —chilló la voz de Unade.

Volgrand se volvió a tiempo de ver cómo Unade, debatiéndose y vociferando, era arrebatada por uno de los motoristas acróbatas, o como demonios se llamase a la ocupación de secuestrador de ponis sobre pértiga ondulante y motorizada. Había logrado aferrarla y la pértiga los había alzado de nuevo a ambos. El cañón de camisetas cayó al suelo del camión.

—¡Unade!

Pero Volgrand no tuvo tiempo de ayudar a su amiga. Un poni embadurnado en harina (parecía que había estado amasando muffins antes de unirse a la cacería) y con las crines rapadas cayó sobre él desde otra pértiga y trató de estrangularlo sin éxito (ni pulgares).

— Oye, en serio que esto no te va a funcionar. Yo mismo traté de estrangular a una poni, y sin pulgares es casi… ¡BlaRG!

“Nota mental”, pensó Volgrand, “he de dejar de cuestionar lo que pueden o no pueden hacer”. El poni asaltante había encontrado el truco y Volgrand sintió que se le cortaba el riego hacia el cerebro.

Unade y su secuestrador se balancearon sobre ellos agarrados a la pértiga.

— ¡Que me dejes en paz, maldito locooooo!

Volgrand nunca había sido un gran luchador de… Volgrand nunca había sido un luchador, punto. No solo debido a su carácter pacifista, pero también debido a su sobredosis de articulaciones descontroladas. Así que hizo lo que mejor hacía: activarlas todas al mismo tiempo, y ahora tenía muchas más.

Volgrand golpeó con un ala a su asaltante en la quijada, clavó una pata en su estómago, dos patas más se enrollaron alrededor de su cola, y le sobraron una pata y un ala más para tratar de arañarlo, antes de recordar que no tenía uñas.

Unade trazó una larga parábola sobre ellos mientras seguía debatiéndose contra su secuestrador con cada balanceo de la pértiga.

— … suéltAAAaaammeeee....

En vistas de que activar todas sus extremidades no funcionaba, Volgrand procedió a retorcerse. El poni intentó volver a aferrarse al cuello del pegaso azul, pero o su retorcimiento fue efectivo, o la extraña magia que permitía a los cascos agarrar perdió fuelle. Si a esa patética muestra de habilidad cuerpo a cuerpo le añadimos un camión que iba a toda velocidad y un firme irregular, el resultado fue que los dos ponis empezaron a dar saltos sobre suelo del camión impulsados por cada bache, como una enorme trucha fuera del agua.

— ….me esTOY MAreandooooo... — protestó Unade con tono lloroso cuando ella y su asaltante gravitaron de nuevo sobre la pelea.

Tratando de ganar cierta ventaja, Volgrand recurrió a la única técnica de combate que había presenciado en el mundo real (concretamente en las verbenas de su barrio): trató de agarrar del pelo a su contrincante y arrancarle todas las extensiones… para encontrarse con que se había rapado la crin. “Mierda”, pensó, al ver como su pelea de gatas se frustraba antes de empezar.

Desgraciadamente para Volgrand, su asaltante era más fuerte y más experimentado en este tipo de asaltos (al menos cinco minutos más). Con un retorcimiento, logró situarse sobre Volgrand y lo inmovilizó pisándole la nube afro azul que tenía por crin. Volgrand trató de empujarlo con las patas delanteras sin resultado, mientras su cara adquiría un indeseado efecto lifting por la tensión del pelo, y es que, a diferencia de la choni común, Volgrand no llevaba extensiones. La capacidad de librarse de una presa perdiendo la cabellera (cual lagartija deshaciéndose de su cola), no era posible para él.

La sonrisa desquiciada del poni precedió a sus palabras.

— Soy el servidor de Sombra Discordante. Soy el asaltante de pértiga perfecto, y una máquina de combate preparada a su servicio. ¡Sé mi testigo, amo y señor!
— ¡Triple Pie, deja de jugar y vámonos! — gritó el poni subido a la pértiga, todavía aferrando a Unade en una presa imposible para un cuadrúpedo.
— ¡Me encuentro mal! Déjame bajaaaaaaaar... — gimió Unade en el siguiente balanceo.
Volgrand pataleó infructuosamente en el suelo y el poni rió desquiciado sobre él, dando su victoria por inapelable. Y Volgrand vio que, tras él, Unade y su asaltante volvían hacia ellos, agarrados a la pértiga; y Unade ya no era naranja rosita, era de un enfermizo color verde en sus mejillas.

— BBLLaaaaaaaarrrrrrrrrrrrjjjjjjjjjjjjjjjjjjjj…

Una lluvia de tropezones viscosos y calientes cayó sobre ellos. Y el olor era inconfundible. El poni sobre Volgrand permaneció unos instantes inmóvil, asumiendo aquello y cuando asimiló que, efectivamente, le habían vomitado encima, trató de alejarse de toda aquella masa viscosa sobre su piel al mismo tiempo. La consecuencia fue que trató de implosionar, y como resultado se fue al suelo y empezó a retorcerse haciendo muecas.

Volgrand se levantó sobre sus patas, con jugos gástricos goteando de su crin, y miró al poni retorciéndose de asco en el suelo. Caminó hacia él,

— ¿Te crees mejor que yo porque te has rapado la crin? ¿Te crees mejor que yo por ser capaz de asaltar a alguien con tu panda de amigotes calvos? Deja que te diga, pequeña criatura patética, que no tienes ni idea de lo que significa ser duro.

El poni trató de huir de Volgrand (y los tropezones que iban goteando de su crin y se deslizaban por sus gafas), arrastrándose hacia el borde del camión. Llegó justo al límite, con el suelo pasando a toda velocidad bajo él y se detuvo ahí, mirando aterrado a Volgrand.

— He limpiado cosas que nunca creerías, he atendido emergencias justo después de haber desayunado, he olido fluidos que provenían de la Dimensión de la Repugnancia Primordial… y jamás algo así me hizo abandonar mi trabajo. ¿Tú te crees duro? Tú no eres duro. Eres un cachorro patético jugando a ser mayor. Yo soy ENFERMERO. Y JAMÁS UNA VOMITONA ME HA DETENIDO.

Y acercándose a él le susurró: “Y ahora, salta, o me limpiaré las gafas en tu pelaje”

Y el poni saltó.

Volgrand se volvió buscando con la mirada a Unade. La vio tumbada sobre la plataforma, cerca de Octavia que seguía tocando imperturbable. Volgrand corrió hacia ella.

— Unade, ¿estás bien?

La yegua, con los ojos llorosos, miró de forma perdida al cielo, incapaz de centrar su vista en ningún punto en concreto.

— Me he mareado… no, no puedo…

Volgrand le casqueó amablemente el lomo.

— No pasa nada, no pasa nada —dijo— Quédate quieta y…
—¡No! No hay… ¡no hay tiempo! —Unade agarró a su amigo por el imaginario cuello de la camisa y lo centró frente a ella para poder mirarlo—. ¡Vienen a por Octavia! ¡Tienes que salvarla!

Volgrand alzó la vista y vio a los asaltadores de pértiga aproximándose por los costados, de nuevo, en un segundo ataque coordinado. En esta ocasión habían traídos lazos y cadenas que volteaban sobre sus cabezas. Todos tenían la mirada fija en Octavia Auditor y aullaban como hienas hambrientas. La poni, como una efigie de calma en mitad de la tempestad, seguía insuflando vida a aquel camión con su música sin dignarse a mirar a quienes la amenazaban. Iba a ser grandiosa hasta el final. The show must go on.

Volgrand echó a correr hacia ella cuando el primer lazo era lanzado entre risas desquiciadas, y supo que era demasiado tarde.

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Y el creador se percató de que algo no encajaba en su mundo perfecto. El natural orden de las cosas exigía que todos los ojos se volviesen hacia él, que todos le deseasen, que todos lo admirasen… Y más cuando estaba siendo protagonista (de manera activa, por supuesto, que él era muy macho) sobre los cielos de Equestria de una escena gay.

Pero, allá abajo, algo había distraído a sus devotos seguidores… Algo atraía su atención… Y ÉL dijo: “mirazme”. Y todos los ojos en Canterlot se volvieron hacia él… Como debía ser
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El asaltador enlazó con la cuerda a su propio conductor y se estrellaron un poco más allá.
Dos de los triciclos motorizados chocaron entre ellos.
Otro más viró en sentido contrario y siguió su persecución alejándose de la misma.
Dos triciclos más se estamparon contra unos parterres de flores. Sus ocupantes se asomaron por la ventana para poder seguir mirando el cielo.

Y sobre la máquina de música infernal, se oyó el grito de desesperación de Vinyl.

— ¡Aaaaaaaaaaaaaahhhhhhhhhhh! ¡¡No puedo dejar de mirar al cielo!!

Unade, todavía mareada, trastabilló hasta la cabina, saltó dentro y cogió el volante. El camión dio un bandazo al recuperar la trayectoria y Volgrand agarró a Octavia cuando esta casi cayó por el borde.

—¡¿Pero qué demonios?!

Volgrand vio como todos los ponis, a excepción de él mismo y Unade, habían girado el cuello hacia atrás y observaban el cielo. Octavia también había fijado su mirada en lo alto. Por suerte podía tocar su instrumento con los ojos cerrados y la pezuñas atadas a la espalda.

— ¿Tienes colirio? ¡No puedo pestañear! — chilló Octavia.
— ¡Volgrand! — gritó Unade a los mandos del camión—. Es Magníficum y su egocentrismo, lo oigo también en mi mente. Quiere que miremos al cielo. ¡Hay que alejarse de su área de influencia!
— Me importa un pimiento Magnificum ahora mismo —chilló histéricamente Volgrand—. ¡¡Hay que alejarse de Mad Machine!!

Efectivamente, la locomotora todavía los seguía. Mad Machine también miraba al cielo (había sido una gran idea convertir su locomotora en descapotable), y lanzaba carcajadas desquiciadas y gritos de caza. Pero Mad Machine hacía algo que a nadie más se le había ocurrido: había girado sus orejas en dirección a su presa. Estaba conduciendo de oído… Lo cual no era complicado dado el tonelaje en decibelios que dejaban a su paso.

— ¡¡Sé mi testigo, amo y señor!!
— Cielo santo —murmuró Volgrand —. OCTAVIA, POR LO QUE MÁS QUIERAS! ¡DALE VELOCIDAD A ESTE TRASTO!
— ¡Aaaaaaaahh…! ¡Se me están secando las córneas por el viento! — gimió Octavia.

Subitamente algo fue arrojado hacia el pegaso azul, y este alargó una pata atrapándolo por puro instinto y sin parar a preguntarse cómo lo había podido agarrar con un casco.

—¿Colirio? ¿Llevas colirio en tu mochila? ¿Pero se puede saber qué…?
—¡¡PREGUNTAS LUEGO!! —gritó Unade desde la cabina.

El camión se adentró en la avenida de Magnificum el Empalador. una gran afevida de acseso a la jran siudad que era mas jrande de nuefallork porke majnificum la hafia costruido i la mas mejor caye hera en su onor. La gran mole de metal, baffles y decibelios la recorrió sin preocuparse de atropellar a nadie, pues estaba desierta, pero llevándose por delante todas las estatuas de oro a Magníficum que la decoraban. Tras ellos, una locomotora cromada los seguía, sin soltar su presa.

“Lo vamos a lograr, lo vamos a lograr…” trató de animarse Volgrand mientras volvía a hidratar los ojos de Octavia. Pero entonces llegó hasta él la voz de Unade.

— Volgrand, esta avenida es imposible que esté aquí.
— No te preocupes y conduce.
— Lo que realmente me preocupa es que ahí delante hay una muralla medieval que no debería existir en Canterlot.

Volgrand logró un hito alucinante, incluso para un enfermero con su trayectoria profesional: echar colirio en los gigantescos ojos de una pequeña poni cellista sin mirar, pues estaba observando aterrorizado la barrera a la que se refería Unade. Era cierto, estaban saliendo de los límites de Canterlot y ahora estos estaban demarcados por una enorme muralla defensiva de piedra, con sus minaretes, en cada uno de los cuales se veía el escudo cuatrialado… Y el tono como de un veyo color cromatico que tenia todos los espextros cromaticos pero similarres a la veyesa de los kolores de magnificum porke aora todo ekuestria era sucho i tanvien era sucho kanterlot le indicó a Volgrand que efectivamente, Magnificum había rehecho Canterlot también a su imagen.

— La madre que… Jod… Ahh…

Volgrand no pudo ni gritar “mierda” de manera coherente, su mente alcanzó ese momento de serenidad absoluta del que no ve posible salida a la situación y el mundo pareció ralentizarse hacia un inminente y horrible final, estampados contra la muralla o siendo apisonados por la locomotora de Mad Machine.

— ¿Qué ocurre? — preguntó Octavia con la mirada fija en los cielos.
— Hay una muralla que rodea Canterlot.
— Pues claro. Es El Escudo de Magnificum. Él mismo lo erigió para proteger Canterlot.
— ¡Ese muro no estaba ahí ayer!
— ¡Sí que estaba!
— ¿A ver, de qué os protege? ¡Eh?
— Pues… de… de…
— Ahááá, — declamó trinfal Volgrand —. Tengo razón, y lo sabes.

Pero su triunfo fue derribado cuando Unade lo obligó a enfocar un tema de rabiosa actualidad como era la supervivencia, en detrimento de vencer en una discusión sobre la incoherencia respecto al canon geográfico en un badfic.

— VOLGRAND, DEJA DE DISCUTIR. ESTAMOS A UNOS CIENTOS DE METROS DE ESTAMPARNOS. HACED ALGO O TENDRÉ QUE FRENAR Y MAD MACHINE NOS PASARÁ POR ENCIMA.
— ¡Mierda! — murmuró Volgrand al enfocar su mente en la supervivencia y no en vencer una discusión —. Habrá que frenar.
— ¡No!

Volgrand se volvió hacia Octavia.

— ¿Qué?
— ¿La muralla está justo delante de nosotros? — preguntó mirando hacia el cielo.
— Sí.
— Bien. ¡VINYL, ECHEMOS LA MURALLA ABAJO!
— ¡Está hecho, nena! ¡Necesitamos una resonancia!
— ¡Sólo dame un acorde!
—¡B bemol séptima!
—¡NO MANCILLES LA MÚSICA CON MODERNECES!
—Vale, ¡La sostenido, séptima!


Desde la cabina, con la mirada cubierta por gafas de sol vuelta hacia el cielo, Vynil tocó los controles a tientas. La música que había estado sonando a toda pastilla al ritmo de la persecución se apagó de golpe, un largo acorde sostenido surgió de los baffles, y eso hizo que el estrafalario camión perdiera velocidad al instante.
La distancia con la locomotora de Mad Machine menguó a ritmo creciente. Y al desquiciado maquinista parecía no importarle estar en ruta de colisión con su presa. Cargaba directamente contra ellos sin hacer el más mínimo atisbo de frenar.

— ¡Chicas, daos prisa! Mad Machine se nos echa encima.

Vinyl, todavía mirando al cielo, tocó los controles junto a Unade. Distintos resortes fueron activados; volúmenes, bajos, agudos y graves ajustados.

— ¡DALE CAÑA, TAVI!

A pesar de estar mirando el cielo, a pesar de tener a un loco a los mandos de un monstruo de varias toneladas cargando contra ellos, a pesar de estar contemplando contra su voluntad una escena pornográfica de escaso gusto, Octavia mantuvo una pose impasible; marcó las primeras notas en la parte más alta del mástil y su arco se desplazó lentamente sobre las cuerdas.

Vynil tocó un control.

A través de los bafles, surgió la larga nota del cello y el sutilísimo el repiqueteo de una batería electrónica se le unió. Vynil aumentó en intensidad. Los baffles vibraron, los metales del camión vibraron, y la vibración empezó a trepar por las patas de los ponis como un hormigueo de electricidad.

Ante ellos, la muralla se hallaba vez más cerca. Demasiado cerca.

Fue cuando se les acabó el tiempo. Volgrand solo pudo gritar una advertencia.

— CHOQUE INMINENTE. AGARRAOS.

El golpe de la locomotora contra la parte trasera del camión fue coreado por la desquiciada risa de Mad Machine. Toda la estructura se sacudió dando un salto hacia adelante. Unade estaba firmemente agarrada al volante y logró devolver la estabilidad al camión. Vynil cayó hacia atrás. Volgrand hizo lo posible por desparramarse bien lejos de los bordes, lográndolo a medias: Rodó por el suelo hasta el mismo borde del camión, y se aferró en el último momento. Sus cuartos traseros quedaron colgando por fuera y pataleó tratando de volver a subir.

Un nuevo golpe propinado por Mad Mach estremeció todo el camión de nuevo, haciéndolo saltar y perder la trayectoria durante un segundo. Unade y la unicornio blanca se agarraron a los controles, Volgrand salió disparado y aterrizó de nuevo sobre el suelo del camión. Octavia, por su parte, saltó con violencia pero, sin que su postura variara un ápice, aterrizó con la gracia de una bailarina de ballet, y no se apreció variación alguna en la creciente nota que entonaba.

La larga nota de Octavia empezó a acoplarse gracias al control de Vinyl de su equipo, creando una armonía que parecía aproximarse a su punto de inflexión. Los metales del camión temblaron con ella, los baffles resonaron emitiendo un brillo rojizo, y ante ellos la muralla empezó a devolver el sonido en un eco que retroalimentó los altavoces. El cello de Octavia, nuevamente, se iluminó con una extraña energía rojiza, la cual empezó a transmitirse a las cuatrocientas torres de bafles del camión.

— ¡¡ESTÁ FUNCIONANDO!! — gritó Unade —SEGUID.

Unade notó un movimiento a su izquierda. La locomotora de Mad Machine se situó a su lado, con su conductor gritando al cielo desquiciadamente y Unade hizo lo que toda persona cuerda habría hecho: empujarla hacia los edificios cercanos para obligar a Mad Machine a frenar.

Con un giro del volante, Unade golpeó el camión contra la locomotora. Los metales se encontraron con un chirrido, la locomotora fue empujada por el tonelaje del camión y se desvió hacia una casa. La pegaso melocotón no tuvo tiempo de regocijarse cuando la vio estamparse contra el edificio; sin siquiera tomarse la molestia en inmutarse, el monstruo de acero cromado atravesó la construcción y salió al otro lado.

—Mieeeeerda — murmuró ella.

Mad Machine rió maníacamente, recuperando el control tras la maniobra de Unade, y pisó a fondo para adelantar al camión y cruzarse ante ellos. Si el asalto con tropas no había funcionado, la fuerza bruta triunfaría.

Volgrand solo atinó a agarrarse y gritar. Octavia, impasible, deslizó la pata sobre las cuerdas y se acercó a la nota más aguda que podía permitir su instrumento. El brillo rojo del cello se intensificó, la energía se concentró frente a las membranas de cada bafle. La nota ascendente de la cellista sonó a continuación y, cuando alcanzó su punto más alto… los wubs acudieron.

Y la resonancia, potenciada por el poder del Cello, ocurrió.

Un enorme cono de energía azulada con rayos rojos se proyectó frente al camión de espectáculos; la argamasa cedió a la fuerza del choque sónico, y las enormes piedras que formaban el muro la siguieron a continuación, reventando la estructura del mismo hacia el exterior.

Unade, viendo una salida de aquella ciudad infernal, apuntó directamente al agujero que habían abierto, y miró hacia su izquierda para calcular cómo iba a evitar la nueva embestida de Mad… pero no fue necesario.

Mad Machine sacudió la cabeza, intentando orientarse. Se había hecho el silencio en el mundo tras la explosión sónica. El semental bajó la mirada hacia la trayectoria que seguía su locomotora y vio que estaba a punto de embestir el eje delantero del camión que llevaba la única esperanza de Equestria. Tocando los controles evitó el golpe en el último momento y se puso en paralelo. Vio a los ponis aterrorizados sobre el camión y vio la carbonilla que manchaba sus propias patas.

“¿Qué he hecho?”, pensó.

En el silencio, y el largo pitido en que se había convertido su mundo sonoro, sin voces que le diesen órdenes en la mente, recordó… Él no había merendado, tenía una misión sagrada… Y Magnificum, le había hecho sabotearla… La jauría de caza...

Mad Machine volvió la mirada y la vio tras ellos, rehaciendo sus vehículos, remontando las catapultas, preparando las pértigas para dar caza al camión con la última esperanza de Equestria… todo ello sin frenar en su carrera.

Mad Machine redujo la velocidad, para permitir al camión rebasarle. Su mirada se encontró con la de la conductora cuando ella se volvió hacia él. Durante un eterno instante se observaron. Mad Machine le dedicó un asentimiento, Unade le devolvió un gesto de agradecimiento y él se quedó atrás.

Mad Machine vio al camión atravesar el agujero que habían abierto por resonancia. Tras él, la partida de caza estaba acercándose rápidamente. Supo que tenía que evitar que continuaran la persecución a cualquier precio; aceleró hasta estar a pocos metros de la abertura y, con una hábil maniobra, puso la locomotora en paralelo a la muralla, haciéndola derrapar… y la aparcó con una habilidad magistral bloqueando completamente la salida. Después echó el freno de mano y arrancó la palanca.

La jauría llegó hasta él, frenaron, y tras unos instantes de desconcierto, empezaron a hacer sonar sus bocinas y a gritarle que se apartara. Mad Machine buscó un periódico que leer y se acomodó mientras los gritos y los cláxones lo increpaban. Siempre había querido aparcar su locomotora en doble fila, era genial poder hacerlo por una buena causa.


El estrafalario camión saltó hacia el exterior de la ciudad, dejando el fino asfaltado y adentrándose en el valle que rodeaba la montaña de Canterlot. El súbito cambio de moverse entre edificios y calles a pasar a un terreno tan amplio creó la ilusión de que habían disminuido su velocidad.

Y la influencia del Stu murió ahí mismo, liberando la presa que mantenía sobre las mentes de los ponis. Octavia pudo girar la cabeza y mirar al frente y, al hacerlo, su arco tembló ligeramente. Vinyl se bajó las gafas para mirar con sus propios ojos por encima de ellas.

Frente a ellos se alzaba… La Nada.

El antaño verde pastizal que rodeaba la capital Ecuestre había perdido todo rastro de vida, transformado ahora en un erial rocoso. La arena había tomado toda Equestria hasta el horizonte, y una neblina enfermiza lo cubría todo, tapando el sol. No podía apreciarse signo alguno de civilización, como si todo rastro de ponicidad hubiera desaparecido del universo.

Y, en medio de ese desierto, antaño conocido como “Equestria”, la nada extendía sus tentáculos. Ya no era un único vórtice de locura, sino decenas lo que, como gigantescas amebas, estaban devorando el universo a su paso.

—¿Qué es eso? ¡¿Dónde está Equestria?!
—¡Eso es la Nada! —respondió Unade—. Magnificum está haciendo desaparecer este universo y luego lo reconstruirá a su imagen, como una enorme loa a sí mismo.
—Es… es… es…

Vinyl trataba de encontrar las palabras para definir el vacío que la rodeaba, por el que el camión serpenteaba guiado por Unade. Pero era como si aquella Nada le absorbiera las palabras mismas. Y, de repente, fue como si le absorviese la voluntad. La unicornio se sentó en el suelo y se quitó la gafas. Su mirada observó un momento frente a ella llena de indiferencia y después se perdió en la lejanía, sin tratar de enfocar nada.

—Sería más fácil conducir directamente hacia eso y acabar de una vez.
—¡VOLGRAND!

El grito le hizo dar un respingo.

—¿Qué pasa?
—ÁTALAS. RÁPIDO.
—¿Pero qué?
—Me he leído más de diez veces La Historia Interminable. La Nada va a tratar de atraerlas y devorarlas. Ya ha empezado.

Volgrand corrió a buscar de algo que usar… Dio con un micro y se hizo con el cable. Mientras estaba atando a Vynil, de repente, el sonido del cello cesó y el camión se detuvo suavemente en mitad de aquella llanura nebulosa y onírica.

—Qué más da… —murmuró Octavia.
—¡Mierda!

Unade detuvo el camión completamente y buscó a su vez algo con lo que atar a la cellista.

Las dos músicas fueron acomodadas junto a los baffles, tras haberse asegurado de que no podían liberarse. Como Unade le había hecho notar a Volgrand, ambas tendían a girarse hacia las manchas de Nada cercanas, casi como si quisieran dirigirse hacia allí.

Volgrand miró los alrededores y sintió que se le hundía el ánimo. Lo que veía era desolador. Las áreas de paisaje que no habían sido devoradas, se veían grises y sin vida y aquella niebla gris parecía estar extendiéndose.

—Tenemos un problema. Octavia era la que movía el camión.

Unade negó.

—La música es lo que mueve el camión. Sabes lo que eso significa.
—Que necesitamos un milagro.
—No. Necesitamos una pandereta.


Ale, a reíros un rato, esperamos :D
Última edición por Volgrand el 15 Oct 2016, 18:39, editado 1 vez en total
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Re: [Humor][HiE] Las desventuras de Volgrand en Ecuestria [E

Notapor horwaith » 14 Oct 2016, 08:55

jajajajaja Genial persecución, resolución de esta y cuando iba por la mitad he pensado lo que ha sucedido al final. Me encanta, pese a no recordar la pelicula de Mad Max me parece que la he leído en su mejor versión y cada vez lo hacéis mejor, así que quiero otra dosis para halloween :D2
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