En "La tumba del norte" encontraréis:
Y también...
Sin más, os dejo con el...
Capítulo1: "Maestro de la magia"
Spoiler:
El único soporte que sostenía la enorme losa fue retirado de golpe, haciendo que esta cayera pesadamente y sellara la única entrada a esa estancia olvidada de la pezuña de Celestia. La fuerza del impacto resonó en el angosto lugar, ensordeciendo cualquier otro sonido, y todo quedó a oscuras. Poco a poco, el sonido de un grito imposible fue ganando fuerza sobre el decreciente eco, y hubo una explosión de luz.
Otro sello arcano explotó sobre la cabeza de la poni, sello cuya forma coincidía exactamente con su cutie mark. Aitana, respirando rápidamente, observó el fenómeno mientras asimilaba lo que acababa de ocurrir, lo que acababa de provocar, y lo que acababa de hacer.
El grito fue cambiando poco a poco desde la locura del encierro a la desquiciada alegría de un ser que se veía liberado. La cazadora de demonios miró hacia la puerta que daba al centro de esa construcción, allí donde el demonio había matado a tantos en cuestión de segundos. Supo lo que tenía que hacer, lo había gritado hacía un momento. Solo necesitaba unos segundos para aceptarlo.
Y, súbitamente, una gran paz invadió su espíritu. La tranquilidad de alguien que acepta realizar el sacrificio último en pos de un bien mayor. Mientras más y más símbolos arcanos explotaban a medida que el poderoso demonio se liberaba, Aitana se quitó el sombrero y se sentó sobre sus cuartos traseros. Iluminada por las brillantes detonaciones sacó un objeto de su chaleco: una larga cuchilla plegada, unida a un juego de arneses. Se la ató a la pata derecha y ajustó un enganche a la pezuña. Con un simple movimiento comprobó que el mecanismo para desplegar y retraer el arma funcionaba.
—Nunca he rezado —murmuró para si misma—. Creo que es cobarde confiar mi destino en alguien que no sea yo misma.
La cadencia de las detonaciones se redujo, signo inequívoco de que cada vez quedaban menos símbolos de contención. Una sensación de terror, más intensa de lo que Aitana había sentido nunca, la invadió. Pero tragó saliva, ignorándola: sabía que era fruto de la magia demoníaca, no valía la pena dejarse llevar por sus instintos. Metió una pezuña bajo el chaleco, buscando una cadena, y sacó la brújula rota en la que se hallaba atrapado el lich Kolnarg.
—Pero hoy sé que voy a morir. Y, puestos a rezar, mejor hacerlo a los Titanes, los que combatieron el caos primordial.
Aitana dedicó su oración a los titanes durante casi un minuto. Las explosiones se fueron distanciando más en el tiempo, hasta que una última ocurrió en el centro del edificio, seguido de un monstruoso grito que, más por su naturaleza que por su potencia, habría helado la sangre a cualquier poni. La cazadora de demonios se puso en pie y se ajustó el sombrero. Sacó una botellita con un líquido púrpura en su interior y, al tiempo que se dirigía al encuentro con el demonio, se la bebió. Un brillo verde oscuro surgió de la brújula y se extendió por el cuerpo de Aitana, pero esta no se detuvo, adentrándose en la oscuridad de la cámara mortuoria. Y en su mente solo restaba el deseo de que Hope Spell se diera cuenta, pasara lo que pasara, de que le había mentido.
Un año antes.
Lutnia, capital de Cérvidas.
Las altas y frondosas copas de los árboles entorpecían el camino a la luz del sol, creando halos verdes y dorados que iluminaban el suelo con una sensación de paz y serenidad. Cientos, miles de aves revoloteaban entre hojas y ramas, llenando el aire con sus melodías. Aunque había poca distancia entre tronco y tronco, la vegetación a ras de suelo era de poca altura y frondosidad, permitiendo pasear sobre la misma sin dificultad. Lo cierto es que un viajero despistado habría pensado que se hallaba de un bosque. Sin embargo, varias construcciones de madera viva -de hecho, cultivada directamente en el suelo- unían los troncos de los árboles creando calles. Estos últimos, a poca distancia del suelo, se abrían en formas redondeadas y huecas; se podían apreciar ventanas y algún balcón, como si el árbol hubiera crecido con el objetivo de dar cobijo a sus moradores.
Había mucho movimiento en las verdes calles, pues cientos de ciervos paseaban por las mismas: artesanos, escolares, trabajadores, estudiosos... Habitantes de la gran capital de Cérvidas, realizando su día a día. Un unicornio salió de la casa árbol donde le habían acogido y se detuvo mirando a su alrededor con la boca ligeramente abierta. Un ciervo de pelaje castaño y gran cornamenta se detuvo a su lado.
—Pareces desorientado, maestro de la magia. ¿Estás bien? —inquirió en Equestriano.
El poni cerró la boca. Se trataba de un unicornio de pelaje verde menta, ojos violeta y crin marrón, cuya Cutie Mark era un libro rodeado por un aura mágica.
—No es nada, Asunrix, perdona. Es que todavía me cuesta asimilar que esto es una ciudad y no un bosque. Y por favor, llámame Hope Spell.
—Los ciervos no nos dirigimos a alguien por su nombre a no ser nos una una gran amistad.
—Oh... cierto, perdóname —Hope Spell sacudió la cabeza—. Es la primera vez que salgo de Equestria y me cuesta adaptarme. ¿Debería llamarte druida, entonces?
—No —Asunrix sonrió, comprensivo—, ya que no compartes mi cultura. Puedes llamarme por mi nombre si lo deseas, maestro de la magia. Vamos al bosque de la sabiduría, allí podrás encontrar a quien necesitas ver.
Hope Spell dedujo que su acompañante se refería a la biblioteca, o quizá la universidad de Lutnia. La ciudad se hallaba en plena actividad, aunque era una actividad diferente a la de las ciudades poni: en Cérvidas no existía el comercio intraurbano como tal, ya que los ciervos no requerían de dinero para obtener lo más básico para vivir, como comida y un techo. Si bien era posible encontrar comerciantes, estos dedicaban sus negocios a atender a viajeros extranjeros y a conseguir mercaderías internacionales.
El unicornio, a pesar de que había estudiado la cultura de Cérvidas durante su viaje, tenía serias dificultades para entender que el trabajo fuera algo opcional para un ciervo. Los que trabajaban lo hacían por amor a la profesión en si y, a diferencia de los ponis, era una decisión que tomaban tras toda una vida de estudio y búsqueda interior. Los ciervos no obtenían Cutie Marks como los ponis, sino que se tatuaban una serie de símbolos druídicos a lo largo de sus flancos y lomo, los cuales les identificaban como un maestro de su profesión: Maestros cultivadores, artesanos, druidas, estudiosos, guerreros... Y, aunque Hope no podía leer sus símbolos o comprender su significado, Asunrix le había explicado que él era un guerrero druida: un mago de la naturaleza que dedicaba sus artes a proteger a los suyos.
A decir verdad, el unicornio se sorprendía por lo poco concurridas que estaban las calles. A pesar de la gran extensión de terreno que cubría, la población de Cérvidas era mucho menor que la de sus naciones vecinas. Aún así, eran una nación extremadamente próspera y rica, cuyas rutas comerciales eran especialmente fructíferas con Cebrania, ya que las cebras apreciaban los productos naturales y druídicos que los ciervos producían.
Probablemente, el principal secreto por el que Cérvidas prosperaba con tanto éxito residía en su propia cultura: Al no ser necesario trabajar para vivir, los ciervos que sí lo hacían realizaban su labor con una pasión admirable. Sus artesanos eran excepcionales, creando fantásticas obras de arte y útiles utensilios para todo tipo de profesiones. Los que dedicaban su vida a la protección de sus semejantes se contaban entre los mejores guerreros del mundo que, unidos a la conexión natural de los ciervos con la naturaleza, hacía que las naciones vecinas se lo pensaran dos veces antes de iniciar hostilidades con Cérvidas. Los estudiantes de las ciencias, tanto mundanas como arcanas, realizaban grandes descubrimientos que, en pocos años, eran impartidos en las universidades de Equestria. Y aquellos que dedicaban su vida a fortalecer su conexión con el mundo se convertían en los maestros de la naturaleza: los druidas.
—Asunrix, si me permites la pregunta, ¿cómo funciona la magia de los druidas? —preguntó Hope Spell—. Sé que sois reservados con vuestros secretos, si no quieres responderme no importa.
El ciervo rió en voz baja.
—Tu excesivo temor a decir algo inapropiado es gracioso —bromeó—. Que no desee compartir los secretos de los druidas no significa que no pueda hablarte sobre nuestra magia. Quizá tú podrías, a cambio, hablarme de la magia de los ponis.
—Ah, vale —rió Hope un poco avergonzado—. Genial, entonces.
Asunrix guió al unicornio hasta una esquina en la cual había un árbol vivienda que, si bien aún no podía albergar ni siquiera a un ciervo en su interior, tenía ya un tamaño considerable.
—Dime, maestro de la magia, ¿qué es lo que ves?
—Veo... un árbol. Parece joven.
—¿Y qué más puedes ver?
Hope Spell analizó la zona, ¿a qué se refería Asunrix? Solo veía tierra, algo de hierba y otras plantitas. Tras unos segundos de silencio, el ciervo se agachó y golpeó el tronco. A través de varios agujeros surgieron decenas de insectos que corrieron sobre la corteza. Con la pezuña siguió a un escarabajo hasta que este se escondió entre las raíces, momento en el que Asunrix metió la pata en el mismo sitio y, al poco, la sacó sosteniendo delicadamente a un ratón que se estaba comiendo el mismo escarabajo.
—Un poni, normalmente, te dirá que ve “un árbol”, “un animal” o “una tormenta”. Los ciervos, maestro de la magia, vemos ramificaciones del gran espíritu que nos envuelve a todos. Lo aceptamos, lo escuchamos y le hablamos. Tú lo llamas magia, pero nosotros lo llamamos “Undeb â Nartur”. En tu idioma el concepto más similar es “gaia”.
—Escuché que los druidas son capaces de curar y controlar las fuerzas de los elementos, ¿es cierto?
—Lo es. Cuando curamos a un ser herido solo guiamos su naturaleza para que lo haga por si misma. Y, a fin de cuentas, una tormenta no es más que una manifestación de Gaia. ¿Qué me dices de vosotros, maestro de la magia?
Hope Spell sonrió, ya que se le hacía raro que se dirigiera a él como “maestro” cuando no era más que un estudiante de historia y magia antigua. Aunque algo de magia sí que sabía.
—Todos los ponis tenemos magia de forma natural. Los ponis de tierra son afines a las cosas de la tierra y las cosas que crecen, como las plantas. Los pegasos pueden mover las nubes con su cuerpo y provocar lluvia y vientos. Y los unicornios... bueno.
El cuerno del unicornio se cubrió por un aura verdosa, la cual rodeó también una pequeña piedra que levitó hasta situarse frente a Asunrix.
—Los unicornios podemos alterar la magia a voluntad. Este conjuro lo puede realizar cualquier unicornio. Pero, a base de estudio y años de práctica, un mago puede realizar poderosos hechizos, prácticamente cualquier cosa que puedas imaginar. Limitado, claro está, a la capacidad mágica del mago que lo realice.
—¿Existen distintos tipos de magia poni? —preguntó Asunrix.
—Sí, así es. Nosotros dividimos la magia por escuelas según los efectos que provoque. Por ejemplo, la Transfiguración se especializa en alterar la forma de las cosas; el Elementalismo en el control del fuego, el aire, el agua y la tierra; la Magia Arcana se basa en complejos rituales mágicos... y hay un largo etcétera.
—¿De qué tipo de magia eres tú un maestro?
—¡Estoy muy lejos de ser un maestro! —rió—. Hace un par de años empecé a estudiar la magia blanca: el arte de repeler espíritus malvados, sanar a los heridos, eliminar maldiciones... Vamos, un tipo de magia que, hace siglos, se usaba para combatir la magia negra y la nigromancia.
El ciervo se quedó pensativo durante unos segundos.
—Tenía entendido que Equestria era un reino pacífico, ¿por qué estudias magia blanca, entonces? ¿Es común que luchéis contra seres de la oscuridad?
—Lo cierto es que no es común, y por eso mi pobre padre también se pregunta por qué estudio la magia blanca —respondió Hope con un ligero toque de humor—. Sinceramente, la encuentro apasionante. Para aprender magia blanca debes estudiar acerca de espíritus, artes arcanas prohibidas, cómo la magia negra afectaba a la mente... Digamos que es una materia que estudio por amor al arte, ya que es difícil que jamás a ponerla en práctica. Y si te digo la verdad, no me gustaría tener que hacerlo.
—¿Y por qué no querrías usar una magia que te apasiona?
—Porque eso significaría que la magia negra y la nigromancia han resurgido en el mundo. Y, sinceramente, no es algo que quiera que ocurra.
—Hace poco los ponis os encontrasteis frente a un hechicero demoníaco.
—Sí, y créeme que rezo porque haya sido algo excepcional y que no vuelva a ocurrir.
Siguieron el camino hacia el bosque de la sabiduría charlando sobre distintos aspectos de la magia de cada raza y deteniéndose solo para tomar algún tentempié. Se adentraron en una zona de la ciudad poco concurrida y muy silenciosa. Los árboles tenían un diámetro enorme y crecían muy separados entre sí. Entre los mismos había pequeñas construcciones que Hope identificó como bibliotecas y centros de estudio. El sol le golpeó directamente, cegándolo durante un instante; al mirar hacia arriba vio que las copas de los árboles eran mucho menos frondosas que antes, dejando grandes claros por los que el sol iluminaba con toda su intensidad.
—Debes venir aquí por la noche. Estos árboles albergan una inmensa población de luciérnagas, sus luces son realmente hermosas. Si deseas observar las estrellas, aquel árbol tiene un observatorio en su copa abierto a todo el mundo.
—Tendré que hacerlo cuando acabe con lo que he venido a hacer. Por cierto, Asunrix, aún no sé a quién vamos a ver.
—Es una investigadora de la antigüedad que recibió una carta del profesor Pones pocos días antes de tu llegada. Me pidió que te encontrara y acogiera, ya que es una buena amiga mía.
Asunrix guió a Hope Spell hasta el interior de un gran árbol, cuyos pictogramas lo identificaban como el árbol de la sabiduría. La planta baja del mismo era una gran librería, alrededor de la cual ascendía una escalera de caracol pegada a la pared exterior del edificio. Subieron por la misma hasta el segundo piso, donde se detuvieron ante una puerta... o lo que Hope dedujo que era una puerta, pues solo veía un trozo de corteza de textura diferente al resto del árbol. Asunrix golpeó la misma y, tras unos instantes, la madera crujió ligeramente. Como si de una cortina se tratara, la puerta se retiró y se fusionó con la corteza que formaba las paredes.
Se adentraron en una gran estancia de planta irregular. Las paredes eran muy lisas y redondeadas, y a lo largo de las mismas sobresalían estantes que se hallaban repletos de libros, tomos y pergaminos. Había varias mesas y sillas, con diversos objetos de aspecto mágico y druida repartidos en su superficie.
—Sed bienvenidos, Asunrix, maestro de la guerra; y Hope Spell, maestro de la magia.
Una cierva se acercó a los recién llegados con una cálida sonrisa. Era una joven de mediana edad cuyo pelaje era del color de la tierra mojada por la lluvia, de pequeños cuernos y ojos turquesa. Sus costados estaban repletos de una serie de símbolos que, como pronto descubriría Hope Spell, la identificaban como una estudiosa de la magia druídica. Hope, aunque no se sentía atraído por los ciervos, reconoció que era una hembra muy hermosa.
—Sinveria, es un honor que me recibas en tu hogar —respondió Asunrix.
—Lo mismo digo, es un honor... espera, ¿Sinveria?
—¿Oh? Parece que reconoces mi nombre, maestro de la magia.
—¡Claro! —respondió Hope entusiasmado—. ¡Usted es la investigadora mágica Sinveria! Leí su tratado “Interrelación espiritual con la magia poni”. ¡Apasionante! Sus estudios sobre el uso de la magia para guiar la sanación espiritual de un ser traumatizado es sencillamente brillante. Es un honor conocerla, maestra.... ¿investigadora?
Sinveria rió cálidamente, mientras invitaba a Hope y Asunrix a seguirla al interior.
—Maestra investigadora es correcto, pero puedes dirigirte por mi nombre, maestro de la magia. No es necesario que adoptes unas costumbres que no te son propias. ¿Puedo serviros una infusión?
Poco después, los tres se sentaron en torno a una mesa. Sinveria sirvió infusiones para todo el mundo y una bandeja de dulces hechos con distintas hierbas sin cocinar. A Hope Spell, acostumbrado a los dulcísimos postres de Equestria, le supieron algo sosos.
—¿Cómo se encuentra el profesor Pones? —pregunto la cierva—. Hace muchos años que no lo veo, aunque mantenemos el contacto.
—Sinceramente, no tengo relación con él más allá de maestro-alumno. Pero creo que está bien, últimamente sale mucho en los periódicos debido a su hija, Aitana.
—Ah, sí, la cazadora de demonios —comentó Asunrix—. Hasta aquí llegaron las noticias de la liberación y destrucción de Manresht. ¿De verdad se enfrentó cara a cara contra él, sin magia?
—Lo hizo —afirmó Hope—. Lo vi desde un edificio cercano: avanzó frente a él y lo provocó para que los guardias hicieran un círculo de aislamiento. Sabía exactamente cómo combatirlo.
—Después de liberar a ese maestro de los demonios en una ciudad... Creo que esa yegua causará problemas allá donde vaya.
Hope ahogó el incómodo silencio con un trago de té: sabía bien que Aitana llegaría en una semana a la ciudad. Esperaba, de verdad, que todo esto se solventara con una simple investigación arqueológica y nada más. Sinveria se adelantó, viendo la reacción del unicornio, y cambió de tema.
—Entonces, ¿qué te ha traído aquí, maestro de la magia? El profesor Pones solo dijo que necesitaba ayuda para traducir algo, pero no me dio más detalles.
El unicornio vació una de sus alforjas con su magia, sacando varios libros y pergaminos. Cuando estuvo vacía, le dio la vuelta y descubrió un segundo bolsillo escondido. Lo abrió y del mismo sacó un nuevo pergamino, extremadamente antiguo, protegido por un bloque de cristal. Hope conjuró una vez más y el bloque se iluminó, abriéndose y liberando su contenido.
—Encontramos este pergamino en el imperio de cristal. Son pictogramas ciervo, pero no hemos logrado traducir más que alguna palabra suelta.
Sinveria tomó el documento y lo desplegó sobre la mesa. La sorpresa y la incredulidad pugnaron por tomar su rostro al instante, y levantó la cabeza mirando fijamente a Hope.
—No es posible. Este escrito tiene más de mil años de antigüedad, pero el pergamino está demasiado bien conservado.
—Fue encontrado en el Imperio de Cristal; esa ciudad ha saltado más de mil años en el tiempo. Para los habitantes de la misma, hace un mes el rey Sombra todavía les oprimía; para el resto del mundo, eso ocurrió hace un milenio.
La cierva leyó poco a poco el escrito, recorriendo el mismo con la pezuña.
—Entiendo. No me sorprende que no pudierais traducirlo: está protegido por un conjuro druídico que convierte el escrito en algo ininteligible. Si habéis traducido algunas palabras es porque el tiempo ha destruido parte del hechizo original.
—¿Puedes traducirlo? ¿O anular el hechizo?
—Tendré que pedir ayuda a los maestros druidas. Solo ellos contienen la clave para deshacerlo.
—Sinveria, ¿de verdad vas a hacer eso?
Hope y la cierva miraron a Asunrix, que parecía molesto.
—Si los antiguos druidas protegieron ese documento debió ser por un motivo. ¿Piensas traducirlo y entregar sus secretos a los ponis?
—Normalmente no lo haría, pero...
—¿Pero qué?
Asunrix y Sinveria siguieron hablando durante un rato en ciervo. Hope no puedo entender nada de lo que decían, pero era fácil deducir que estaban discutiendo.
—Es el profesor Pones, Asunrix. Esto va más allá de lo que puedes ver.
—Sigue siendo un poni, un arqueólogo que no duda en expoliar a los muertos para ganar reconocimiento.
—Te equivocas —respondió Sinveria—, Pones no es así.
—No lo entiendo, Sinveria. ¿Qué piensas de ese poni? Varias veces has mencionado su nombre, y es evidente que lo respetas. ¿Por qué?
—Hace años hizo algo muy bueno por mi, algo que no puedo contar.
—¿Y qué puede ser que tengas que guardar el secreto incluso de mi? A veces parece que sintieras atracción por el profesor Pones.
—Basta.
La ciervo dijo eso último en poni, con clara intención de que Hope Spell también la entendiera.
—Soy una maestra investigadora reconocida por el Círculo, y no voy a consentir que me ofendas en mi casa, Asunrix, aún con la amistad que nos une. Tengo en cuenta tu opinión, y por respeto a tu lealtad con nuestra nación, estudiaré bien las implicaciones del documento antes de decidir entregarlo a los ponis. Por favor, vuelve más tarde.
Tras unos instantes, Asunrix se levantó y se dirigió a la puerta. Hope Spell, sin saber cómo actuar, se dispuso a seguirle, pero un gesto de Sinveria le hizo quedarse en su sitio.
—Quédate, maestro de la magia, pues necesitaré tu conocimiento —la investigadora ciervo esperó a que Asunrix abandonara la sala antes de continuar—. Por favor, cuéntame todo lo que sepas sobre este documento.
—Este... claro —respondió el unicornio—. Se encontró entre varios pergaminos que se relacionaban con la leyenda Germarena del Weischtmann. Hace algunas semanas hubo un robo en el depósito de la biblioteca del Imperio de Cristal y desaparecieron bastante de estos documentos.
—¿Puedes darme más detalles del robo, maestro de la magia?
Hope se sorprendió por aquella pregunta, ¿Qué interés podía tener una investigadora de la magia en un robo que ocurrió a miles de kilómetros de Lutnia?
—No estuve ahí, pero me contaron que los dos bibliotecarios que custodiaban el depósito fueron encontrados dormidos. Al parecer no recordaban nada, por lo que suponemos que alguien usó un hechizo de dormir sobre ellos.
—¿Se sabe de qué raza era el ladrón?
—No del todo. La guardia de cristal encontró varias huellas de pezuñas, por lo que se descarta que fuera un grifo o un lobo. Además, últimamente el Imperio de Cristal es un hervidero de criminalidad.
—¿Criminales? —interrumpió Sinveria—. Me resulta extraño. Los ponis son seres pacíficos y amistosos, ¿por qué iban a actuar así?
—Bueno... no lo sé muy bien —respondió Hope Spell—. Se dice que hay grupos de grifos y ponis de todas las razas asaltando y robando a los más desfavorecidos. Además, el Imperio de Cristal ha salido de una gran dictadura, supongo que hay ponis que todavía deben estar confundidos por lo ocurrido. Oh, y luego están las revueltas causadas por las casas nobles.
Sinveria no dijo nada, pero sirvió en silencio otra taza de té, invitando a Hope a explicar eso último. El unicornio la tomó gustosamente y siguió relatando.
—Verá usted, hay más o menos una docena de casas nobles antiguas en el Imperio de Cristal. Durante la dictadura de Sombra muchas fueron diezmadas, y otras sobrevivieron. Ahora mismo hay un cruce de acusaciones entre cuáles apoyaron al Rey Sombra y cuáles no, además de muchos ponis que han surgido de la nada asegurando que son miembros de casas de las que nadie ha oído jamás hablar. Esto ha causado disturbios y choques de lealtades. Por suerte, la mayor parte de la guardia apoya la corona de Mi Amore de Cadenza y Shining Armor.
La ciervo se levantó y se dirigió a una estantería cercana, donde empezó a rebuscar algún libro mientras hablaba.
—Entiendo que el profesor acuda a mi. Parece evidente que hay más en juego que una simple investigación arqueológica.
—¿Qué quiere decir, Sinveria?
La ciervo sacó finalmente un gran tomo, abrió una página aparentemente al azar y la leyó en su idioma natal. Hope sintió el especial cosquilleo de la magia druídica en la base de su cuerno y, de pronto, se escuchó un ruido. Era como si toda la estructura del árbol estuviera cambiando, pero en realidad seguía inmóvil. Si una Sequoia pudiera hablar, ese ruido sería su voz. Finalmente, el silencio volvió a reinar en la habitación.
—Hope, ¿te ha seguido alguien? —preguntó Sinveria cerrando el libro.
—No, nadie me ha seguido —respondió él, sorprendido al entender que lo que había oído era un hechizo de defensa del hogar—. El profesor Pones no me dio ni media hora para embarcar, a duras penas pude coger las cosas.
—El profesor Pones es precavido. Sin embargo, hay muy pocos ponis en Lutnia, seguirle la pista a uno es muy fácil.
—Sinveria, espero que no se ofenda usted por lo que voy a decir, pero... ¿No está siendo un poquito paranoica?
La ciervo miró a Hope con la misma expresión que usaría para reprochar a un cervatillo incapaz de comprender que pisar un árbol joven hacía mucho daño a Gaia.
—No. Eres demasiado joven para entenderlo, Hope Spell, pero aprende esto: Los auténticos arqueólogos, aquellos que investigan cara a cara la antigüedad, jamás son demasiado precavidos.
Hope se quedó pasmado mientras observaba a Sinveria trabajar. Alguien le había explicado bastante mal lo que era un arqueólogo, por lo visto.
Asunrix, varias horas después de que Sinveria le invitara a dejarla sola con Hope Spell, caminaba por las calles de Lutnia de regreso a su casa. Había pasado parte de la mañana entrenando con otros guerreros druida y estaba algo cansado. En los campos de entrenamiento el follaje era poco espeso, y el calor del sol primaveral no daba tregua. Por contra, el centro de la ciudad siempre mantenía una temperatura agradable, incluso algo fría para su gusto, lo cual agradecía.
Pero su mente estaba en otro lugar, pues no dejaba de darle vueltas a la decisión de su amiga de entregar conocimiento druídico a los ponis; la respetaba, y sabía que debía haber una razón para hacer eso. Pero no podía entender los motivos, y menos aún por qué se negaba a contarle nada concreto sobre el profesor Pones, y eso hacía que su espíritu protector le gritara que algo iba mal. ¿Había traído ese unicornio algo que pudiera ser un peligro para Cérvidas?
Subió a su casa y, con una simple orden mental, la parte de corteza que servía como puerta se abrió ante él. El árbol, reconociendo a su morador habitual, apartó parte de su follaje para dejar pasar la luz del sol. El interior estaba perfectamente organizado por secciones: al fondo se encontraba la pared donde guardaba su armadura en caso de necesitarla, así como una lanza que se asía a un arnés similar al utilizado por los soldados poni. En un escritorio tenía desplegados varios mapas de cérvidas en los que marcaba, de una forma que solo él entendía, los últimos informes fronterizos.
Se escuchó una lechuza ulular. Asunrix observó a la misma entrar a través de una ventana y depositar un pergamino en la mesa antes de salir. El ciervo sabía bien que el animal había esperado a su llegada para entregarle directamente los informes del día. Desenrolló el pergamino y lo leyó rápidamente, anotando cosas en el mapa a medida que leía en voz baja.
—Una familia de dragones cerca de Bathelda... Una manada de chacales al este de Lutnia... Sin cambios en las patrullas grifo...
Pasó varios minutos así cuando sintió un estremecimiento en el espíritu del árbol que le daba cobijo. Alzó la vista y miró alrededor, aparentemente todo seguía igual. Pero los pájaros que habitaban el árbol guardaban silencio, y el aire se había enrarecido. Se levantó y caminó hacia el soporte de armas para recoger su lanza; el sonido de sus pasos era muy intenso por el contraste con el denso silencio. El espíritu de Gaia que habitaba el árbol se agitaba inquieto, pues algo se acercaba. Asiendo su lanza, Asunrix se tornó, escudriñando cada rincón de la casa. Notaba una presencia, un peligro inminente. Abrió la boca y gritó “Quién anda ahí”, pero de su garganta solo surgió silencio. Su corazón empezó a latir con fuerza. Golpeó la lanza contra el suelo, pero no produjo ningún sonido, pues habían conjurado una zona de silencio. Magia poni. Iba a invocar su alianza con la naturaleza cuando sintió un resplandor a su espalda. Se giró rápidamente, alzando su lanza para atravesar a quien le estaba atacando, pero antes de llegar a ejecutar su plan escuchó una voz que resonó en su mente.
—Quieto.
Y Asunrix, sin entender por qué, obedeció. La voz era oscura, penetrante e inevitable, y tocaba una fibra de su voluntad que no comprendía. Frente a él había un unicornio que se hallaba en las puertas de la ancianidad, de pelaje rojo oscuro y crines del color de la ceniza. Su Cutie Mark era una marioneta de un poni. Su cuerno brillaba con un aura purpúrea, y a medida que lo hacía la vista de Asunrix se fue desvaneciendo.
Sharp Mind observó como una estela violeta surgía y crecía cada vez con más fuerza de los ojos del guerrero druida, y el blanco de los mismos se tornó completamente verde. Asunrix se quedó inerte, quieto en la misma posición como un pelele. El unicornio sonrió y deshizo el área de silencio.
—Baja el arma —el ciervo obedeció—. Anoche recibiste un poni, lo acogiste en tu hogar. ¿Quién era y qué ha venido a hacer?
—Se llama Hope Spell —respondió Asunrix con una voz carente de toda emoción—, vino a traducir un pergamino antiguo.
—Explícame todo lo que sepas.
Asunrix empezó a narrar desde el momento en que Sinveria le pidió que recibiera a Hope en el puerto. Y, a medida que hablaba, la sonrisa de Sharp Mind se acrecentaba más. Aitana Pones estaba tras la pista del Weischtmann. Habían mordido el anzuelo.
Y, sobre todo, descubrió una nueva pieza en el tablero de sus planes: el profesor Pones. Pieza que, en su debido momento, debería ser eliminada, pero todavía no. Ahora, Sharp Mind solo tenía que seguir el sedal.
Otro sello arcano explotó sobre la cabeza de la poni, sello cuya forma coincidía exactamente con su cutie mark. Aitana, respirando rápidamente, observó el fenómeno mientras asimilaba lo que acababa de ocurrir, lo que acababa de provocar, y lo que acababa de hacer.
El grito fue cambiando poco a poco desde la locura del encierro a la desquiciada alegría de un ser que se veía liberado. La cazadora de demonios miró hacia la puerta que daba al centro de esa construcción, allí donde el demonio había matado a tantos en cuestión de segundos. Supo lo que tenía que hacer, lo había gritado hacía un momento. Solo necesitaba unos segundos para aceptarlo.
Y, súbitamente, una gran paz invadió su espíritu. La tranquilidad de alguien que acepta realizar el sacrificio último en pos de un bien mayor. Mientras más y más símbolos arcanos explotaban a medida que el poderoso demonio se liberaba, Aitana se quitó el sombrero y se sentó sobre sus cuartos traseros. Iluminada por las brillantes detonaciones sacó un objeto de su chaleco: una larga cuchilla plegada, unida a un juego de arneses. Se la ató a la pata derecha y ajustó un enganche a la pezuña. Con un simple movimiento comprobó que el mecanismo para desplegar y retraer el arma funcionaba.
—Nunca he rezado —murmuró para si misma—. Creo que es cobarde confiar mi destino en alguien que no sea yo misma.
La cadencia de las detonaciones se redujo, signo inequívoco de que cada vez quedaban menos símbolos de contención. Una sensación de terror, más intensa de lo que Aitana había sentido nunca, la invadió. Pero tragó saliva, ignorándola: sabía que era fruto de la magia demoníaca, no valía la pena dejarse llevar por sus instintos. Metió una pezuña bajo el chaleco, buscando una cadena, y sacó la brújula rota en la que se hallaba atrapado el lich Kolnarg.
—Pero hoy sé que voy a morir. Y, puestos a rezar, mejor hacerlo a los Titanes, los que combatieron el caos primordial.
Aitana dedicó su oración a los titanes durante casi un minuto. Las explosiones se fueron distanciando más en el tiempo, hasta que una última ocurrió en el centro del edificio, seguido de un monstruoso grito que, más por su naturaleza que por su potencia, habría helado la sangre a cualquier poni. La cazadora de demonios se puso en pie y se ajustó el sombrero. Sacó una botellita con un líquido púrpura en su interior y, al tiempo que se dirigía al encuentro con el demonio, se la bebió. Un brillo verde oscuro surgió de la brújula y se extendió por el cuerpo de Aitana, pero esta no se detuvo, adentrándose en la oscuridad de la cámara mortuoria. Y en su mente solo restaba el deseo de que Hope Spell se diera cuenta, pasara lo que pasara, de que le había mentido.
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Un año antes.
Lutnia, capital de Cérvidas.
Las altas y frondosas copas de los árboles entorpecían el camino a la luz del sol, creando halos verdes y dorados que iluminaban el suelo con una sensación de paz y serenidad. Cientos, miles de aves revoloteaban entre hojas y ramas, llenando el aire con sus melodías. Aunque había poca distancia entre tronco y tronco, la vegetación a ras de suelo era de poca altura y frondosidad, permitiendo pasear sobre la misma sin dificultad. Lo cierto es que un viajero despistado habría pensado que se hallaba de un bosque. Sin embargo, varias construcciones de madera viva -de hecho, cultivada directamente en el suelo- unían los troncos de los árboles creando calles. Estos últimos, a poca distancia del suelo, se abrían en formas redondeadas y huecas; se podían apreciar ventanas y algún balcón, como si el árbol hubiera crecido con el objetivo de dar cobijo a sus moradores.
Había mucho movimiento en las verdes calles, pues cientos de ciervos paseaban por las mismas: artesanos, escolares, trabajadores, estudiosos... Habitantes de la gran capital de Cérvidas, realizando su día a día. Un unicornio salió de la casa árbol donde le habían acogido y se detuvo mirando a su alrededor con la boca ligeramente abierta. Un ciervo de pelaje castaño y gran cornamenta se detuvo a su lado.
—Pareces desorientado, maestro de la magia. ¿Estás bien? —inquirió en Equestriano.
El poni cerró la boca. Se trataba de un unicornio de pelaje verde menta, ojos violeta y crin marrón, cuya Cutie Mark era un libro rodeado por un aura mágica.
—No es nada, Asunrix, perdona. Es que todavía me cuesta asimilar que esto es una ciudad y no un bosque. Y por favor, llámame Hope Spell.
—Los ciervos no nos dirigimos a alguien por su nombre a no ser nos una una gran amistad.
—Oh... cierto, perdóname —Hope Spell sacudió la cabeza—. Es la primera vez que salgo de Equestria y me cuesta adaptarme. ¿Debería llamarte druida, entonces?
—No —Asunrix sonrió, comprensivo—, ya que no compartes mi cultura. Puedes llamarme por mi nombre si lo deseas, maestro de la magia. Vamos al bosque de la sabiduría, allí podrás encontrar a quien necesitas ver.
Hope Spell dedujo que su acompañante se refería a la biblioteca, o quizá la universidad de Lutnia. La ciudad se hallaba en plena actividad, aunque era una actividad diferente a la de las ciudades poni: en Cérvidas no existía el comercio intraurbano como tal, ya que los ciervos no requerían de dinero para obtener lo más básico para vivir, como comida y un techo. Si bien era posible encontrar comerciantes, estos dedicaban sus negocios a atender a viajeros extranjeros y a conseguir mercaderías internacionales.
El unicornio, a pesar de que había estudiado la cultura de Cérvidas durante su viaje, tenía serias dificultades para entender que el trabajo fuera algo opcional para un ciervo. Los que trabajaban lo hacían por amor a la profesión en si y, a diferencia de los ponis, era una decisión que tomaban tras toda una vida de estudio y búsqueda interior. Los ciervos no obtenían Cutie Marks como los ponis, sino que se tatuaban una serie de símbolos druídicos a lo largo de sus flancos y lomo, los cuales les identificaban como un maestro de su profesión: Maestros cultivadores, artesanos, druidas, estudiosos, guerreros... Y, aunque Hope no podía leer sus símbolos o comprender su significado, Asunrix le había explicado que él era un guerrero druida: un mago de la naturaleza que dedicaba sus artes a proteger a los suyos.
A decir verdad, el unicornio se sorprendía por lo poco concurridas que estaban las calles. A pesar de la gran extensión de terreno que cubría, la población de Cérvidas era mucho menor que la de sus naciones vecinas. Aún así, eran una nación extremadamente próspera y rica, cuyas rutas comerciales eran especialmente fructíferas con Cebrania, ya que las cebras apreciaban los productos naturales y druídicos que los ciervos producían.
Probablemente, el principal secreto por el que Cérvidas prosperaba con tanto éxito residía en su propia cultura: Al no ser necesario trabajar para vivir, los ciervos que sí lo hacían realizaban su labor con una pasión admirable. Sus artesanos eran excepcionales, creando fantásticas obras de arte y útiles utensilios para todo tipo de profesiones. Los que dedicaban su vida a la protección de sus semejantes se contaban entre los mejores guerreros del mundo que, unidos a la conexión natural de los ciervos con la naturaleza, hacía que las naciones vecinas se lo pensaran dos veces antes de iniciar hostilidades con Cérvidas. Los estudiantes de las ciencias, tanto mundanas como arcanas, realizaban grandes descubrimientos que, en pocos años, eran impartidos en las universidades de Equestria. Y aquellos que dedicaban su vida a fortalecer su conexión con el mundo se convertían en los maestros de la naturaleza: los druidas.
—Asunrix, si me permites la pregunta, ¿cómo funciona la magia de los druidas? —preguntó Hope Spell—. Sé que sois reservados con vuestros secretos, si no quieres responderme no importa.
El ciervo rió en voz baja.
—Tu excesivo temor a decir algo inapropiado es gracioso —bromeó—. Que no desee compartir los secretos de los druidas no significa que no pueda hablarte sobre nuestra magia. Quizá tú podrías, a cambio, hablarme de la magia de los ponis.
—Ah, vale —rió Hope un poco avergonzado—. Genial, entonces.
Asunrix guió al unicornio hasta una esquina en la cual había un árbol vivienda que, si bien aún no podía albergar ni siquiera a un ciervo en su interior, tenía ya un tamaño considerable.
—Dime, maestro de la magia, ¿qué es lo que ves?
—Veo... un árbol. Parece joven.
—¿Y qué más puedes ver?
Hope Spell analizó la zona, ¿a qué se refería Asunrix? Solo veía tierra, algo de hierba y otras plantitas. Tras unos segundos de silencio, el ciervo se agachó y golpeó el tronco. A través de varios agujeros surgieron decenas de insectos que corrieron sobre la corteza. Con la pezuña siguió a un escarabajo hasta que este se escondió entre las raíces, momento en el que Asunrix metió la pata en el mismo sitio y, al poco, la sacó sosteniendo delicadamente a un ratón que se estaba comiendo el mismo escarabajo.
—Un poni, normalmente, te dirá que ve “un árbol”, “un animal” o “una tormenta”. Los ciervos, maestro de la magia, vemos ramificaciones del gran espíritu que nos envuelve a todos. Lo aceptamos, lo escuchamos y le hablamos. Tú lo llamas magia, pero nosotros lo llamamos “Undeb â Nartur”. En tu idioma el concepto más similar es “gaia”.
—Escuché que los druidas son capaces de curar y controlar las fuerzas de los elementos, ¿es cierto?
—Lo es. Cuando curamos a un ser herido solo guiamos su naturaleza para que lo haga por si misma. Y, a fin de cuentas, una tormenta no es más que una manifestación de Gaia. ¿Qué me dices de vosotros, maestro de la magia?
Hope Spell sonrió, ya que se le hacía raro que se dirigiera a él como “maestro” cuando no era más que un estudiante de historia y magia antigua. Aunque algo de magia sí que sabía.
—Todos los ponis tenemos magia de forma natural. Los ponis de tierra son afines a las cosas de la tierra y las cosas que crecen, como las plantas. Los pegasos pueden mover las nubes con su cuerpo y provocar lluvia y vientos. Y los unicornios... bueno.
El cuerno del unicornio se cubrió por un aura verdosa, la cual rodeó también una pequeña piedra que levitó hasta situarse frente a Asunrix.
—Los unicornios podemos alterar la magia a voluntad. Este conjuro lo puede realizar cualquier unicornio. Pero, a base de estudio y años de práctica, un mago puede realizar poderosos hechizos, prácticamente cualquier cosa que puedas imaginar. Limitado, claro está, a la capacidad mágica del mago que lo realice.
—¿Existen distintos tipos de magia poni? —preguntó Asunrix.
—Sí, así es. Nosotros dividimos la magia por escuelas según los efectos que provoque. Por ejemplo, la Transfiguración se especializa en alterar la forma de las cosas; el Elementalismo en el control del fuego, el aire, el agua y la tierra; la Magia Arcana se basa en complejos rituales mágicos... y hay un largo etcétera.
—¿De qué tipo de magia eres tú un maestro?
—¡Estoy muy lejos de ser un maestro! —rió—. Hace un par de años empecé a estudiar la magia blanca: el arte de repeler espíritus malvados, sanar a los heridos, eliminar maldiciones... Vamos, un tipo de magia que, hace siglos, se usaba para combatir la magia negra y la nigromancia.
El ciervo se quedó pensativo durante unos segundos.
—Tenía entendido que Equestria era un reino pacífico, ¿por qué estudias magia blanca, entonces? ¿Es común que luchéis contra seres de la oscuridad?
—Lo cierto es que no es común, y por eso mi pobre padre también se pregunta por qué estudio la magia blanca —respondió Hope con un ligero toque de humor—. Sinceramente, la encuentro apasionante. Para aprender magia blanca debes estudiar acerca de espíritus, artes arcanas prohibidas, cómo la magia negra afectaba a la mente... Digamos que es una materia que estudio por amor al arte, ya que es difícil que jamás a ponerla en práctica. Y si te digo la verdad, no me gustaría tener que hacerlo.
—¿Y por qué no querrías usar una magia que te apasiona?
—Porque eso significaría que la magia negra y la nigromancia han resurgido en el mundo. Y, sinceramente, no es algo que quiera que ocurra.
—Hace poco los ponis os encontrasteis frente a un hechicero demoníaco.
—Sí, y créeme que rezo porque haya sido algo excepcional y que no vuelva a ocurrir.
Siguieron el camino hacia el bosque de la sabiduría charlando sobre distintos aspectos de la magia de cada raza y deteniéndose solo para tomar algún tentempié. Se adentraron en una zona de la ciudad poco concurrida y muy silenciosa. Los árboles tenían un diámetro enorme y crecían muy separados entre sí. Entre los mismos había pequeñas construcciones que Hope identificó como bibliotecas y centros de estudio. El sol le golpeó directamente, cegándolo durante un instante; al mirar hacia arriba vio que las copas de los árboles eran mucho menos frondosas que antes, dejando grandes claros por los que el sol iluminaba con toda su intensidad.
—Debes venir aquí por la noche. Estos árboles albergan una inmensa población de luciérnagas, sus luces son realmente hermosas. Si deseas observar las estrellas, aquel árbol tiene un observatorio en su copa abierto a todo el mundo.
—Tendré que hacerlo cuando acabe con lo que he venido a hacer. Por cierto, Asunrix, aún no sé a quién vamos a ver.
—Es una investigadora de la antigüedad que recibió una carta del profesor Pones pocos días antes de tu llegada. Me pidió que te encontrara y acogiera, ya que es una buena amiga mía.
Asunrix guió a Hope Spell hasta el interior de un gran árbol, cuyos pictogramas lo identificaban como el árbol de la sabiduría. La planta baja del mismo era una gran librería, alrededor de la cual ascendía una escalera de caracol pegada a la pared exterior del edificio. Subieron por la misma hasta el segundo piso, donde se detuvieron ante una puerta... o lo que Hope dedujo que era una puerta, pues solo veía un trozo de corteza de textura diferente al resto del árbol. Asunrix golpeó la misma y, tras unos instantes, la madera crujió ligeramente. Como si de una cortina se tratara, la puerta se retiró y se fusionó con la corteza que formaba las paredes.
Se adentraron en una gran estancia de planta irregular. Las paredes eran muy lisas y redondeadas, y a lo largo de las mismas sobresalían estantes que se hallaban repletos de libros, tomos y pergaminos. Había varias mesas y sillas, con diversos objetos de aspecto mágico y druida repartidos en su superficie.
—Sed bienvenidos, Asunrix, maestro de la guerra; y Hope Spell, maestro de la magia.
Una cierva se acercó a los recién llegados con una cálida sonrisa. Era una joven de mediana edad cuyo pelaje era del color de la tierra mojada por la lluvia, de pequeños cuernos y ojos turquesa. Sus costados estaban repletos de una serie de símbolos que, como pronto descubriría Hope Spell, la identificaban como una estudiosa de la magia druídica. Hope, aunque no se sentía atraído por los ciervos, reconoció que era una hembra muy hermosa.
—Sinveria, es un honor que me recibas en tu hogar —respondió Asunrix.
—Lo mismo digo, es un honor... espera, ¿Sinveria?
—¿Oh? Parece que reconoces mi nombre, maestro de la magia.
—¡Claro! —respondió Hope entusiasmado—. ¡Usted es la investigadora mágica Sinveria! Leí su tratado “Interrelación espiritual con la magia poni”. ¡Apasionante! Sus estudios sobre el uso de la magia para guiar la sanación espiritual de un ser traumatizado es sencillamente brillante. Es un honor conocerla, maestra.... ¿investigadora?
Sinveria rió cálidamente, mientras invitaba a Hope y Asunrix a seguirla al interior.
—Maestra investigadora es correcto, pero puedes dirigirte por mi nombre, maestro de la magia. No es necesario que adoptes unas costumbres que no te son propias. ¿Puedo serviros una infusión?
Poco después, los tres se sentaron en torno a una mesa. Sinveria sirvió infusiones para todo el mundo y una bandeja de dulces hechos con distintas hierbas sin cocinar. A Hope Spell, acostumbrado a los dulcísimos postres de Equestria, le supieron algo sosos.
—¿Cómo se encuentra el profesor Pones? —pregunto la cierva—. Hace muchos años que no lo veo, aunque mantenemos el contacto.
—Sinceramente, no tengo relación con él más allá de maestro-alumno. Pero creo que está bien, últimamente sale mucho en los periódicos debido a su hija, Aitana.
—Ah, sí, la cazadora de demonios —comentó Asunrix—. Hasta aquí llegaron las noticias de la liberación y destrucción de Manresht. ¿De verdad se enfrentó cara a cara contra él, sin magia?
—Lo hizo —afirmó Hope—. Lo vi desde un edificio cercano: avanzó frente a él y lo provocó para que los guardias hicieran un círculo de aislamiento. Sabía exactamente cómo combatirlo.
—Después de liberar a ese maestro de los demonios en una ciudad... Creo que esa yegua causará problemas allá donde vaya.
Hope ahogó el incómodo silencio con un trago de té: sabía bien que Aitana llegaría en una semana a la ciudad. Esperaba, de verdad, que todo esto se solventara con una simple investigación arqueológica y nada más. Sinveria se adelantó, viendo la reacción del unicornio, y cambió de tema.
—Entonces, ¿qué te ha traído aquí, maestro de la magia? El profesor Pones solo dijo que necesitaba ayuda para traducir algo, pero no me dio más detalles.
El unicornio vació una de sus alforjas con su magia, sacando varios libros y pergaminos. Cuando estuvo vacía, le dio la vuelta y descubrió un segundo bolsillo escondido. Lo abrió y del mismo sacó un nuevo pergamino, extremadamente antiguo, protegido por un bloque de cristal. Hope conjuró una vez más y el bloque se iluminó, abriéndose y liberando su contenido.
—Encontramos este pergamino en el imperio de cristal. Son pictogramas ciervo, pero no hemos logrado traducir más que alguna palabra suelta.
Sinveria tomó el documento y lo desplegó sobre la mesa. La sorpresa y la incredulidad pugnaron por tomar su rostro al instante, y levantó la cabeza mirando fijamente a Hope.
—No es posible. Este escrito tiene más de mil años de antigüedad, pero el pergamino está demasiado bien conservado.
—Fue encontrado en el Imperio de Cristal; esa ciudad ha saltado más de mil años en el tiempo. Para los habitantes de la misma, hace un mes el rey Sombra todavía les oprimía; para el resto del mundo, eso ocurrió hace un milenio.
La cierva leyó poco a poco el escrito, recorriendo el mismo con la pezuña.
—Entiendo. No me sorprende que no pudierais traducirlo: está protegido por un conjuro druídico que convierte el escrito en algo ininteligible. Si habéis traducido algunas palabras es porque el tiempo ha destruido parte del hechizo original.
—¿Puedes traducirlo? ¿O anular el hechizo?
—Tendré que pedir ayuda a los maestros druidas. Solo ellos contienen la clave para deshacerlo.
—Sinveria, ¿de verdad vas a hacer eso?
Hope y la cierva miraron a Asunrix, que parecía molesto.
—Si los antiguos druidas protegieron ese documento debió ser por un motivo. ¿Piensas traducirlo y entregar sus secretos a los ponis?
—Normalmente no lo haría, pero...
—¿Pero qué?
Asunrix y Sinveria siguieron hablando durante un rato en ciervo. Hope no puedo entender nada de lo que decían, pero era fácil deducir que estaban discutiendo.
—Es el profesor Pones, Asunrix. Esto va más allá de lo que puedes ver.
—Sigue siendo un poni, un arqueólogo que no duda en expoliar a los muertos para ganar reconocimiento.
—Te equivocas —respondió Sinveria—, Pones no es así.
—No lo entiendo, Sinveria. ¿Qué piensas de ese poni? Varias veces has mencionado su nombre, y es evidente que lo respetas. ¿Por qué?
—Hace años hizo algo muy bueno por mi, algo que no puedo contar.
—¿Y qué puede ser que tengas que guardar el secreto incluso de mi? A veces parece que sintieras atracción por el profesor Pones.
—Basta.
La ciervo dijo eso último en poni, con clara intención de que Hope Spell también la entendiera.
—Soy una maestra investigadora reconocida por el Círculo, y no voy a consentir que me ofendas en mi casa, Asunrix, aún con la amistad que nos une. Tengo en cuenta tu opinión, y por respeto a tu lealtad con nuestra nación, estudiaré bien las implicaciones del documento antes de decidir entregarlo a los ponis. Por favor, vuelve más tarde.
Tras unos instantes, Asunrix se levantó y se dirigió a la puerta. Hope Spell, sin saber cómo actuar, se dispuso a seguirle, pero un gesto de Sinveria le hizo quedarse en su sitio.
—Quédate, maestro de la magia, pues necesitaré tu conocimiento —la investigadora ciervo esperó a que Asunrix abandonara la sala antes de continuar—. Por favor, cuéntame todo lo que sepas sobre este documento.
—Este... claro —respondió el unicornio—. Se encontró entre varios pergaminos que se relacionaban con la leyenda Germarena del Weischtmann. Hace algunas semanas hubo un robo en el depósito de la biblioteca del Imperio de Cristal y desaparecieron bastante de estos documentos.
—¿Puedes darme más detalles del robo, maestro de la magia?
Hope se sorprendió por aquella pregunta, ¿Qué interés podía tener una investigadora de la magia en un robo que ocurrió a miles de kilómetros de Lutnia?
—No estuve ahí, pero me contaron que los dos bibliotecarios que custodiaban el depósito fueron encontrados dormidos. Al parecer no recordaban nada, por lo que suponemos que alguien usó un hechizo de dormir sobre ellos.
—¿Se sabe de qué raza era el ladrón?
—No del todo. La guardia de cristal encontró varias huellas de pezuñas, por lo que se descarta que fuera un grifo o un lobo. Además, últimamente el Imperio de Cristal es un hervidero de criminalidad.
—¿Criminales? —interrumpió Sinveria—. Me resulta extraño. Los ponis son seres pacíficos y amistosos, ¿por qué iban a actuar así?
—Bueno... no lo sé muy bien —respondió Hope Spell—. Se dice que hay grupos de grifos y ponis de todas las razas asaltando y robando a los más desfavorecidos. Además, el Imperio de Cristal ha salido de una gran dictadura, supongo que hay ponis que todavía deben estar confundidos por lo ocurrido. Oh, y luego están las revueltas causadas por las casas nobles.
Sinveria no dijo nada, pero sirvió en silencio otra taza de té, invitando a Hope a explicar eso último. El unicornio la tomó gustosamente y siguió relatando.
—Verá usted, hay más o menos una docena de casas nobles antiguas en el Imperio de Cristal. Durante la dictadura de Sombra muchas fueron diezmadas, y otras sobrevivieron. Ahora mismo hay un cruce de acusaciones entre cuáles apoyaron al Rey Sombra y cuáles no, además de muchos ponis que han surgido de la nada asegurando que son miembros de casas de las que nadie ha oído jamás hablar. Esto ha causado disturbios y choques de lealtades. Por suerte, la mayor parte de la guardia apoya la corona de Mi Amore de Cadenza y Shining Armor.
La ciervo se levantó y se dirigió a una estantería cercana, donde empezó a rebuscar algún libro mientras hablaba.
—Entiendo que el profesor acuda a mi. Parece evidente que hay más en juego que una simple investigación arqueológica.
—¿Qué quiere decir, Sinveria?
La ciervo sacó finalmente un gran tomo, abrió una página aparentemente al azar y la leyó en su idioma natal. Hope sintió el especial cosquilleo de la magia druídica en la base de su cuerno y, de pronto, se escuchó un ruido. Era como si toda la estructura del árbol estuviera cambiando, pero en realidad seguía inmóvil. Si una Sequoia pudiera hablar, ese ruido sería su voz. Finalmente, el silencio volvió a reinar en la habitación.
—Hope, ¿te ha seguido alguien? —preguntó Sinveria cerrando el libro.
—No, nadie me ha seguido —respondió él, sorprendido al entender que lo que había oído era un hechizo de defensa del hogar—. El profesor Pones no me dio ni media hora para embarcar, a duras penas pude coger las cosas.
—El profesor Pones es precavido. Sin embargo, hay muy pocos ponis en Lutnia, seguirle la pista a uno es muy fácil.
—Sinveria, espero que no se ofenda usted por lo que voy a decir, pero... ¿No está siendo un poquito paranoica?
La ciervo miró a Hope con la misma expresión que usaría para reprochar a un cervatillo incapaz de comprender que pisar un árbol joven hacía mucho daño a Gaia.
—No. Eres demasiado joven para entenderlo, Hope Spell, pero aprende esto: Los auténticos arqueólogos, aquellos que investigan cara a cara la antigüedad, jamás son demasiado precavidos.
Hope se quedó pasmado mientras observaba a Sinveria trabajar. Alguien le había explicado bastante mal lo que era un arqueólogo, por lo visto.
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Asunrix, varias horas después de que Sinveria le invitara a dejarla sola con Hope Spell, caminaba por las calles de Lutnia de regreso a su casa. Había pasado parte de la mañana entrenando con otros guerreros druida y estaba algo cansado. En los campos de entrenamiento el follaje era poco espeso, y el calor del sol primaveral no daba tregua. Por contra, el centro de la ciudad siempre mantenía una temperatura agradable, incluso algo fría para su gusto, lo cual agradecía.
Pero su mente estaba en otro lugar, pues no dejaba de darle vueltas a la decisión de su amiga de entregar conocimiento druídico a los ponis; la respetaba, y sabía que debía haber una razón para hacer eso. Pero no podía entender los motivos, y menos aún por qué se negaba a contarle nada concreto sobre el profesor Pones, y eso hacía que su espíritu protector le gritara que algo iba mal. ¿Había traído ese unicornio algo que pudiera ser un peligro para Cérvidas?
Subió a su casa y, con una simple orden mental, la parte de corteza que servía como puerta se abrió ante él. El árbol, reconociendo a su morador habitual, apartó parte de su follaje para dejar pasar la luz del sol. El interior estaba perfectamente organizado por secciones: al fondo se encontraba la pared donde guardaba su armadura en caso de necesitarla, así como una lanza que se asía a un arnés similar al utilizado por los soldados poni. En un escritorio tenía desplegados varios mapas de cérvidas en los que marcaba, de una forma que solo él entendía, los últimos informes fronterizos.
Se escuchó una lechuza ulular. Asunrix observó a la misma entrar a través de una ventana y depositar un pergamino en la mesa antes de salir. El ciervo sabía bien que el animal había esperado a su llegada para entregarle directamente los informes del día. Desenrolló el pergamino y lo leyó rápidamente, anotando cosas en el mapa a medida que leía en voz baja.
—Una familia de dragones cerca de Bathelda... Una manada de chacales al este de Lutnia... Sin cambios en las patrullas grifo...
Pasó varios minutos así cuando sintió un estremecimiento en el espíritu del árbol que le daba cobijo. Alzó la vista y miró alrededor, aparentemente todo seguía igual. Pero los pájaros que habitaban el árbol guardaban silencio, y el aire se había enrarecido. Se levantó y caminó hacia el soporte de armas para recoger su lanza; el sonido de sus pasos era muy intenso por el contraste con el denso silencio. El espíritu de Gaia que habitaba el árbol se agitaba inquieto, pues algo se acercaba. Asiendo su lanza, Asunrix se tornó, escudriñando cada rincón de la casa. Notaba una presencia, un peligro inminente. Abrió la boca y gritó “Quién anda ahí”, pero de su garganta solo surgió silencio. Su corazón empezó a latir con fuerza. Golpeó la lanza contra el suelo, pero no produjo ningún sonido, pues habían conjurado una zona de silencio. Magia poni. Iba a invocar su alianza con la naturaleza cuando sintió un resplandor a su espalda. Se giró rápidamente, alzando su lanza para atravesar a quien le estaba atacando, pero antes de llegar a ejecutar su plan escuchó una voz que resonó en su mente.
—Quieto.
Y Asunrix, sin entender por qué, obedeció. La voz era oscura, penetrante e inevitable, y tocaba una fibra de su voluntad que no comprendía. Frente a él había un unicornio que se hallaba en las puertas de la ancianidad, de pelaje rojo oscuro y crines del color de la ceniza. Su Cutie Mark era una marioneta de un poni. Su cuerno brillaba con un aura purpúrea, y a medida que lo hacía la vista de Asunrix se fue desvaneciendo.
Sharp Mind observó como una estela violeta surgía y crecía cada vez con más fuerza de los ojos del guerrero druida, y el blanco de los mismos se tornó completamente verde. Asunrix se quedó inerte, quieto en la misma posición como un pelele. El unicornio sonrió y deshizo el área de silencio.
—Baja el arma —el ciervo obedeció—. Anoche recibiste un poni, lo acogiste en tu hogar. ¿Quién era y qué ha venido a hacer?
—Se llama Hope Spell —respondió Asunrix con una voz carente de toda emoción—, vino a traducir un pergamino antiguo.
—Explícame todo lo que sepas.
Asunrix empezó a narrar desde el momento en que Sinveria le pidió que recibiera a Hope en el puerto. Y, a medida que hablaba, la sonrisa de Sharp Mind se acrecentaba más. Aitana Pones estaba tras la pista del Weischtmann. Habían mordido el anzuelo.
Y, sobre todo, descubrió una nueva pieza en el tablero de sus planes: el profesor Pones. Pieza que, en su debido momento, debería ser eliminada, pero todavía no. Ahora, Sharp Mind solo tenía que seguir el sedal.
Capítulo 2: "Magos y druidas"
Capítulo 3: "Portadora de la muerte"
Capítulo 4: "Dawn Hope"
Capítulo 5: "Planes de un mago negro"
Capítulo 6: "Los guardianes de Gaia"
Capítulo 7: "El fin de la pesadilla"
Capítulo 8: "El cazador"
Capítulo 9: "Lecciones del pasado"
Capítulo 10: "Cazadores rastreados"
Capítulo 11: "Night Shield"
Capítulo 12: "Un hombro amigo"
Capítulo 13: "Los Arqueólogos", parte 1
Capítulo 14: "La caza"
Capítulo 15: "Hope Spell"
Capítulo 16: "Sospecha y familia"
Spoiler:
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Como siempre, se agradecen reviews, halagos, ofertas de amor incondicional y bellas damas que me alimenten con uvas mientras reposo en mi diván.